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C15: Despedida en Sangre

Ya estábamos listos para partir. Los omegas se encontraban reunidos en uno de los extremos del territorio, esperando nuestras órdenes. Richard y yo, con nuestras espadas listas, nos preparábamos para cualquier cosa que pudiera suceder en el camino. El aire estaba pesado, tenso. Yo no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido, en lo que podría estar ocurriendo en Red, en mi padre.

—Muy bien, escúchenme —dije con firmeza, tratando de sonar más segura de lo que me sentía. Mi voz resonó en el aire. —A partir de ahora, el príncipe Richard será quien los guíe a Mondo.

Vi cómo todos los omegas asintieron, algunos con confianza, otros más cautelosos, pero todos esperaban mis siguientes palabras.

—Cualquier cosa que ocurra en el camino, deben correr a refugiarse. No salgan hasta que mi padre o yo los vayamos a buscar —les dije, mi corazón acelerado y mi mente preocupada.

Mientras Richard comenzaba a liderar al grupo hacia adelante, yo permanecí un paso atrás, vigilando con atención a cada uno de ellos. Sentía que debía estar allí, protegiéndolos, pero mi mente no dejaba de divagar hacia otro lugar: hacia mi padre. Mi alma estaba inquieta, llena de dudas y miedos.

—¿Ocurre algo? —me preguntó SeoJin, notando mi distracción.

Miré la espada en mi mano, el brillo metálico me hacía sentir algo más real, más firme, pero la preocupación por mi padre seguía rondando mi mente.

—No —respondí, aunque sabía que no podía ocultar mi ansiedad—. Solo estoy preocupada por mi padre.

SeoJin me miró con una sonrisa tranquilizadora.

—Estará bien, es un alfa muy valiente.

Pero esa respuesta no me calmó. No podía dejar de pensar en aquel hombre del sendero. Recordaba su técnica de combate, su destreza, cómo era tan similar a la de Red, pero aún más letal. No quería creer que pudiera haber sido él, pero algo en mi interior me decía que no podía descartarlo tan fácilmente.

—No creerás que... ¿Fue él? —SeoJin preguntó, claramente preocupada.

Negué con firmeza, aunque una pequeña duda seguía acechando mi mente.

—No —respondí, segura, pero con una voz que vacilaba un poco—. Podrá haber querido dañar a mi padre, pero él siempre me cuidó.

Me detuve un momento, recordando cómo era la vida antes de todo esto. Antes de los problemas, antes de las traiciones. La vida en Red había sido tan tranquila, hasta que todo se rompió.

—Además, no tenía su aroma —dije, convencida de mis palabras, como si eso fuera una prueba de que no era él.

—Aun así, no debes descartar esa posibilidad. Ya han pasado 10 años, pudo haber cambiado. —La preocupación en la voz de SeoJin me hizo sentir un nudo en el estómago. No quería pensar en ello, pero no podía evitarlo.

En ese momento, unos pasos apresurados hicieron que ambas giráramos la cabeza. Loon apareció corriendo hacia nosotras, con una urgencia que no pude ignorar.

—¡¿Qué hacen allí?! ¡Corran! —gritó, con un tono lleno de angustia que hizo que mi corazón se acelerara aún más.

—¿Qué ocurre? —pregunté, la ansiedad ya tomando el control de mi cuerpo. —¿Y Dylan? ¿Dónde está mi padre?

—Están en el castillo, no te preocupes —Loon dirigió su mirada a SeoJin—. Necesito que te vayas con el resto de los omegas.

SeoJin asintió, corrió hacia el grupo, y Loon se acercó más a mí, su expresión tensa.

—Amber... Odio decirlo, pero necesito tu ayuda —me dijo, su voz llena de algo que no pude identificar, pero me hizo sentir una creciente incomodidad.

—¿Está pasando algo allí? —pregunté, sintiendo como una nube oscura se formaba en mi pecho, voltee en dirección a Red con claras intenciones de regresar.

—No —respondió, agachando la cabeza antes de mirar hacia el horizonte—. Tú sabes que este es el único sendero que lleva a Mondo de manera segura. Lo más seguro es que los humanos intenten llegar a esa manada por este camino.

El miedo recorrió mi cuerpo como un escalofrío, mis manos temblaron.

—¿Quieres que me quede cuidando? —mi voz era vacilante, pero sabía que si podía hacer algo, debía quedarme.

—Por favor —dijo Loon, casi suplicante—. Te juro que en mi vida te vuelvo a pedir algo.

