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VI: Esperanza


—Comencé cuando mi mamá murió. —Zina dejó los papeles sobre la mesa y tomó asiento junto a Ruth. El largo comedor dejaba suficiente espacio para más del doble de ellos, Ruth había olvidado lo solitaria que resultaba esa casa la mayor parte del tiempo. —Los últimos análisis los hice hace poco con ayuda de Joel.

—¿Eviolett?

Zina bajó la bolsa de hielo que reposaba en su cabeza y asintió.

—Sí, Eviolett. ¿Algún problema?

—Ninguno. Continúa.

—El prototipo en general es bastante simple. Aunque debo reconocer que Gema fue la de la idea, tuve que reacomodar ciertos detalles. Los estudios ya son lo último que necesitaba antes de probar si funciona o no. —Zina estiró una mano para dar con los papeles y abrió la primera carpeta sin siquiera mirar, parecía estar más ocupado en su dolor de cabeza y en la compresa fría que se ladeó por el movimiento. —Empecé con estudios normales del sistema femenino. Glema fue de gran ayuda.

La primera hoja tenía su foto pegada en la esquina, Ruth divisaba de fondo las paredes blancas del laboratorio que Zina tenía en su casa y un par de computadoras que escaneaban el cuerpo de la chica. Glema se veía decidida, firme mientras estaba de pie sobre aquella máquina que desprendía una luz alrededor de ella.
Nunca hubo vacunación en su mirada, ni siquiera ahí.

Ruth pasó de página y se sorprendió de ver la foto del mismísimo Zina engrapada al papel. A diferencia de Glema, Zina solo estaba de la mitad del pecho para arriba, y no había sonrisas ni determinación, Ruth creyó que parecía asustado.

—¿Te analizaste a ti mismo?

Zina se encogió de hombros.

—Necesitaba empezar a recolectar datos y yo también contaba como candidato, además era más fácil arreglarme yo si algo en las pruebas salía mal.

—Noam no lo sabe, ¿verdad?

—No, que va.

—Sí, ya decía yo. —Ruth cambió de página. —Hablando del rey de Roma.

La foto de Noam, a diferencia de las dos primeras, no era reciente. Ruth no recordaba haberlo visto de traje en los últimos años porque las celebraciones pasaron a segundo plano y rara vez era necesario que vistiera de traje para ir a trabajar. En aquel regalo del pasado, Noam ya no llevaba el esmoquin, se limitaba a tener las manos en los bolsillos de su chaleco, su mirada era menos cansada y por el brillo que emitía, Ruth entendió que sí madre aún estaba con vida. Su madre y muchas personas más.

—Al parecer no basta con que el proceso sea complicado —Zina dejó que Ruth avanzara a las siguientes páginas, donde la foto de Toño y Joel daban continuidad a la cadena de "sujeto rechazo", que Zina escribía debajo del perfil. —, para que se realicen las operaciones el individuo debe cumplir con determinadas características, una muy peculiar es que su columna debe tener una estructura fuerte, casi irrompible.

—¿Y eso por qué?

—Porque de otro modo le sería imposible a su cuerpo adaptarse a la hora del embarazo.

Joel soltó la hoja que revisaba. Sí Zina tuviera que adivinar, juraría que aquello era lo más loco que el chico había escuchado en, probablemente, toda su vida después de la llegada de un virus letal que no importa el medio, o el lugar, siempre encontraba la manera de introducirse en los cuerpos con cromosomas femeninos y contaminarlos, pudriendo carne, tejido y órganos.

—¿Embarazo? —Ruth se frotó el puente de la nariz. —A ver si entendí. ¿Un hombre?

—Sí.

—¿Embarazado?

—Sí. —respondió Zina como si aquello fuera lo más normal. —¿O qué? ¿Esperabas que la humanidad se salvara a sí misma con clones?

—No... O bueno, no sé. —Ruth se recargó en el respaldo de la silla. Empezaba a sentir las consecuencias de la falta de sueño, delirio, cosas incoherentes y un Zina que prometía salvar la estructura social con un montón de hombres embarazados. —Bien. —dijo al terminar un proceso de asimilación que aún no lo dejaba del todo convencido. —¿Qué tan seguro estás de que funcione?

