XXIII. Calma y ascenso
Si Yeonjun tuviera que hacer un recuento del tiempo en el que empezó algo junto al Choi menor, lo describiría como un agitado tercio de año, un conjunto de ascensos y descensos, tira y afloja, entre un "No me gustas, pero me gusta esto" del principio y el "No estamos saliendo, pero hacemos las cosas que hacen normalmente las parejas". Ahora son una pareja y no sabe si considerarlo como una parte del viaje en ascenso antes de la caída brusca o un trayecto de ruta estable en un terreno parejo.
Es raro, pero su pecho se siente cálido y su animal interno está notoriamente feliz, incluso sueña con él más veces que las de costumbre. Lo más extraño es soñar con otro compañero peludo corriendo a su lado. Luego despertaba notando una inusual sintonía con su lobo.
Quizá significa algo, no a querido darle más vueltas.
Por lo general le da muchas vueltas a la cosas, es minuto de dejar de pensar tanto o al menos eso intenta.
Se queda con que ha pasado más de un mes —con la formalidad en nombre para ellos mismos y sus amigos, pero el secreto puertas adentros— y ha sido increíble, no porque estuviera lleno de situaciones intensas e inesperadas, todo lo contrario, ha tenido grandes cantidades de esa calma que tanto ha necesitado. Una parada en un oasis.
Todavía no han logrado salir a acampar, el invierno ya está encima y Yeonjun bromeaba con que la vida no quiere que lo hagan, Soobin se quejaba y hacía un puchero en protesta, diciendo que la vida sólo lo aplazaba para aumentar las ganas.
El primer fin de semana lo aplazaron porque su alfa irresponsable pescó un resfrío que con hábitos como andar desabrigado y sin cuidado no hizo más que intensificar los síntomas. Yeon lo atendió como un cachorro que se aprovechaba de exigir sobre-mimos.
—Estoy enfermo, Hyung y el cariño ayuda —decía arropado bajo el cobertor. Lucía adorable con su nariz y mejillas rojitas.
El mayor tomaba asiento a su lado en la cama y le servía una taza tibia de limonada con jengibre y miel, infusión que su abuela solía prepararle cuando se enfermaba. Tragó saliva al pensar que desde ahí, tal vez, el destino quería decirle algo. Porque el sabor de esa limonada caliente se asentó en su memoria y cuando respiraba sobre el cuello tibio de Soo resultaba ser un pasaje directo a la niñez.
—El cariño no quita los síntomas —respondió alzando los hombros.
Aunque resistirse a consentirlo no solía ser opción, así que de todas formas se inclinaba hasta tocar su frente con los labios y mesar su cabello negro hundiendo los dedos.
Luego a Bin le bajaba la culpa.
—Te voy a contagiar.
—Llevo compartiendo contigo de hace bastante, de seguro el virus está incubando feliz y caeré después de ti.
Dicho y hecho, días después tuvo que andar abusando del paracetamol y con pañuelos desechables en el bolsillo.
Al tercer fin de semana se desató una fuerte lluvia que los mantuvo encerrados viendo maratones de series envueltos en una frazada, bebiendo chocolate caliente con malvaviscos para variar el exceso de cafeína. Los besos fueron excesivamente dulces, pero no se cansaba de degustar el amargor y el azúcar directo de su lengua inquieta.
Al cuarto sábado Soobin tuvo que hacer una corta visita a Ansan junto a su hermano, aunque llegó con dos sacos de dormir. Yeonjun le comentó que consiguió una carpa con Jungkook y Yoongi, noticia que alegró a su novio, sus grandes ojos oscuros brillaban contentos y el mayor se sentía fundir por dentro.
—Ahora sí, revisé el pronóstico del tiempo y estoy proyectando todas las energías para que nada imprevisto pase y podamos tener la maldita salida a acampar.
—Espera y verás, tú mismo lo dijiste, maldita.
—Yah, Hyung. Tú atraes la negatividad —se quejó, envolviendo a su pareja alfa con las extremidades—. Necesito buenas energías, el viaje a Ansan fue agotador —añadió escondiendo el rostro contra su cuello.
Yeonjun podía oler su preocupación, tanto como veía su cansancio en las ojeras oscuras, pero prefirió no preguntar y limitarse a corresponder firme el abrazo.
Están empezando y de alguna manera siente que sus tiempos y rutinas se han acoplado como piezas de rompecabezas. Si tienen turnos en las mañanas, aprovechan las tardes para alguna cita improvisada. Cuando el trabajo es en la tarde cenan juntos y comparten algún panorama tranquilo. Y si es turno noche-madrugada, llegan exhaustos a dormir hasta después de mediodía y desayunan a la hora del almuerzo. A veces cada uno tiene sus planes, pero viven de nómadas entre un apartamento y otro, siendo pocas las noches que no comparten la cama. Rutina que venía siguiendo ese curso desde antes que Bin hiciera un estrago con su corazón al proponerle una relación con nombre.
Hoy toca pasar la noche en el apartamento de Soobin, pensando que cenarían e irían directo a la cama o tal vez comenzarían con otro orden, porque lleva rato deseando probar sus labios largo y tendido hasta ahogarse, pero continúa de pie sin hacer tanto más que mirar curioso como su compañero despeja la sala de estar. Abre la boca queriendo preguntar qué hace, o más bien por qué lo hace. Primero apegó el viejo sofá a la pared, después hizo a un lado la mesa de centro. Lo ve feliz, incluso tararea una canción, también aparta la alfombra sobre el piso flotante, enrollándola y comentando al aire algo sobre evitar quemaduras.
Entiende aún menos.
