#7: La primera despedida
La noche se convirtió en una especie de bálsamo para Jimin. Su apretada agenda había concluido con una ducha caliente y comida china frente a la televisión de su sala de estar. Más que agotamiento físico era su mente la que se esforzaba por drenar sus energías. Aún no se creía el día que había tenido y menos que a partir de la próxima mañana una completa extraña compartiría el mismo techo que él.
Después que se despidiera de Taehyung había concertado una entrevista con el departamento jurídico de la compañía para aclarar algunos puntos sobre el contrato de propiedad que los llevaría a poseer una de las galerías del centro de Gangnam, luego el programa de radio en KBS acabó de poblar su jornada donde la sonrisa tuvo que servirle como analgésico para poder llegar a la especie de isla que era su departamento.
—Mañana será aún más difícil…Si tan solo no te parecieras tanto a Ella…
Las palabras del influencer chocaron contra la soledad de su departamento. Lo que más le afectaba de la nueva situación era el cambio. Un cambio siempre nos sacude por pequeño que sea y para Jimin las personas que le rodeaban eran como el alimento para su espíritu. Terminó su cena por obligación y decidió deshacerse de la prueba que podría incriminarlo de cometer algún error. Ese lienzo en su habitación, lejos de brindarle el abrigo que siempre le había propinado, solo aumentaría su ansiedad de sentimientos encontrados.
Casi con dolor separó el cuadro sustituyéndolo por un motivo de cerezos japoneses en flor. Ahora quedaba la otra parte, dónde lo ocultaría mejor. Al final no podía guardarlo en el cuarto de la colada, en ese sitio sería común para los dos, y menos en el guardarropa pues una de las funciones de su asistente podrían cubrir su apariencia.
Casi al borde de la molestia decidió colocarlo debajo de su colchón. Allí era casi impensable que se le ocurriera buscar a alguien que no fuera él. Con esa resolución las luces en el departamento de Park Jimin se apagaron pasadas las nueve.
La lluvia había renunciado a las calles de Seúl hacía unas horas atrás. El tráfico aunque más indulgente, había sido uno de los causantes de la demora de Leonora y Mei ya estaba a punto de volver a telefonearle cuando la puerta del pequeño departamento que ambas hermanas ocupaban quedó abierta.
—Finalmente, me tenías preocupada.
La pequeña Mei, como siempre la vería Leonora, solo llevaba su pijama de osos color ambarino y dos coletas que la hacían aún más adorable. Leonora sonrió con sinceridad, la primera vez en todo el día. Su hermana pequeña era la única a la que entregaría cualquier muestra de amor sin dudarlo. Era su luz en medio de la tormenta en que se había convertido su vida.
—Llegué tarde, pero solo mira…Me traje a cierto amiguito…
Un mapache de peluche apareció frente a los ojos ambarinos de Mei. La sonrisa en su rostro la delató a pesar de que se esforzaba por aparentar indiferencia.
—No tengo siete años, Leo…
—Pero te encantan los tanukis… los coleccionas desde que eras bebé. Vi este y no pude contenerme ¿Verdad que es adorable?
Leonora le jaló las pequeñas orejas al peluche y Mei se fijó en que su hermana cargaba más bolsas con logos que solo había conocido de sus partidas en el Ikon Quiz.
—Leo… ¿Por qué hay tantas bolsas cuando sé que no alcanza ni para fin de mes? ¿Y por qué solo fue Hyunjin al cole hoy? Vamos, que me sobra la edad para darme cuenta de que algo extraño está pasando con ustedes y como siempre soy la última en enterarse.
El pequeño instante de felicidad que había traído el muñeco de peluche se rompió como la delgada pared de una pompa de jabón. Leonora había previsto conversar con Mei, pero jamás había pensado en que fuera aún más difícil que la escena en su imaginación. Cómo le explicas a la persona que más amas que lo estás cambiando todo por una mentira, cómo le explicas que para que su salvación sea posible ella le había vendido el alma al infierno.
