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12 de febrero - La cabra y el gallo

Corre el año 1861, Cai Lan Yu estaba detrás del velo mientras iniciaba la ceremonia nupcial, no sabía mucho sobre cómo se veía Jin Xingkai, excepto que había mucha agua en sus ojos, lo cual la intrigaba más que el hecho de que viniera de una familia adinerada, fuera el mayor de sus hermanos varones o que sus padres no se preocuparan de que su dote no fuera muy buena. Probablemente por el agua en sus ojos, que delataba la falta de pureza de su sangre y eso no lo convertía en un buen partido para otras mujeres de la región.

Su tía Guoguo le había dicho que venían de Harbin y que si fuera su hija, nunca permitiría que se casara con un mestizo, pero como no lo era, sólo iba a sentir pena por ella, aunque no demasiada, porque una muchacha tartamuda que no se sintiera asqueada por ello no la merecía. Como Lan Yu confiaba en sus padres y era una hija obediente, no permitió que la afectaran las palabras perniciosas de su tía. 

Lo único que le preocupaba era que Xingkai pertenecía al año del gallo, mientras que ella había nacido bajo el signo de la cabra, aunque compartieran el elemento del metal, las diferencias entre ellos podían dificultar su relación, pero la señora Zhao, la casamentera, le había dicho que él tenía un carácter compasivo que debía tener mucho que ver con las aguas cristalinas del lago en el norte que le daba su nombre. 

Era un poco desesperante no poder verlo a través del velo, pero ya estaba muy cerca el momento en el que Xingkai se lo retiraría para poder saber cómo era su rostro. Contuvo la respiración cuando lo escuchó acercarse, para luego alzar la tela con delicadeza.

—Hola —la saludó en un tono cálido, sonriendo.

Lan Yu lo miró a los ojos, pareciéndole los más bonitos que había visto, no sólo por la extraña tonalidad, sino porque eran amables y dulces, veía en ellos un cielo despejado, como el de las mañanas de verano. La piel de su rostro estaba limpia, sin ninguna cicatriz, ni opacada por el sol, lo que lo volvía muy apuesto. También era alto y gallardo. Creyó que esa primera buena impresión debía ser un presagio auspicioso.

***

Después del banquete, la pareja se retiró a los aposentos nupciales para pasar su primera noche como marido y mujer. Lan Yu no estaba segura de qué esperar, pero estaba decidida a ser una buena esposa. 

—Lan Yu —Xingkai la nombró, sin utilizar la manera formal que las costumbres exigían, —, no tienes que llamarme Señor Esposo, no es necesario. Tampoco es necesario que cumplas tus deberes de esposa hoy, si no lo deseas.

Ella no sabía cómo responder a eso, así que sólo asintió con la cabeza. Lo vio ir detrás del biombo para cambiarse, por lo que hizo lo propio para acostarse.

—No hablas mucho ¿cierto? —lo escuchó decir— La señora Zhao dijo que eras callada, no me molesta hablar por los dos, pero puede volverse aburrido para ti. Siempre me han regañado por no saber quedarme callado. Si no hubiera sido porque no sabía cómo te veías y me la pasé imaginando tu cara, hubiera pasado la ceremonia platicando contigo.

Su voz era enérgica, a pesar de lo tarde que era. Xingkai salió del biombo con su ropa para dormir y siguió hablando.

—No tienes que decir gran cosa, sólo me gustaría conocer tu voz —se acomodó a su lado y la miró—. Seguro es muy bonita, como tú.

Lan Yu sólo le dedicó una sonrisa y se dio la vuelta, para dormir.

***

Después de un mes de matrimonio, Xingkai no había tenido dificultades para que Lan Yu se entregara a él de manera voluntaria. Era una esposa cariñosa  con la que era sencillo compartir el dormitorio. Sin embargo, no lograba arrancarle una sola palabra. 

La señora Zhao le dijo que no era muda, pero nunca hablaba. Le causaba escozor no saber lo que pensaba o sentía, y aún no la conocía lo suficiente para interpretar sus gestos por completo. A pesar de eso, se complacía de haber aprendido a reconocer su enojo cuando apretaba los labios y miraba hacia un punto fijo que no lo incluyera, su gozo era mucho más fácil de entender, pues sus ojos sonreían tanto, que se quedaban cerrados por completo. Como toda mujer nacida bajo el signo de la cabra, ella era dulce, pero terca, así que si estaba determinada a nunca hablar, no lo haría, a menos que ella lo deseara.

