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#25: La sombra bajo sus alas

Lo único en lo que podía pensar Leonora en ese momento era en que se iba a volver loca. No importaba cuánto lo hubieran intentado, Mei no contestaba el teléfono y no tenían la más mínima idea de dónde podría encontrarse la chica en una ciudad que parecía crecer dentro de sí misma.

—Son las once de la noche. No le permitirán entrar a un lugar para adultos, por muy hábil que sea.

Trató de pensar mientras Hyunjin consultaba con Felix posibles sitios en los que la chica pudiera refugiarse ante una situación de alta envergadura. Habían ido al parque cerca de su instituto, al centro comercial y a la plaza Dongdaemun puesto que la menor de las hermanas Wang estaba interesada en el diseño y la moda desde que tenía uso de razón pero todo había sido en vano.

El número de Jimin resplandeció en la pantalla de Leonora y la chica compartió una mirada aterrada con Hyunjin. Se suponía que estaba con Mei, ahora qué otra mentira le inventaría para justificar que estuvieran vagando por la ciudad casi a media noche con el corazón hecho polvo.

—Será mejor que le contestes. Comienza por una pequeña verdad y quizás…

—Lo sé.

Interrumpió al pelinegro y buscando una fuerza de la que carecía aceptó el letrero lumínico con el nombre de Park Jimin.

—Hola hermosa, pasan las once ¿Vas a quedarte con nuestra Miss Terremoto?
El apodo que Jimin le había dado a su hermana solo logró que el nudo en su garganta se hiciera mayor.

—¿Sucede algo? Tengo la impresión…

—Mei escapó de casa Jim. En estos momentos Hyunjin y yo estamos dando vueltas por la ciudad pero es casi como encontrar una aguja en un pajar. Discutimos y…

El labio inferior le tembló prediciendo el torrente que le manchaba las mejillas.

—Envíame la ubicación. Voy para allá ahora mismo.

Lo que era esperable para alguien como Jimin. Leonora asintió con un sonido nasal y luego cumplió con lo que el influencer le había pedido. Siendo tres cubrirían más terreno. Mientras, una muchacha de etéreas facciones reconocía las puertas dobles del edificio donde Jeon Jungkook tenía su piso.

“Si un día no sabes a dónde ir puedes contar conmigo. Te prometo una buena pizza hawaiana y un maratón en Netflix, sin segundas intenciones.”

La sonrisa adorable de aquel chico la había conmovido y jamás pensó necesitar tan pronto de semejante atención.

—¿Desea algo señorita?

El portero se apresuró a asistirla cuando el reflejo de una muchacha desaliñada por la llovizna y sus propias lágrimas la encontró en el cristal de la recepción.

—Vengo a ver a un amigo, Jeon Jungkook.

Costó el tiempo suficiente para que el portero contactara con el piso veintitrés de aquel edificio y un despeinado Jeon hiciera acto de presencia.

—Señor Beom, cuántas veces voy a decirle que si son mis amigos no hace falta tanto protocolo.

—Usted como siempre de confiado. Al señor Kim le gusta que respete su privacidad, por eso tengo que comprobar a todo aquel que viene con regalos o propuestas de matrimonio.

Lo último causó que las mejillas del chico se colorearan dramáticamente. Mei sonrió casi sin percibirlo. Cómo podía sonreír cuando el mundo se le estaba cayendo encima. De eso culparía a Jeon Jungkook y su expresión de adorable conejito.

—Por lo visto te pasó un tren por encima. Te ves horrible mujer.

Bromeó el pelinegro una vez que el señor Beom les dejó entrar al ascensor. Mei se encogió de hombros y se concentró en la hermosa vista mientras la cabina del elevador se detenía en el piso veintitrés. Jeon Jungkook por su parte examinó aquel rostro y las uñas maltratadas con estrías de sangre en las esquinas. Algo estaba sucediendo y aunque se había prometido no juzgar, haría lo posible por ayudarle.

Las horas seguían moviéndose en el reloj aun cuando para Leonora todo fuera en cámara lenta. La expresión de desespero que encontró Jimin en el rostro de la castaña lo llevó abrazarla una vez alcanzara el andén de la estación del metro. Hyunjin le dedicó una fría mueca pero no dijo nada. Algo le sabía mal al influencer pero prefirió guardarse sus pensamientos mientras se concentraban en ubicar a la menor.

