Capítulo 11: "El cariño que estoy sintiendo por ti"
Cuando todos los mortífagos llegaron a la casa de los Malfoy después de sus respectivas misiones de esa noche, Cécile decidió que lo mejor para ella era encerrarse en su habitación hasta que pudiera ver las cosas con más claridad. Después de haber tenido a Charles tan cerca luego de los días en que estuvo apartada de él le hicieron ver cuán difícil era mantener aquella mentira sin demostrar las ganas que tenía de abrazarlo y jurarle que siempre estaría a su lado.
Pero en ese momento, y con cada uno de los mortífagos festejando con gritos estrepitosos su reciente victoria, Cécile no era capaz de seguir sosteniendo su mentira un minuto más. Se perdió de la vista de las personas en la sala con dirección hacia su habitación cuando una grande y áspera mano la detuvo de su camino. Era Severus Snape, demandándole con la mirada que no hiciera ningún movimiento en falso.
—Tenemos que hablar
—¿Sobre qué? —cuestionó ella cuando el agarre de Snape se hizo más fuerte sobre su brazo—¿Está todo bien, señor?
El hombre negó casi imperceptiblemente, atento a que ninguno de los mortífagos les prestara la suficiente atención para intentar entrometerse en sus asuntos. Cécile arrugó el entrecejo, notando fugazmente que su padre los observaba por el rabillo del ojo.
—Aquí no, vayamos al jardín
—Por su tono de voz podría decir que está nervioso—declaró Cécile mientras abandonaban el salón hacia el jardín donde ya les esperaba Narcissa Malfoy, fingiendo quitarle un par de hojas resecas a sus rosales. La mujer les miró durante un segundo, soltando un suspiro como si la situación fuese la más normal del mundo—¿Hay algo que debería saber?
—Vendarás conmigo a Hogwarts—le informó Snape mirando hacia otro lado de la misma manera en que la señora Malfoy lo hacía. Los tres caminaron por el jardín fingiendo que Narcissa les presumía lo hermoso de sus plantas mientras apuntaba a cualquiera de ellas. Cécile carraspeó la garganta, incómoda—Necesito que prepares tus cosas, partiremos mañana al amanecer
—No entiendo. Los miembros de la Orden ya saben que somos mortífagos y este año ellos resguardarán el castillo. No hay manera de que...
—Dumbledore confía en nosotros—habló Snape con voz sombría. La espalda de Cécile se tensó—O al menos eso es lo que aparenta. Si él nos da acceso al castillo es su problema, nosotros sólo debemos aprovecharnos de eso. Además, este año logré tener el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras y no pienso perder la oportunidad de ver las caras de todos en la escuela
—¿Si usted ocupará ese puesto quien ocupará el suyo?
—Seguramente cualquier mediocre que Albus se encuentre, en realidad no me importa mientras no intente pasarse de listo. Hay cosas que he dejado en todos estos años como maestro de pociones, así que el nuevo debe conocer los límites que existen dentro de mi aula
—¿Y mi presencia en el castillo le es importante porque...?
—Lograron conseguir el armario evanescente—dijo Snape mientras simulaba cortar una flor marchita del jardín que le enseñó a Narcissa. La mujer asintió, quemando la planta al instante—Hay una réplica exacta en Hogwarts y Draco tiene la tarea de repararlo. Claramente necesitará ayuda mientras los mortífagos intentan reparar el que han robado
—Escuché a varios aliados hablar sobre que existen otros armarios esparcidos por las diferentes escuelas mágicas del mundo —habló por primera vez Narcisa—No estoy muy segura de que eso sea cierto pero, no está de más saberlo, ¿cierto? Con un poco de suerte podrían reparar el armario de Hogwarts y descubrir si puede conectarse con alguno de otra escuela
—Entonces... ¿Mi estancia en Hogwarts se basa en ayudar a Draco para que cumpla con la tarea que Voldemort le ha encomendado?
—Con mi nuevo puesto no podré protegerlo como prometí, pero espero que tú si puedas—Snape miró hacia el horizonte colocando sus brazos detrás de su espalda—Quiero que te conviertas en su sombra, le ayudes a arreglar ese maldito pedazo de chatarra y vigiles que no se meta en problemas. Todo eso en lo que cubres el puesto de la profesora Vector como profesora de Aritmancia
—No creo que esa sea una buena idea—mencionó Cécile, notablemente nerviosa, ¿Cómo podía decirle que no deseaba volver al castillo porque era algo seguro que se encontrara con Charles Weasley ahí? No pudo soportar comportarse indiferente hace algunos momentos, no podría soportar encontrárselo por los pasillos y fingir que su presencia le era insignificante. Además, estaba segura de que Bill se encargaría de enfrentarla en cualquier oportunidad que tuviera, haciendo el momento más incómodo de lo que ya lo era. Snape arrugó los labios atrayendo la mirada de Narcissa Malfoy que tomó las manos de Cécile por debajo para que nadie más les viera
—Severus y yo hicimos una promesa que de romperla nos costaría la vida. Sé que no lo entiendes por completo, pero para ambos es muy importante que cada cosa vaya como la hemos planeado, ¿correcto? Yo prometí protegerte si Snape protegía a mi hijo y el que tú vayas con él representa la parte de su trato.
