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C13: Huida en la Noche

Mientras Dylan regresaba con la espada, el rey Min había logrado imponer algo de orden. Mandó a varias personas a refugiarse en diferentes habitaciones del castillo. Incluso ordenó que los omegas y niños se pusieran a salvo dentro de sus muros. Mi padre trató de convencerme para que me uniera a los demás, pero me negué rotundamente.

—Entiéndelo, hija, es muy riesgoso que te quedes aquí —dijo, con un tono lleno de preocupación.

—No pienso dejarte solo en esto —respondí, firme, mirando a mi padre sin ceder.

—Amber —me llamó Dylan, que ya llevaba la espada en mano. —Ve con SeoJin.

—Pero... —intenté protestar, pero él me interrumpió antes de que pudiera decir más.

—Ella va a ir a Red junto con algunas personas y los reyes de Mondo. Allí estarás más segura.

—Tú también ve con ellos, Dylan —habló ahora el, mirando a mi amigo con seriedad. —De este modo, me aseguraré de que todos lleguen a salvo.

—Papá... —mi voz tembló un poco al dirigirme a él. —Por favor, ven con nosotros.

—No puedo. Tengo que quedarme aquí. —Me sonrió, pero esa sonrisa parecía más una máscara de tranquilidad que una expresión sincera. —Estaré bien. Váyanse ahora.

Aunque la preocupación era evidente en sus rostros, todos aceptaron. Salimos del castillo, por la parte de atrás, y nos dirigimos hacia el bosque, buscando el sendero más rápido que nos llevaría a Red. En todo el trayecto, intentamos evitar encontrarnos con humanos y cualquier tipo de enfrentamiento. Cuando por fin vimos el sendero hacia la manada, comenzamos a correr con la esperanza de llegar antes de ser detectados.

Pero en un punto, me detuve de repente, mis ojos recorriendo frenéticamente los alrededores. Podía sentirlo. Algo no estaba bien. Los otros notaron mi desconcierto y se acercaron.

—¿Qué ocurre, princesa? —preguntó preocupada la reina de Mondo.

—Dylan... —musité, sin apartar la mirada de los árboles. —Creo que hay alguien en el bosque.

Dylan se acercó a mí, casi en silencio.

—¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó, con una seriedad que nunca había visto antes en él.

Miré a SeoJin, que parecía estar esperando mis órdenes.

—Necesito que dejes salir a tu lobo y corras hacia Red lo más rápido que puedas. —Mis palabras fueron apenas un susurro, pero sentí que tenían que ser escuchadas.

La reina de Mondo insistió, preocupada.

—¿Princesa?

Me acerqué un poco a ella, haciendo una leve reverencia, como siempre solía hacer cuando trataba de mantener la calma, aunque mi corazón estuviera acelerado.

—Necesito que lleves a mi amiga a Red y, desde allí, se dirijan directamente a Mondo. —Les expliqué, con un suspiro. —Y si pueden, por favor envíen al príncipe Richard a Red. Lo voy a necesitar.

Las tres figuras asintieron con seriedad. Dejamos que los lobos tomaran el control, y nos preparábamos para correr cuando una flecha cayó justo junto a nosotros, clavándose en el suelo y haciendo que todos saltáramos hacia atrás, alarmados. Y en ese instante, un grupo de cazadores apareció entre los árboles. Nos rodeaban.

Dylan y yo nos preparamos, empuñando nuestras espadas con firmeza. Teníamos que detenerlos para darles tiempo a los demás para escapar. Los tres lobos ya estaban corriendo, y nosotros nos quedamos atrás para hacerles frente, sin saber cuántos más podrían aparecer.

Las sombras del bosque parecían cobrar vida a cada paso que dábamos, pero para suerte de Dylan y mía, los cazadores que nos atacaban no eran demasiados. Nos libramos de ellos más rápido de lo que habíamos esperado, aunque el alivio fue momentáneo. Aún podía sentir la tensión en el aire, esa sensación de que algo más estaba por venir.

