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13 de febrero - El Graduado

Carmen era probablemente la chica más bonita y lista del campus, pero Anthony no iba a decírselo nunca, porque no lo merecía. Al menos eso pensaba él mientras iba a fumarse un cigarrillo fuera de la biblioteca, mientras sonaba Girls Just Want to Have Fun en un radio cercano. Estaba un poco harto de esa canción, la escuchaba a todo momento en todas partes y si lo pensaba lo suficiente, parecía escrita para Carmen, lo cual hacía que le fastidiara más. Nunca lo admitiría abiertamente, pero prefería a Annie Lennox de Cindy Lauper por esa misma razón absurda. 

Suspiró y fue a buscar su auto para pasar por Amelia, su sobrina de nueve años, a la escuela. Al caminar, vio a Carmen a lo lejos, usando una sudadera negra con violeta, falda rosa fuerte de olanes con medias negras y calentadores lila. El atuendo le quedaba muy bien y sonrió, al darse cuenta de eso, se dio una bofetada para quitarse ideas de la cabeza. 

Al llegar a la primaria, la niña ya lo estaba esperando en la banqueta. 

—¿Volvieron a molestarte? —le preguntó, al verla enojada.

—Sí, pero Sarah Collins tendrá mañana una bomba apestosa en la mochila, por p*ta.

—Nada más que nadie se dé cuenta —luego, se preocupó—. No la has llamado así nunca ¿verdad?

—Si no quieres que diga esas palabras, entonces no me las enseñes.

—Amelia, ya sabes que el trato era no decirlas en la escuela, tus papás me van a regañar.

—Estoy bromeando, no seas p*nd*jo.

—Segunda regla, no las usarás en mi contra, si no, no te voy a ayudar con la bomba apestosa.

La niña hizo un mohín y fueron directo a la casa. El trato de Robert e Isabel con él era ofrecerle alojamiento mientras estudiaba la universidad, pero tenía que ser el niñero de Amelia a cambio. Anthony creía que era, por mucho, un negocio más conveniente para su hermano que para él, pero su sobrina era divertida, así que no le molestaba cuidar de ella.

Calentó la comida que Isabel dejó lista antes de salir al trabajo y la sirvió en la mesa de la cocina. Comió en silencio, algo que notó Amelia.

 —Estás callado —señaló—. ¿Es por tu novia Carmen?

—¡Claro que no! ¡Y no es mi novia!

—Bobo, se nota lo mucho que te gusta. ¿Por qué no eres un hombre y se lo dices?

Anthony enrojeció, sin admitirlo.

—No me gusta, es mala conmigo.

—Hombres... —sentenció la niña, como si supiera mucho al respecto con su poca experiencia en el cuarto grado—. ¿Por qué no le dices a mamá que te ayude? No le molestaría.

—No le voy a pedir ayuda porque no me gusta Carmen. Termina y ponte a hacer tu tarea, si acabas antes de que lleguen tus papás, hacemos la bomba apestosa en el patio.

Amelia sonrió contenta, después de terminar la comida, lavó su plato y se puso a hacer sus deberes escolares. Ese comportamiento eficiente era mérito suyo por completo, y aunque Isabel y Robert se hicieran cargo de lo más importante en su crianza, él había logrado que hiciera sus propias tareas domésticas por sí sola, lo que le daba orgullo.

Poco después de la creación responsable (y sin consecuencias para la casa) de la bomba apestosa, llegaron Isabel y Robert, juntos, como siempre, para ella era muy conveniente que la oficina de su marido estuviera cerca de la universidad, donde daba clases.  A Anthony le parecían la pareja más feliz que conocía, por lo tanto la más molesta para él, pues cada vez que podían se dedicaban miradas indiscretas y muestras de afecto físico, lo que le causaba asco. Por suerte para él y sobre todo, para Amelia, siempre iban a otro lugar cuando buscaban tiempo solos, bajo la excusa de "salir a correr". Tendrían que buscar otro pretexto pronto, pues Amelia empezaba a preguntarle por qué se llevaban el auto si podían correr en el parque cercano y decirle "es que el otro parque es mejor" no era muy convincente. 