—¿Cómo va a protegerme estando en Hogwarts? —le preguntó. Narcissa sonrió
—Nunca le cuestiones a una madre sus métodos para proteger a aquellos a quienes ama. Protegerte a ti es proteger a Draco indirectamente y yo haría cualquier cosa por mi hijo. Puede que no lo sepas, pero esta es mi casa y me entero de muchas cosas, entre ellas del objeto que nuestro señor está buscando. Si aceptas lo que Severus está pidiéndote entonces yo me comprometeré contigo para actualizarte información sobre los movimientos de milord cada semana
Los ojos de Cécile se abrieron, sorprendidos
—¿Usted...usted haría eso... por mí?
La señora Malfoy elevó los hombros.
—Sólo estoy haciendo lo que me hubiese gustado que hicieran por mí. Yo no tuve la oportunidad de decidir sobre entrar a esto o no, pero tú la tienes y ahora has aceptado ser una aliada. Nuestras razones no son muy diferentes, ambas protegemos a quienes amamos y cualquiera que se sacrifique de esta manera por alguien merece un poco de mi ayuda
—Gracias
—Ya he convencido a Lord Voldemort para que Alexander Nott y tú puedan acompañarme a Hogwarts durante el curso, diciéndole que su misión será cuidar mis espaldas mientras intento tomar el poder del castillo. Como es obvio, sólo le informé acerca de la tarea de Draco por activar el armario y mantener a raya a los aurores
—Todos estará en el castillo, incluidos los Longbottom y esta noche nos han reconocido a Alex y a mí en el ataque a la tienda de Ollivander, ellos no bajarán la guardia tan fácilmente
—No debemos preocuparnos por ellos—refutó Snape, desinteresado—Ellos lucharon contra mí en la primera guerra mágica y aun así no pueden tocarme estando en Hogwarts. Los aurores están atados de manos cuando es Dumbledore quien tiene la ultima palabra. Albus ya ha aceptado que vengan al colegio conmigo, así que no está a discusión.
Cécile no entendió como es que después de lo que había pasado con la Orden Albus Dumbledore siguiera confiando en Snape e incluso en ella. Para nadie era un secreto que Cécile nunca creyó en el envejecido director, pero incluso de esa manera él parecía caerle bien y sobre todo tratarla con respeto. Contra cualquier cosa que los demás pensarían, Cécile no confiaba en las decisiones que Dumbledore tomaba porque eso significaba que había algo más detrás de sus repentinas resoluciones. Sin embargo Snape parecía fiarse de él, así que Cécile podría darse el lujo de hacerlo también a pesar de que el director seguía sin caerle ni un poco bien.
Ella soltó un suspiro viéndose derrotada. Volver a Hogwarts significaba volver a verle la cara a cada una de las personas que le conocieron siendo una auror para que ahora le juzgasen por ser uno de los mortífagos. No sabía que era lo que iba a pasar con Harry, con Hermione y los Weasley, sobre todo con Charlie que parecía estar más decidido que nunca a saber la verdad.
Cécile agitó la cabeza, aclarando su mente de los pensamientos que tenían que ver con Charlie para enfocarse en lo verdaderamente importante: sacar a Lara Lexington de la oscuridad.
—De acuerdo—aceptó ella—Haré lo que usted me pida
—¡Iremos a Hogwarts! —gritó Alexander cuando por fin pudieron poner un pie en su habitación para descansar, aunque parecía que el joven mortífago cogió energía extra luego de la noticia. Saltó sobre su cama, dando pequeños brincos sobre esta que marearon a Cécile— ¡Iremos a Hogwarts, Cécile! ¿Comprendes lo maravilloso que es eso?
—Supongo. Aunque lo que no comprendo es tu vigorosa alegría por pisar el castillo
Alexander jadeó como si las palabras de su compañera fueran la peor de las blasfemias. Él se dejó caer sobre la cama, saltando hacia Cécile haciéndola rebotar.
