#10: Cicatrices
Seúl, Gangnam-Gu, siete años atrás
« El paciente se haya inconsciente, trauma craneal moderado, frecuencia cardiaca en ciento cincuenta latidos por segundo y subiendo, tensión arterial…
El hilo del informe de los paramédicos parecía algo incomprensible para la asustada muchacha que sostenía una mano desconocida. Cómo una fiesta de graduación de la secundaria se había convertido en semejante desastre. Leonora Wang no tenía la respuesta. Solo rezaba internamente para que la pálida persona a la que los paramédicos intentaban mantener con vida le soltara la mano y ella pudiera convertirse en un rostro más entre la multitud de curiosos que presenciaron el choque en plena calle. Su madre tenía razón…
“La curiosidad te llevará a lugares llenos de consecuencias”.
Pero a quién quería engañar, una de las razones por las que había solicitado su beca de periodismo era esa. No podía mantenerse como una simple espectadora frente aquel auto casi en llamas y los gritos de alguien del lado del asiento del conductor. Leonora había corrido entre la muchedumbre sin importarle las quejas airadas de Hyunjin a la salida del centro comercial.
Había compartido el sabor de la curiosidad y el temor a partes iguales, pero la adrenalina y el visceral deseo de salvar una vida se había impuesto para hacerse paso entre las miradas aterradas y las dudas hasta finalmente alcanzar su objetivo.
Los minutos habían parecido eternos mientras conseguía arrodillarse cerca de la ventana del piloto. Allí una figura apenas reconocible se retorcía de dolor cuando la sangre manaba sin control cubriendo su rostro y ojos brindándole una vista grotesca a Leonora que en aquellos momentos intentaba infructuosamente calmar su respiración.
—Tranquilo, la ayuda casi está aquí. Vas a estar bien.
No supo de dónde vinieron esas palabras. Los ojos a punto de cerrarse del otro lado del coche parecieron asentir con un destello silencioso. El olor a gasolina anunciaba que si no se apresuraban aquello terminaría en una explosión. Los ruidos de sirenas, murmullos apagados y flashes de celulares recortando la escena amenazaban con hacer colapsar su cabeza.
Leonora intentó recordar lo que había leído sobre situaciones como esas. Observar la situación desde otro ángulo y mantenerse en calma parecía una proeza, sin embargo se dio cuenta que el airbag había impedido la salida del cuerpo y el cinturón de seguridad tironeaba hacia atrás una de las extremidades de la persona.
“Perdóname, pero no hay tiempo”
Pensó en la locura que estaba a punto de cometer. Así que haciendo oídos sordos a las exclamaciones ajenas y la lejana voz de su mejor amigo, Leonora Wang de tan solo dieciocho años, terminó de arrodillarse para pasar casi debajo de la puerta ajada de aquel deportivo negro que había quedado volcado sobre su lado izquierdo.
Creyó escuchar un grito proveniente del exterior pero dentro del coche su sospecha se vio confirmada. El escape de gasolina continuaba y solo era cuestión de tiempo para que el auto estallara condenando a la peor de las muertes a la persona apresada en el asiento del conductor y a ella con toda seguridad.
— ¿Puede moverse?
Preguntó una vez que localizó el cinturón de seguridad que estrangulaba uno de los brazos de la persona. Esta contestó con un quejido. Pobre chico, lo más probable es que quedara mutilado de ese brazo.
No, no es momento para la negatividad.
Las sirenas de la ambulancia o la policía se escuchaban más cerca. Con un esfuerzo que hasta a ella pareció sorprenderle, Leonora tanteó sobre el asiento del piloto que quedaba casi sobre su espalda.
Después de un clip el cinturón cedió para que el pesado cuerpo embardunado en sangre y gasolina casi le cayera encima. Entonces se dio cuenta. El cinturón de seguridad había hecho una fisura cerca del muslo derecho del joven que ahora pendía sobre su espalda, siendo esa la principal fuente del sangrado.
La arteria femoral está cerca…Dios que alguien llegue o este chico…
—Eres…eres real…
Una voz rasposa murmuró sobre su oído izquierdo. Leonora intentó rodear con sus manos la cintura ajena, en una especie de abrazo a fin de sacar el cuerpo que evidentemente pesaba más que el de ella. Lo más probable es que estuviera alucinando por el sangrado, lo cual no era muy favorable que digamos.
Utilizando sus piernas como palanca continúo arrastrándose hasta que divisó el grupo de curiosos que ya era conducido hacia atrás por los que parecían agentes de la policía. Cada movimiento le descarnaba las rodillas mientras el dañado parabrisas quedaba centímetro a centímetro lejos de su cabeza y la del chico a su espalda. El tiempo siguió fluyendo pero no de la misma forma.
—An…ángel… ¿Eres un ángel?
Otra vez la voz ajena pareció remover algo en su interior. Leonora no contestó y siguió paso a paso su pequeño plan hasta que bruscamente el parabrisas se abrió por la mitad decorando sus rodillas con las filosas puntas de los vidrios.