La pareja se puso a hacer la cena en lo que Anthony y Amelia se hacían cargo de mantener limpio el comedor. Cuando acabaron, encendieron la televisión para ver un episodio de Kitt, el auto increíble mientras esperaban a que la cena estuviera lista.

—Sigo pensando que deberías decirle a Carmen que te gusta —le dijo Amelia a su tío, en voz baja.

—¿Qué están cuchicheando? —intervino Robert, llevando una fuente con albóndigas.

—Que creo que deberías comprar un Kitt —mintió la niña.

Su padre se rió fuerte ante la idea.

—Tu madre no me dejaría —su esposa lo reprendió con la mirada, llevando el arroz en otro recipiente—. Además el Datsun funciona muy bien.

—¿Eso significa que somos pobres? —cuestionó la niña, quien se sorprendió de la respuesta.

—Sí, corazón —le contestó Isabel, sin ningún miramiento—. Ahora siéntate y come. Por cierto —se dirigió a su esposo, mientras servía la comida—, hoy vi a Mercedes cuando salí de la tercera hora.  Me dijo que Carmen va a casarse, ayer le dieron el anillo de compromiso. Te lo iba a comentar cuando fuiste por mí, pero el Señor Meyer nos saludó y lo olvidé.

Anthony se quedó congelado a medio camino, entre la mesa y la silla en la que se sentaría.

—Ya que estás de pie, trae la limonada —le ordenó Robert, a lo que sólo obedeció de manera mecánica.

Le daba gusto que dentro de la cotidianeidad nadie, además de Amelia, lo notara, pero Isabel seguía hablando del tema.

—Ella no está muy de acuerdo —miró Isabel a su cuñado, porque, claro, ella también había notado su corto circuito. De alguien había tenido que heredar la intuición su sobrina—. Pero seguro tú sabes más, Anthony, por llevar clase con ella, Finanzas Gubernamentales, ¿cierto?

—Ah, no, yo no sé gran cosa —se zafó tan pronto como pudo—, ni sabía que se iba a casar.

—En fin —continuó—, entiendo a Mercedes, yo tampoco estaría de acuerdo si Amelia saliera con su profesor.

Así que el rumor del campus era cierto, Anthony no había querido creerlo porque le parecía malintencionado. Le desagradaba, pero no tanto como para esparcir el chisme de que Carmen obtenía buenas calificaciones por salir con un maestro, como otras personas de la facultad lo hacían. 

—¿Tú lo conoces? —preguntó su hermano.

—Tú también lo conoces —respondió Isabel—. Es James, el que salía con Jane.

—¡Qué asco! —exclamó— ¡Tiene mi edad! Y Carmen tiene ¿qué? ¿Dieciocho?

—Diecinueve —respondió Anthony, con algo de malestar.

—No hace muchos años que... —Robert vio a su hija presente y se contuvo para no hablar de las experiencias salvajes del susodicho— No importa, bueno, sí, sí importa, creo que Mercedes y Félix deberían exigirle que firme un prenupcial. 

—Bueno, ahí es donde creo que deberías intervenir. Sabes cómo se hacen esos contratos y puedes sugerírselo a Félix como amigo —comentó Isabel—. Yo hablaré con Carmen, le diré que tiene que esperar por lo menos a que terminen los finales de invierno. Al menos así se le bajará el entusiasmo y habrá tiempo suficiente para persuadirla de que no se case.

—No entiendo —dijo la niña.

—Qué bueno —contestó su madre—, son cosas que no deberían preocuparte.

—Sí me preocupa porque a Anthony le gusta esa muchacha—espetó.

—No me gusta —negó.

Isabel y Robert le dedicaron una mirada cariñosa.

—Te gusta desde que Isabel te llevó a su quinceaños —sentenció su hermano mayor—Lo sabemos desde entonces, no hay nada malo en que sientas algo por ella.

No, no había nada malo en ello, pero ahora que Carmen se casaría, sentía que había perdido el tiempo durante años.

***

Pasaron meses y, como Anthony había intuido, no hubo nada que persuadiera a Carmen para no casarse con un sujeto dieciocho años mayor que nadie consideraba digno de ella, aunque sí aceptó esperar a que terminaran los exámenes, lo que le daba tiempo de para prepararse. Y no es que él fuera una mejor opción, pero no era lo correcto, así que reclutó a su hermano y a su sobrina para hacer el plan de la interrupción de la boda.

