El comienzo del olvido
El aire olía a polvo y descomposición.
Se-Mi despertó con un dolor sordo en la cabeza, como si algo la hubiera golpeado. Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando contra la luz mortecina que se filtraba por las ventanas rotas de la casa en ruinas. El techo tenía grietas, y el polvo flotaba en el aire como cenizas suspendidas en el tiempo.
Trató de recordar cómo había llegado allí, pero su mente era un vacío. Fragmentos de imágenes borrosas pasaban fugazmente, sin sentido. Se incorporó con dificultad, sintiendo el frío del suelo de madera podrida bajo sus manos. Su respiración se aceleró cuando notó que la casa estaba en completo silencio, como si el mundo entero hubiera dejado de existir.
Se levantó con cautela, sus piernas tambaleándose. Había muebles cubiertos de polvo, cuadros torcidos en las paredes y un espejo roto que reflejaba su propia imagen fragmentada. Su ropa estaba sucia, pero no rota. No tenía heridas visibles, solo esa sensación de vacío en la cabeza, como si le hubieran arrancado partes de sí misma.
-¿Hola?.-Su voz sonó débil, temblorosa.
No hubo respuesta.
Se adentró en el pasillo, tratando de encontrar algo que le diera pistas sobre dónde estaba. Al pasar por una ventana rota, vislumbró el exterior. Las calles estaban desiertas, los edificios derrumbados y los autos volcados. Un viento frío levantaba papeles y polvo por el asfalto agrietado. Algo estaba mal. Algo estaba terriblemente mal.
Avanzó con pasos inseguros hasta la puerta y la abrió con cautela. El crujido de las bisagras resonó demasiado fuerte en la quietud del mundo.
Fue entonces cuando lo vio.
Un hombre estaba de espaldas en medio de la calle, inmóvil. Su ropa estaba desgarrada y su piel era de un tono enfermizo. Se-Mi sintió una punzada de alivio al ver a alguien más, alguien que tal vez podía explicarle qué estaba pasando.
-¡Oye!-llamó.
El hombre se estremeció, pero no respondió.
Se-Mi frunció el ceño y dio un paso más hacia él.
-¿Estás bien?
El crujido de huesos fue lo primero que escuchó antes de que el hombre girara la cabeza de una forma antinatural. Sus ojos eran pálidos, inyectados de sangre, y su mandíbula se desencajó con un gruñido gutural.
El pánico la golpeó de golpe.
Corrió.
Sus pies golpearon el pavimento resquebrajado mientras la criatura la perseguía, su respiración agitada mezclándose con los gruñidos detrás de ella. No sabía a dónde iba, solo sabía que no podía detenerse.
Giró por una esquina y vio un edificio de varias plantas con la puerta entreabierta. Sin pensarlo, se lanzó adentro y la cerró de golpe, bloqueándola con su propio peso.
El silencio la envolvió nuevamente, pero su corazón seguía martillando contra su pecho.
Respiró entrecortadamente y dio un paso atrás. La puerta no soportaría mucho.
El hombre-no, la cosa que una vez fue un hombre-se lanzó hacia ella con un chillido inhumano. Se-Mi gritó y retrocedió, tropezando con el umbral de la puerta. Sus manos buscaron algo, cualquier cosa, pero no encontró más que polvo y miedo.
Entonces, sin previo aviso, un disparo resonó en el aire.
¡PUM!
El sonido la congeló en el sitio. Miró hacia el final del pasillo y vio a una figura en la penumbra, con un revolver en las manos, apuntando directamente al hombre que la perseguía.
El hombre cayó al suelo de inmediato, con una expresión distorsionada y vacía. La chica, con la misma calma desconcertante, guardó el revólver en su cinturón. Se acercó lentamente a Se-Mi, que todavía estaba paralizada por el susto.
-¿Él está...? -Trató de formular su pregunta pero se detuvo.
Esa cosa ya ni siquiera se podía considerar un ser vivo
Ante su silencio la pelinegra alzó una ceja.
-¿Estás bien?.-preguntó la chica, sin mucho interés en su respuesta. La frialdad en su tono le heló la sangre.
Se-Mi, aún temblorosa, asintió sin saber qué decir. La chica la observó con una mirada penetrante, casi calculadora, antes de girarse con un movimiento abrupto.
-Por tu culpa gasté una bala y ahora esos idiotas vendrán para acá, así que no hagas nada estupido-dijo, con voz firme-. Te conviene quedarte fuera de mi camino.
Antes de que Se-Mi pudiera replicar, la chica comenzó a caminar hacia la salida del edificio. No se detuvo a mirar atrás, como si se hubiera deshecho de un problema y estuviera lista para continuar su camino.
Se-Mi, aún atónita, observó cómo la figura se alejaba, y por un momento se quedó allí, atrapada entre la incredulidad y la confusión. La chica había salvado su vida, pero algo no encajaba. ¿Quién era ella? ¿Y por qué parecía tan indiferente ante la muerte?
Sin saberlo Se-mi y Sae-byeok habían firmado su sentencia por que:
"En un mundo donde todo se marchita, algunos de los corazones siguen latiendo, aunque ya no sepan si están vivos."
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