Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo


El momento de la verdad siempre ha sido el más duro de afrontar. Zina era consciente de eso cuando entró al quirófano, seguido de un grupo de expertos que estarían ayudándolo a monitorear los signos vitales de Ruth, entre ellos, Noam avanzaba con su mirada de hielo fija en la nada.

Zina recordaba su inicial oposición a que su hermano formara parte del grupo de médicos y científicos que desarrollarían la parte final del proyecto, sin embargo, accedió al darse cuenta que si a alguien necesitaban, tanto él como Ruth, era a Noam.

La comitiva rodeó al paciente, Ruth yacía despierto, enfrascado en una conversación con un enfermero que estaba revisando las dosis de anestesia. Noam lo analizó un instante para luego empezar con los procedimientos.

Todos ahí sabían qué hacer, a la señal dieron marcha a lo suyo controlando las pantallas con los signos vitales de Ruth, preparando bolsas de sangre, sueros, anestesia y herramientas de sutura, así como varios bisturíes que ordenaron entorno a los dos hermanos que se posicionaron cerca del vientre crecido de Ruth.

Una cortina color verde agua los aislaba de las expresiones del chico tendido en la mesa de operaciones, y una puerta los mantenía a salvo de todas las cámaras que esperaban, listas para presenciar el primer nacimiento del nuevo mundo o el posible fracaso de la familia Naomi.

Zina no alcanzaba a escuchar las voces, pero sabía que estaban ahí, cientos y cientos de periodistas que encontraban, de algún modo u otro, la manera de colarse hasta al mismo infierno con tal de obtener una buena primera plana.

Cada pieza ya había sido dispuesta, faltaba el jaque final, en esas horas se decidiría todo, la muerte o la vida. Con Ruth llegaría una nueva edad, un nuevo renacimiento, o, por el contrario, enterrarían su cuerpo junto a la esperanza marchita de un futuro.

Zina se sacudió y tomó el primer bisturí.

No iba a fallar.

Si en algo tenía razón Noam era en que nunca se daba por vencido, y si no fue capaz de encontrar una cura a tiempo para el M-13, tenía que ser capaz de, mínimo, abrir una nueva puerta que permitiera la prosperidad social y humana.

Salvaría a Ruth y también, salvaría al mundo.

Intercambió miradas una última vez con su hermano y este asintió. Zina bajó la cuchilla del bisturí y dejó que el filo se deslizara por la piel de Ruth. Conforme movía la herramienta con precisión y cuidado sus guantes blancos se ensuciaron de sangre, de vida.


°°°

Fue la primera vez que sostuvo entre sus brazos un bebé. Aquella criatura ensangrentada le pareció horripilante a simple vista, con las extremidades arrugadas y el rostro descompuesto por muecas de dolor que terminaron en un llanto cegador que hizo a todo el personal aplaudir y dar comentarios entusiastas. Lo había logrado, Zina lo había logrado, pero en lugar de estar radiante por completar la fase final de un proyecto que sostendría la base de la nueva sociedad, o feliz porque su hermano y Ruth estaban a salvo, con un hijo y el título designado de "primeros padres en el nuevo mundo", Zina se sintió contrariado, parecía ser que el niño entre sus brazos le reñía por haberlo sacado del vientre de Ruth, le escupía a la cara una serie de maldiciones que solo él, como bebé que era, podía entender. ¿De qué le hablaba ese llanto? ¿Del dolor? ¿De la pena de seguir en ese mundo devastado? Zina lo desconocía, e incapaz de aguantar aquel tormento un tiempo más, le entregó la pesada carga del niño a su hermano, quien a diferencia de él le sonrió al recién nacido y a Ruth, le sonrió a la vida y a las nuevas oportunidades que Zina creó, sin saber que su hermano comenzaba a arrepentirse.

A su alrededor, los demás miembros del equipo se abrazaban entre ellos y no paraban de hablar del futuro mientras registraban los datos del primer niño en los últimos once años.

Zina los escuchó decir que tenía la nariz de Noam, y los ojos de Ruth, aunque él sabía que aquel bebé ni siquiera los había abierto aún, de hecho, continuaba empapado de sangre, pero eso a nadie le importaba para cargarlo, mimarlo y llenarlo de lágrimas.

Tardaron en limpiarlo y tardaron más todavía en regresárselo a sus padres. Zina en persona se encargó de seguir el proceso ya que, luego del parto, Ruth quedó exhausto y fue llevado a una habitación junto a Noam, él, sin embargo, no se atrevió a acompañarlos, lo hubiera hecho si tan solo no conociera la tentación y envidia humanas.

Por fin, por primera vez en más de una década un niño nació sano y salvo, la noticia de algo así no tardaría en incendiar el mundo y si no andaba con cuidado, Zina entendía que él también podía arder. Él y el niño.

No le quitó los ojos de encima mientras un médico lo atendía y menos aún cuando lo vistieron y lo envolvieron en una sábana blanca. Zina odiaba el blanco.