—¿Sabes hace cuanto no visito Hogwarts? ¡Años! Prácticamente desde que me gradué. Fueron los mejores años de mi vida, Cécile. Era un ratón come libros, por lo que amaba estar en la escuela y estudiar y estudiar y estudiar. Creo que esa fue la razón por la que nunca tuve muchos amigos en el colegio, era el rarito de los libros y además metamorfomago, ¡era el paquete perfecto para ser intimidado! Los cretinos de Slytherin siempre me molestaban—declaro, con un puchero, Cécile le miró fijamente
—¿Los Slytherin? ¿Qué esa no fue tu casa en Hogwarts?
—¡No! — chilló, indignado—Yo estuve en Hufflepuff, ¡Deshonra sobre tus ancestros!
—Lo siento, es sólo que creí...
—Descuida, la mayoría suele pensar eso—mencionó con una sonrisa provocando que las mejillas de Cécile se sonrojaran. Él se dejó caer a su lado, pasando su mano por la espalda de Cécile, ahí donde yacía la herida que Charlie le había hecho. Ella saltó—Supongo que en parte eso influyó para que yo esté aquí, ¿sabes? Durante mucho tiempo creí que le debía algo a mi padre por estar en la casa de los tejones y no en la de las serpientes como los demás de la familia, por lo que decidí enmendar mi "error" aceptando que papá me arrastrara a ser uno de los mortífagos pero últimamente, y desde que en ti veo una esperanza para poder liberarme de las ataduras de mi familia... bueno, puedo dejar de esconder el orgullo que es ser un tejón. Por cierto, ¿Cómo sigue tu herida?
—Oh—Cécile salió del transe que le provocaron los luceros azules de Alec sobre los suyos cuando sintió los dedos fríos de él colarse por su blusa tocando su piel herida. Se apartó un par de centímetros fingiendo que le incomodaba la irritación de su piel —eso, uh... está mejor. En realidad sólo fue la sorpresa, creo. No esperaba terminar la misión de esa manera, y tal
—Ya, claro—Alec guardó silencio un momento, pensando. Cécile le miró por un largo rato, notando la forma en que pequeñas arrugas se formaban en las esquinas de los ojos de Alexander cuando se concentraba profundamente en sus pensamientos. Cécile descubrió que le gustaba verle de esa manera, tan natural y humano que su corazón recibía una descarga de cariño que creyó era imposible sentir por alguien que no fuera Lara o el propio Charlie. Alec sacudió la cabeza, mirando a Cécile como si hubiese tenido una epifanía. El mortífago elevó una ceja, cogiendo las manos de la aritmante—Ese hombre pelirrojo que mencionó tu nombre en el ataque a la tienda de varitas...
—Es Charles Weasley
—Parecía estar herido—puntualizó Alec, con el ceño fruncido—Quiero decir, herido en sus sentimientos, como si le doliera el corazón. Y cuando dijo tu nombre... pude notar el amor que se desprendió de sus labios, ¿eso significa que él y tú...?
—Alec, preferiría por favor no hablar de eso, ¿sí? No estoy... no quiero... dejémoslo en que es difícil hablar de eso, ¿vale?
—Vale—aceptó él recostándose en el colchón mirando hacia el techo—Ya sé, ¿Por qué mejor no hablamos de la manera en que pelee con Ojoloco? ¡Fue una locura! Jamás me imaginé que me encontraría con él de esta manera, pero esto es mejor que nada, ¡Quien sabe! Quizá cuando todo vuelva a la normalidad podamos trabajar juntos como aurores. ¿Lo imaginas, Cécile? ¡Yo como amigo de Alastor Moody! ¡Estoy que no me lo creo, pellízcame, Cez! ¡Ay! — se quejó luego de que Cécile aceptara su petición— ¡Pero no tan fuerte!
—No seas un bebé—dijo Cécile, apagando la lámpara sobre su taburete quedando a oscuras. Se cubrió con las sábanas, dándole la espalda a Alec que se quedó de rodillas sobre el colchón por el pellizco—Duérmete ya o no te llevaré a Hogwarts
—Oye, no me trates como a un niño, soy un adulto. Un adulto al que le da miedo la oscuridad, ¿podrías encender la lámpara?
—No. Duérmete, Alexander
—Eres la peor amiga que uno podría tener
—...
—No es verdad, no debí decir eso, perdón. Eres una buena amiga, por no decir la única. Je
—...
—¡Cécile, no me ignores!
—...—Ella se tragó una risa para que el joven mortífago creyera que ya se había dormido. Le escuchó bufar
—Bien. Los dos podemos jugar a eso, ¡Buenas noches!
Cécile le escuchó bajar de su cama y caminar a la suya, quitarse sus zapatos, echarse las frazadas y quedarse callado durante un momento. Luego, una pequeña luz se encendió. Cécile la miró por el rabillo del ojo.
—Olvidé que puedo iluminar el cuarto con mi varita, lo siento
Cécile durmió con una amplia sonrisa en su cara
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