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#3: Trabajo a tiempo completo

Las paredes de la oficina de Hyun Jin tenían el aspecto de las rosas pálidas. Daba la impresión de que hacía mucho tiempo el papel tapiz necesitaba un cambio y que por razones de corte presupuestal su jefe había declinado de hacerlo, adquiriendo ese color deslavado y triste.

Leonora estaba acostumbrada a esperar en el sofá frente al escritorio de Hyunjin. La mayoría de las personas de la redacción en la que trabajaba su mejor amigo desde la graduación de la universidad, le titulaban como su novia no reconocida, debido al hecho de las constantes visitas de la chica a la instalación de edificios mugrientos donde descansaba la oficina.

Otros solo fingían estar hasta el cuello en sus propios asuntos. Aunque siendo justos, la tapadera les duraba poco en un mundo tan preocupado por desenredar la vida ajena. Aun así, esa tarde lluviosa, Leonora estaba más nerviosa de lo normal. El incidente en el Café, horas atrás, le había ganado un regaño con tintes de amenaza por parte de la gerente Hei Lin y otra preocupación a su lista de aflicciones.

Es un trabajo grande esta vez, pero por lo que me han contado podría ser el último para nosotros”.

Eso le había dicho Hyunjin con un intento de sonrisa en su rostro de agraciadas proporciones. Ella había restado importancia a la presión en su pecho con un gesto similar. Trabajo, era simplemente eso, no podía sumar más quebraderos de cabeza.

—Ya podemos irnos. ¿Leo, estás bien?

Hyunjin aparecía frente a Leonora con su aire de empleado del mes. Con solo veinticinco años, al igual que ella, su uno ochenta y cinco de estatura y unos rasgos faciales demasiado voluptuosos para un rostro tan fino; tenía el aspecto de los chicos ikemen que tanto pregonaba el anime shojo.

Durante la preparatoria, se había ganado el apodo de El Príncipe, debido a sus ademanes corteses y su increíble atractivo. Eso podía llevarnos a cuestionar cómo terminó en el mundo de la prensa amarilla cuando era evidente que tenía talento para algo mucho mejor. Bueno, en eso, compartía razones con Leonora.

Tuvo que convertirse en el sustento de su familia antes de llegar a la mayoría de edad. Obtuvo más trabajos de medio tiempo de los que podía hacer cuenta. Incluso se vio vinculado en dos ocasiones con las peleas ilícitas debajo de las luces fluorescentes del puente de la vía Dangsan.

Tenía tres hermanos pequeños y una madre con tendencias al alcoholismo que en los últimos años había optado por quedar al margen de la gestión que hacía su hijo del hogar. Así que el dinero extra siempre consistió en una prioridad para él, y quizás esa fuera la razón por la que vio a Leonora como alguien con quien compartir su tiempo.

—Estoy bien. Ya sabes, solo un día demasiado largo. ¿Vamos?

Ella le ofreció el brazo. Un gesto que a los demás les parecía anticuado o fuera de lugar, pero que constituía la regla entre los mejores amigos. Lo cierto es que a Leonora le intrigaba aquella reunión en otro sitio que no fuera el archivo de la revista en la que trabajaba Hyunjin. Ella nunca se había preocupado por contactar con el cliente. Su rol era obtener las pruebas incriminatorias y redactar el manuscrito final.

La contratación y la publicación del escándalo corría a cuenta de Hyunjin y el sitio web pirata que este había construido con la ayuda de una tercera persona. Por eso, ese secretismo y el hecho de ver de frente al cliente le traían de los nervios.

Caminaron juntos hasta la línea del metro número tres de Seúl. Faltaban tres horas para que terminara el día escolar de Mei. Leonora y Hyunjin acostumbraban a pasar por la chica desde que el diagnóstico de su enfermedad se había convertido en una especie de sombra en sus vidas.

—Nos va a dar tiempo, descuida.

Dijo el chico barriendo el flequillo hacia atrás. Los mechones oscuros de su melena apenas eran retenidos por la goma que le ceñía el cabello en una pequeña coleta. El vagón silencioso del metro solo sirvió para reforzar el cansancio. Las vías cambiaron hacia la zona de Gangnam, el giro radical en la altura de los edificios y el conglomerado de los grandes almacenes de ropa, salpicado por los bares y discotecas aun dormidas, le dieron la idea a ambos chicos que el asunto era gordo esta vez.

Leonora se mordió la lengua para no preguntar por qué el cliente concertaba la cita en el distrito más caro de Seúl. Hyunjin trató de disimular lo mejor que pudo su aversión aquella vida con la que no se podía permitir más que soñar, apretando el paso.