No hubo tiempo para el dolor cuando en un último intento el peso del chico a su espalda acabó por desequilibrarlos cayendo ambos al caliente asfalto de la calle, ganándose las exclamaciones furiosas de las personas que aun merodeaban por allí y de la policía.
Leonora pestañeó doble para aclarar su campo visual. No pasó mucho para que el crujido de algo desprendiéndose en el coche que acababa de abandonar con la otra persona se uniera a lo que sería una chispa y pronto un incendio a solo unos metros de distancia.
Su teoría iba en proceso. A las sirenas de la ambulancia se sumarían los bomberos. No lo supo muy bien, pero pronto los paramédicos estaban sobre ella y el chico que en los últimos segundos había empezado a convulsionar a su lado. Apresando su mano en un intento por aferrarse a la vida.
—No voy abandonarte, créeme, no lo haré.
Le habló aquellos ojos color café que febriles le miraban en medio del ataque. No pudo encontrar a Hyunjin aunque intuía que había visto todo aquello y que sería el primero en delatarla con su madre por semejante estupidez. Pero en el fondo se sentía orgullosa.
Cuando las puertas de la ambulancia se cerraron finalmente, la explosión del coche levantó una nube de humo visible a kilómetros de distancia. La próxima mañana esa misma escena estaría en todos los diarios de la ciudad y aun así nadie sabría que Leonora había arriesgado su vida por la de un extraño que se rehusaba a soltarle en algún momento. »
Seúl, Gangnam-Gu, en la actualidad
Por muchas razones el día de hoy le recordaba otro con tintes similares. Mientras esperaba porque Min Ji Soo llegara a su cita para desayunar, Park Jimin recorrió con la punta de su índice derecho el borde la taza de café que segundos atrás había degustado. No recordaba mucho la verdad.
Solo las marcas grisáceas en su abdomen y muslos le hablaban que tiempo atrás se había encontrado en la línea que separaba la vida de la muerte sin muchas esperanzas de regresar. Había perdido a alguien muy importante, y quizás una parte de sí mismo se había marchado con esa persona.
Sin embargo, una especie de epifanía lo había movido a seguir adelante persiguiendo un sueño que creyó del todo imposible y el resultado era donde se hallaba hoy. Porque después de aquel espacio en blanco en su mente, la vida le había rodeado de personas como sus hyungs o el descuidado de Tae…y ahora estaba Ella…
La noche anterior Leonora se había despedido antes de retirarse a su habitación con una pequeña sonrisa cortés. Le había compartido que tenía una hermana menor a quién ya extrañaba mucho y se había disculpado una vez más por la discusión con Ji Soo.
Jimin había tratado de escuchar todo eso sin segundas intenciones, pero no lo había manejado muy bien que digamos. El tono suave de ella, esos ojos color ámbar o la forma en que se quedaba perdida en sus pensamientos mientras fluía la conversación solo lo tentaban más.
No estaba seguro aun, pero sí podía afirmar que alguna especie de empatía había nacido entre ellos. Quizás algo más que eso de su parte y eso no era nada positivo si pretendía que Leonora se quedara a su lado como asistente. Su trabajo no podía mezclarse con esa clase de sentimiento, por mucho que lo deseara en secreto.
Ahora, cuando miraba el flujo de personas caminar de un lado a otro del escaparate en el Café, se cuestionaba si todo no sería más sencillo en su vida de no haber recibido aquel impacto literal.
—Lo siento, el tráfico estaba en mi contra, pero ya estoy aquí.
La sonrisa de Ji Soo, digna de una portada de revista, le hizo volver a la realidad, correspondiendo con un gesto similar en el que solo se asomaban sus labios.
—No hay problema. Apenas había llegado. —Mintió por cortesía, pues llevaba casi dos horas en aquel sitio. Ji Soo asintió llamando con un gesto al camarero para hacer su pedido.
La conversación versó de trabajo todo el tiempo. Hasta que finalmente el modelo e influencer acordó agendar las próximas dos semanas para la sesión fotográfica en uno de los estudios de Min’s Over Clothes y de paso hacerle la visita a su hyung. Ji Soo aceptó complacida anotando con falsa conformidad el contacto de Leonora, en visto que esta coordinaría los horarios exactos de Jimin para las tomas.
—Gracias otra vez. Sé que hoy es la premiación y dentro de un mes el rodaje de la película con la compañía del señor In…
—Ya sabes, no me puedo quejar.
Una sonrisa coqueta apareció en las facciones del rubio ganándose la aprobación de Ji Soo, quien se había jurado a sí misma mostrar un poco más de orgullo y dejar de correr tras su corazón.
Porque ya no tenía dudas, intentaría tener más que una relación profesional con Jimin, a si tuviera que utilizar a su hermano como un puente de por medio. Por eso pondría todo su empeño en que las próximas dos semanas, todo fuera como la seda en su estudio de fotos.
—Bueno, supongo que debes prepararte para esta noche. No te robo más tiempo.
La mujer se levantó alisándose la chaqueta de su traje ejecutivo y Jimin le imitó el gesto con cortesía.
