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#13: Oasis en la multitud

La suerte no siempre juega a nuestro favor. Sin embargo somos lo suficientemente tercos como para forzar las coincidencias y salirnos por la tangente. Si tienen dudas de esto pregúntele a Jeon Jungkook, que después de tener un día de los mil demonios con su estilista había descubierto a su ángel de ojos color ámbar en la puerta del ascensor.

Inventarse una disculpa para faltar a su cita con el director creativo de la promoción de unas pancartas en el metro de la ciudad ya era toda una opción si de esa manera se aseguraba de quedar con Leonora esa misma tarde. El menor ya estaba harto de que sus hyungs estuvieran siempre presente cuando intentaba acercarse a la castaña.

A veces era Jin, a quien no podría rebatirle nunca nada, primero por ser su jefe y luego por ser como su hermano mayor. Luego continuaba Tae y su extraña manera de entorpecer sus minúsculos progresos con la chica y por último quedaba el mayor obstáculo. Un muro de 1. 74 llamado Park Jimin, que solo tenía que seguir existiendo con esa sonrisa melosa y desconcertante para que la chica y medio universo estuviera a sus pies. Era tan molesto que Jungkook ya no sabía qué hacer.

No era opción darse por vencido puesto que ya había llegado a la conclusión de que más que curiosidad o atracción por la chica, comenzaba a experimentar otras cosas. Esas ridículas mariposas en su estómago o el hecho de evitar aquella hermosa mirada ambarina para ahorrarse un infantil tartamudeo. Se estaba enamorando por primera vez en la vida y a una velocidad sorprendente.

—Hyung debe estar atravesando por una mala racha…

Comentó el pelinegro mientras esperaban en la barra de la cafetería por el expreso turco que Leonora le llevaría al CEO de la KHJ. La castaña sonrió. Jungkook le recordaba a su hermana menor en muchos sentidos.

—Es comprensible, la presión de llevar la empresa en sus hombros debe ser excesiva.

“Tan dulce como un muffin de arándanos”

Pensó Jungkook y sus indiscretos pensamientos fueron a dar en los sonrojados labios de Leonora, causando el mismo rubor en sus propias mejillas.

—Hyung tiene suerte…

Comentó el chico admirando los diseños en la barra de la cafetería para disminuir el bochorno que ya coloreaba su rostro hasta las orejas. Leonora no tuvo tiempo de contestar cuando la muchacha de la barra apareció con dos tazas altas de café que incluían el logo de Starbucks.

La castaña agradeció percatándose de cómo la muchacha observaba a Jungkook y este parecía perdido en sus pensamientos o más bien intentando dejarlos fluir en palabras.

—Nos vemos luego, Jungkook…

Se despidió la asistente personal de Park Jimin en dirección a las dobles puertas acristaladas de la instalación, o ese era su plan cuando el peso de una mano sobre la muñeca que tenía libre la hizo darse la vuelta para encontrar los ojos color azabache de Jungkook sobre los suyos.

Leonora alzó una ceja a la espera de alguna señal para describir la extraña escena que protagonizaban y de la que discretamente la clientela tomaba notas. Mientras, el tiempo parecía convertiste en una nube de humo para el joven, casi ensordecido por la agitación de su corazón.

—Creo que lo dije la primera vez que nos vimos en este mismo sitio…Ahora ya ni siquiera pudiera tener dudas. Tú…

Las palabras peleando por abandonar sus labios fueron el instante perfecto para que otra figura se hiciera presente en el acto. Park Jimin borró la sonrisa que había adornado su rostro desde que había recibido aquel mensaje.

Encontrarse con la imagen que poblaba sus sueños y aliviaba su realidad en las últimas semanas casi entrelazando su mano a la de Jungkook era como un colapso mental o una broma de mal gusto.

Estuvo tentado a dar un paso hacia ellos y tomar la mano que debía ser suya por derecho. Inmediatamente se lamentó por ser un cobarde y no escuchar los consejos de Taehyung. Solo que no contaba con ser descubierto por su reflejo en las puertas acristaladas que hizo a Leonora parpadear y abandonar la mano de Jungkook para encarar al del pelo platinado con algo parecido al alivio.