—¿Siendo realistas? Un setenta y cinco por ciento, porque aún con las características físicas, nada nos garantiza que el cuerpo seleccionado sea capaz de soportar las operaciones, de ahí el año de reposo antes de la fertilización también es clave, porque si el cuerpo no se integra con los cambios será imposible que el sujeto de pruebas de a luz. —Zina iba enumerando sus puntos con los dedos conforme hablaba. —Y hablando del embarazo, es otro problema, en teoría debe ser igual a los embarazos en mujeres, contracciones, dolores, y ¡Pum! —Ruth pegó un brinco en su lugar. —El parto.  De entrada, no podrá ser natural, y la cesárea conyeva un nuevo riesgo, sin mencionar que el bebé podría nacer muerto.

—¿Y aún así estás setenta y cinco por ciento seguro de que vaya a funcionar?

—Sí. ¿Por qué no? Tengo todo listo para realizar un primer proceso y en teoría debería ir bien. Lo más grave, después de todo lo que mencioné, es la dificultad para que un individuo coincida con el perfil que se necesita. Según mi estudio, es uno de cada cien hombres.

Ruth se fijó entonces en todas las carpetas que Zina había llevado consigo, y seguro que no eran todas, porque ni siquiera esas veinte alcanzarían a albergar el total de números que necesitaba para afirmar su hipótesis, una hipótesis que, además, expresaba con mucha seguridad.

Cuando Zina no dijo nada más, Ruth volvió a la información que tenía delante, giró el perfil de Joel y se quedó helado al ver la siguiente ficha. La fotografía no era otra que la suya.

—Ni siquiera recordaba esto. —dijo para romper el silencio, necesitaba que Zina dijera algo, y que lo dijera ya. —Esa foto es viejísima. Estaba, ¿en qué? ¿En la preparatoria?

—Ni idea. —Zina bajó por fin la bolsa de hielo y se curvó sobre la mesa. —Lo importante es la información que arrojaste en el estudio.

—Uno que no recuerdo haber hecho. —le recriminó, aunque era consciente de la vez que Zina lo llevó a su laboratorio para ver si su máquina aún funcionaba luego de recibir un golpe en el panel de control. Debió sospechar ahí. Empezando, Zina amaba tanto a sus máquinas que sería incapaz de pegarles, incluso con una rosa, menos darle un golpe al panel de control.

—No pienso disculparme. La humanidad te lo agradecerá algún día, gracias a ti pude revisar las características que se necesitan para el procedimiento.

—¿De eso se trataba?

—Sip. —Zina de verdad que no se mostraba ni un poco arrepentido.

—Sí era yo, ¿por qué querías hablar con Noam?

En todo el rato la soledad y las sombras que los rodeaban no le habían pesado a Zina tanto como en ese momento. Las opciones y variables pasaron en su mente igual a un rayo que parte el cielo, y ni siquiera así optó por esconder o endulzar la verdad. Jamás había sido su estilo.

—Porque tú eres un irracional que rara vez se para a pensar las cosas antes de hacerlas. Si yo te decía que eres el único sujeto que cumple al cien por ciento las cualidades para una operación que podría significar la salvación de la humanidad, tu respuesta sería "sí a todo". No te pondrías a considerar el peligro real detrás del proyecto.

No le respondió de inmediato, le gustaría haberlo hecho, pero en el fondo Ruth era consciente de la razón que tenía Zina, y ponerse a debatir con el chico sería lo más masoquista que pudiera hacer.

Revisó una vez más su propio perfil, cada casilla tenía notas mal escritas por parte de Zina, además de una palomita en verde y una serie de números, los cuales no iba a preguntar para qué eran o qué representaban, y, a diferencia de los otros análisis el suyo no respondía a un sello negativo, sino a uno en verde con la leyenda "aprobado".

Suspiró.

—Es mi decisión, Zina.

—Y será tu muerte si algo sale mal. Estás al tanto de que mi hermano me mataría si yo te mato en esto, ¿no? Porque aún quiero vivir.

—Noam va a entenderlo.

Y ahí estaba, la característica mirada de Zina que decía "¿De cuál te fumaste hoy?".

—Uy sí, el señor "seguridad suprema" entendería esto tan fácil como sus despejes. No Ruth, ambos sabemos que Noam no es así, incluso con el respaldo que tengo de información difícilmente lograré que lo ponga en marcha, y no lo hará, créeme, si empezamos utilizándote a ti como sujeto de pruebas.