Sin decir más, Loon se retiró, dejándome sola, y el silencio se instaló alrededor de mí. Sin embargo, pronto algo cambió. Un aroma a menta fresca comenzó a invadir el aire, y un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

—¿Quién está allí? —pregunté, mi voz firme, pero mi corazón latía desbocado.

El silencio me respondió, pero estaba segura de que no estaba sola. Miré hacia todos lados, mis sentidos alerta.

—Sé que estás allí... —dije, mi voz más baja, pero segura.

La risa burlona llegó a mis oídos antes de que pudiera reaccionar. No lo veía, pero sentía su presencia cerca.

—¿Aburrida sobrina? —La voz resonó, y mi pecho se apretó al instante. No podía verlo, pero sabía que era él. —Debe de ser desesperante saber que tu manada está siendo atacada y no poder hacer nada.

—¡¿Quién eres?! —grité, girando en todas direcciones, pero no podía encontrarlo.

—¿Ya has olvidado a tu tío querido? —La voz me llegó desde todas partes, como una sombra que se expandía a mi alrededor. —Parece que sí me recuerdas. Espero que mi hermano igual lo haga.

Mi corazón se detuvo por un segundo. No. No podía ser. Mi tío. Él estaba detrás de todo esto. Mi mente estalló en una mezcla de ira y miedo. Las palabras de ese hombre, tan llenas de maldad, me golpearon con fuerza. La verdad que había estado ignorando, que había querido negar, se estrelló contra mí.

—¿Qué es lo que quieres? —La rabia crecía dentro de mí, pero mis lágrimas amenazaban con escapar. Mi voz tembló.

—Lo que siempre debió de ser mío —la voz se movió, cambiando de lugar sin que pudiera seguirla. —Creí que matar a tu madre sería suficiente para lograrlo.

—¡Cállate! —grité, la angustia y el dolor desbordándose. Mis lágrimas caían, pero mi corazón estaba roto. —¡Nada de lo que dices es cierto!

—No rechaces la verdad, querida —la voz se desvaneció, y el olor a menta empezó a desvanecerse también. —Creo que es mejor que vayas a despedirte de tu padre.

Mis piernas flaquearon. El terror y el dolor me atravesaron. Sin pensarlo, empecé a correr, corriendo hacia Red, sin importarme si el camino estaba lleno de peligros. Solo necesitaba llegar a mi padre. Necesitaba verlo.

Cuando llegué, el caos me envolvió. Los cazadores me vieron y corrieron hacia mí, pero pude esquivarlos, aunque no sin ser herida en la pierna. El dolor me recorrió, pero no me detuve. Mi única preocupación era llegar a mi padre. No importaba cuánto me doliera.

Finalmente, lo encontré. Allí, apoyado contra una piedra, mi padre estaba pálido, rodeado por la sangre que manchaba sus ropas. El aire se me escapó del cuerpo, y las lágrimas comenzaron a caer.

—P-papá —mi voz salió quebrada al pronunciar su nombre. Él levantó la cabeza con dificultad, mirándome.

—Amber... —su voz era débil, casi inaudible.

Me lancé a sus brazos, abrazándolo con fuerza, sin importarme que su sangre manchara mi ropa.

—Perdónenme... Los dos —dijo, su voz casi desapareciendo.

—¿Padre? ¡Papá! —grité, mi corazón rompiéndose con cada palabra, pero no hubo respuesta. Él ya no respondía. El cuerpo de mi padre yacía frío, inerte, y el mundo que conocía se desplomaba.

Los alfas de la manada, al ver lo mal herido que estaba, se acercaron para llevarse a mi padre. Dylan fue el único que se quedó a mi lado. Me abrazó, tratando de calmarme con su aroma, pero el dolor era tan grande que me dejó sin fuerzas. Todo se desvaneció alrededor de mí, y me desmayé.

Cuando desperté, estaba en Mondo. Me habían llevado allí, a la manada vecina. Los omegas se acercaron preocupados al verme en tan mal estado, pero lo único que podía pensar era en mi padre. ¿Realmente había sucedido todo esto?

Las horas pasaron. Dos betas entraron a la habitación para ayudarme a cambiarme. Me ofrecieron un vestido morado, uno que pertenecía a la reina de Mondo. Sabía lo que eso significaba, pero no estaba preparada para aceptar que todo había terminado. Que mi vida ya no sería la misma.

Me sentía vacía.

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