¿Quemaduras? ¿Qué demonios?
—¿Necesitas ayuda? —pregunta en lugar del "Por qué".
—¿Ninguna pista de lo que haremos? —el azabache sonríe amplio.
—Eh, la verdad que no —responde sincero y sin pensar en las posibilidades tampoco.
—Quítate la ropa.
¿Qué?
"¿El Mocoso quiere follar en el suelo?", parpadea confundido.
—¿Qué? ¿Aquí? ¿Para qué? —abrió la boca y salió una pregunta tras otra.
—Sí, vamos a entrenar.
—¿Aquí? —cuestiona a medias, porque piensa un: ¿Es broma?
—Sí.
—¿Desnudos?
—Por supuesto —afirma quitándose la sudadera y la camiseta—. Recuerdo que la última vez que entrenamos en la estación me susurraste "Es como cuando estamos sin ropa en la cama" y pensé "Mi Hyung favorito tiene unas ideas muy buenas."
Jun traga saliva, aquello fue hace menos de una semana, al momento que le susurró eso al oído sólo pensaba en una pequeñísima venganza por todas las veces que Bin le arrancaba sonrojos con sus frases y coqueteos imprevistos, no imaginó que se lo tomaría así de literal.
Desde la plena honestidad no puede decir que le molesta la idea. Un poco de ridiculez, una diminuta ración de locura, presiente que quedará destruido y su sentido común le deja carteles de advertencia, pero sus labios se estiran y por supuesto que lo va a intentar.
Su lobo da saltos de felicidad y si pensaba que esta parte de su alma era alborotada, se quedaba corta a comparación del alfa que tiene al frente desnudándose.
—Mocoso, estás loco —dice riendo, comenzando a quitarse de una las prendas, mirando de reojo a ese sujeto que lo tiene cautivado bajando su bóxer negro, en realidad es toda la ropa...1
Una corta oleada caliente y placentera punza en su entrepierna.
—Apúrate, Hyung. Hace frío y necesito entrar en calor —da pequeños brincos y el mayor apoya su mano fría en una de sus mejillas para aliviar el calor que sube al ver esos cuádriceps marcándose con la tensión antes de saltar y que todo se sacude con la acción repetitiva.
No puede concentrarse.
Se han visto desnudos montones de veces, pero la situación...No sabe cómo definirla. El grado de intimidad, el olor a alegría y excitación en el ambiente que le aportan un tono lúdico basta para agitar todo en su interior. ¿Cuándo fue la última vez que jugueteó como un crío con una pareja? Con Hyuka en la adolescencia, aunque nunca fue exactamente su pareja.
Y así aparecía Soobin como si tuviera la capacidad de tomar entre sus manos muchos de los deseos escondidos desde lo más profundo y los sacaba a la luz.
Si quieres besar a alguien, ven aquí, puedo devorarte los labios hasta el cansancio.
Si quieres follar, puedes hacerlo conmigo.
Si quieres una pareja, podemos serlo.
Si tú y tu lobo quieren jugar, aquí estoy ansioso junto al mío.
Tiene tanto que, maldición, duele y le encanta, porque no sabe cómo lidiar con la euforia.
Su Dongsaeng está en esa posición entre ataque-defensa, aguardando y calculando, tiene encima una profunda mirada oscura e intensa. Cada centímetro de piel expuesta y unos cuantos músculos firmes por el ejercicio hacen de ese alfa un espectáculo visual, tan guapo, que se somete a un esfuerzo enorme para contener el suspiro extasiado.
Soo astuto salta encima aprovechando que su contrincante sigue embobado recorriendo cada parte de su cuerpo. No puede negar que también siente un regocijo enorme al ver a su Hyung desnudo ante él, tan pálido que su pelo rubio y los pocos vellos que cubren ligero algunas zonas, en otra más espeso, resaltan muy bien. Cada vez que lo mira le encanta como estos y los lunares son como elementos indispensables en el lienzo blanco y terso.
Yeonjun es arte para sus ojos.
Pero ahora quiere ganar y ya tendrá segundos para disfrutar cuando lo tenga quieto y abajo. Cuando haya domado a su novio alfa.
Yeon maldice en voz alta cuando su compañero arremete, pateando su pierna para derribarlo contra el suelo, estremeciéndose con el ruido del golpe y la superficie helada contra su piel, más relevante que todo eso: Soo cuyos labios se curvan triunfante, apretando sus muñecas, obligándole a separar las piernas, enganchando las suyas y presionando para mantenerlas inmóviles. Un escalofrío recorre la extensión de su columna.
—¿Dónde quedó su espíritu de batalla, Hyung? —pregunta con sorna, haciendo un poco más de peso, escuchando un quejido en respuesta.
¿Así que su querido Mocoso alfa quiere una pelea?
Emite un gruñido cuando se remueve brusco intentando escabullirse sin éxito, el más alto sólo comprime más firme su agarre. Duele, pero la adrenalina ayuda bastante a atenuarlo y elevar la disposición de su fuerza. Sin pensarlo dos veces le da un cabezazo a Bin y apenas nota que el ataque sorpresa le hace ceder la presión sobre sus muñecas, golpea su estómago y empuja para alejarlo.
El alfa pelinegro soba las zonas adoloridas con pequeños quejidos antes de largarse a reír y recomponerse.
—¿Suficiente, Choi?
—¿Bromeas? Recién empezamos.
Entonces Jun sabe que su predicción para mañana serán: Hematomas y dolores musculares.
La risa de Bin y ese aire salvaje y desordenado lo vale por completo.