Aprovechando que Isabel había salido con sus amigas, reunió a Amelia y a Robert en la sala de la casa, sin decirles para qué. Esperó a que se sentaran para exponerles su caso.

—Voy a impedir la boda de Carmen.

—¿Qué? —su hermano no estaba con una actitud muy cooperativa, pues tenía que reparar la llave del fregadero y consideraba que Anthony le estaba quitando el tiempo.

—Que voy a impedir su boda —lo volvió a decir, con más seguridad—. No tiene por qué casarse con ese tipo.

—Espera —lo detuvo su hermano—, ¿lo haces sólo porque quieres a Carmen para ti?

Ése no era un cuestionamiento que hubiera contemplado, con razón Robert era abogado. "Uno mal pagado", pensó Anthony, para sentirse un poco mejor sobre sí mismo. Titubeó antes de hablar.

—Porque es importante que pienses en los motivos por los que vas hacer eso —le interrumpió—, y en las consecuencias. Si esto viene de una intención egoísta, deberías reconsiderarlo.

Estaba a punto de levantarse cuando Anthony volvió a hablar.

—Sé que así parece, pero aunque Carmen me odie por hacerlo, será lo mejor para ella.

—¿Entonces lo haces para que te lo agradezca en el futuro? —Anthony a veces creía que Robert disfrutaba cuestionarle sólo para lucir inteligente ante Amelia, que en ese momento lo miraba como si fuera el hombre más suspicaz de la existencia—. Sigue siendo egoísta.

—¡No! —refunfuñó— Es porque creo que es lo correcto, James se está aprovechando de ella, no me importa si Carmen me odia por arruinarle el matrimonio, es lo que hay que hacer.

—En ese caso, no voy a participar de eso, pero tampoco te voy a detener —sentenció su hermano—. Si vas a robarte a la novia...

—¡Como en El Graduado! —exclamó Amelia, emocionada, ante la mirada atónita de su padre.

 —¿La dejaste verla? —le reclamó a Anthony.

—¡No! —se defendió, aunque luego recordó que cuando él la estaba viendo, había fumado algo de hierba antes, así que no estaba seguro—. Tal vez...

—Ya sabes que debes revisar que no esté cerca cuando pones una película así —lo regañó.

—Tal vez eso no hubiera pasado si sus padres no hubieran "salido a correr" y vuelto al día siguiente.

—¿Por qué esa vez volvieron en la mañana? —cuestionó la niña.

—Tu mamá se cansó y tuvimos que acampar —le respondió, de un modo tan natural que a Anthony le pareció que tenía preparada esa respuesta desde hacía mucho tiempo. 

—Ah, por eso se llevan el carro —concluyó Amelia.

—Sí, eres muy lista —le dijo a su hija. A Anthony eso le pareció el epítome de la hipocresía.

Después de eso, Robert se levantó del sillón y se dirigió a la cocina, a seguir reparando el grifo, haciendo obvio que no quería saber más del tema.

—¿Y cuál es el plan? —preguntó Amelia.

***

Anthony esperaba en el Datsun, temblando de nervios. Su sobrina iba a avisarle por el walkie talkie cuando fuera apropiada su entrada para objetar el matrimonio.

La primera parte del plan había salido bien, pues Isabel ni siquiera cuestionó que no quisiera entrar a la iglesia. Probablemente, pensó que perdió el valor de estar presente en la boda y los esperaría para irse a casa juntos, pues ellos tampoco querían estar en la fiesta.

Era un día muy frío, y la estación de radio estaba pasando los éxitos del año. Apagó el aparato en cuanto escuchó los primeros acordes alegres de Girls Just Want to Have Fun. Era injusto que hasta las estaciones musicales le jugaran en contra a sus nervios.

—Aviadora a base —escuchó a Amelia hablar en la clave que acordaron—. Aviadora a base, el discurso terminó, cambio.

—Recibido, cambio —respondió y salió del auto.

Caminó con las manos temblorosas y abrió la puerta del templo, con cuidado de no llamar demasiado la atención. Separó los pies a la altura de sus hombros, para tener una postura firme, aunque era difícil al ver a Carmen vestida de blanco, estando más bella que nunca.