Los edificios crecieron un poco más hasta quedar frente a un rascacielos con el logo de un cisne sobre un claro de luna. WSJ Entertainment, se leía en pequeñas letras plateadas. Una compañía de entretenimiento, camuflajeado en el ajetreo del distrito más popular de la ciudad. Ambos chicos se miraron con una silenciosa interrogación en sus rostros.

Detrás de las puertas acristaladas un mostrador de mármol gris hacía de recepción para que el inmaculado piso de granito brillara como si de cristal se tratara. Leonora evitó detenerse en aquellas nimiedades. No venía hacer turismo y honestamente pasaba de aquellos escenarios ricamente adornados con la simplicidad del poder.

Para ella un campo lleno de pequeñas flores valía más que los sueños de papel de los millonarios a los que usualmente debía desenmascarar. La vida se hace relativa la mayoría de las veces, y ella conocía la impotencia de tener que lidiar con cosas más profundas e hirientes que un puñado de dinero y fama.

Hyunjin se dirigió a la chica que atendía el mostrador y no dudó en usar su sonrisa más encantadora para contactar con su cliente. La muchacha tardó algo más de lo normal en telefonear y ofrecer una tarjeta de pase a su guapo interlocutor. Leonora hizo oídos sordos del flirteo de su amigo y le acompañó al ascensor antes de tomar el gafete de visitante de manos de la misma recepcionista.

—Jin ¿Estás seguro que no nos están tomando el pelo? Solo mira este lugar ¿Qué podrían querer los magnates de la industria de nosotros?

La pregunta le sonaba tan cáustica que ya había optado por formularla. Su amigo le dedicó una mirada condescendiente.

—Créeme, no te ofrecería este trabajo de no ser por Mei. Con el dinero que me prometieron, podrías empezar de nuevo. Podremos ser libres, Leo.

Ese comentario iba con un destello en la mirada de Hyunjin que hablaba de sus otras razones para ser el mejor amigo de ella. Que hablaba de otro sentimiento para el cual Leonora era demasiado torpe.

—Sí, espero que en serio merezca la pena.

La chica se dedicó a evitar su reflejo en el espejo del ascensor. Las puertas se abrieron en el piso veintiséis. Hyunjin salió primero y su mejor amiga le siguió aún sintiendo escalofríos en su piel.

Algo le decía que su vida iba a cambiar radicalmente después de aceptar este trabajo, jamás pensó que su cliente fuera una mujer de apariencia delicada o que los recibiera en un despacho digno del presidente. Se llamaba Anne y era la ejecutiva principal de WSJ Entertainment.

—Nunca pensé que el dueño de tan agradable voz fuera tan joven. Dios mío, ¿En serio no has pensado en lanzar tu carrera como modelo?

Ese comentario de parte de Anne, solo hacía a Leonora empequeñecer ante la presencia de Hyunjin. Este por su parte, había adquirido un color semejante al de un tomate cherry en sus mejillas. Anne sonrió mostrando la perfección del trabajo de sus odontólogos privados.

—Al grano chico, lo que nos ocupa no puede esperar más. La mujer dijo aquello pasando un sobre de color manila sobre la mesa que presidía su escritorio.

Hyunjin lo examinó cuidadosamente antes de pasarlo a Leonora. Mientras, Anne explicaba con claridad la razón o mejor dicho el objetivo del trabajo que se les encargaba.

—Llevo en este negocio casi toda mi vida, contando el hecho de que mi padre fue el creador de esta empresa. Aun cuando no lo aparente, a mis cuarenta años he visto suficiente para saber andar con cuidado en este tipo de cosas. Odio las personas cuyo ego supera sus capacidades y desgraciadamente este chico cometió el error de agraviarme en más de una ocasión. Hoy por hoy es la cara mejor vendida de este país y se ha olvidado de sus inicios. La cosa sería más superficial si mi hija menor no estuviera involucrada en este hecho. El caso es que vamos a ahorrarnos ese exceso de información. Su objetivo, es develar la verdadera naturaleza de la celebridad del momento y por eso esta oportunidad no podría ser mejor. Y ahora, mi querida, puedes decirme ¿Cómo te llamas?

Anne dedicó sus afilados ojos color chocolate a examinar a Leonora. Esta, por unos segundos, pensó estar en presencia de un animal salvaje dispuesto a desmembrar a su presa ante el más leve indicio de escape. Las fotos en el sobre contenían un teaser completo de un chico esbelto cuyos colores de cabello habían cambiado tanto como las estaciones.

Hermoso y angelical como una portada de revista ambulante, su nombre era Park Jimin y por una extraña razón su rostro era muy similar al del extraño comensal que le había ayudado en el Café horas atrás.