—Llegaste más temprano ¿Cómo estuvo la reunión con el señor In? ¿Ya comiste?

Decir que estaba feliz era poco. Jimin no dudó en retirar la bolsa con los cafés que cargaba la chica y despeinarle el flequillo como ya se estaba haciendo una costumbre en los últimos tiempos. Su lado más agresivo y competitivo sonrió triunfal. Del otro lado del cristal, un agitado Jungkook aún se preguntaba cómo salir de aquel incómodo momento en el que volvía a ser silenciosamente rechazado.

—Jungkook-ah, ¿Qué era lo que…?

Pero Leonora no pudo siquiera terminar. El pelinegro atravesó el pasillo en dirección contraria a donde ella y Jimin intercambiaban miradas. Su orgullo no le permitía aceptar lo que acababa de suceder y en parte Jimin le comprendería.

—No entiendo qué puede haberlo alterado tanto. Ah… Jin debe estar impaciente por el café, el día no va muy bien que digamos aquí.

Jimin asintió antes de sostenerle la puerta a ella. Ambos ingresaron al ascensor evitando retomar el tema de Jungkook, aunque sinceramente no sabían qué era lo que estaban tratando entre manos. Por un lado Leonora sospechaba que el chico le iba a confiar algo importante teniendo en cuenta el estado de nerviosismo que experimentaba en su presencia y por el otro no entendía su reacción al encontrar a Jimin del otro lado del umbral.

Aunque para ser honesta debía disculparse. Solo ver a su jefe la había hecho obviar a Jungkook y concentrarse en la agenda mental que últimamente ocupaba sus pensamientos. Prever las necesidades de Jimin antes de que estas se asomaran era un trabajo agotador pero necesario. Si quería desarrollar su verdadero objetivo, ese era el camino y a juzgar por la sonrisa adorable en el rostro del influencer, estaba dando sus frutos.

Llegaron al despacho de Jimin donde un cansado Kim Seok Jin aún se perdía en el paisaje gris que era Seúl a finales de un martes lluvioso. La asistente dejó el café sobre la mesilla auxiliar que presidía ambos sofás y con una ligera inclinación pidió permiso para que les subieran el almuerzo.

Jimin correspondió con un imperceptible asentimiento de cabeza hasta que el ruido de la puerta cerrándose se convirtió en una especie de interruptor para Jin que hasta ahora se daba cuenta de la presencia del platinado en el local.

—Dime que traes buenas noticias y que el tarado de In no dio la lata para variar.

Jimin silbó mientras se incorporaba al lado del pelinegro más alto.

—Hyung entonces es cierto. Tienes un día duro.

El aludido asintió encogiéndose de hombros. Jimin no dudó en rodearlo con sus brazos aun ante las protestas del mayor.

—Todo va estar bien Jinnie, tú eras quien solía hacer esto por mí en el pasado. Ahora déjame encargarme.

—Jiminnie…sí sabes que siempre vas a ser mi pequeño aguafiestas…

— ¡Eh! Nadie incluyó esa palabra en la misma oración que mi nombre.

Las bromas sin sentido continuaron unos minutos más, al punto que Leonora encontró otro ambiente totalmente diferente al ingresar al despacho. Jimin hacía eso en cualquier espacio que estaba, con su sonrisa, sus bromas a veces incoherentes y su cálida personalidad, podías sentirte incluido y aceptado a partes iguales.

Ambos hombres repararon en la asistente cuando el almuerzo finalmente fue servido. Jin compartió la comida mientras el dolor de cabeza que le mortificaba se aplacaba un poco ante la excelente compañía.