—No tiene nada de malo ser un sujeto de pruebas. Además, confío en ti.

La expresión de Zina cambió una fracción de segundo, se endulzó en los bordes de ese matiz siempre blanco, siempre distante. Ruth creyó estar viendo mal al darse cuenta de un intento de sonrisa que decayó sin siquiera concretarse.

Ahí estaba de nuevo, la máscara fría que Zina le daba al mundo.

—Agradezco el voto de fe, pero esto no es un procedimiento que se haya probado antes, es algo nuevo que trae consigo riesgos, Ruth. Muchos. Incluso si puedo hacerlo nada nos garantiza que tú...

Se detuvo a sí mismo, cortó esa línea de pensamiento temiendo la conclusión que ya sabía.

—Lo sé. Lo sé y aún así creo que es la única solución que tenemos.

—Por eso quería hablar primero con Noam. —Zina liberaba culpa en cada palabra. —Necesitaba una segunda opinión, yo aún soy muy joven e inexperto. Puede que algún dato haya fallado o que esté mal. No siquiera soy capaz de garantizarte la vida.

—Está bien. Todo es prueba y erro, ¿cierto?

—Sí. —respondió Zina cabizbajo. —Pero con la vida no se juega así.

—Dijiste que tenía un setenta y cinco por ciento de posibilidades de funcionar.

—¿Y si me equivoqué?

—No serías tan descuidado. Zina, confío en ti, por eso dime, ¿cuándo empezamos?

Por fin empezaba a darse por vencido, y Ruth tomó la derrota definitiva en el sonidito de resignación que destensó parte de la carga que Zina mantenía sobre sí mismo.

—¿Solo para que tengas tiempo de arrepentirte? En un mes. —dijo con resignación.

—¿No mencionaste que tienes el equipo para empezar justo ahora?

—Ruth, no es así de fácil. Antes, de verdad, hay que decirle a Noam sobre esto.

—Bien, aunque concuerdo contigo. No va a tomarse nada bien lo de esta operación.

—¿Quién no se va a tomar bien qué cosa?

Zina se puso pálido y Ruth sintió que él no estaba muy lejos de perder la compostura y volverse un cubito de hielo como los que llenaban la compresa fría que Zina pellizcaba de vez en vez, aliviando su ansiedad.

Noam llegó hasta ellos. En otras circunstancias Ruth podría detenerse en su cabello desordenado y en lo adorable que le parecía verlo en pijama, pero no ahí, menos si Noam ponía empeño en examinarlo, a él y a Zina, bajo un detallado análisis de suspicacia.

—¿Qué hay en las carpetas?

Así que estaba directo, bien. Ruth le pidió ayuda a Zina con la mirada y este se encogió, un gesto quizá indiferente, quizá asustado.

—Eso no importa. —Ruth cerró la única carpeta que tenía abierta y la deslizó hacia Zina. —¿Tú no deberías estar dormido?

—Mira quién habla.

—Yo... Eh, no podía dormir. —Ruth se rascó la cabeza. Eso no era mentira. No del todo.

—Si pues, yo tampoco pude. —Noam se movió unos cuantos centímetros, lo suficiente para interceptar a su hermano y sostenerlo por el cuello de la bata. —No te muevas, todavía no hemos acabado.

—Yo sí. Ya acabé aquí. —Zina señaló la mesa y la carpeta que dejó sobre la superficie lisa del vidrio. —Mañana discutiré todo contigo, creo que es mejor que Ruth hable ahora. Te sentará bien escucharlo de él y no pensar que todo vino de mí, incluyendo su decisión.

—Zina...

—También te quiero hermano, duerme otro poco si puedes, ¿vale? Tus ojeras lucen terribles. —dijo Zina deslizándose de la bata, luego se echó a correr.

Ruth tragó saliva cuando la puerta se cerró detrás del chico. Su corazón latía tan fuerte que escuchaba el sonido en su cabeza, por el frío los dedos se le entumieron y por el pánico las piernas no le obedecieron cuando intentó escaparse y huir junto a Zina.

Lo gélido que se apoderaba de él disminuyó cuando Noam ocupó el lugar de Zina a su lado.

—Entonces dime. ¿A qué cosa accediste está vez?

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