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14 de febrero - Cita a ciegas

Se suponía que Natasha era quien le conseguía citas a Steve, no al revés, y ahora estaba en un restaurante al que no quería ir en pleno San Valentín, con quién sabe qué persona le había emparejado para salir. Ni siquiera quiso esforzarse en ponerse un vestido y zapatos de tacón. Le iba a organizar una cita a ciegas horrible para vengarse, era lo menos que se merecía. 

Y conociendo la percepción de la realidad alterada de Rogers, sabía que su intento de casamentero no iba a terminar bien. 

"Si no querías ir, entonces ¿por qué estás allá y llegaste tan puntual?" le respondió él a sus reclamos por mensaje.

"Porque no iba a darte la satisfacción de creer que me acobardé" contestó, con mordacidad.

"😂" al parecer, ya había aprendido a usar los emojis "Deberías aceptar que por lo menos te da curiosidad".

"No, y de ahora en adelante, vigila lo que comes"

"😂😂😂" vio que seguía escribiendo "Me gustaría estar ahí para presenciarlo, pero está empezando la boda de Bella y Edward y no me la quiero perder".

"Pero si ya viste esa saga tres veces..."

"Yo no critico tu estilo de vida. Diviértete."

Natasha suspiró, Steve se comportaba como un niño de ocho años en cuanto al contenido que consumía. Si algo le gustaba, no paraba de verlo hasta que se cansara y luego encontraba algo más para engancharse. Ya había pasado por la fase de Star Wars, Shrek, y ahora, Twilight, no estaba emocionada por el momento en el que llegara su fijación por Terminator o Jurassic Park. 

"Diviértete tú también" volvió a suspirar, agotada, no podía estar enojada con él por mucho tiempo.

—Creo que Steve se pasó de la raya esta vez —escuchó decir a una voz conocida. Levantó la vista y ahí estaba su cita, bien vestido y con un ramo de flores en la mano.

—Bucky Barnes, eh —respondió, con un tono cínico—, Rogers se va a arrepentir.

—Eso es fácil —dijo, mientras se sentaba frente a ella—. Sufrirá si le cancelamos la suscripción a Netflix.

Natasha se rió de la idea.

—¿Qué se supone que se hace en una cita contigo, Barnes? —le preguntó, con un poco de fastidio—. No te conozco tanto y tampoco estoy dispuesta a dejar que me pongas las manos en el cuello otra vez.

—Soy de la vieja escuela —le entregó el ramo de flores y pidió la carta al mesero—. Pago la cuenta, abro puertas, te llevaré a tu casa y no te tocaré el cuello a menos que eso sea lo que quieras, tal vez en nuestra cuarta o quinta cita. Aunque sabiendo lo huraña que eres, supongo que en la séptima.

—Intentemos sobrevivir a la primera, no sé por qué estás tan confiado de que habrá más de una —sentenció ella, mientras miraba las opciones del restaurante.

—Era una broma —leyó la carta—. No te presiones, sólo somos colegas. No tenemos que quedar bien entre nosotros más allá de la cordialidad. 

Eso último la hizo sentir un poco más cómoda. Bucky siguió bromeando sobre la cita, hasta que, de nuevo, la hizo reír. Era inesperado para ella, pero compartían el mismo sentido del humor. Tal vez sí tenían cosas en común.

—¿Te gustan las mascotas? —le preguntó él, para comenzar por algo simple.

—Nunca he tenido una, no soy una persona a la que le gusten los animales.

—A mí me gustan los gatos, pero no he podido adoptar uno por obvias razones —luego sonrió de forma que cualquiera encontraría adorable—. Son muy divertidos porque son impredecibles, pero tienen la ventaja de ser muy limpios. Creo que tener un gato es de las cosas que más extraño.

Natasha entendía esa sensación de necesitar algo que la volviera normal, para Bucky era una mascota, para ella, poder tener una familia. Otra cosa que tenían en común.

—No es algo que extrañe, pero sí que me gustaría hacer por lo menos una vez —continuó ella—. Poder comer un pastel yo sola, sin preocuparme de que me llamen para una misión y así no tener que conformarme con sólo una rebanada.

—Claro que te entiendo, la última vez que quise hacer mousse de ciruelas, no pude porque Steve llegó a mi departamento a advertirme que me querían muerto. 