—Disfruta la tarde Jiminah… no sabes cuándo tendrás otro respiro por minúsculo que parezca…

Saludó el CEO antes de abandonar la estancia, no sin antes reparar en la chica de cabello castaño dorado que se esforzaba por acomodar los restos del almuerzo sobre una bandeja. Ya no le quedaban dudas. Leonora sería un problema a largo plazo. Ya Jungkook lo experimentaba en carne propia al tener sentimientos hacia ella y Jimin…la forma en la que se perdía observando a la chica lo decía todo.

En cierta medida él también se sentía atraído por el carácter gentil de ella, combinado con su aspecto angelical, la convertían el ideal de muchos allí, aunque parecía que ella era inmune a toda la revolución hormonal que desencadenaba, y sinceramente esa era su carta ganadora. Mientras ella continuara fiel a su profesionalidad seguiría formando parte del staff.

Con esos pensamientos y las preocupaciones que la junta administrativa había plantado en su cabeza, Kim Seok Jin se dirigió a la oficina del Jefe Ejecutivo de la KHJ. Nam Joon supo de la llegada del pelinegro incluso antes de culminar la llamada que lo había ocupado en la última hora.

—Tenemos que hablar seriamente.

Fue lo que dijo el CEO antes de hacerse con uno de los folios que descansaban en el pulcro escritorio de Nam. El otro Kim asintió tomando asiento frente a su superior. La cacería estaba abierta y ninguno de los dos descansaría hasta dar con el topo que se había infiltrado en sus filas.

Mientras, Jimin se las arreglaba para inventar una insólita historia donde Taehyung le había invitado a una tarde de cine y chuches en el centro de Myeongdong. Leonora escuchaba atentamente terminando de agendar la próxima jornada del influencer, preguntándose si además de sus amigos Jimin no tenía otra persona en su vida como le había sugerido la señora Choi.

—Pero ya sabes cómo es Tae, seguro llega tarde o no se presenta y es una pena perder la otra entrada ¿Te gusta el cine inglés?

La castaña despegó los ojos de su agenda electrónica y por unos segundos ambas miradas quedaron atrapadas en el mismo instante. Jimin cruzando los dedos internamente por no ser nada sutil y ella evaluando si una respuesta afirmativa le traería más perjuicio que beneficio.

—Hace tiempo que no veo nada en particular…

Un hecho cierto a medias. Su vida en los últimos meses consistía en trabajo y preocupaciones, donde Mei ocupaba el lugar principal. Por eso había dejado aquellos placeres inocentes que podían ser ver una serie en Netflix o una tarde en el supermercado fingiendo comprar aquellas prendas que jamás contarían dentro de su guardarropa.

—Pues podemos solucionar eso hoy mismo ¿Qué te parece una tarde de cine, comida chatarra y bromas sin sentido?

La sonrisa dulce de Jimin convencería al mismo diablo de cualquier cosa. Leonora ladeó la cabeza sopesando la oportunidad que le servían en bandeja de plata. Por un lado tendría algo parecido a un descanso en su apretada agenda y por otro sería capaz de ver al Jimin de veintisiete años haciendo cosas mundanas y no encabezando una campaña o entre las luces de un estudio fotográfico. Mordió su labio inferior para reprimir la sonrisa cuando la respuesta era más que evidente.

—Acepto, pero con una condición…

El chico abrió de más sus ojos achocolatados, casi maldiciendo internamente por haber sido atrevido. Ella por su parte, esbozó una pequeña sonrisa antes de acercarse y despejar los mechones platinados que casi tapaban la frente del influencer.

—La cuenta se divide a la mitad.

Jimin respiró el mismo aire que Leonora en ese minuto. Aspirando aquel tenue perfume con la esencia de las violetas que ya identificaba como propio de la chica. Inmediatamente aquella característica sonrisa donde desparecían sus ojos y se coloreaban sus abultadas mejillas se hizo notar.

—Entonces no habrá ningún inconveniente, señorita Wang.

Las luces de Myeongdong les recibieron junto al bullicio de una multitud que no reparaba en visitar tiendas y puestos de comida callejera. La película había terminado alrededor de una hora atrás.
Love, Rosie”, esa había sido la elección de Tae. Una comedia romántica sobre el destino y el amor verdadero protagonizada por Lily Collins y Sam Claflin.