—Saluda a Yoongi hyung de mi parte. En estos días pretendo pasarme por su guarida.
Guiñó el influencer y Ji Soo estaba a punto de sugerirle que salieran los tres juntos cuando el sonido de una notificación en el teléfono de él la detuvo. Jimin desbloqueó el dispositivo y sus ojos se convirtieron en pequeñas ranuras que acompañaban una brillante y sincera sonrisa.
—El deber llama. Nos vemos luego, pequeña Ji Soo.
Le obsequió otra sonrisa, que esta vez no alcanzó a iluminar todo su rostro y se despidió. Ji Soo no quiso pensar que la causa de la alegría ajena fuera esa petulante mujer de cabello casi dorado que ahora era la asistente del modelo.
No, ella prefirió ilusionarse con la espalda de Jimin mientras detenía un taxi del otro lado del cristal del Café.
Por su parte el rubio no demoró más de quince minutos en dirigirse al Centro Comercial del distrito donde Leonora había dejado su última ubicación.
Saludando de un lado a otro y firmando algunos autógrafos a su paso, el influencer encontró a la chica al lado de Jae Hyun quien parecía hacerle muecas a su compañera. Jimin suspiró con dramatismo antes de alcanzar a las dos mujeres.
—Pensé que hoy no estarías aquí. ¿Sung Woon no tenía que estar camino al festival en Jeju?
Obviamente la pregunta iba para Jae Hyun y esta solo bufó.
—No me recuerdes a ese desagradecido y al rato qué tanto te estorbo…
La mujer estaba más alterada de lo que se veía desde lejos. Leonora extrañamente sonrió.
—El problema son las hormonas de Jae…
— ¡Leonora! Un día al lado de Chim y ya te convertiste en cotilla. No debí contarte nada.
—Contar qué, por qué las mujeres se esfuerzan en excluirnos de todas las conversaciones importantes.
Leonora y Jae compartieron una mirada pícara antes de negar y encaminarse hacia uno de los departamentos de la segunda planta, donde cierto pelinegro de anchos hombros se debatía en una acalorada conversación con un hombre más alto que vestía un impecable traje de raya diplomática.
—Ahh… ahora entiendo por qué estás aquí… Nam Joon debe haber planeado todo esto.
Concluyó el influencer caminando con naturalidad al mismo paso que Leonora. Jae Hyun se encogió de hombros. Su primo era conocido por hacer esas reuniones relámpago en los lugares menos previsibles.
—Nam es así y te advierto que aún falta gente.
Por lo visto Leonora había sido informada mejor que Jimin por lo que el influencer no perdió tiempo para dejar que Jae Hyun se encaminara adelante de ellos y aprovechó para tomar la pálida muñeca de la chica ganándose una mirada directa de aquellos ambarinos ojos.
—Dime que esos que faltan no son otros cuatro farsantes que se hacen llamar mis mejores amigos…
La chica iba a contestar cuando el brazo de otra persona rodeó el cuello del rubio en un asfixiador abrazo.
—La chica hermosa y la bestia. La vida no podía ser más injusta. Hola Chim…
Kim Taehyung apareció mostrando una cuadrada sonrisa a juego con su cómoda vestimenta de pantalones holgados color beige y una enorme sudadera a juego.
—Estoy rodeado de traidores y ahora tú te les unes…
Dijo Jimin sacándose de encima a su amigo para bromear con la chica. Leonora ya se había prometido acostumbrarse aquel ambiente. Por lo que les correspondió con una pequeña sonrisa que solo incrementaba los deseos de Jimin de convertirse en la razón y el destinatario de todos esos gestos.
— ¿Y Hobi también vendrá? No le vemos mucho desde que regresó de Estados Unidos.
Ahora la conversación era entre Taehyung y Jimin. El pelinegro asintió, volviéndose a colgar sobre el cuello ajeno.
Leonora ya se había incorporado a la mesa del restaurante donde Nam Joon, Jin y Jae Hyun compartían otra broma privada. Pasaron los minutos y al sitio con dibujos de malvaviscos por todas partes se sumaron un pelinegro con tatuajes en uno de sus brazos y el irreal chico del cabello azul que Leonora había servido en su antiguo empleo.
Por lo visto tenía una memoria envidiable porque solo con una mirada le preguntó a Jimin si no se equivocaba y era la misma chica. El círculo estaba casi completo cuando pidieron malteadas y comida rápida a cuenta de Tae y el apetito descontrolado de Kook, quien no perdió tiempo para ocupar un sitio al lado de la chica de ojos ambarinos. Casi se iban a servir cuando otra persona se acercó a la mesa, pero evidentemente no era un mesero.
El doctor Jung Hoseok, especialista en Pediatría Oncológica no podía creer que sus amigos y la chica que solía pedirle consejos en sus consultas de asistencia pública compartieran algún lazo. Quizás por ello no escuchó los saludos que iban en su dirección, mientras tanto él como Leonora intercambiaban una mirada que decía mil cosas y que era revisada por una tercera persona que ya no confiaba mucho en sus propios sentimientos.
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