16 de febrero - Confesión Escolar
Había sido un día de San Valentín agotador para toda la plantilla de profesores, pero al ser la primera vez de Leonardo como maestro de secundaria, estaba exhausto, le drenó lo poco que le quedaba de energía el lidiar con una declaración de amor en público que salió mal.
Se tumbó en el sofá de la sala de profesores y se cubrió los ojos con las manos. La mayoría de sus compañeros se habían ido, así que estaba confiando en que podría estar ahí unos minutos para despejarse sin que nadie lo molestara.
Se levantó del sillón en cuanto se sintió mejor, para luego ir por su portafolio. Notó que una hoja de papel decorada se cayó de él y la levantó. Era una tarjeta hecha a mano con dibujos de corazones cubiertos de diamantina. La abrió para leerla, era de parte de Milagros, una niña de primer año.
Querido Maestro Leonardo,
Espero que esté bien y que no se enoje por la carta que le escribí. Es que hay algo que tengo en el corazón que le quiero decir: creo que lo amo. Desde el primer día, me di cuenta de que usted es inteligente, elegante y amable, por eso me emociono los días que viene a darnos clase. Yo sé que a lo mejor no está bien que le diga todo eso, pero lo quiero mucho porque aunque me equivoque en las respuestas de los exámenes, me trata bien y en vez de regañarme, me anima a seguir estudiando.
Por favor, no se enoje por confesarle que lo amo.
Atte: Mili
No sabía cómo sentirse al respecto al terminar de leer la carta. Los sentimientos de Milagros eran importantes y no tenía idea de cómo rechazarla sin herirla, su confesión era muy tierna, aunque tal vez así la consideraba porque venía de una intención muy inocente. Guardó la carta y se dirigió al estacionamiento, donde vio a la maestra Elianna, de Literatura. Llevaba varias decoraciones de la fiesta a la cajuela, cuando lo vio, lo llamó para que la ayudara y él así lo hizo.
Cuando llevó la última caja, ella le agradeció regalándole un chocolate.
— Para ser un novato manejaste muy bien lo de Carlos con Jessica —le dijo, cerrando la puerta del auto—. El 14 de febrero siempre es complicado.
—Aún no sé si pueda lidiar con las otras cosas —respondió, con un suspiro cansado.
Ella lo miró de manera inquisitiva.
—¿A qué te refieres con "las otras cosas"? —le preguntó.
Leonardo dudó un poco, pero decidió contarle a grandes rasgos lo de Milagros, omitiendo su nombre.
—Una alumna se me confesó en una carta, no sé cómo rechazarla sin herirla.
Elianna le hizo una mirada comprensiva.
—Es parte del trabajo y no importa cómo se lo digas, igual vas a lastimarla. Sólo haz énfasis en que no vas a tratarla diferente y seguirás siendo su profesor, procura hacerlo por escrito, así podrás tener más control de lo que vas a decir.
Él asintió con la cabeza.
—¿Tienes algo que hacer más tarde? —le preguntó ella.
—No —contestó.
—Entonces tienes tiempo suficiente para pensar en cómo le responderás —se despidió de él y subió a su auto.
Y Leonardo que pensaba que ella quería hacer planes con él.
Se fue de la escuela y llegó a su casa poco antes de que empezaran los embotellamientos. Aunque estaba cansado, pensó en escribir una respuesta apropiada para su alumna, en la que le decía que la apreciaba y respetaba, esperando que entendiera que no podía corresponderla, pero que las cosas no serían diferentes en el salón de clases y que contaba con su apoyo para guiarla en la materia, porque le importaba que su paso por la secundaria le sirviera en el futuro. Cuando terminó de escribir, pensó en llamar a Elianna y preguntarle su opinión, aunque desechó la idea por sonarle como un pretexto ridículo para hablar con ella. Ni siquiera estaba seguro de si le gustaba, aunque no lo sabría si no la veía en un ambiente que no fuera la escuela.
Tomó el teléfono y la llamó. Esperaba que no contestara, pero lo hizo.
—¿Tienes planes hoy? —soltó, sin querer detenerse a pensarlo.
—No —respondió.
—¿Quieres salir? —le preguntó.
—Pensé que nunca me lo preguntarías.
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