Una parte de Jimin tenía ganas de asesinar a su mejor amigo, porque no podía ser más obvio, pero ver a Leonora sonreír como una adolescente durante toda la proyección bastó para borrar el miedo a ser descubierto. La chica no mentía cuando dijo no haber tenido una salida de ese tipo en mucho tiempo.

Era increíble cómo se manifestaba agradecida por el más mínimo detalle como esas malteadas de fresa y chocolate que sustituyeron a las tradicionales palomitas en el cine.
Si a Jimin le hubieran interrogado por la trama de la proyección sus respuestas habrían redundado en lo que ya sabía de la primera vez que la vio.

El influencer había estado demasiado ocupado descifrando y registrando en su memoria las expresiones faciales de su acompañante; regañándose mentalmente para no cometer algún error cliché como dejar su mano cerca del brazo del butacón que compartían o fingiendo tranquilidad cuando su corazón bombeaba a un ritmo agitado y doloroso que le llenaba de caprichosos animales el estómago.

Por qué iba a ocultarlo más, estaba cayendo de lleno en el hechizo que parecía envolver a Leonora y si era completamente sincero, se sentía genial volver a experimentar algo así.

—Hemos tenido suerte con la cantidad de gente en la calle. Sinceramente me pregunté un par de veces si no se darían cuenta de que eras tú.

Dijo la chica mientras tomaban asiento en uno de los bancos que rodeaban las plazas aledañas al Cinema. Los ojos de Jimin volvieron a ser imperceptibles ranuras que el flequillo y el borde superior de la mascarilla camuflajearon bastante bien. Aun cuando estuviera disfrutando de su tiempo libre, tenía que tomar precauciones y abstenerse de postear en lugares públicos si no quería ser engullido por la fanaticada o la voracidad de la prensa amarillista.

—Creo que el destino está a mi favor ¿Y ahora qué quieres hacer?

Acompañó el gesto despejando su frente con la mano. Leonora contempló el flujo de personas que caminaban de un lugar a otro comparándolo con un mar de colores que parecía bordear la banca donde se encontraban, hasta que algo captó su atención. Una niña de unos cinco años cargaba un peluche con la forma de un mapache.

Una sonrisa encendió el rostro de la castaña pues la imagen de Mei con esa edad la persiguió con un sabor agridulce. Quizás por eso no se dio cuenta hasta que unos dedos fríos estuvieron en sus mejillas.

Jimin se había desecho de la mascarilla y la miraba con preocupación mientras sus pulgares recogían el camino salado en el rostro ajeno.

—Sea lo que sea, puedes contar conmigo ¿vale?...

Esas palabras, que inconscientemente había deseado a lo largo de los años parecieron resquebrajar el escudo que las mentiras y la adversidad habían construido alrededor de la chica. Sin poderse contener terminó aceptando la calidez de aquellos brazos.

El llanto que por tanto tiempo había logrado controlar, las noches que había invertido en convencerse que llorar no arreglaría nada, todas aquellas emociones explotaron en la gentil muestra que le estaba obsequiando el chico del cabello platinado.

En ese instante Leonora olvidó que estaban rodeados por un océano de personas, sonidos y colores. Olvidó que aun cuando había pasado algo de tiempo y sus intenciones eran oscuras y reprochables, aquel gesto era sincero.

Se concentraría en el aroma que trascendía más allá del perfume de marca y el latido firme de aquel pecho contra el suyo. Se dejaría arrullar por la dulce voz que le susurraba que estaría bien, por el toque cálido y cuidadoso en su espalda que parecía ser suficiente para disipar cualquier duda en su corazón.

Aun cuando no pudiera contraer el tiempo en ese instante, aprovecharía aquella muestra de cariño y compresión por completo. Su alma necesitaba un respiro y Jimin parecía haber visto a través de la máscara como nadie más.

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