En ese tiempo con ella, tampoco la había escuchado reír a carcajadas, lo que le decepcionaba de sí mismo, pues siempre se había jactado de poseer un gran sentido del humor. Comenzaban a agotársele las ideas para hacerla reír y burlarse de su origen mestizo tampoco ayudaba, pues ella siempre parecía mortificada cuando intentaba hacer un chiste sobre sus ojos redondeados y azules.

Como no podía quedarse sin conocer sus pensamientos, creyó prudente conseguirle una pizarra para que se los escribiera. Seguro la gente hablaría mal de esa herramienta, pero ya cotilleaban suficiente, así que le encargó la compra a un comerciante. Sería el primer regalo que le haría como esposo.

Cuando la pizarra llegó a sus manos varias semanas después, dibujó un fénix en la envoltura y buscó a Lan Yu para entregárselo.

—Sé que no te dije que planeaba darte algo —le dijo, cuando la vio mortificarse por no tener nada para regalarle—, pero es porque lo único que quiero es saber lo que hay en tu mente. Si no quieres decir nada, está bien, pero puedes hablarme a través de esta pizarra.

Lan Yu tomó su mano con cariño y aceptó el regalo con una inclinación de su cabeza.

***

Xingkai enfermó de gravedad poco antes de cumplir el primer año de casados. Su constitución era más débil de lo que Lan Yu creía, un resfriado se había complicado tanto que ahora estaba en peligro de morir. Si sólo Xingkai no fuera tan arrogante para sobreestimar su salud. Ése sentido de confianza desmedido se debía a su signo zodiacal que parecía potenciado por la necesidad de probarse a sí mismo de que era digno de ella, a pesar de que le hacía saber que le tenía cariño. No le importaba el acto infame que el bisabuelo de Xingkai cometió hacía casi cien años, en contra de la hija del rector de Harbin. Su abuelo, el niño que nació de esa unión por la fuerza, ya había sufrido mucho por algo de lo que no tenía culpa, y su padre también había pagado por ello, a pesar de todo el poder económico que implicaba ser un Jin, no era suficiente para poder casar a Xingkai con una mujer más valiosa, que no tuviera que mantenerse en silencio, como ella. Era un matrimonio de dos personas que nunca podrían encajar con alguien más, pero estaba bien, Lan Yu era feliz con él.  

Era fácil quererlo, su energía le recordaba mucho al sol de mediodía, era brillante, pero insistente, al punto de ser molesto en ocasiones, aunque eso le parecía encantador, por eso nunca podía estar enojada con él por más que la fastidiara con su palabrería incesante. Y ahora que estaba tan callado, luchando contra la enfermedad, lo extrañaba, sólo quería que se recuperara para poder seguir escuchando su voz cálida, su silencio le atormentaba. Ella no podía hacer conversación por los dos, pero podía intentarlo, por más vergüenza que le causara hablar.

Primero, lo llamó por su nombre, tartamudeando, luego, mientras intentaba bajarle la fiebre, le dijo que se encargaría de que mejorara, con palabras recortadas. 

Él no respondía, pero Lan Yu siguió intentando. Le habló durante horas, por más esfuerzo que le costara, ella seguía. Estuvo junto a él por días, cuidándolo, a pesar de que su suegra quisiera relevarla para que descansara, no se apartó de su lado.

Terminó por agotarse, pero Xingkai sí mejoró gracias a sus cuidados. Una mañana, sintió su mano en su mejilla, despertándola.

—Nunca pensé que tendría que estar a punto de morir para que me hablaras —le dijo, soltando una tos adolorida, pero riendo.

Lan Yu lo abrazó con fuerza en respuesta.

—Tu voz es muy bonita, no tienes que ocultarla de mí. 

Ella le prometió que ya no lo haría, entre pausas.

Después de que Xingkai se recuperara por completo, su vida en común se volvió mucho más cercana. Él callaba cada vez más seguido para escuchar a Lan Yu, y ella usaba cada vez menos la pizarra, hasta que tuvo la suficiente confianza para no escribir en ella jamás.







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