Dylan celebró lo que parecía una victoria, pero no me engañaba. Sabía que esto no había terminado. Fue entonces cuando vi el brillo de una espada entre las sombras. El resplandor cortó la quietud de la noche y, por un segundo, me sentí paralizada. Un guerrero estaba acechando en silencio, preparándose para atacar.

—¡Cuidado! —grité, pero ya era tarde.

Dylan reaccionó instintivamente, empujándome lejos del camino del ataque. En un rápido movimiento, el filo de la espada le rozó la espalda. Caí al suelo, mirando cómo él luchaba por mantenerse de pie.

—¡Dylan! —me acerqué rápidamente a él, preocupada.

Un hombre, que hasta ese momento había permanecido oculto, dio un paso al frente. Su sonrisa era fría y calculadora, mientras observaba la escena con desdén.

—Parece que el lobito quiso ser un héroe, pero no le salió bien —dijo, mientras su espada apuntaba directamente hacia mí.

Me levanté con dificultad, ayudando a Dylan a incorporarse. El dolor de la herida en su espalda era evidente, pero lo más importante era asegurarnos de que se pusiera a salvo. Con determinación, miré al hombre, sin ceder un centímetro.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté, mi voz firme a pesar del temor que sentía.

Él sonrió, sus ojos llenos de burla.

—¿Por qué te importaría? Solo quiero disfrutar un poco más de esta pelea.

Mi corazón latía con fuerza, pero no iba a dejar que me intimidara. Necesitaba proteger a Dylan, y a mí misma. Con una rapidez que no me esperaba, me lancé hacia él, mi espada cortando el aire. Aunque logré hacerle un pequeño corte en el brazo, él reaccionó rápidamente, bloqueando mi siguiente ataque.

—¡Dylan, al castillo! —grité, al ver que mi amigo no podía quedarse allí más tiempo.

Al principio, nuestros espadas se entrechocaron con fuerza, ninguno de los dos dispuesto a ceder. Sentía el sudor en mi frente y las heridas comenzaban a incomodarme, pero no podía parar. Me había acorralado, y las rocas me ofrecían poco refugio.

En un último intento, mi pierna encontró su objetivo. Pateé su rodilla, haciendo que el hombre cayera al suelo con un gruñido de dolor. Aproveché la oportunidad para correr, recogiendo un arco y flechas que yacían sobre los cuerpos de los cazadores caídos. Disparé rápidamente en su dirección, cada flecha alcanzando su objetivo, aunque no con la precisión que deseaba.

No había matado al hombre, pero lo había detenido lo suficiente para ganar tiempo. Me adentré rápidamente en el bosque, mis pasos calculados, esperando que él no pudiera rastrear mi presencia. Afortunadamente, al poco tiempo lo vi pasar corriendo por delante de mí, sin darse cuenta de que lo había dejado atrás.

Cuando consideré que estaba lo suficientemente lejos, salí de mi escondite y me dirigí hacia Eurus, con la esperanza de encontrar seguridad. Pero lo que encontré me desarmó: la aldea estaba destrozada, como si la tierra misma hubiera llorado la pérdida de algo irremplazable.

Mi corazón latió con fuerza mientras corría entre las ruinas, buscando a mi padre. Cuando finalmente lo encontré, acompañado de la princesa Min Taemoon, no pude oír claramente lo que decían. Las voces se mezclaban, pero algo no estaba bien. Al acercarme, vi que la princesa estaba gravemente herida. Una punzada de dolor atravesó mi pecho al verla caer inconsciente, siendo llevada al castillo.

El miedo y la confusión me envolvieron, y aunque quise correr a su lado, el peso de la incertidumbre me detuvo. No sabía qué sucedía, pero en ese momento su caída representaba mucho más que una simple herida. Taemoon, la siempre calmada y distante princesa, ahora estaba al borde de la desesperación. Algo más grande que una simple batalla se estaba gestando, y no sabíamos cuánto más podríamos resistir.

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