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#1: Propuestas

— ¡Mei! ¡Acaba de bajar, llegarás más retrasada de lo normal! ¡Mei!

Leonora volvió a gritar en medio del pasillo para que su hermana de quince años asomara su rostro marcado por la sábana con pereza. El curso escolar iniciaba insidioso, y para Mei era el regreso después de unos duros meses de quimioterapia. El cabello le había cambiado de color, era de un rubio casi pajizo comparado al castaño dorado habitual. Ya exhibía una melanita corta a nivel del cuello en contraste con la cascada más allá de la cintura que llegó a tener antes del inicio de aquellas dolorosas sesiones.

—Levántate ¿Quieres? No estoy de humor para tu pereza. Por favor, Mei…

Leonora terminó de ocupar el umbral de la habitación de su hermana para acariciarle algunos mechones que enmarcaban su pálido y etéreo rostro. Quién pensaría que aquella misma imagen de la chica frente a sus pupilas había estado en una cama de hospital casi al final de su vida, como una llama que se extingue en la oscuridad.

—Ya voy, recuerda que soy una adolescente hormonal que odia los inicios de curso con toda su alma. Ahh y deja de mirarme como si me fuera a esfumar, estoy bien, Leo.

Ahora la caricia era de parte de la mano pequeña de Mei. Leonora pestañeó para camuflajear la tristeza en su rostro.

—Vale, quince minutos y nos vamos.

— ¿Solo quince? Eso es tacañería.

—Quince minutos y es demasiado, señorita perezosa. Te espero en la cocina, última llamada o te llevaré a rastras al instituto.

Un mohín fue la respuesta de Mei unida a la almohada que Leonora atrapó con presteza sobre su rostro. Media hora después ambas chicas se unían al trasiego de personas uniformadas rumbo al centro de Myeongdong. Hombres en traje, señoras muy arregladas o la simple indumentaria de sudaderas y converse de una masa de almas que comenzaba la jornada en un lunes nublado por el smog y el calor del verano.

—Sabes que está fuera de lugar que sigas haciendo esto. Tengo dieciséis y soy bastante independiente.

Mei habló mirando sobre el hombro de su hermana. La entrada del instituto al que asistía se veía flanqueada por caras conocidas y otras del todo distantes, al tanto de su estado de salud o de la soledad de la propia adolescencia, mientras te descubres a ti mismo o qué camino tomar. Leonora sonrió. Una sonrisa de blancos y perfectos dientes aunque algo melancólica.

—Me gusta avergonzarte un poco, eso es todo. Disfruta del día y no olvides…

—Los medicamentos…ya sé, dependo de ellos, cómo podría olvidarlos. Tú también. Ayer llegaste super tarde y sé que eso de pasar el rato con Hyun Jin es solo eso, una burda mentira…

La hermana mayor se mordió los labios mientras flashes de la noche anterior arrasaban su cabeza. Sobre los edificios forrados de pantallas led del centro de la ciudad se exhibía el escándalo de la inmobiliaria Lee. Escándalo en el que ella tenía mucho que ver.

—Ya no te preocupes y ten un lindo día, hermana.

Un beso en la mejilla de Leonora y la expresión compasiva de la hermana menor para quitarle ese sabor amargo que había subido a su boca.

—Tú también, mi pequeña perezosa.

La despedida se dilató un poco más para concluir con un abrazo y la promesa de la menor de informarle sobre la hora de salida. Una norma arraigada en Leonora desde la muerte de su madre y la convalecencia de Mei. Después, acompañada por el murmullo del tráfico y los últimos titulares sobre el escándalo en la Empresa Inmobiliaria Lee, se encaminó hacia el Café donde trabajaba media jornada.

Había dejado la universidad solo un curso antes de recibirse como periodista. Al principio, pensando que sería una situación temporal. Había postergado los exámenes de final de semestre, cuando obviamente, la enfermedad de su madre ocuparía más tiempo que solo un descanso de ese tipo.