—¿Ya fueron a sus lugares favoritos? ¿Algún amigo, alguien en quien pueda confiar?

—¿Acaso nos crees retrasados, genio? Fue lo primero que hicimos.

—Era solo una pregunta lógica. Bien podían haber obviado alguna opción por la desesperación.

—Sí claro, supongo que el Hada Nacional también es experta en este tipo de cosas. Apuesto que solo te basta un post en weverse para poner a medio país a buscar a Mei.

—¿Cuál es tu problema, niño bonito?

Leonora ya no podía soportar más la guerra de testosterona que estaban protagonizando aquellos dos. Evitando verse cercada por una inútil pelea probó con el teléfono de su hermana otra vez.

—El móvil que usted llama estás apagado o fuera del área de cobertura…

El sonido monocorde de la línea la hizo maldecir entre dientes. A solo unos pasos de la castaña la discusión entre sus dos acompañantes parecía había remitido por una especie de acuerdo.

—Voy a buscar del lado este de la ciudad con Felix. Ya lo hablamos y está de acuerdo. Ustedes vayan del otro lado. Cubriremos más espacio así. Cualquier cosa me llamas.

Hyunjin no se contuvo de darle un abrazo y besarla en la coronilla. Haciendo gala de ser más alto que el propio Jimin y por tanto poniendo de morros al influencer. Leonora se masajeó las sienes mientras observaba al pelinegro avanzar a paso decidido con la capucha de su cazadora puesta.

—Le divierte ponerme de los nervios. No entiendo cómo ese tipejo puede ser tu mejor amigo.

—Jim por favor. Solo olvida el comportamiento de Hyunnie. Suele ser como un niño pequeño y yo no soy un premio o algo por el estilo. Busquemos a Mei ¿vale?

Jimin asintió antes de anclarse a la mano de la castaña y desear que Mei estuviera bien. Del otro lado de la ciudad Kim Seok Jin apuraba su copa de vino mientras Nam Joon terminaba de guardar la copia de la orden judicial que los próximos días llegaría a manos de KHJ Entertainment de no haber tenido los contactos adecuados.

—Esa maldita tarántula. Solo esperó la mejor oportunidad para volver a por nosotros.

El mayor de los Kim aún no creía que después de todo Anne Choi hubiera intentado robarle frente a sus narices y basarse en la extorsión para seguir con su maquiavélico plan a través de Jimin.

—Debo apuntar que sin las pruebas correctas estamos casi al límite. Alguien ha estado descargando información sobre escándalos publicitarios en los últimos días y el expediente de Jimin no se quedó fuera de la lista.

—¿Y tú crees que esa sea nuestra opción ganadora?

—Creer está infravalorado en este negocio. Hacer, por otro lado, es la mejor forma de ganar.

—¿Entonces eso significa que…?

—Exactamente.

Concluyó Namjoon ajustándose los lentes de montura negra sobre el puente de su recta nariz. Jin ya sospechaba que algo tan delicado pudiera terminar en esa temida solución, pero lejos de aferrarse como lo hubiera hecho años atrás tenía que asegurarse de salir de esa tormenta con el mínimo de afectaciones.

—Entonces has todo lo que esté a tu alcance y cuanto antes mejor.

Las copas sellaron aquel pacto con un suave tintineo. Más cartas se estaban colocando sobre una mesa que en esos instantes giraba de vuelta al departamento de Jeon Jungkook.

—Por lo visto no soy el único con problemas de espacio.

Bromeó el peli negro haciéndose de otra porción de Samgyeopsal. Mei seguía atenta el progreso de Pretty Little Liars en la pantalla de la televisión. Solo le había dicho que no quería ser molestada y que ignorara las llamadas de su hermana tal como ella segundos atrás había apagado su teléfono. Jungkook decidió cambiar de tema y preparar uno de sus platos favoritos.

La comida hecha en casa pareció cambiar el mal humor en los ojos color ámbar de la menor, pero no llevarse del todo la especie de velo que ocupaba su energía. Algo más que una discusión de hermanas estaba arrasando el alma de la chica y Jungkook se maldijo internamente cuando se lo comentó a Taehyung mediante un mensaje de texto. Sabía que no pasaría mucho tiempo para que llamaran de la recepción anunciando la llegada de una verdadera comitiva dónde no faltaría la hermana mayor de su invitada.