—Es cierto, tenemos que hablar, pero antes vamos a cenar… Hace tiempo que no comes tu plato favorito…Pollo agridulce y helado de pistacho como postre. Vamos, Mei. Déjame tratarte como el bebé que aun eres en mi subconsciente, después te lo explicaré todo, te lo prometo…
El dedo meñique de Leonora fue ofrecido a su hermana pequeña… Esta por su parte, tuvo la impresión de que nada positivo saldría de la conversación que podrían tener, pero aun así terminó aceptando la promesa. Porque sucediera lo que sucediera, su hermana siempre las cumplía.
—Vale, pero quiero que sepas que no te juzgo. Lo que realmente me incomoda de ustedes es que nunca me incluyen en sus conspiraciones. Es irritante.
—Porque no las hay, sabes que entre Hyunjin y yo solo hay amistad y trabajo.
Leonora se dirigió a la cocina donde terminó de colocar las bolsas sobre la pequeña encimera. Mei la siguió con una mueca en sus labios. Sabía de sobra lo lenta que era su hermana para las cosas que no fueran prácticas, y el amor era una de ellas.
Conocía mejor que nadie los sentimientos de Hyunjin por su hermana. Desde que tenía uso de razón el chico había estado presente en su vida y no iba a negarlo, ella también le apreciaba como el hermano mayor que en algún momento le hubiera deseado tener. Solo Leonora no se daba cuenta que más allá de su nariz, Hyunjin la veía como todo menos como una amiga.
—Sí, claro y por cierto, una tal Hei Lin estuvo telefoneando toda la tarde. Dijo que si no te interesa más tu puesto de trabajo lo va a poner vacante. No pude decir nada porque me colgó en menos de segundos. Tu jefa es una pedante.
Ese era otro asunto que le había quedado pendiente, ya no podría volver al Café teniendo en cuenta el cambio que daría su vida a partir de la próxima mañana.
—Lo sé y esa es una de las razones por las que puedo celebrar hoy. Conseguí un empleo de verdad…
— ¿A sí? Y por qué no luces tan animada como quieres aparentar.
La hermana mayor terminó de sacar el contenido de las bolsas de comida para llevar sobre la encimera. Mentirle a Mei era casi imposible.
—Siempre tienes que ser tan lista ¿Eh?
— ¿Tú qué crees?—respondió la hermana menor tomando los cubiertos que le ofrecía Leonora.
—Estoy feliz porque ya no tendré que soportar a Hei Lin y con la paga de este trabajo no tendremos que hacer magia para llegar a fin de mes, incluso podremos llevarte a esa consulta que quería el doctor Jung. Será fantástico.
Mei se quedó a medio camino entre el plato y su boca. La mención del amable doctor Jung y el hecho de que el tratamiento al que se debía enfrentar era solamente un sueño, económicamente hablando, la hacía pensar en que esta vez su hermana había enloquecido de veras. Qué trabajo salido de la nada podía afrontar todos sus gastos. Su expresión pareció orientar a Leonora a que debía explicarse de inmediato.
—No es nada ilegal, conoces a Park Jimin, ese influencer que acaba de ganar el premio a la celebridad del año… pues me contrataron como su asistente personal. El único inconveniente es que a partir de mañana debo vivir con él, es decir bajo el mismo techo, pero no debes preocuparte. Hyunjin se hará cargo de ti. Entiende que es algo temporal, solo un par de meses, mientras…
—Espera un momento…al menos respira… ¿Park Jimin? ¿El Hada Nacional? ¿Vivir con Hyunjin y sus hermanos? Soy yo la única que cree que no puede ser posible todo eso que estás diciendo.