Luego vendría el peso de la muerte, como una sombra encargándose de ahogar en lágrimas silenciosas su juventud, como un juez cruel de ojos hundidos e insondables. Madurar en un tiempo donde se tienen los sueños verdes, puede ser más difícil si a ello le sumas la responsabilidad de lo que queda.

Cuánto se perdió de por medio, cuánto tuvo que sacrificar para convertirse en la capitana del barco a la deriva que era su hogar. Los trabajos de medio tiempo le fueron ganando a las ganas de terminar la facultad. Las continuas mudanzas ante una hipoteca pisándole los talones, los favores en el piso de Hyun Jin o el simple hecho de no poder llorar porque Mei la necesitaba más serena que nunca.

Cuánto había transcurrido desde esa segunda despedida. Un año y medio, y en los últimos seis meses la salud de su hermana pequeña se había unido a la lista de problemáticas a intentar solucionar.

Leucemia Aguda había diagnosticado el doctor después de un frío análisis y Leonora se había sentido envejecer tras esas dos palabras. Así comenzaron los trabajos para Hyun Jin y la revista amarillista para la que redactaba. Sin una licenciatura Leonora se ocultaba detrás del nombre de su amigo, aun cuando fueran sus palabras y fotografías, aun cuando fuera ella la encargada de la desagradable tarea de condenar públicamente la vida de las personas que se cruzaban en su camino.

En un inicio habían llegado los remordimientos y los escrúpulos, las dudas de Hyun Jin de si ella tendría el estómago para aguantar o el hecho de que fuera muy peligroso, pero luego las facturas atrasadas, la mudanza a un piso de mala muerte y la salud de Mei habían desbordado el reloj de arena que indolente marcaba su corazón. No podía vivir de sueños frustrados y decidió asumir su realidad como tal.

De día sería la empleada de un Café, de noche la chica que se camuflajeaba en uniformes de repartidora, camarera o secretaria a fin de extraer las pruebas que condenaran a alguien más.

Sin embargo, lo monocromático de esa vida estaba a punto de cambiar. Era agosto y los tintes del verano se confundían con días húmedos y asfixiantes a partes iguales.

El movimiento de personas de un lugar a otro no dejaba pensar mucho a Leonora, al menos no más de la cuenta en el último mensaje enviado por Hyun Jin la noche anterior.

Tenemos una propuesta difícil. Esta noche, ya sabes el lugar.”

WHJ

La pantalla de su móvil le recordaba como cualquier notificación de actividad en redes sociales. Sin embargo, para ella era como un memorándum de que lo que hacía estaba totalmente opuesto a los que sus padres le habían inculcado.

A veces, se preguntaba qué habría dicho su madre sobre semejante forma de vida. Prefería cerrar los ojos y respirar profundo, tragándose un último juramento. No había peor juez que su propia conciencia.

Pararé en cuanto Mei esté bien, cuando Mei recupere su salud y ahorre lo suficiente, nos iremos de Seúl; viajaremos al campo y empezaremos de cero.”

Eso había colgado en letras rojas sobre su calendario. Contaba internamente los segundos para lograr aquel adorado sueño. Solo que el tiempo parecía realmente en contra de ese deseo. La campana del Café volvió a tintinear anunciando la entrada de otro nutrido grupo de clientes.

No pasaban las diez de la mañana y las mesas estaban completamente ocupadas. Solo la barra y los sofás que miraban a la terraza se mantenían a la espera de la clientela. Leonora se apresuró a cambiar el bloc que usaba para tomar las órdenes y dirigirse al nuevo grupo de clientes que ya eran conducidos por Hei Lin a las mesas.

—Bienvenidos, enseguida les ofrecemos el menú. Les dejo en buenas manos.

Leonora intercambió una pequeña sonrisa que rayaba la cordialidad con Hei Lin, la subgerente a cargo del personal de servicio; para con la expresión empaquetada y firmada como profesional, dirigirse a la pareja que acababa de unirse al Café.

—Bienvenidos nuevamente, permítanme recomendarles el pastel de cereza y el café macchiato, va mejor con el día de hoy.

