#21: Laberinto hacia el infinito
Cada paso en dirección aquel coche le aceleraba el corazón. El nudo en su garganta parecía hacerse más denso mientras la puerta del asiento del pasajero era abierta para ella.
—Bienvenida pequeña.
Anne Choi y su sonrisa artificial solo confirmaron lo que ya esperaba con semanas de antelación. Leonora se obligó a sostenerle la mirada mientras sus uñas se clavaban en la palma de su mano como un recordatorio de que estaba en la realidad y no en una de sus pesadillas.
—Ahórrese los formalismos. Ambas sabemos que eso está de más.
Anne ensanchó la sonrisa antes de retirar una inexistente voluta de polvo en su abrigo de gabardina.
—Como te han subido los humos en solo dos meses. Es increíble lo que puede hacer un poco de dinero y una cara bonita.
La portada de Vogue Corea se hizo notar en el regazo de Anne. Leonora no preguntó. Era obvio a quién enmarcaban aquellas fotos. Irreales escenarios en los que ella también había sido testigo.
—Hyunjin fue cortésmente a informarme de tu salida del acuerdo. Lástima que el chico esté tan ciego por ti que no haya dudado en ofrecerse voluntario para reparar el mal. Como dicen por ahí: De buenas intenciones está pavimentado el camino hacia el infierno.
—Yo…
—No. Ahora la niña tonta no puede hablar. Te toca escuchar pacientemente.
La máscara cordial desaparecía lentamente en el rostro de la empresaria. En su lugar los resquicios de la venganza ardían como dos ascuas en su mirada oscura obligando a los ocupantes del asiento del pasajero a guardar un pesado silencio.
—Si fueras un poco inteligente utilizarías esta oportunidad a tu favor. Ahora tienes un ataque de moral porque resulta que el trabajo cubre aquel asuntillo con tu hermanita. Aun así eres responsable. Sé que no perderás tiempo para ir a llorarle cuando todo termine. La pregunta es qué creerá él cuando sepa la verdad. No me mires por encima del hombro, mocosa. Al menos yo exijo lo que merezco de frente y no me oculto detrás de la apariencia débil y quejumbrosa con la que manipulas a esos chicos.
—¿Manipular? Disculpe señora, pero en eso usted me supera.
—¿Estás segura? ¿Qué opinas de esto?
Anne estiró sus manos donde brillaba una impecable manicura solo para que Leonora se viera a sí misma en una sucesión de imágenes y cortos videos de seguridad que atestiguaban los últimos meses protagonizando su trabajo en las sombras.
Decir que sentía coraje era poco. Lo que realmente deseaba era estrangular aquella mujer y luego castigarse a sí misma por ser tan ingenua. Nadie da tanto a cambio de casi nada. Con aquella toma, la empresaria tenía suficiente material para enviarla tras las rejas. Sin una licencia no podía escribir o publicar en un periódico o cualquier otro medio. Tampoco tenía potestad para convertir la vida de los demás en un infierno.
—Qué bueno es comprobar que existen limitaciones ¿verdad? Por tu expresión ya sabes que vendría después. Apuesto a que muchos como el señor Lee, tu último trabajo antes de Jiminie, estarían ansiosos por encontrar al causante de su caída. Ese es solo un nombre. Cuarenta escándalos en seis meses. Nena, te mereces más de lo que actualmente les estoy mostrando. Así que piensa cuidadosamente que decidirás en lo adelante. Estás en una posición envidiable. Jimin babea por ti. No, que digo Jimin, todos esos idiotas que se creen la última maravilla de la industria. Tienes ese maldito encantamiento que atrae a los hombres como abejas a la miel. Lástima que a veces sufras ataques de moral y conciencia. Pero para eso estoy aquí. Para recordarte que un contrato se cumple hasta el final.
Leonora apartó las lágrimas que ya manaban de sus ojos. Contra la espada y la pared. A punto de caer en el precipicio con los ojos abiertos. Simplemente tenía que encontrar una manera de voltear todas aquellas cartas que Anne tenía a su favor sin lastimar a más personas.
Sinceramente la idea de ser encontrada culpable no la afectaría tanto si no fuera por Mei. Qué pensaría su hermana de semejante estilo de vida. La mentira que había construido con tanto esmero ahora explotaba en mil pedazos.
“¿Estarías a mi lado a pesar de todo?
¿Serías capaz de encontrar el perdón que ni yo misma conozco?”
—El silencio de una mujer vale por miles de razones. No te robaré más tiempo, querida. Nuestro Jiminie espera ansioso.
Uno de los guardaespaldas de Anne abrió la puerta. Leonora fue devuelta a la calidez de la concurrida calle y de no contar con el rastro húmedo de la culpa en su rostro habría creído que se trataba de un mal sueño.
—Tengo que elegir. No queda de otra.