— ¡No es una locura, es la verdad! Tienes que entenderlo, no puedo hacer más que esto. No podemos depender de los trabajos de medio tiempo por siempre. Tu salud, las cuentas, me quedo sin ideas Mei y esta oportunidad…
—Esta oportunidad la tomaste por tu cuenta ¿Siquiera pensaste que es lo que quiero yo? ¿Siquiera te detuviste a pensar en ese pequeño hecho? Yo no quiero el último tratamiento para alargarme la vida…Sé que me estoy muriendo, qué parte de eso no entiendes, así que no me uses para tomar esa decisión descabellada, yo no pedí nada de esto…
— ¡Mei! ¡Wang Meilin, no me dejes con la palabra en la boca! ¡Tomé esa decisión por tu bien! Ahora puede que no lo entiendas pero ya me darás la razón. Lo único que quiero es que estés bien, solo abre la puerta, sabes que odio cuando estamos peleadas ¡Mei, por favor! A mí también me duele tener que dejarte por un tiempo pero eso no significa que estaremos totalmente separadas. No lo hago solo por ti, es por nosotros, Mei, por ese futuro que alguna vez soñamos tener. ¿Puedes entenderme? No puedo vivir sabiendo que me odias, Mei, por favor… al menos déjame explicarte…
La puerta de la habitación de Meilin se abrió finalmente. Las lágrimas que bañaban el rostro de ambas hermanas parecieron reconocerse como las piezas de un mismo puzzle. Era cierto entonces, le molestaba y asqueaba a partes iguales. Mei había deseado muchas veces no ser una carga para su hermana mayor.
Le dolía ver como tenía que hacerse responsable cuando las demás chicas de su edad tenían tiempo para sí mismas, le dolía que en el colegio cuchichearan sobre ella y su situación económica, pero le dolía aún más no ser de utilidad. Había pensado muchas veces en darse por vencida, si a fin de cuentas sus probabilidades no eran las mejores, pero no había tenido el valor de herir a su hermana de esa manera.
No comprendía por qué les había tocado semejante prueba en este mundo y odiaba esa parte cruel de la vida con todas sus fuerzas, pero no quería decepcionarla más. Apretando los puños se lanzó en una carrera hasta abrazar la cintura de su hermana mayor, su hermana mayor a quien recordaba más como a una madre.
—Yo nunca podría odiarte, Leo… aun cuando no esté de acuerdo con las decisiones que tomes…de lo único que estoy segura es que no podría dejar de amarte.
Leonora dejó que las lágrimas empaparan más sus mejillas mientras peinaba los cabellos de Mei. El nudo en su garganta apenas la dejaba respirar. Quizás esa iba a ser una de las despedidas más dolorosas de las que tendría que protagonizar.
La alarma del móvil de Park Jimin era excesivamente puntual y molesta. De eso podía dar cuenta el influencer mientras achinaba los ojos para intentar silenciar el molesto pitido que lo había sacado de una noche sin sueños. Por primera vez en mucho tiempo había dormido ausente de ensoñaciones con rostro de mujer u otras preocupaciones. Era como si su cerebro se hubiera apagado momentáneamente o como decía Nam Joon hubiera presionado el modo avión.
Recordó vagamente donde se encontraba y que hoy era un día como sumo muy importante. Primero la llegada de su nueva asistente y segundo la recepción en el hotel Plaza donde se celebraría el ensayo para la premiación al icono del año. Debía blindarse de cafeína y toneladas de paciencia para una jornada de ese calibre. O al menos eso pensaba cuando otro ruido molesto se unió al anterior. A quién se le ocurría hacer una visita a las seis de la mañana.
Su pregunta fue contestada minutos después que el señor a cargo de la recepción le comunicara que un tal Jungkook estaba subiendo. Genial, eso solo significaba un retraso en sus planes.
—Hola, Jiminnie… veo que amaneciste de malas, tienes una ojeras espantosas…
Jungkook entró al departamento armado de una bolsa de hacer deporte. Por lo visto el día para el chico de oro de KHJ había comenzado mucho antes que para Jimin.
—Buenos días para ti también Kookie, asumo que tu visita tiene que ver con la noche de hoy.
El más joven ya se había acomodado frente al sofá y conectaba la tele como si estuviera en su propia casa.
—Sí, eso y lo de tu nueva asistente. Hyung, no te ofendas, pero me encantaría estar en contacto con ella. Ayer Jae por poco me da un sermón sobre mi tendencia al acoso. No fue eso, es que Leonora es realmente hermosa y…
—Lo que me faltaba, para variar ya andas de entrometido. Los de la mudanza, seguro no tardan en llegar y sobre interactuar con ella ese no es mi asunto. Solo recuerda que en KHJ existe una norma silenciosa de no tener relaciones de ese tipo con el staff. Suelen terminar mal y tú eres un profesional. Recuérdalo, Kook.