Los dos rieron con ganas de eso. Siguieron conversando en el mismo tono desenfadado y cenaron juntos. Natasha descubrió que Bucky había aprendido sindarin* en Duolingo, mientras que él sintió más respeto por ella al saber que consiguió un certificado en ese idioma para poder descifrar un código de guerra en el 2008.

Como Barnes prometió, pagó la cuenta y la acompañó hasta su casa. Natasha no tenía prisa por dejar de hablar con él, así que se fueron caminando las quince calles de distancia.

—Tal vez suene un poco descabellada mi idea —le dijo él—, pero deberíamos comprarte el pastel que quieres.

—¿Y qué harás para evitar el maleficio de las misiones?

—Ya pensaremos en algo.

 Se detuvieron en una pastelería y Bucky le ayudó a elegir entre la variedad de pasteles, escogiendo uno de confetti, con decorado amarillo de cumpleaños. Salieron de la tienda riendo, como si hubieran hecho una travesura infantil.

—Ya sé cómo romper el hechizo —dijo Natasha—. Hagamos tu mousse de ciruelas en mi casa, esperar a que cuaje nos dará tiempo suficiente para comer todo el pastel.

—Creí que querías un pastel para ti sola.

—Estoy dispuesta a compartirte una rebanada. Además tengo grenetina en casa y sería bueno que alguien le diera utilidad.

—Pensé que me pedirías que cocinara hasta la tercera cita —dijo Bucky, sin pensarlo, casi llegando a la tienda de comestibles.

Natasha se detuvo y lo miró.

—Por un momento me olvidé de que esto era una cita a ciegas. Eres más agradable de lo que pensé, Barnes.

—Es raro ¿sabes? Porque estoy considerando no cancelar la cuenta de Netflix de Steve.

Natasha volvió a reír y se quedó fuera de la tienda con el pastel y el ramo de flores, esperando a que comprara lo que necesitaba. Sacó su teléfono para escribir.

"¿Bella ya tuvo el peor parto en la historia?"

"Nunca logro saltarme la parte en la que se le rompe la espalda, es horrendo" recibió como respuesta "¿Cómo van las cosas?" 

"Digamos que no voy a envenenarte por esto"

"Digamos que eso ya lo sabía"

—No tienen crema para batir y no sabe igual con crema batida comercial —dijo Bucky, saliendo del establecimiento—. Supongo que tocará tentar a la suerte para que puedas disfrutar tu pastel sin problema.

—Aún faltan un par de calles para llegar, tiempo suficiente para que algo se me ocurra —contestó, mientras Bucky volvía a cargar el pastel por ella.

Siguieron hablando, hasta estar frente a la puerta del edificio de Natasha.

—Creo que ya se me ocurrió cómo terminar con el maleficio —dijo ella, mientras buscaba sus llaves.

—¿Ah sí? —le preguntó, con curiosidad.

Natasha le dio un beso en la mejilla después de quitarle el pastel de las manos.

—Sí, eso debe de servir —dijo, sonriendo al verlo ruborizarse—. Cuídate, Barnes, la pasé muy bien, esperaré tu llamada para que se repita. 

Ella estaba por entrar cuando Bucky llamó su atención de nuevo.

—No voy a darte la satisfacción de pedirte tu número, Romanoff, dile a Steve que te dé el mío para que salgamos de nuevo —dijo en voz alta—. ¿Tenemos un trato?

—No tienes tanta suerte —contestó—. Ya sabes dónde vivo, búscame. Eso es lo que esperaría de un hombre que me regala flores en la primera cita.

Cerró la puerta del edificio detrás de sí y se asomó por la pequeña ventana lateral, tratando de que no la viera. Bucky no se había ido del pórtico y, después de dudar, tocó a la puerta.

Lo hizo esperar un poco y abrió.

—Dijiste que te buscara.

—Sé lo que dije.

—Entonces te invito a almorzar el sábado —le soltó, con mucha confianza.

—Entonces acepto tu invitación —respondió.

—Pero necesitaré confirmación de asistencia un día antes, así que pídele mi número a Steve para eso —le dio un beso rápido en la mejilla y se fue en un parpadeo, lo que la dejó sonrojando.

Natasha subió a su departamento y comió pastel hasta hartarse, sin dejar de pensar en que había tenido la mejor cita a ciegas de su vida con nadie menos que Bucky Barnes.

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Nunca había escrito un fanfic WinterWidow, pero me encanta este ship, así que lo disfruté mucho. 

*Sindarin: El lenguaje de El Señor de los Anillos.


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