Ahora es el mayor quien busca el control chocando sin ninguna consideración contra el abdomen duro de su menor, envolviendo firme los brazos a su alrededor, intentando ignorar los golpes de puño en su espalda y los costados. Se impulsa son todo su peso hasta sentir que logra doblegar su equilibrio.
Soobin se queja entre carcajadas al momento de estrellarse, pero rápidamente lo aparta con un empujón brusco e intenta levantarse. Yeonjun no se lo permite sentado en su abdomen con las piernas extendidas por sus hombros, resistiendo en su posición en tanto Bin se retuerce intentando liberarse. Trata de agarrarle las manos para detenerlo, pero esquiva sus tentativas. Busca rápido en su repertorio una idea para paralizarlo, apoya las manos en el suelo para acomodarse más cerca y atrapar su cuello con los muslos no tan fuerte para lastimar, pero no tan suave como para que zafe.
El alfa menor siente que el paso de aire se ha reducido, pero tiene una ventaja al haber esquivado el intento del Choi mayor por sujetarle las manos, lleva una hasta su blanco muslo que no duda en palmear un par de veces, seguro de que la tersa piel debe estar enrojeciendo, amasa y en ascenso hasta que sus dedos se hunden en los vellos gruesos y acaricia la base de su pene, consiguiendo que su Hyung afloje el agarre para escabullirse por fin.
Yeonjun emite un jadeo por la sorpresa y esas ligeras cosquillas que atraviesan su organismo como un flash. Soobin toma grandes bocanadas de aire, preparándose para continuar con la batalla.
—Juegas sucio.
—No estamos en la estación, podemos ser todo lo sucio que queramos —responde con la sonrisa juguetona—. Además te encanta que lo sea, admítelo.
—Quizá si ganas —lo provoca devolviendo la sonrisa.
Le encanta que su Hyung lo provoque. Esa fue la piedra angular de todo, el detalle que asentó que terminaran en la situación que están.
Si no hubieran existido tantas provocaciones generando tensiones entre los dos, es consciente no habría acabado saliendo con ese alfa.
Porque Yeonjun tiene la condición de único para Soobin.
El único alfa que le ha parecido así de atractivo —en todas las dimensiones posibles— y cuyo aroma le estremece por completo.
El único alfa de quien se ha enamorado.
El menor acorta de distancia con dos zancadas largas, intentando enredar sus piernas para hacerlo caer. Yeon sabe que no puede mantener tanto más, siente el tirón en sus pantorrillas cansadas, pero antes de estrellarse brusco contra el suelo, prefiere optar por ceder, solamente un poco, flexionando las rodillas para acortar la distancia de impacto, luego en el piso retomaría el control.
...Aunque pensarlo y hacerlo son cosas que distan bastante. Su alfa es alto y sus hombros son más anchos que los propios, se siente pequeño y atrapado bajo una muralla de calor. Las grandes manos de su novio estrujan sus muñecas nuevamente y Jun gime adolorido al golpear su codo intentando librarse.
—Ríndete, Alfa —susurra sonriendo, haciendo peso en su regazo, variando la presión con vaivenes.
Lo siente tan rígido, se restriega y el alfa rubio se deshace en ruidos bajitos por cada breve oleada de placer subiendo desde el sur al resto de su cuerpo. Mira al Dongsaeng con los ojos entrecerrados y la boca abierta, es atractivo, hermoso, cada músculo resalta con los cambio de posiciones y las flexiones de sus extremidades, las piernas definidas, las venas que hacen finos caminos en relieves en sus brazos, las gotitas de sudor que bajan por su frente y el cabello negro que se pega a la piel.
Un alfa atractivo con una expresión indomable y dominante...
Yeonjun fantaseaba con encuentros así desde su maldita y desviada adolescencia.
No fantaseaba con el dulzor, con lo blando, suave y mojado. Quería los aromas fuertes, caricias bruscas y toscas.
Fantaseaba con un alfa que le diera una batalla.
Tiene justo lo que quiere. Sus feromonas brotan al ambiente, tan cítrica, pica en su nariz, exquisita y estimulante, una dosis de adrenalina en su sistema.
—No te daré en el gusto —responde levantando las caderas para aumentar la fricción.
Está tan emocionado que no se da cuenta lo mucho que sonríe alegre. Sus latidos acelerados son un golpe repetitivo que además de sentirlo en el pecho hacen eco en sus oídos. Está lleno de calor y con la sensación que algo palpita en su entrepierna como si tuviera un segundo corazón en la zona.
Bendito Mocoso que lo arrastra a jugar. Se siente tan jodidamente vivo.
Soobin lo mantiene contra el suelo por más que forcejea. Trepa por su cuerpo y se coloca sobre su pecho, aplasta sus pálidos brazos con las piernas, Yeonjun levanta la vista y tiene todo encima. Su boca se hace agua, la mezcla de aromas se expanden desde el olfato al gusto, ya que incluso siente que saborea lo salado del sudor y lo ácido de su esencia. Lo quiere más cerca, pero no piensa suplicar por ello.
No tiene que hacerlo. Su alfa se lo da. Sonríe ladino y empuja la pelvis, percibe el calor y el peso de su pene sobre sus labios, en su mejilla, ladea un poco para acariciarlo con la nariz. Mocoso descarado que gime frotándose contra su rostro.
—El gusto me lo puedo dar por mi cuenta —dice ante de aplastar un poco más fuerte—, tus mejillas son tan suaves y tus labios... —suspira dibujándolos con la punta de su afiebrada erección. Yeon lame la piel expuesta con lentitud— y tu lengua, Hyung, puedo garantizar que sabes darle muy buen uso —deja que de su boca salga un suspiro largo con las cosquillas agradables que produce al deslizarse despacio sobre la hendidura antes de succionar.
Si alguna vez Soobin pensó que no necesitaba nada de él y de su lengua mordaz, ratifica su error.
Todas las caricias y besos fueron un distractor, aunque el mayor error lo cometió el azabache al alejarse un poco para observar detenidamente el rostro sonrojado de su Hyung, grabar en un memoria la expresión condenadamente erótica, recorriendo desde su cuello hasta acunar sus mejillas. El rubio no desperdició la oportunidad, en su intento por escapar empuja el peso de su cuerpo hacia atrás para recoger sus piernas hacia su abdomen y así lograr apoyar sus pies sobre el torso firme como una pared, haciendo uso de toda la fuerza que le queda para patear y quitárselo de encima.
Soo ríe con entusiasmo sobando su pecho adolorido. Fascinado con su alfa, tan compacto, tan fuerte. Necesita más y sin perder el tiempo vuelve a arremeter, pero Yeon está preparado.
El forcejeo es un conjunto de roces y empujes que bordean entre el placer y el dolor.
Ninguno de los dos sabe cuánto tiempo llevan, rodando por el suelo. Drenan toda la agresividad y las tensiones. Eufóricos y ansiosos por estar arriba. Si Yeonjun cierra los ojos visualiza a dos lobos jóvenes jugueteando.
—Somos tan compatibles —susurra muy bajito el alfa mayor y con la voz ahogada por el esfuerzo.
—Lo somos —confirma sin el aire suficiente.
"Quédate, quédate, quédate", repite el mayor en su mente mientras exprime a Soobin envolviendo su brazo en el cuello, intentando capturarlo con sus piernas también.
Las paredes del apartamento atrapaban el ruido de sus jadeos y de sus cuerpos al colisionar. Apretarse, brazos y piernas que estrangulan, golpes, tirones de pelo para zafarse, aunque también usan besos, lamidas y mordidas traviesas como elemento distractor. Todo sirve para ganar cortos segundos de dominio sobre el otro que se resiste.
Terminan exhaustos pelvis apegadas, recurriendo a los últimos vestigios de energía para la fricción férrea, compartiendo besos desordenados y lánguidos. Jun, tendido de espalda en el piso, sujeta a ambos desde la base para reducir el espacio, Bin moviéndose arriba, desliza su mano recorriendo la longitud dura y febril centrándose en frotar los glandes sensibles y húmedos. Se deshacen en jadeos roncos y sus nombres torpemente pronunciados. Los dos llevan sus dedos a los nudo hinchados mientras el semen salpica en finos hilos sobre sus pieles.
El más bajo abraza a su novio alfa, sintiéndolo temblar dentro del agarre. Sonríe, está igual con un orgasmo que acaba de desarmarlo por completo.
—Hyung, fue increíble —dice satisfecho y feliz, apartándose de encima, aunque no por completo, mantiene la cabeza apoyada en su pecho.
"Tú eres increíble, Soobin-ah".
—Lo fue —susurra ronco, besando su frente—. Pronto empezará a dolerme todo.
—¿Necesitas hielo? —pregunta a la par que delinea algunas marcas rojizas en su tez tan clara, otras ya han comenzado a oscurecer.
—Necesito un baño caliente.
—Llenaré la tina.
—Por eso me gusta tanto tu apartamento —una sonrisa suave se forma en los labios del rubio. A duras penas se incorpora apoyando los codos.
Binnie arrastra los pasos hasta el baño y su pareja se queja con cada movimiento brusco al agacharse para recoger una que otra prenda que cayó del sofá.
Entra al baño, las toallas y la ropa cómoda están dobladas y ordenadas. El vapor húmedo y tibio se respira pesado, pero es agradable sentirlo en su piel fría. Soobin sentado en la orilla espera que el agua suba un poco más, el otro apoya los labios en su nuca y el aroma ácido se combina con lo salado del sudor y con el amargor que deja impregnado en él. Acaricia cortito con los labios y los ojos cerrados hasta que la tranquila voz de su compañero murmura un "Listo".
Yeonjun no contiene el gemido de satisfacción al momento de entrar a la tina, disfrutando de la tibia caricia del agua a sus músculos fatigados. Soobin entra segundos después y se acomoda entre las piernas del mayor, apoyando la espalda contra su pecho.
El alfa pelinegro sujeta una de las manos de su novio y la lleva hasta su boca, deja un par de besitos en la muñeca, justo donde resalta la marca rojiza de uno de sus tantos agarres.
Comparten delicados masajes con espuma en las manos, se besan lento varias veces también. El agua ayuda a aliviar el cansancio de sus cuerpos a maltraer.
—Espera que sea mañana, Soobin-ah —murmura bajito, ahora es él quien buscó un lugar en el pecho de su compañero.
—Valió la pena —sonríe con los dedos enroscados en las hebras claras—. ¿Qué hice de bueno para que este Hyung, alfa, gruñón y tan apuesto llegara a mi vida?
—Lo mismo me pregunto, qué hice para que la vida me enviara a este Mocoso como karma...
—¡Yah! —tira de un mechoncito de pelo en protesta— Soy una bendición de la luna en tu vida, un milagro, Hyung malagradecido.
—Vaya que te tratas bien —ríe bajito—. Lo eres.
—¿Qué? ¿Un karma? —dice en un gruñido resentido.
—Una especie de milagro —deja un beso ligero sobre su pecho y cierra los ojos disfrutando del corazón palpitando fuerte.
Soobin queda perplejo con el halago. Está seguro que bordea lo anormal el ritmo raudo de los latidos, esos mismos que deben estar llegando a su Hyung.
Quiere pensar que juntos son un milagro. Que el mundo se hubiera reducido a un espacio tan pequeño y a una red de eventos y personas que los llevaron a conocerse y ser tan extrañamente compatibles.
Un milagro, porque jamás se le pasó por la mente la idea de involucrarse con un alfa hasta antes de Yeonjun.
A su lobo interno le encanta su nuevo compañero.
A Soobin le encanta Yeonjun y con ese pensamiento junto al agradable calor del alfa acurrucado a su lado, va conciliando el sueño.
Espera soñar con lobos como a veces lo hace.
El primero en abrir los ojos es Soobin, quien percibe el hormigueo frío de su brazo anestesiado por la falta de sangre, justamente el que Yeonjun aplastaba. Después sigue ampliando la consciencia al resto de malestares en su cuerpo. Es decir, a veces quedaba con algunos dolores normales post entrenamientos, pero definitivamente ayer se pasaron de la raya, se acuerda que así se sintió la primera vez que fue a un gimnasio y siguió una intensa rutina de pesas.
Aprieta los labios para reprimir un quejido y quitar con cuidado esa extensión de sí mismo que su mayor usaba como almohada. Su Hyung gruñe y recoge las piernas con un gemido bajito de dolor. Se ve tan adorable, un pequeño bulto escondido bajo el cobertor.
No quiere despertarlo porque Yeon es un panorama visual hermoso cuando duerme, pero queda menos de un par de horas para medio día.
Intenta salir con cuidado, cada movimiento le recuerda lo fatigado que están sus músculos y cuando sus pies reciben todo su peso y camina hacia la cocina cada parte de su anatomía la percibe tensa.
¿En qué momento pensó que era buena idea luchar como animales salvajes?
Prepara café y revisa las posibles opciones de desayuno, aún queda comida que no cenaron que podría recalentar, hay frutas y unos rollitos de canela que Taehyun preparó dos días atrás.
En la encimera está una caja de bombones que le regaló una de sus tías cuando visitó Ansan, es una especie de tradición, la misma clásica caja de chocolates rellenos que lo transporta directo a la infancia. Ahora tiene mayor autocontrol y puede hacer que el obsequio dure un mes, antes tenía suerte si todavía quedaban bombones al tercer día. Devoraba todos los chocolatitos incluso si eso traía consigo un fuerte dolor de estómago y regaños de su madre.
Sacó un par al azar y regresó a su habitación, sentándose con cuidado en la orilla de la cama.
—Despierta, Hyung —susurra suave con caricias en su hombro con la mano libre—. Pronto empieza nuestro turno.
—No —murmura hecho una bolita enrollado entre el cobertor—. Me duele todo, me siento como esa vez que me atropellaron andando en bicicleta, como cuando me sacaron el apéndice o las dos cosas juntas —se queja estirándose con pereza y un pequeño gemido al segundo mismo que sus brazos enviaron señales de reclamo.
—¿Te quitaron el apéndice?
—Hace un algunos años —se apoya en sus codos y se queja ronco.
—Hay que empezar bien el día —sonríe antes de atrapar entre sus labios uno de los chocolates, el plan original era simplemente darle uno de los bombones, pero las cosas cambian en el camino y sin esperar más busca la boca de su novio.
Jun muerde el pequeño pedacito de chocolate, pero el menor lo empuja con su lengua y el sabor dulce acaricia sus papilas. El último sujeta su nuca y presiona un poco más hasta romper la cáscara que se iba derritiendo entre el calor y la fricción revelando el relleno ácido de los frutos rojos.
El alfa de cabellos rubios se relame los labios, sin atreverse a negar que su adolorida mañana está empezando bien. Soobin acaricia de una comisura a otra, dejando un segundo chocolate en su boca.
—Podemos desayunar la cena que no comimos ayer ¿O prefieres otra cosa?
—Antiinflamatorios —dice luego de tragar el bombón relleno de caramelo.
—Cierto, buscaré dos raciones —asiente mirando enternecido el cabello rubio desordenado y la expresión todavía somnolienta—. ¿De qué sabor te tocó?
—Averígualo —sujeta sus mejillas y tira de él hasta acercarlo lo suficiente para reclamar otro beso.
Soo lo degusta muy dulce. Cierra los ojos y prolonga el gesto un poco más, hasta que el aire se haga escaso.
—El de caramelo es muy bueno —vuelve a dejar un beso cortito, apenas un roce—, pero hay uno relleno con crema de café que es casi tan bueno como tú.
El color rojo se apodera de las mejillas blancas de Yeon.
—D-desayunemos la cena de ayer —sugiere queriendo desviar el hecho que su cara arde y que su querido Dongsaeng tiene el poder de entorpecer sus capacidades mentales con sus intempestivos coqueteos.
°°°
Yeonjun suspira de alivio para sus adentros que Jungkook lo dejara en un puesto en la recepción, su cuerpo agradece estar tranquilo y cómodo en una silla. Soobin no tuvo tanta suerte y lo espera un largo turno de vigilancia recorriendo calles.
Las horas de almuerzo no suelen ser muy concurridas, aunque llegan un par de personas a reportar asaltos. Toma nota de cada aspecto descrito, piensa en sugerirle a Bin que con su habilidad para dibujar perfectamente podría dedicarse a los retratos hablados. Ha visto incluso que en las últimas hojas de su libreta de apuntes hay bocetos simples en los que distingue sus facciones trazadas con precisión.
Recuerda que cuando llevaban poco tiempo de conocerse —y el consiguiente rechazo mutuo— se acercó a transmitirle la orden de Kook a los oficiales de turno, distraído el mocoso esbozaba con trazos ligeros y desordenados el rostro de Yoongi. Tosió para hacerse notar y Bin gruñó molesto, sonrojándose al momento de ocultar su dibujo.
—No deberías espiar lo que hago.
—Te solicitan de personal de apoyo, oficial Choi.
—¿Era necesario quedarse mirando que hacía?
—¿Qué? ¿Dibujar a Yoongi? —había respondido sin un ápice de simpatía.
Sonríe sin notarlo, ha pasado tan rápido el tiempo, que para el Yeonjun de ese entonces habría sido una locura plantearse que el molesto Mocoso oficial Choi terminaría siendo su novio, su alfa. Aquel con quien terminaría jugando a pelear desnudos en el suelo. Que sería el sujeto que lo despertaría con besos y chocolates en la mañana.
—¿Qué pasó en tu muñeca? —pregunta Jennie preocupada, sacándolo de sus pensamientos y recuerdos.
Maldice internamente, entre uno de los tantos forcejeos los dedos de su alfa se enterraron más de una vez sin consideración sobre su piel.
"JSoobin pensó que era una buenísima idea entrenar...Desnudos".
—No sé cómo llegó ahí —se encoge de hombros, desentendiéndose por completo.
—Pon hielo —sugiere la omega.
Jun responde con un corto movimiento afirmativo, tirando de la manga de su camisa para cubrir la marca.
Las siguientes horas participó en un par de interrogatorios y ayudó a Kook en la planificación semanal, recordándole que no contará ni con él, ni con el mocoso porque se irían a congelar al bosque.1
—Tienes que ir a buscar la carpa —le avisa el beta dando un último vistazo su agenda actualizada.
—Podría ir mañana.
—Mañana iré a visitar a mis padres, a ellos y a Yoonie hyung les gusta celebrar el solsticio de invierno —sonríe y el par de hoyuelos se dibujan en sus mejillas—. Puedes venir junto a Soobin, nos gusta que la casa esté llena y mi madre me ha preguntado bastante por ti.
—Le diré a Soobin —rasca su nuca, no puede evitar sentirse un poco nervioso, especialmente ahora que su grupo de amigos cercanos saben que están juntos y ya no tiene que gastar energía en negarlo ante ellos, pero es como si fuera acto de costumbre.
Se siente extraño llamar a Soobin "Pareja", "Novio", "Mi alfa"; su estómago se llena de mariposas y suena tan sacado de una fantasía que a momentos le cuesta creerlo. Luego recuerda que irá de nuevo a su apartamento en la noche, cenarán juntos, tienen planes para el fin de semana e incluso especulan a dónde viajarán en las vacaciones y se convence que sí, tiene una pareja alfa.
Habría querido invitar a Soo a celebrar el Dongji junto a su familia que cada año como era tradición viaja a Daegu. La idea revuelve sus entrañas, sabe que sus padres y su hermano no cuestionarán su elección. La broma generalizada en su núcleo es que será un eterno soltero.
Su madre le recordaba que si encontraba un alfa o un beta era bienvenido a traerlo a casa. En algún futuro cercano quiere decirle: "No pensé que ocurriría, pero creo que lo encontré. No, más bien, nos encontramos".
Suspira cuando va camino a la cocina por su combustible diario.
—Prepara una para mí, por favor —pide Lisa sentada con una revista en las piernas, escarbando el paquete de galletas surtidas en la mesa en busca de su favorita.
Yoeonjun sabe que agrega las últimas palabras por la vez que le dijo "¿Qué? ¿Soy tu sirviente?", ella respondió un "Por mí, encantada que lo fueras" y tuvo que levantarse y prepararse su propio café.
Mira a Lalisa, tiene la vista fija en las páginas abiertas, en la una mujer preciosa, de piernas largas y los labios pintados de rojo con un pequeño frasco de perfume. El dedo de la oficial delinea el largo cabello.
Jisoo.
—La extrañas —comenta bajito parándose al lado de su compañera.
—Claro, tenemos poco tiempo para vernos —dice tragándose el suspiro y reteniendo la nostalgia de la última cita a escondidas que tuvieron un mes atrás—. Duele un poco —agrega, tiene la confianza en ese alfa para poder desahogarse.
—¿Qué es lo que duele? —toma asiento a su lado, dejando una de las tazas de café en la mesa.
—Estar con ella —muerde su labio y respira lento como si le ayudara a regular las emociones—, pero también no hacerlo dolería, quizá más, no lo sé. Creo que tampoco quiero saberlo... Ignora lo que digo, ando sentimental.
La entiende, ha pensado lo mismo a lo largo de su camino sinuoso junto a Soobin, cuando no definían nada y no sabía qué era lo que tenían y más ahora que lo sabe y las expectativas no dejan de crecer.
Si antes estaba aterrado con la posibilidad que el mocoso se fuera, ahora aprieta su pecho el sólo hecho de pensarlo, aún si Bin le da todas las señales de querer quedarse.
—Ya está dicho, no puedo ignorar que estás triste.
—Te envidio un poco, me gustaría estar tan cerca de la persona que me gusta incluso si es complicado —dice llevando ansiosa otra galleta a su boca, alzando las cejas ante la expresión tensa de su compañero—. ¿Qué? No soy ciega.
—Mejor, una persona menos de quien ocultarlo —intenta sonar despreocupado y, en el fondo, sí es un alivio—. Hoy, después del turno, saldremos. Le diré a Soobin y a Jennie, podríamos ir a comer, a un bar, lo que sea.
—¿Me quieres levantar el ánimo?
—Has hecho lo mismo por mí varias veces, ahora es mi turno.
