WITH ME
WITH ME
¿Y qué cuando el fin del mundo ocurre frente a tus ojos y no puedes hacer nada más que quedarte quieto observándolo?
JungKook no le tiene miedo a absolutamente nada, pero desde hace algunos meses hay algo que le está comiendo la cabeza con mucha molestia. Sus ojos oscuros caen en la ventana cristalina que deja ver un cielo grisáceo que le hace doler el estómago, además la ventisca fuerte y la tenue luz del sol lo hace helar en la inconsciencia de su mente. A pesar de que dentro, en la habitación en la que se resguarda, hay un clima bastante agradable y las sábanas de peluche que llevó de imprevisto lo resguardan en el sofá en el que ha estado durmiendo los últimos días, no puede evitar sentirse un poco tembloroso a causa del frío en su pecho.
Después de un debate extremo por la preocupación, pudo convencer a su novio de quedarse durmiendo en la cama que compartían sin que lo tuviera abrazado como si se tratara de dos pequeñas nutrias. Y aunque TaeHyung dormía cómodamente en aquella cama, JungKook no podía dejar de pensar en el futuro.
Afuera de esa habitación todo es un caos: las personas se vuelven locas, corren de aquí para allá y de vez en cuando se oyen gritos desgarradores que lo hacen temblar. Pero ha estado conteniendo las ganas de derrumbarse enfrente de TaeHyung, cuando es él el que está más asustado de los dos. Es por eso que JungKook siempre se queda hasta tarde, como un perro guardián, vigilando el área y paseándose en el lugar con molestia para evitar caer dormido. No sabe en qué momento debería apresurar el paso para evitar una tragedia, o al menos retrasarla, de hecho ni siquiera se ha tomado la molestia de observar concretamente lo que sucede.
Está en un tipo de burbuja que pretende bloquear la realidad, y esa burbuja de vez en cuando se revienta por unos pocos segundos en las noches heladas, cuando su mente piensa en las cosas que ha vivido y en las muchas vidas que diariamente se pierden, que en cualquier momento todo estaría apunto de terminarse y la vida se volvería efímera... O demasiado larga para los años de sufrimiento que le deparan.
— ¿Ya es tarde?
JungKook mira desde el sillón a su novio, quien se acurruca en la cama, cubriéndose por completo gracias a la luz lejana de un día gris que va terminando. El pelinegro se pone de pie, caminando hacia un pequeño estante donde tiene guardadas unas cuantas cosas de higiene que ha podido rescatar; de ahí toma una botella de agua, caminando hasta el chico que yace recostado.
— ¿Agua?
— No, gracias, Koosito. Realmente tengo sueño.
— Sí, entiendo. —JungKook pasea la mano por el brazo de TaeHyung—. ¿Te gustaría comer?
La risita de TaeHyung le hace sonreír de la misma manera; el chico se remueve en la cama con una expresión pasajera de cansancio, puesto que no ha dormido del todo bien la noche pasada debido al ruido contundente de los autos que apenas le dejan soñar tranquilamente.
— Podemos comer después.
— Síp, podemos comer después si quieres.
— ¿Cómo están las cosas afuera?
JungKook suspira con resignación. ¿Qué debería decir? ¿Cómo explicas que el cielo a veces es azul o a veces gris? ¿Que parece que helarán pero por momentos el Sol es tan intenso que el color del pasto se vuelve amarillento? El pelinegro no tiene las palabras correctas para describir una mañana como aquella, ni siquiera un espacio como aquel donde las personas se mantienen atentas a cada suceso relevante del lugar. JungKook rodó los ojos, en una señal de no querer explicar aquello; así se ganó una mirada curiosa del chico, quien se movió lentamente en la cama, haciéndole un espacio en ella.
— Afuera todo está bien —explicó calmado—. Bueno, ya sabes... Lo normal desde hace un tiempo.
— ¿Has podido contactar a tu familia?
— No, pero he olvidado intentarlo.
— Bueno... ¿Vas a recostarte conmigo?
— Prefiero que estés cómodo —sonríe el pelinegro, sobando el hombro de TaeHyung—. Ya sabes, luego te mueves demasiado cuando caes dormido.
JungKook tiene unas mil memorias recorriendo su cabeza, eso sucede cada día desde que la situación empeoró y se vio en la obligación y deseo de permanecer encerrado.
A veces se acerca a la ventana a ver el exterior, sin embargo entre más tiempo pasa ahí dentro, menos ganas tiene de salir. Afuera se ha vuelto extraño, se ha vuelto un lugar tan doloroso que le resulta difícil observarlo y añorarlo. Ya ni siquiera se siente seguro de sus acciones, de sus pensamientos, no sabe si debería huir de sus problemas o dejarlos suceder. ¿Pero realmente qué podría hacer para terminar con algo como eso? ¿Matarse? ¿Correr a un acantilado? ¿Sentarse a gritar y preocupar a TaeHyung? ¿Llorar desconsolado en un baño? ¿Caminar por una calle solitaria y encima de un césped seco? ¿Escuchar música?