Lo reclamó sin dejar lugar a negociaciones, a pesar de que el médico insistió en ser él el encargado de llevarlo hasta sus padres. Fue la amenaza en la expresión de Zina lo que dejó al médico aislado, resignado al ver cómo le arrancaban de los brazos el delicado cuerpo del infante quien empezó a llorar otra vez.

Lloró la mitad del camino hasta el cuarto de Ruth, y aún cuando se portó tranquilo la otra mitad, Zina se sintió más tranquilo al dejarlo en los brazos de su hermano.

Noam tenía ese brillo en los ojos que Zina llegó a ver antes de la muerte de su madre, y de Glema también. Era el mismo brillo que desfilaba por las gotas de rocío en las mañanas, o que reflejaba el agua al tener un halo de luna raspando su superficie. Eclipsaba las sombras pero no llegaba a eliminarlas.

Ruth en cambio manchaba su expresión con un gris tormentoso, casi sin brillo, parecía que el silencio era su manera de compartir su preocupación con Zina.

—Estarán a salvo aquí. —dijo Zina. —La habitación tiene un código y reconocimiento dactilar, facial y de voz. Solo reconoce a Noam y a mí. Nadie más puede entrar aparte de nosotros. Además, tendrás guardaespaldas vigilando la entrada las veinticuatro horas y en casa Noam se encargará de reforzar la seguridad. Tú y el niño estarán a salvo, eso al menos puedo garantizártelo.

Ruth asintió. Noam le había entregado a su hijo y lo mantenía pegado a su pecho, contemplaba aquel rostro arrugado que a Zina lo ponía nervioso.

—Gracias.

—No me des las gracias todavía. Aunque todo esto al inicio me pareciera una salvación, creo que acabo de crear una especie de infierno. Tú hijo lo sabe. —dijo Zina, apartando la mirada de las sábanas blancas donde sobresalía una manita.

—Zina, no es un infierno. —dijo Noam. —El comportamiento de la gente ya no depende de ti. Tú nos diste una salvación, lo demás no es culpa tuya.

—Claro que no. —Ruth acarició la cabeza de su hijo y Zina sintió esa misma caricia recorrer y enredarse entre sus mechones blancos, como si su madre también estuviera ahí, detrás de él. Sin embargo no volteó, tenía miedo de hacerlo y darse cuenta de que en realidad no había nadie, solo una pared blanca con un cuadro de flores que jamás se marchitarían, muy diferente a la vida humana. —Él no te culpa tampoco. —siguió Ruth. —Así que ven, dale la bienvenida. Después de todo es gracias a ti que él vino a este mundo.

Zina respiró profundo, metió las manos en las bolsas de su bata, de esa manera podía cerrarlas en puños para liberar la ansiedad que sentía al estar tan cerca otra vez de ese niño.

Ruth se estiró para entregárselo y Zina lo tomó con duda, se sorprendió cuando, a diferencia de las dos veces anteriores, no lloró. Y sin llantos a él le pareció que no tenía motivos para seguir culpándose.

—Bienvenido a casa...

—Charlotte. —dijo Ruth, y cuando Zina lo miró se encogió de hombros. —Así se llamaba su madre, ¿no?

El recuerdo de ella volvió con el movimiento del niño; a ella también le gustaba moverse, Zina la vio bailar y, antes, cuando Sack todavía llegaba cada día a su casa después del trabajo junto a su madre, ella bajaba del auto con la bata de laboratorio a medio abrochar y una sonrisa, tomaba a Zina de las manos y lo llevaba a bailar en la sala, Noam también los acompañaba, incluso Sack, quien no tenía indicios de mal humor, se esforzaba por seguirle el paso a Charlotte, pero ella era un cometa libre y no se dejaba capturar con facilidad. Casi siempre estaba bailando, sacudiendo el mundo con su música o quemando algún compuesto en su laboratorio, por eso Zina sentía que la vida dentro de su casa murió con ella, murió cuando el silencio se adueñó de sus paredes y buscó refugio en el mismo salón donde ya nadie reproducía música.

Sin darse cuenta tenía los ojos quebrados y la voz le salió ahogada al intentar hablar, así que hizo un segundo esfuerzo, conteniendo las lágrimas que no llegaron a salir, dejando espacio para que sus labios dibujaran una leve sonrisa nostálgica.

El niño, Charlotte, esperó la voz de Zina, atento al veredicto y cuando pudo escucharlo volvió a moverse. Quizá ese momento era una farsa, quizá era un recuerdo, quizá no era nada en específico pero Zina lo sintió reconfortante, seguro.

—Bienvenido a casa, Charlotte. —dijo, sintiendo aquella caricia en su cabello una última vez antes de que la ausencia la reclamara, dejándolo intacto, abrumado, en una sala de paredes blancas, con un niño en brazos y un cuadro de flores que no se marchitarían jamás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro