17 de febrero - 1d20
Bucky llevaba al auto las bolsas de la compra, claro que Natasha no se había bajado, ella nada más le daba órdenes y si no quería que lo agrediera, las tenía que obedecer. Subió todo a la cajuela y entró al asiento del conductor.
—¿Compraste las baterías? —le preguntó, sin levantar los ojos del teléfono.
—No había —contestó Bucky, inmediatamente después.
—¿Cómo que no había? Es el p*to Walmart, ahí venden todo —le recriminó, con una mirada que le hubiera perforado la cabeza—. A eso vinimos y compraste toda la tienda.
—Me gusta comprar de forma inteligente —contestó, sereno—, si veo una oferta de, no sé, detergente, la voy a aprovechar, cosa que debiste hacer con las baterías cuando te dije el lunes que pasaras por ellas cuando volvieras del trabajo. Como me ignoraste, tuviste que bañarte con agua fría en la mañana.
—Es el tipo de cosas que haces para molestarme —abrió la puerta para salir.
—Anda, ve a ver por ti misma si no me crees —le dijo, negando con la cabeza.
Quince minutos después, Natasha volvió, con las manos vacías y refunfuñando.
—Vámonos —le ordenó—. No tienen nada en esa j*dida tienda.
Bucky sonrió con satisfacción, ella había comprobado por sí misma que se había equivocado al no creerle.
—Supongo que es hora de poner algunas reglas —comenzó—. Si yo conduzco a una tienda tú te bajas y buscas lo que tengas que buscar, así nos evitamos que te enojes conmigo por cosas que no son mi culpa.
La mirada fúrica de Natasha fue suficiente respuesta para él.
—O me puedo seguir bajando yo, al final soy el que sí sabe lo que hace falta en la casa.
Una semana antes
—Fury me encargó la asignación de personal para esta misión —dijo Clint, sentado en la mesa redonda que convenció a Steve de comprar para reuniones, que en realidad eran sesiones de Dungeons & Dragons.
Frente a él, estaba el tablero que había diseñado, y a su lado los tres jugadores que más asistían a las sesiones. Nat iba porque era lo que Clint esperaba de ella, Steve no tenía opción de faltar porque siempre era en su departamento, y Bucky, que iba por diversión.
—¿Vas a decidirlo con una partida de rol? —preguntó Bucky.
—Vi la oportunidad y la tomé —tomó un sorbo de hidromiel porque se tomaba muy en serio su papel de DM—. Dos de ustedes tienen que fingir ser un matrimonio y el que quede puede tomar el papel de vecino vigilante conmigo.
—Sería lindo que ustedes al fin fueran una pareja —bromeó Natasha, sobre Bucky y Steve. A lo que respondieron con una expresión de asco.
—Desgraciadamente, tiene que ser una pareja "tradicional", nos asignaron a un lugar muy conservador —mencionó Clint—. Tú no tienes opción, lo único que vamos a decidir es quién es tu esposo y las condiciones de la boda.
—No fingiré tener un matrimonio con Bucky.
—Eso no lo decides tú, lo deciden los dados —declaró de manera terminante, señalando su pin—. Porque soy el DM.
Natasha miró a Steve con fastidio, esperando que dijera algo al respecto. Él sólo se encogió de hombros.
—¿Tú sabías que era su idea? —le cuestionó.
—Nat, ni siquiera entiendo el juego.
—Te dije que leyeras el manual de jugador —dijo Barton—. Ahí está todo lo que tienes que saber.
—No tengo tiempo.
—Pero sí tienes tiempo para ver Attack on Titan —le recriminó.
—Porque me pediste que lo viera contigo —se defendió Steve— ¿Esto es porque dije que no me agrada Eren?
—Mejor empecemos con el juego —Clint cambió de tema—. Tira un dado de 20 y le sumas tus puntos de carisma.
Steve hizo lo que le pidió. Resultó en un 7.
—Si Bucky tira menos, tú te casas con Nat.
Natasha esperaba que Bucky tirara un 1, así que contuvo el aliento.
—20 natural, más mis puntos de carisma, 25 —dijo Bucky, con una amplia sonrisa.
Ella apretó los labios, con molestia.
Una semana más tarde
—Nat, no puedes usar los micrófonos para acusar a Bucky de todo lo que te moleste —dijo Steve a través del audífono—. Clint dice que ya dominaron las peleas como una pareja normal. Son sólo seis semanas, sopórtalo.
—Eso dices porque no estás en mi lugar —dijo Natasha, mientras se arreglaba el cabello en el baño, preparándose para ir a trabajar—, no tienes que aguantar sus bromas, ni los programas de chismes que le gusta ver, tampoco las telenovelas.
—Se está tomando en serio su papel de amo de casa, tiene que saber de qué hablar con las vecinas —suspiró a través de la línea—. No puedes negar que de esa manera ha conseguido información que no lograrías compilar si sólo se enfocaran en los contactos corporativos.
—El problema es que lo disfruta demasiado —cerró con enojo su cosmetiquera—. Mientras yo tengo que sonreír y fingir que me agrada un montón de sujetos malolientes, sólo porque son mi pase directo a la información que necesitamos.
—Nat —le dijo con tono más firme—, tú dijiste, de forma muy terminante, que no ibas a ser una ama de casa. No puedes quejarte de que alguien disfrute algo que no querías en primer lugar.
—¡Cariño, se te va a hacer tarde! —gritó Bucky, desde la sala. Era la señal que acordaron que usarían cuando él viera algo sospechoso.
—¿Qué ves desde tu puesto, Steve? —preguntó Natasha.
—Es alguien dejando algo a la puerta de los Malcolm —contestó—. No lleva uniforme de ninguna empresa, tampoco distingo su género, revisaré el video, no quiero asumir nada hasta que sepa más.
—¿Lo habías visto antes?
—No —luego hizo una expresión de asco—. ¿Por qué la gente hace eso?
Natasha escuchó a Bucky tocar la puerta, por lo que abrió.
—Falsa alarma, le prendieron fuego a una bolsa con excremento en la entrada de los Malcolm—dijo, con serenidad.
Minutos después escucharon una pelea entre los esposos. Algo sobre una amante, el tipo de pelea doméstica que era común en el vecindario.
—Supongo que tus amigas te contarán sobre eso más tarde —repuso, con fastidio.
—Es jueves de canasta, me enteraré de algunas cosas —contestó, con una sonrisa—. Tu almuerzo ya está listo y te puse un sándwich para el camino.
No le agradeció y bajó al recibidor, con Bucky varios pasos atrás.
—Hoy hay una junta con el transportista —le informó a su "esposo"—. Podré integrar los datos que tengo de la cadena de suministro y formar un mapa de las rutas de HYDRA en el área.
—Buena suerte —le entregó su bolso y la fiambrera con el almuerzo.
Salieron al pórtico y Natasha le dio un beso en la mejilla para despedirse.
—¡Que tengas un día provechoso, mi amor! —dijo Bucky en voz alta, al ver que la vecina de junto salía a despedir a su marido también.
En cuanto estuvo en la carretera, Natasha expresó las ñáñaras que eso le daba.
Dos semanas después
La comida de Bucky hacía más soportable la fachada de matrimonio feliz que debían proyectar. Era un amo de casa diligente que mantenía limpio el lugar y, aunque le costara aceptarlo, también le hacía más amable la vida cuando llegaba de trabajar con sus galletas recién horneadas. Ya era muy popular a causa de ellas, convirtiéndose en visitante asiduo de las tertulias de señoras que se organizaban dos veces a la semana.
Tenía que reconocerlo, de no ser por su método, habrían tardado el doble en conseguir la información que necesitaban para encontrar el centro de amenazas químicas de HYDRA. Así que creyó conveniente celebrar para reconocerle su esfuerzo llevándolo de paseo, porque eso también ayudaría a mantener la imagen falsa que debían cuidar. Aunque, tal vez lo hacía más porque no le gustaban los comentarios que las mujeres hacían de ella sobre ser una esposa muy bonita, pero muy fría, que nunca tenía un detalle con él.
—¿A dónde me vas a invitar a cenar? —le preguntó, desde el asiento del copiloto.
—A la isla de la basura —respondió, jugando.
—Espero que hayas hecho reservación, porque me vestí para la ocasión —le continuó la broma, lo que la hizo reír.
—Claro —llegaron a un elegante restaurante de sushi y Natasha le dejó las llaves del auto al valet parking.
Sintió un poco de electricidad al entrar al lugar del brazo de Bucky. A su manera de verlo, él podía ser atractivo cuando se lo proponía, esa noche era una de esas ocasiones y no podía evitar notarlo. También era divertido y, durante la cena, pudo sentirse relajada con él.
Al salir del restaurante y volver a casa, consideró que no debía ser tan malo mostrarle algo de cariño.
—¿Crees que si nos besáramos fuera de la casa les daríamos algo de qué hablar a tus vecinas? —le preguntó.
—Esperé que me lo preguntaras desde hace tiempo —le contestó en tono divertido—, ellas me aconsejaron que me divorciara de ti por no ponerme atención.
—¿Y qué les dijiste?
—Que me gusta el estilo de vida que me das.
Ambos se rieron de eso y al llegar a casa, salieron del auto lo más rápido que pudieron, para besarse apasionadamente, sin saber que no había miradas indiscretas vigilando, aunque tampoco les importaba.
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