—Vale, vale, no hace falta la expresión de ultratumba ¿Desayunamos juntos? Seguro que te acabas de levantar, la próxima te llamo y quedamos para el gym.
¿Cómo te enojas con alguien tan adorablemente molesto como Jungkook? Simplemente no puedes hacerlo, y aunque a Jimin no le había caído nada en gracia saber del repentino interés del chico en su asistente personal, no podía enfadarse con esa sonrisa de conejito que le estaba regalando. Jungkook era como su hermano menor.
—Mejor quedamos para el fin de semana, antes de la cena con Jin ¿Te apetece?
—Por supuesto.
Mientras tanto la mañana en Seúl empezaba con un sol mortecino sobre el horizonte. Leonora y Mei se despedían en el umbral del piso de Hyunjin contendiendo los deseos de llorar por ambas partes.
—Voy a venir a verte cada vez que pueda. Cuídenla mucho por favor.
Dijo la castaña en dirección a los hermanos menores de Hyunjin que en esos momentos deambulaban de un lugar a otro de la cocina del pequeño departamento.
—Por supuesto que lo harán… Leo, ¿podemos hablar en privado? —Hyunjin dijo lo último mirando a Mei.
—Sé cuándo sobro, no tienes que ponerte tan formal Jinnie—la chica empujó en el hombro a Hyunjin a modo de broma—Solo quiero despedirme como debe ser, toma, al menos así estaremos cerca a pesar de todo.
Meilin se había quitado el brazalete tejido que le regalara la propia Leonora dos años atrás. Fue en el último cumpleaños que las hermanas pasaron junto a su madre. Era tejido con hilo de estambre rojo y cuentas doradas, una baratija para el resto del mundo, pero un lazo imaginario que hablaba de muchos recuerdos para ellas.
—Ahora te protegerá a ti. Dijiste que se lo darías a la persona que más amabas, ahora yo te lo entrego, hermana. No te preocupes, estaremos bien.
Las lágrimas ahora parecían inevitables entre las dos chicas y así hubiera sido de no estar presente Hwang Dong Hyun, el hermano menor de Hyunjin y con la misma edad que Mei.
—Se podrá ser más melodramático, no va a la guerra o al servicio militar, tonta.
— ¿Quién te dio vela en el entierro? Y más tonto serás tú, idiota…
—Y ya estamos otra vez… son como críos de primaria…
— ¡Mira quién habla! —contestaron Mei y Dong Hyun al mismo tiempo a lo que se sumaron las sonrisas cómplices de Leonora y Min Gi, el segundo de los Hwang.
Por lo visto la chica estaba en buenas manos. Los menores siguieron discutiendo mientras Hyunjin se retiraba con Leonora hacia el pasillo de la salida. Era un vecindario aceptable y quedaba cerca del departamento que ahora ocuparía únicamente Mei.
—Sé que está fuera de lugar pero me siento un poco culpable. Nunca pensé que fuera a ocurrir algo así… me preocupa que…
Las manos de Leonora en el rostro del chico interrumpieron su intento de disculpa. El calor en las mejillas de Hyunjin se camuflajeó con el de las manos de la chica que en ese momento le dedicaba una sonrisa llena de agradecimiento.
—Es como dice Donnie, no me estoy marchando a la guerra. Ahora empieza la parte más difícil. Mei no tiene idea del peso que estoy cargando y no debe saberlo, solo te tengo a ti Jin, solo tú sabes lo que está en juego a partir de hoy.
Sí, era cierto, y en esos momentos Hyunjin deseaba haber tenido otra vida. Deseaba haber tenido recursos suficientes para no dejarla escapar como le parecía que estaba sucediendo.
Era cierto que ahora empezaba la parte más compleja del plan, pero algo en su interior le decía que Leonora cambiaría mucho más después de este último trabajo. Algo dentro de sí mismo le gritaba que aquella sería la primera de muchas despedidas.
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