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Carnada

El amanecer teñía el cielo de un gris opaco cuando Se-Mi abrió los ojos. La noche había sido larga, llena de sueños fragmentados que no lograba recordar. Se sentó en el colchón frío y vio a Sae-byeok aún apoyada contra la pared, con su cuchillo en la mano.

No estaba dormida.

—¿Siempre vigilas así? —preguntó Se-Mi, su voz rasposa por el desuso.

Sae-byeok la miró sin expresión.

—¿Siempre haces tantas preguntas?

Se-Mi frotó su rostro con las manos. No tenía recuerdos de su vida antes de despertar en ese infierno, pero algo dentro de ella le decía que jamás había tenido que luchar por su supervivencia. Sin embargo, ahora no tenía opción.

Sae-byeok se levantó y tomó su mochila.

—Te dije que te irías hoy.

—Espera —Se-Mi se puso de pie rápidamente—. Tengo una propuesta.

Sae-byeok se detuvo con una ceja arqueada.

—Si me dejas quedarme, seré tu carnada.

La respuesta fue recibida con un silencio pesado.

—Explícate —dijo Sae-byeok en un tono que no dejaba ver si estaba molesta o divertida.

Se-Mi tragó saliva.

—Si alguna vez necesitas escapar, usarme como distracción o atraer a los zombis, lo haré. No tengo nada que perder, ni siquiera sé quién soy. Pero tú… —hizo un gesto vago con la mano—, claramente sabes cómo sobrevivir.

Sae-byeok la miró con frialdad.

—Así que estás dispuesta a morir por alguien que no conoces.

—Si eso me mantiene viva el tiempo suficiente para descubrir quien soy, sí.

El silencio volvió a instalarse entre ellas. Se-Mi sintió que su propia respiración era demasiado ruidosa en comparación con la calma de Sae-byeok.

Finalmente, la otra chica soltó un leve resoplido.

—Eres más estúpida de lo que pareces.

Se-Mi frunció los labios.

—¿Eso es un sí?

Sae-byeok suspiró y se pasó una mano por el rostro.

—Si realmente quieres ser útil, tendrás que demostrarlo.

Antes de que Se-Mi pudiera preguntar qué significaba eso, Sae-byeok se dirigió a la ventana. Desde allí, se veía la calle llena de autos abandonados y un grupo de zombis deambulando cerca de un viejo supermercado.

—Necesito provisiones —dijo Sae-byeok sin volverse—. Y necesito ver si en verdad sirves de carnada.

El estómago de Se-Mi se contrajo.

—Espera… ¿Quieres que baje ahí?

Sae-byeok se encogió de hombros.

—Dijiste que estabas dispuesta.

Se-Mi sintió una punzada de arrepentimiento, pero también sabía que si quería quedarse con Sae-byeok, tenía que probar su valía.

—Está bien. Dime qué hacer.

Sae-byeok la observó por un momento, como si estuviera esperando que se retractara. Pero cuando vio que Se-Mi no retrocedía, esbozó una sonrisa apenas perceptible.

—Veamos si sobrevives a tu propia oferta.

[...]

El plan era simple en teoría, aterrador en la práctica.

Sae-byeok le explicó con calma: Se-Mi debía atraer a los zombis hacia un lado del supermercado mientras ella entraba por el otro para buscar provisiones. No debían ser demasiados, solo los suficientes para distraerlos sin poner en riesgo la misión.

—Corre en zigzag, no dejes que te acorralen —le indicó Sae-byeok mientras revisaba su cuchillo—. Y si algo sale mal… improvisa.

—¿Y si no hay salida?

—Ni modo, morirás por la patria

—¿Eso es lo mejor que tienes?

—O podrías quedarte aquí y esperar a morir de hambre. No voy a regalarte nada. Tú eliges.

Se-Mi apretó los labios y asintió. No había vuelta atrás.

Se deslizaron fuera del edificio, moviéndose entre las sombras. La ciudad estaba sofocantemente silenciosa, solo interrumpida por el arrastrar de pies de los zombis a lo lejos. Se-Mi sentía su corazón latir con tanta fuerza que temía que lo escucharan.

—Cuando llegues a la calle, haz ruido —susurró Sae-byeok—. Luego corre hacia el lado opuesto del supermercado.

Se-Mi tragó saliva y asintió. No se permitió dudar mientras avanzaba hasta la intersección. Había cinco caminantes cerca de la entrada del supermercado, deambulando sin rumbo.

Solo haz ruido. Corre. No pienses demasiado.

Miró alrededor y vio una pequeña roca entre los escombros. La recogió y la lanzó con todas sus fuerzas contra un auto oxidado.

¡BAM!

El sonido metálico retumbó en el silencio de la calle.