—Si alguien tiene alguna razón por la cual esta pareja no deba unirse en matrimonio, que hable ahora o calle para siempre —sintió cómo el estómago le daba un vuelco al escuchar al oficiante decir la frase.

—¡Yo me opongo! —gritó, aunque se le quebró la voz al final.

Las miradas se posaron en él y caminó, tragando saliva. Sentía las piernas como gelatina, pero continuó hasta llegar al frente. Vio la ira en el rostro de Carmen.

—Se aprovecha de ella —no tuvo tiempo para decir más, la novia lo golpeaba en la cara con el ramo.

—¡Eres la última persona que esperaba que me hiciera algo así! —le reclamó, mientras Félix la apartaba de él, para que dejara de atacarlo.

El sacerdote no parecía muy impresionado y mantuvo una expresión neutral.

—¿Alguien más tiene razones para que este matrimonio no se realice?

Isabel levantó la mano de manera decidida, ante la mirada sorprendida de su esposo.

—Yo iba a decir eso, pero el chico se me adelantó —dijo, con la vista fija en Carmen.

A diferencia de Anthony, Isabel tenía una presencia mucho más importante en la iglesia. Era una profesora respetada y conocida por la comunidad, que participaba de manera activa en los eventos que se organizaban ahí. Se arrepintió de no haberle dicho nada y haber perdido tiempo con el señor "No quiero saber nada de eso" que estaba casado con ella. 

—En ese caso, le pediré, Señora Drake, que hablemos en la Sacristía con los novios y su familia.

En lo que los citados hablaban con el padre, Anthony podía escuchar los cuchicheos de las personas que estaban ahí. Algunos de ellos eran sus amigos de la universidad, que lo señalaban mientras se reían, divertidos por estar en una boda en la que eso había pasado. 

Robert y Amelia se sentaron a su lado, en silencio. Las cosas no salieron como él esperaba, aunque la parte en la que Carmen lo golpeaba con el ramo sí fue tal cual la imaginó.

—Deberías decirle lo que sientes —le aconsejó su hermano—. Y eso le haría ver que tiene otras opciones.

Él sólo asintió con la cabeza.

Pasaron varios minutos y vio salir a Carmen de la Sacristía, llorando un poco, del brazo de sus padres, con Isabel y el sacerdote detrás. James estaba afectado, pero no tanto como para hacer algo frente a tanta gente presente.

—La ceremonia se cancela por tiempo indefinido —dijo el oficiante a los presentes—. Pueden salir.

—Deberías hablar con ella —le dijo su cuñada, al volver con su familia—, está más tranquila y, por el momento, comprende por qué no puede casarse ahora. Te esperaremos afuera.

Anthony se dirigió hacia Carmen, a quien sus padres le dieron espacio para que conversara con él.

—Lo siento —se disculpó, ante su mirada llorosa—. Sé que no vas a perdonarme ahora, pero tenía que hacerlo, lo que pasaba no estaba bien. No creo que él sea bueno para nadie, mucho menos para alguien que me importa.

La joven sólo bajó la mirada.

—Te quiero, aunque no lo demuestre porque no he hecho nada para que nos llevemos mejor.

—¿De qué hablas? —le preguntó, confundida.

—Hace años que nos conocemos, y hace mucho que siento cariño por ti, pero nunca tuve el valor de decirte. Aún así, no espero nada de ti, sólo creí que debías saber, es todo —iba a darse la vuelta para despedirse, pero Carmen lo detuvo.

—Creo que tienes que explicarte mejor —le dijo, molesta—. Tal vez, en un mes deje de estar enojada contigo y podamos hablar.

Anthony sonrió con un poco de pesar.

—Te invitaré a tomar un café en un lugar que sea lindo, es lo menos que debería hacer por impedir tu boda.

—Probablemente, veinte cafés sería mejor —sentenció—, pero seré yo quien te llame y quien elija el lugar.

—Es lo apropiado —consideró, luego se puso las manos en los bolsillos—. Cuídate. Hablaremos después.

Se despidió de ella y caminó hacia la salida, pensando en que las cosas le habían salido sólo un poco mejor de lo que esperaba y eso era digno de sentir esperanza.


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Esto es un AU universitario situado en 1983 de #Laflordeazahar, de una ship secundaria de mi novela.

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