El chico que formaba parte de la pareja se detuvo en Leonora unos segundos, solo eso para regresar a su expresión de aburrimiento total en dirección a su acompañante. Esta puso los ojos en blanco antes de aceptar la carta con el menú que le tendía Leonora.

—Gracias, aunque somos más de americano helado y croissant de chocolate para mí. Que sea eso y pastel de mandarina para él.

Leonora anotó rápidamente la orden y se alejó de la mesa para recibir el pedido del grupo de chicas que se amontonaba en uno de los sofás de la terraza. Ya estaba acostumbrada a ser mirada como lo había hecho esa pareja. Como una extrajera en tierras lejanas.

Era indudable que jamás sería confundida con alguien nativo de Seúl, por mucho que hubiera nacido allí. Los genes no se podían traicionar y sus facciones que hablaban de doncellas europeas con largas cabelleras doradas y ojos ambarinos eran como un recordatorio latente por lo cual fue alejada socialmente la mayor parte de su vida escolar.

Aun no comprendía cómo Hyun Jin había pasado de todo eso y se había convertido en su mejor amigo desde que tenía memoria.

La chica que había contestado, vestida como Miss Corea y el chico de un irreal color de cabello en tonos azulados habían mandado el mensaje de te toleramos pero no perteneces aquí y eso, aunque ya fuera parte de su día a día, seguía doliendo como una cuchillada en su autoestima.

No es que Leonora fuera dada a considerar las opiniones ajenas constantemente, pero seguía siendo una persona, y a fin de cuentas todos escuchamos las señales silenciosas del desprecio y por mucho que neguemos que no nos afecta, en el fondo, duele más de los que nos permitimos reconocer.

El movimiento en el Café no le permitió ni a ella ni al resto del personal darle más vueltas al asunto. Las mesas cambiaron de ocupantes un par de veces más en tanto la pareja del americano helado era servida con cortesía y frialdad por Leonora; y ahora nos tocaba conocer lo que realmente eran esos dos.

La chica que podía calificar como Miss Corea era  Min Ji Soo, presidenta de la Multinacional Min’s Over Clothes, una de las casas de moda de Corea, ganadora de los favores de Chanel y Armani en los últimos cinco años desde la fusión empresarial que había sufrido el viejo negocio familiar especializado en la confección de trajes de vestir con la disquera y empresa de entretenimiento creada por su hermano Min Yoon Gi, quien con parsimonia saboreaba el americano mientras le dedicaba miradas concienzudas al panorama citadino que se dejaba filtrar por el escaparate del Café.

— ¿Estás segura que vendrá? Mi tiempo es valioso… Yoon… ¿Siquiera me estás escuchando?

Ji Soo tronó los dedos frente a su hermano mayor, este le dedicó una mueca de molestia que ilustraba cuán habituado estaba a esa especie de berrinche.

—Ji Soo, sabes que de no ser así, yo no estaría aquí aguantando tu presencia. Jimin es demasiado quisquilloso con su profesión.

Yoongi terminó su Café con un último sorbo para dedicarse de lleno a la pantalla de su móvil. Ji Soo tuvo ganas de arrebatárselo como cuando eran niños, pero se contuvo. Estaba apostando mucho por la entrevista que se produciría en ese sitio, al punto de tener que contar con la ayuda de su irascible hermano mayor.

—Solo te recuerdo que nuestro futuro depende de la misericordia de tu amigo…

Ese comentario pareció eliminar el letargo de las facciones del mayor de los Min cambiando su expresión aburrida por una media sonrisa casi maliciosa.

—Y yo te recuerdo que la única que pierde algo aquí eres tú. Tu empresa es la que está con el agua al cuello, y si me permites hermanita… tú eres la causa de eso. Tú y esa ambición interminable…

Ji Soo odiaba que la llamara hermanita, pues solo lo hacía cuando tenía la absoluta certeza de algo que la dejara en desventaja y esta no era la excepción. Contaba que Park Jimin, el influencer que acababa de ganar el premio a Celebridad del Año en Corea del Sur y Estados Unidos se convirtiera en la musa de su nueva colección masculina de otoño-invierno y saber que su hermano mayor había tenido una relación de amistad con este, pues le había caído del cielo.