Lisa lleva la mano a su boca, no sólo para limpiar las migas que quedaban pegadas en el labial, también para ocultar la enorme sonrisa. Aunque sus ojos la delatan de todas formas y Yeonjun le devuelve el gesto.
Soo entra a la cocina exhausto buscando una de las sillas libres para dejarse caer como peso muerto y quejarse por las horas de pies. Yeon le acerca la mitad de la taza de café, susurrando algo sobre que está dulce. El otro alfa sonríe tan sincero y sus manos aprietan la loza tibia.
Lalisa observa con curiosidad la interacción. Le gusta, hay algo de adorable en esos alfas torpes, sus manos que se rozan y las miradas cariñosas. "No son para nada disimulados", quiere decirles.
—Jisoo es genial —menciona el alfa pelinegro volteando a ver la revista abierta.
La oficial beta apenas asiente antes de cambiar de página y que sus mejillas comienzan a calentarse.
—Soobin-ah, saldremos con Lisa al terminar.
°°°
Dejan los uniformes en los casilleros. A Soobin le gusta ver a su novio de civil con ese pantalón de mezclilla negro ajustado a sus delgadas y tonificadas piernas.
—¿Qué? —pregunta al sentirse observado, subiendo un poco más el cierre de la chaqueta cuando la brisa fresca toca su cuello y envía un escalofrío por su espalda.
—Miro tus piernas —contesta sonriente sin intención de disimular nada—. ¿Sigues con frío? Puedo comentar bastantes partes de ti que me gustan y como quisiera tocarlas en este momento.
—Basta —exige abochornado—, no siento frío —miente, aunque no por completo, el calor se concentró directo en su rostro—. Cuando estemos a solas en tu apartamento podemos retomar la conversación.
Lisa aparece con el cabello suelto y el maquillaje retocado, acomodando los mechones que se agitan con el viento. Jennie la sigue un poco más atrás cerrando los botones del abrigo a la par que camina.
—¿Cuál es el plan? —pregunta la beta mirando a sus tres amigos.
Jennie se entusiasma con la idea de ir a un local de karaoke, Bin la apoya, Lalisa mira la expresión incómoda de Yeon y asiente con una pequeña sonrisita ladina. Mayoría gana.
La omega conoce un lugar que le recomendó hace poco otro de los oficiales de la estación, mencionando que de lunes a jueves es más barato. Ninguno puede negarse ante semejante argumento.
Rentan un salón privado, piden acompañamientos diversos y soju como colaborador a la desinhibición.
—Necesito esto si quiero ser capaz de cantar frente a ustedes —comenta Manoban llenando y alzando su vaso.
El alfa mayor asiente y le pide que le sirva sin apartar la vista del catálogo de canciones. Soobin y Jennie se arriman a su lado en busca del mando, el menor que queja que su Hyung va muy lento.
—Qué impaciente —reclama el alfa rubio entregando el mando.
Lisa convence a su Hoobae de hacer un dueto, no necesitó grandes razones más que un: —Así competimos contra nuestros mayores, tenemos la fuerza de la juventud.
Jennie y Yeonjun dirigen un par miradas ofendidas a los menores.
—Tenemos un par de jóvenes traseros que patear —declara la omega mirando con determinación a su compañero.
—Tú lo has dicho.
Un poco más de soju antes de empezar. Intercambiando vistazos desafiantes entre ellos sin decidirse.
Yeonjun se relame los labios y con una pequeña sonrisita inicia la provocación: —Los mocosos primero.
—Y yo que pensaba que los ancianos también iban primero —continúa Soobin.
Lisa toma el mando y llama a Soo para seleccionar alguna canción a dúo. Sujetan sus micrófonos y observan atentamente la cuenta regresiva en la pantalla. El alfa siente la ansiedad apretar su estómago, aunque no es la primera vez que canta frente a su novio, al mismo tiempo el calor recorre su cuerpo como si fuera una inyección de energía.
Jun tiene los ojos fijos en su pareja, quien en más de una oportunidad lo mira detenidamente, sonriendo seductor, pasando la mano por su cabello oscuro, justo como si le dedicara un fragmento de esa canción romántica con su voz preciosa que eriza su piel.
Le encanta escucharlo cantar. Le gusta cuando lo hace en la ducha, o lavando los platos, también al conducir, pero su momento favorito es mientras están intentando dormir y con los dedos enrollados entre los mechones de cabello rubio tararea suave o entona en un murmullo melodías tranquilas. Un arrullo a su alma agitada.
Yeonjun toma otro sorbo notando la quemazón en su garganta. Sujeta el micrófono que le entrega su compañero alfa. Junto a Jennie debaten qué canción elegir, una que a ambos les guste y que tenga una parte de rap —exige el Choi mayor— reduce las opciones.
—Cualquiera se da cuenta de esos ojos de enamorado —dice Lalisa al pelinegro que se encoge un poquito en su lugar al sentirse descubierto.
Pero cómo no iba a estar observando con absoluta atención al oficial Choi rubio cantando con su voz tranquila, un poco rasposa, balanceando el peso de su cuerpo al ritmo de la melodía, intercalada a las partes rápidas en que las palabras fluyen como agua. Sus ojos pequeños y afilados nunca fallaban en atraparlo, menos aún su boca rosada.
Soobin se recupera de su trance cuando su compañera tira de su brazo instando a que se levante. Ahora buscan una canción más alegre que los mueve a bailar. El alfa pelinegro sonríe más que orgulloso porque sabe que tiene a su Hyung cautivado.
Sigue intercalando los turnos, cada uno explota sus áreas más fuertes y se desafían a salir de la zona de confort, variando en estilos y dificultades.