Se repetía a sí misma improvisando una sonrisa y secando las últimas lágrimas. La mayoría de las personas ya estaban dentro de le galería mientras la castaña atravesaba el paseo peatonal. No muy lejos de esa escena los hombres de Kim Namjoon le seguían la pista al convertible negro.
***
La antigua cafetería que ahora acogía el proyecto de años de amistad y esfuerzo abría sus puertas finalmente. Kim Taehyung exhibía su afable sonrisa a la línea de fotógrafos que no dudaba en inmortalizar el momento.
—Soy terrible dando discursos, pero he tratado de escribir algo coherente.
— ¡Fighting Taehyun-shi!
El grito de apoyo de Kook, Mei y Hoseok no se hizo esperar para que la multitud secundara el gesto. Las mejillas del pintor se colorearon agradablemente solo dándole un aspecto más adorable. Jimin estaba orgulloso. Su amigo del alma lo había conseguido y ese sentimiento se reflejaba en la mirada del influencer mientras escuchaba las palabras de presentación del otro lado de Blue Hour.
—Sé que suena cliché pero en esta oportunidad todos los recuerdos vuelven de una sola vez. Solo estoy completamente agradecido con las personas que cada día me soportan. Soy difícil de entender la mayoría del tiempo, algunos me llaman caprichoso y flojo cuando no quiero hacer algo realmente. Sigo viviendo a través de mis sentimientos y eso tiene consecuencias. Pero hoy es un día feliz, por razones dobles The Blue Hour inicia su camino y mi mejor amigo arriaba a los veintiocho. Feliz cumpleaños Jimin-shi, mucho de lo que ha sucedido hasta ahora se lo debo a tu fe ciega en mí.
Jimin ya estaba en camino hacia Tae cuando Jungkook y Mei Lin aparecieron con un pequeño pastel. El feliz cumpleaños se convirtió en un coro desafinado en el que Jimin no pudo contener su emoción. Sentía que en cualquier momento iba a explotar. Las piezas en su vida se estaban arreglando a una velocidad vertiginosa.
Volvía a ser el chico alegre que años atrás llegara de Busan con solo sueños en el bolsillo. Las marcas del pasado parecían haber sido cubiertas por capas tal como los lienzos en las paredes de la galería. Estaba sanando finalmente y eso lo hacía feliz. Su sonrisa donde desaparecían los ojos detrás del flequillo atestiguaba ese hecho. En un acto reflejo se echó a llorar mientras los demás coreaban que pidiera un deseo.
—Estar siempre con mis seres queridos.
Expresó antes de apagar la vela en forma de pollito con un número veintiocho encima. Leonora llegó a tiempo para contemplar esa escena y para Jimin las lágrimas en aquellos espejos ambarinos significaban emoción contenida, cuando realmente era todo lo contrario.
—Hermana, qué bueno que regresaste. No sé si ya lo viste pero es impresionante.
—No te entiendo Mei. Solo me perdí entre la multitud cuando Jimin ya estaba aquí.
—Por andar siempre distraída. Ven conmigo antes que corten la cinta y la gente no deje pasar. Está en el piso superior.
Mei tiraba de la mayor con una emoción similar a la que tenía cuando su madre aún estaba viva. La escalera de caracol les dio la bienvenida mientras el más curioso hubiera apreciado la forma en la que las acuarelas del pintor potencial arropaban la estancia. Entre cuentos de ángeles caídos y mujeres de reinos surcados por hadas.
Sin embargo el retrato que ocupaba el único mural en la planta alta dejó a Leonora sin palabras. Aquella pieza jamás podría pertenecer a Tae y si la fecha en una esquina del enmarque no atestiguara que databa de mucho antes, ahora bien pudiera culpar a Jimin por ello.
—Eres tú hermana. Es de locos que lo haya hecho seis años atrás. Parece de ciencia ficción.
“Un incidente en el que tú también tomaste parte. Siete años atrás, en Gangnam-Gu.”
—Hermana, qué sucede ¿Te sientes bien?
Leonora quería responder pero su cerebro iba a mil por hora. Trabajando en recuerdos que se le juntaban como las puertas de un laberinto interminable. No podía ser cierto. Necesitaba comprobar la loca teoría que acababa de nacer en su cabeza y la única persona que podía ayudarla le había dado la espalda.
Siete años, dónde estaba ella siete años atrás… Gradúense de la preparatoria e ingresado a la universidad. Qué hecho además de aquella fiesta de graduación y el incendio en las vías del distrito más cosmopolita de Seúl podían pasar desapercibido para ella.
“¿Ángel, eres real?”
— ¡Hermana!
El grito apagado de Mei taladró sus oídos mientras la pesadez ganaba en el centro de su cabeza. Hacia el centro de todas sus tribulaciones, a la causa por la cual había ayudado a un desconocido que la había inmortalizado en un lienzo con una precisión aterradora.
¿Podría ser cierto eso de que existe el destino?
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