Necesitaba a Jimin a tiempo completo para promocionar la colección que la sacaría del atolladero en el que la había dejado la última semana de la moda. Así que tragándose su orgullo había tenido casi que suplicarle a Yoongi por la entrevista que estaba a punto de efectuarse, con media hora de retraso.

—Ah… finalmente, el objeto de tu preocupación acaba de materializarse…

Yoongi dijo esto señalando hacia la puerta del local donde un chico de cabellera platinada hacía su entrada. Aun con el cubre bocas y las gafas de sol, era evidente la razón por la que había sido galardonado tantas ocasiones como Celebridad del Año y más recientemente a nivel internacional.

No era solo su grácil figura al resguardo de unos simples pantalones pitillos y una remera con la palabra Now en medio o el hecho de que más de una mirada se alzara para recalar en su presencia. Era también la forma de moverse la que hablaba de que no era cualquier otra persona la que terminaba de ingresar por el umbral. Ji Soo contuvo una exclamación interna al tener a su disposición el rostro de Park Jimin, ya libre del cubre bocas y las gafas de sol, regalándole una sonrisa brillante y bondadosa mientras se unía a ellos en la mesa.

—Cuánto tiempo hyung, creo que desde la universidad no nos veíamos. ¿Esta es la pequeña Ji Soo? Sí que ha crecido.

Jimin solo tenía veintisiete años, y hubiera pasado por tener menos edad de no ser por la profundidad de su mirada. Un niño hermoso con cara de ángel, pero un hombre que había conocido el mundo a fin de cuentas.

Ji Soo lo había visto en fotos, muchas fotos que a diario estudiaba con sus diseñadores a fin de inspirar la salvación de su empresa en la figura comercial mejor pagada del momento. Sabía que era guapo y carismático, pero tenerlo de cerca y ser llamada con esa familiaridad por su futuro colega de trabajo producía un extraño movimiento en su corazón que lograba calentarle las mejillas.

—Ha pasado el tiempo suficiente. Y sí, Ji Soo ya es toda una mujer, de hecho es ella la que tiene que hablar contigo. Yo sobro aquí.

Yoongi se disponía abandonar su lugar cuando la mano de Jimin se cerró en su antebrazo impidiendo la espantada de este. El mayor miró la sonrisa burlona en el rostro del platinado y poco a poco comenzó a sonreír en respuesta. Como una especie de comunicación interna que Ji Soo envidiada con todas sus fuerzas. Nunca había podido provocar esa expresión en su hermano mayor, al menos no con la facilidad que lo estaba haciendo Jimin.

—No seas aburrido, hyung, hablaré de trabajo con la hermosa Ji Soo pero después tenemos que ponernos al día. Es temprano, pero estoy seguro que no han comido aun. Vamos, yo invito la comida ¿Estofado de Kimchi?

Jimin sabía que ese era uno de los platillos favoritos de Yoongi y aun cuando aquel Café solo se especializara en pastelería y chuches, era evidente que esa invitación a comer alargaría la cita hacia otro lugar donde Ji Soo no estaría dispuesta a ir.

—Vale, aguantaré su plática de negocios. Te informo que no permitiré que te pases de la raya. Ella—Dijo Yoongi señalando con la barbilla a Ji So—sigue siendo mi pequeña hermana, así que compórtate.

Jimin por su parte convirtió la sonrisa en una carcajada que terminó por cambiar sus ojos en dos pequeñas ranuras coquetas.

—Faltara más, pero antes de hablar de aburridos negocios y si no les importa, voy a ordenar. Llevo horas metido en un avión y mi cerebro necesita conectarse antes de aceptar cualquier propuesta, por sugerente que sea.

Lo último iba en unas octavas más bajas de su tono normal, haciendo de su voz un aterciopelado susurro que hizo estragos en Ji Soo, quien ya no estaba muy segura de cómo plantearle su propuesta a Jimin.


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