—Deberíamos extender el tiempo en la sala —sugiere la omega jugueteando con el micrófono entre los dedos mirando los veinte minutos restantes que les quedan.
—¡Sí! —exclama el menor del pequeño grupo—. Quiero cantar con mi Hyung.
—¿Una canción de amor? —dice mitad en broma y mitad en serio Jennie con una sonrisita en los labios.
—Hay varias de amores prohibidos y marginados —se suma Lisa
—Yah, no. Te prohíbo escoger una de esas — Yeon no quiere representar su historia con el Mocoso como una trágica y sufrida canción de amor. Sus propios pensamientos hacen bastante bien ese trabajo cuando se pone en plan de "Anteponernos a la pérdida".
—¿En serio? ¿Tan evidente somos?
—Quizá para nosotras que pasamos más tiempo con ustedes, no es como si todos en la estación lo hicieran, pero si uno les presta mucha atención hay que ser ciego para no ver el cariño —comenta la segunda mayor con la entonación suave y todavía jugueteando con el micrófono.
—Nosotras sospechábamos desde que los descubrimos en la oficina y no sabíamos si peleaban o hacían otra cosa.
"Ambas", diría Soobin.
Se queda en silencio mirando los platos vacíos y la botella con menos de la mitad del contenido.
—¿Pedimos más comida también? —pregunta Yeonjun.
—Estás desviando el tema, pero sí, pidamos un poco más —acepta la oficial beta sin dejar de divertirse con toda la situación.
La vergüenza empieza a desaparecer, van cambiando los dúos y se atreven a probar solos. Incluso Yeonjun que se quejaba de no querer canciones con demasiadas notas altas, lo intentaba y llegaba bastante mejor de lo esperado. Soobin expone su placer culpable interpretando con coreografía incluida un tema de un grupo femenino.
—Te estás llevando la última Gyosa —se queja con un puchero al ver que Jun acaba de morderla.
—Ten —le entrega la mitad.
—Eso cuenta como beso indirecto —bromea Kim.
—Es el segundo del día —corrobora Manoban recordando la taza de café compartida durante el turno de la tarde.
—Los prefiero directo de la boca de mi hyung —menciona desinhibido.
Yeonjun se atraganta con la comida y queda con las palabras de reclamo atascadas frente a mirada traviesa de su menor.
Aprovechan los últimos minutos buscando canciones grupales. El rubio no sabe de dónde sacó energías para bailar tanto cuando aún le dolía todo el cuerpo. Asume que el soju y el ánimo colectivo anulan momentáneamente los malestares.
Regresan en taxi, Bin va arrimado a su pareja, sujetando su mano y concentrado en acariciar uno a uno sus dedos largos y frío. El conductor es un joven beta atento a la pista, escuchando música a volumen moderado, ni siquiera los mira por el espejo retrovisor. El menor se arriesga envalentonado por el mareo y la alegría que besa cortito sobre los labios del alfa que lo mira con cariño.
—Cuando regresemos habrán más.
—¿Cuántos más? —pregunta Yeon con la voz cansada y ronca.
—Muchos.
Hablan a susurros, intentan avanzar en silencio por el pasillo, pero un par de tropezones e intercambios de miradas gatillaron explosiones de carcajadas. Entre la risa y los sentidos nublados Bin no lograba digitar bien la clave en la puerta, provocando nuevas risas en su mayor que decía "déjame a mí" recibiendo en respuesta un "yo puedo, yo puedo" del chiquillo testarudo.
El trayecto a la cama se hace difícil compartiendo besos a mitad de camino y una infantil carrera para ver quién llegaba al baño primero. Jun pierde, se queja un par de veces dirigiéndose al closet para tomar una camiseta suelta y delgada, Bin es básicamente un calefactor perfecto para las noches frías.
Y disfruta del calor que traspasa del cuerpo ajeno al propio, su querido Mocoso presiona su cintura sin fuerza con uno de los brazos —tiene un moretón en las costillas— y enreda las piernas entre las suyas. Se acerca hasta hacer chocar suavecito sus frentes. Yeon cierra los ojos y disfruta de lo que tiene.
Es mucho.
No debería dejar que sus pensamientos negativos quieran enturbiar un momento feliz.
Soobin besa la punta de su nariz.
Yeonjun quiere dejar de pensar "¿Y esto hasta cuándo dura?". No cuando el azabache rasca con las yemas su cuero cabelludo.
—Hyung —susurra a un volumen apenas audible. Puede oler su ansiedad.
Siempre puede olerlo cuando está triste. Sentirlo. Saberlo de alguna forma.
—Soobin-ah —aprieta un poco más la pierna que se cuela entre las suyas.
Yeonjun sabe que su mayor demonio es su propia inseguridad.
—Hasta otras personas notan que me gustas un montón y tú sigues dudando de mí —expone sincero manteniendo el volumen bajo, no sabe si lo dice tan directo por el alcohol que no desaparece de su sangre, pero no pretende detenerse si no deja las cosas en claro—. No me quiero ir de tu lado, tendrías que echarme y soy demasiado terco para irme sin pelear.
No puede. No puede con tanto. Abraza a ese alfa con fuerzas ya que así logra rearmarse.
Nunca había estado preparado para que hubiera alguien dispuesto a luchar por él.
°°°
El YeonBin/SooJun me tiene demasiado soft en esta etapa del fic TT Ya varios se están dando cuenta de su relación asjskso
Amo que se refieran al otro como pareja uwu
Lisoo shipper por siempre porque Lisa es la maknae que tiene el corazón de Jisoo unnie ganado :3
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