—Su nombre es Leonora Wang, disculpe señora Choi, pero lo usual es que ella quede al margen de las entrevistas.

—Entiendo, pero esta vez tu amiga será mucho más generosa con su contribución, por favor, revisa tu cuenta bancaria, querido.

Lo último destilaba veneno y miel a partes iguales. Algo en su interior le decía a Leonora que se fuera de aquella sala acristalada donde el río Han parecía una postal de la ciudad a punto de encender las luces del anochecer. Algo le decía que por una extraña razón saldría lastimada si aceptaba la petición de aquella mujer.

—Pero esto… esto es…

La exclamación de Hyunjin a su lado la hizo despertar de sus cavilaciones. El chico miraba la pantalla de su teléfono móvil pensando que la cantidad de ceros en su cuenta eran una ilusión ridícula. Anne por su parte apreciaba complacida el resultado. Nadie se resistía al dinero, todos tenían un precio y aquel par gritaba decadencia desde que atravesaron el umbral de su despacho.

Hyunjin era guapo, pero excesivamente lento para desempeñarse en el negocio que llevaba. Su camisa blanca y el pantalón negro, la chaqueta algo deslavada por el uso y el hecho de ajustarse al estándar de empleado del mes, le hablaba de trabajo duro y horas extras, de malabares para llegar a fin de mes y de sueños reprimidos.
Sin dudas era ingenuo, manipulable y perfecto para sugestionar a su compañera.

A ella no la podía leer bien. No parecía muy impresionada con el despacho o con la reacción de su amigo por el adelanto, tampoco particularmente ilusionada por estropear la reputación de Park. Sin dudas tenía que andarse con cuidado si la chica resultaba más que una pobre diabla.

—Ese es solo un anticipo. Cuando el trabajo esté hecho les pagaré sus honorarios. Ahora, ¿Les apetece un café?

Hyunjin consultó a Leonora que aún tenía el dosier de fotos de Park Jimin sobre su regazo. Minutos después una chica con impoluto uniforme en blanco y negro traía el servicio con abundante comida para unas diez personas.

Leonora tomó un sorbo de expreso solo por educación. El nudo en su estómago crecía a medida que la señora Anne explicaba su macabra estrategia para llegar al fondo de la vida de Park Jimin.

El artista coreano que acaba de ganar el premio a la celebridad del año había sido su pupilo en los años de la iniciación y por aparentemente diferencias irreconciliables había alzado el vuelo, poniendo en desventaja a su benefactora, la respetable señora Choi que ahora tramaba acabar con su carrera profesional movida también por la relación desdichada de su hija menor con el modelo, unos meses atrás.

Ese era el móvil, y esta vez no bastarían un par de fotos y palabras hirientes, la propuesta afectaba más a Leonora que a Hyunjin.

— ¿Vivir con él? ¿Pero es que está demente?

La primera reacción vehemente de Hyunjin. Nadie dijo que Leonora tenía que convertirse en el tapete de una víctima por dinero. Nadie pagaba tan bien como para soportar aquello.

—Pero cuál es la sorpresa, con lo que acabas de recibir y lo que recibirá tu amiga como anticipo, pueden comprar una casa y vivir por un año. Lo que pido es un trabajo bien hecho. No es cuestión de unos cuantos chismes para acabar con su reputación. Es lo suficientemente cuidadoso para guardar su basura del ojo de la prensa. Necesitamos pruebas contundentes y eso solo lo pueden conseguir interactuando con él. Aquí—señaló la página de una revista que descansaba sobre su escritorio—Su asistente personal renunció porque supuestamente necesitaba dedicarse a otros proyectos, es la oportunidad perfecta para que entremos nosotros. Ser la sombra de Park Jimin es el trabajo perfecto para destruir su historial de Hada Nacional.

Leonora no podía creer cómo personas del tipo de la mujer que tenía en frente podrían seguir en la Tierra.

Cómo alguien podía planear el fracaso de otra persona por el sumo hecho de responder a sus propios apetitos egoístas. Le repugnaba aquel trato, pero ya era tarde, había pasado la línea de lo correcto mucho tiempo atrás. Todavía tenía pesadillas con cada titular insidioso redactado por sus manos a oscuras, era muy similar a cometer un asesinato.

Todavía recordaba el mal sabor en la boca al ver las pantallas del centro de Myeongdong iluminadas con el escándalo de la Inmobiliaria Lee, pero eso era poco para lo que se le ofrecía envuelto en papel regalo de primera calidad. Volvía a recaer en el dosier que estaba sobre su regazo.

La sonrisa franca de Park Jimin le hablaba de que no podría encontrar nada para satisfacer los deseos de venganza de esa mujer.



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