Los zombis se giraron de inmediato, sus movimientos torpes pero determinados. Uno de ellos soltó un gruñido gutural y comenzó a avanzar tambaleándose. Los demás lo siguieron, como si fueran un solo organismo.

Se-Mi sintió una oleada de adrenalina y corrió.

El aire frío le golpeaba el rostro mientras sus pasos resonaban contra el asfalto. Miró de reojo y vio que los zombis estaban siguiéndola, algunos más rápidos que otros.

No mires atrás. No te detengas.

Saltó sobre un neumático abandonado, esquivó los restos de una moto destrozada y dobló por un callejón estrecho. Podía escuchar los gruñidos cada vez más cerca.

Y entonces, la vio.

Un zombi estaba justo en la salida del callejón. Su rostro estaba deformado por la putrefacción, su mandíbula colgando en un ángulo antinatural. Se-Mi se detuvo en seco, su pecho subiendo y bajando con fuerza.

Mierda.

El zombi la olió de inmediato y se lanzó hacia ella.

Se-Mi reaccionó sin pensar. Se agachó en el último segundo y el zombi tropezó con la pared detrás de ella, cayendo pesadamente al suelo.

No esperó para ver si se levantaba. Corrió de vuelta a la calle y dobló otra esquina, encontrándose de frente con Sae-byeok.

La chica la observó con calma, con una mochila al hombro.

—No lo hiciste tan mal.

Se-Mi intentó recuperar el aliento.

—¿Lo… lograste?

Sae-byeok levantó la mochila.

—Suficiente para un par de días.

Se-Mi soltó una risa entrecortada, sintiendo una mezcla de alivio y euforia.

Sae-byeok la miró con una ceja arqueada.

—No te emociones demasiado. Sigues siendo un estorbo parlanchín.

Se-Mi rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

No era un gran logro, pero por primera vez desde que despertó en ese infierno, sintió que tal vez sí tenía una oportunidad de sobrevivir.

[...]

Caminaron en silencio de regreso al refugio. Sae-byeok iba adelante con paso firme, como si ya hubiera memorizado cada rincón de la ciudad. Se-Mi, en cambio, la seguía intentando no tropezar con los escombros.

La adrenalina del escape ya se había disipado, dejando solo el agotamiento y la creciente incomodidad del silencio.

Se-Mi la observó de reojo.

—Oye.

Sae-byeok no respondió.

—Oye —repitió Se-Mi, esta vez más fuerte.

—¿Qué? —respondió Sae-byeok sin mirarla.

—No me has dicho tu nombre.

Sae-byeok soltó un resoplido.

—Porque no tienes que saberlo.

Se-Mi la miró con incredulidad.

—¿Cómo que no? Estoy apostando mi vida a tu lado y ni siquiera sé cómo llamarte.

Sae-byeok siguió caminando como si la conversación no le interesara en absoluto.

—Llámame como quieras.

—¿Qué tal “grumpy cat”?

—Hazlo y te dejo afuera con los zombis.

—Lo que tienes de grosera lo tienes de dramatica.

Sae-byeok rodó los ojos y aceleró el paso, claramente harta. Se-Mi suspiró y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta rasgada, sintiendo algo áspero entre sus dedos.

Frunció el ceño y sacó un pequeño trozo de plástico.

Era una credencial rota, partida a la mitad.

La estudió con curiosidad. La imagen estaba dañada y el texto ilegible, excepto por un detalle en la parte inferior:

…SE-MI”

Se-Mi sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Qué pasa? —preguntó Sae-byeok al notar que se había quedado quieta.

Se-Mi levantó la credencial con una sonrisa ladeada.

—Creo que encontré mi nombre.

Sae-byeok la miró por un segundo antes de encogerse de hombros.

—Felicidades. Ahora muévete.

Se-Mi la siguió, observando la credencial con una extraña mezcla de alivio y confusión.

—Y si algún día te pierdo en la ciudad, ¿qué voy a gritar? ¿"Mofeta dónde estás?" —bromeó Se-Mi.

—¿Cómo es que no recordabas tu nombre pero sabes que es una mofeta?. Ni siquiera me parezco

—Perdí la memoria, más no soy estúpida. Y si, si te pareces.

Sae-byeok la miró por encima del hombro, con una ligera mueca de desaprobación.

—No necesitas saber mi nombre para eso, "Sulkie".

Se-Mi se rió entre dientes.

—¿Sulkie?

—De sulking en ingles, todo el tiempo estás haciendo pucheros con tu mano en el piercing. Seguramente morirás por una infección por tener esa cosa.

—Bueno, si no muero por la infección o los zombies, lo haré por tu bello aroma, mofeta.

Sae-byeok rodó los ojos nuevamente, pero algo en su expresión indicó que la broma había quedado registrada, aunque no lo admitiría nunca.

(También anotaria mentalmente buscar un lugar con agua para poder ducharse pronto.)

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