—Gracias por no hacer preguntas, Kookie. En serio necesitaba escapar de aquella casa de mentiras y engaños.

Esa afirmación hizo al muchacho disimular despeinándose el flequillo.

—Yo no soy tan diferente Mei. Todos mentimos en esta vida. Ya sea por egoísmo, por amor, o por no lastimar a alguien que nos importa verdaderamente. No hay nadie totalmente exento de pecado como tampoco existen garantías de que no volvamos a cometer el mismo error.

Palabras otra vez para calmar un corazón lastimado. Mei llevaba discutiendo consigo misma las razones por las cuales quería condenar a su hermana y a la vez perdonarla. Si tan solo no fuera la carga que ya representaba, Leonora hubiera obtenido su certificación como la periodista que siempre soñó ser.

Sin necesidad de esconderse en las sombras como una fugitiva. Si tan solo no se hubiera enfermado, ella misma pudiera ser totalmente normal. Salir con unos amigos que compartieran sus aficiones y no la observaran con lástima o se burlaran de su palidez. Si su madre siguiera viva… y así la lista de los “y si eso o aquello” se ampliaban en su mente mientras observaba a Jungkook dirigirse al interfono en la puerta de su departamento.

No tenía siquiera que pensarlo. Aunque le supiera a traición entendía la preocupación del castaño. Minutos después la puerta quedó abierta de par en par y una agitada Leonora entró en acompañada de Jimin, Hyunjin y un chico rubio que jamás había visto en su vida.

—Mei…niña tonta me tenías tan preocupada…

El primer impulso de la mayor de las hermanas Wang fue abrazarla, pero la gélida mirada en el rostro de Mei solo denotaba decepción. Tal como la escena de un drama que no pretendía protagonizar, examinaba las expresiones preocupadas de todos los presentes y como a pesar de seguir en el mismo espacio, les respetaban en ese momento tan íntimo.

—No le has dicho aun. No, aun tienes miedo ¡Vamos ten el valor que no has tenido conmigo! Explícale a Jimin por qué estás tan desesperada. Ten el coraje que supuestamente se necesita para vivir y alivia este sentimiento de ser miserable que llevo cargando conmigo desde que mamá murió ¡Díselo ahora o yo misma le romperé el sueño de cristal que le has vendido!

Ni la propia Mei esperaba una reacción de ese tipo. El silencio en la estancia solo era interrumpido por los hipidos de la chica y los sollozos apagados de Leonora. Jimin no comprendía muy bien cómo había quedado entre las dos hermanas y una supuesta verdad que lo involucraba a sobremanera. Leonora no parecía hilvanar una sílaba con otra cuando la risa carente de humor de Mei Lin llenó la estancia.

—No vas a decirle ¿cierto? Ahora sabes lo que Hyunjin ha sentido todo este tiempo. ¿Un amor no correspondido? ¿Qué clase de amor es el tuyo cuando le mientes a todo el mundo? Sí, tengo un trabajo de medio tiempo por la noche. Ahora todo tiene sentido. Ahora tu expresión compungida cada vez que veías las noticias es más comprensible para mí. Tú, ustedes, sea cuál sea la razón que utilizaran, podían haber elegido otra manera. Y no estoy siendo una malagradecida. Solo estuve intentándolo por ti, solo me apegué a esa esperanza inexiste por ti y ahora descubro que mi heroína es una mentirosa. Dime cómo quieres que reaccione. No me entiendes ¿verdad? Solo dile a Park Jimin que has vendido su vida a quién sea que esté pagando mi tratamiento. Solo dile que me avergüenzo de ser tu hermana…Tú…

Lo que Mei tuviera que seguir diciendo se quedó a medio camino cuando un golpe seco impactó en su mejilla. Leonora lloraba entre hipidos cuando su mano se levantó en dirección a su hermana. Era suficiente. Aun cuando cada palabra tuviera sentido, era suficiente.

Nadie más necesitaba escuchar su peor crimen. Mei Lin alcanzó a recuperarse de aquel ataque solo para ver como la mayor se arrodillaba frente a ella como si hubiera recibido el golpe en su propia carne. Era demasiado tarde para negarse, la sombra bajo sus alas se expandía con furia sobre toda la habitación.

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