De pronto, observando a TaeHyung, una memoria le hace achicar sus ojos. Recuerda perfectamente a ese tipo diciendo unas mil y un veces, años atrás, que el mundo sería digno de conocer y de explorar, que juntos pasarían toda la vida fotografiando cada rincón de él, y que cada planta, animal y color sería reconocido ante sus ojos. Oh, sí, TaeHyung deseaba tomarse una foto sosteniendo la torre inclinada mientras en su cabeza habría un sombrero gigante.
— Oye, ya no me muevo tanto.
— ¿En serio? No te creo, no te creo.
— ¡Te lo juro! —Ríe él—. En serio, ahora solo me mantengo recostado todo el día, viendo la ventana.
Jeon se acerca lentamente hasta el borde de la cama, sentándose en esta para observar un poco más de cerca a su novio. Lleva la mano hasta el torso de él, dejándola ligeramente recargada. El tiempo transcurre de una forma genuina y lenta, con TaeHyung juzgando con los orbes al pelinegro, quien no se detiene de recorrer cada una de sus facciones, sus ojos bonitos y sus labios remarcados un tanto resecos.
Oh, también recuerda que le dijo que pronto se volvería un chico realmente famoso y todos esos viajes serían simplemente caprichos de personas ricas. Eso sí que era una bonita imagen de ambos, si las cosas no estuvieran fallando de tal manera, todo sería un tanto mejor.
— Deberíamos dormir juntos hoy, Koosito —dice TaeHyung, dejando caer la cabeza en la almohada—. Creo que estás demasiado cansado últimamente, el sillón es muy incómodo.
— ¿Tal vez mañana?
Pero TaeHyung mira fijamente a JungKook, como buscando una razón lo suficientemente aceptable para acceder a esa petición. Aunque después de un segundo, TaeHyung niega lentamente, pues la propuesta de Kook no es algo que quiera cumplir o que siquiera pueda hacer.
— No, hoy.
JungKook echa un vistazo rápido a la ventana, donde los tenues rayos de luz comienzan a dispersarse para abrir paso a una nueva noche. Después lleva los ojos hasta TaeHyung, quién ya está más que acomodado con aquel espacio especial para el chico.
— ¿Hoy?
— Síp, hoy. Ya me cansé de dormir solo todos los días —admite sonriendo—. Además mira afuera, da miedo, ¿no? Parece que lloverá durante la noche, y odio los relámpagos.
JungKook asiente lentamente a la propuesta, caminando hasta el sofá y tomando entre sus manos las gruesas mantas que sirven como abrigos para noches como aquella, aunque ya no está tan seguro si será suficiente para cubrirlos a ambos. Antes pasa por su mochila, sacando un par de cosas en busca de su camiseta para dormir, cambiándola enfrente del chico que se encuentra en la cama, mirándolo con atención. Puede sentir los ojos de TaeHyung seguirlo mientras se mueve por la habitación buscando un par de cosas; esto solo acrecienta su sentimiento de vómito en el estómago, además el innecesario vacío estúpido que se le forma en el centro del pecho.
El menor pasea los ojos por todos los lugares posibles, sin querer detenerse en la ventana a la que cada vez la envuelve más la noche esperada e inevitable. Pero después de hacerse tonto unos minutos más, termina caminando hasta la cama, con mucho miedo de lo que pudiera pasar una vez llegada la luna llena blanca brillante y cristalina. Por simple prevención se redirige a la ventana, sellando la pequeña entrada de ventisca con fuerza y suspirando, para después caminar con TaeHyung y sonriéndole tímido.
— ¡Apresúrate! Estoy cansado.
JungKook se trepó en la cama, con las colchas siendo colocadas en los pies de ambos. Se acomodó poco a poco, de repente moviendo a TaeHyung con cuidado para no incomodarlo demasiado, y una vez sentado en la posición correcta, cubrió ambos cuerpos con la manta para guardar un calor que pocas veces sentirían de nuevo; es encantador por un segundo sentirse una vez más con la persona a la que más adoras en todo el mundo.
TaeHyung se toma del torso del pelinegro, abrazándolo con toda la fuerza que posee y sonriendo en su pecho. JungKook no tarda nasa en responder aquello, pues en cuando cae en cuenta, ambos brazos presionan con fuerza el cuerpo del mayor, quien no hace más que quedarse quiero con media sonrisa en su boca. Kook mira hacia la ventana y a la oscuridad que gana terreno, pero deja de preocuparse en cuanto TaeHyung le habla.
— Ya se hace de noche —menciona obvio—. Tengo sueño.
— ¿En serio?
— Oh, sí —ríe TaeHyung.
Kook suspira, con la ansiedad ganando terreno. Cierra los ojos por un momento, con la respiración ligera de TaeHyung chocando con su pecho, en su mente hay palabras y pensamientos que no deja salir. En cambio, JungKook simplemente abre una vez más sus ojos para palmear la espalda de Tae suavemente, en golpecitos pequeños y suaves que pretenden calmarlo a él mismo.
— Entonces duerme, Tae.
— Te vas a quedar cuidándome, ¿verdad?
Kook distingue desde su lugar la noche estrellada que lucía extremadamente caótica a sus ojos, casi podía sentir la luna acercándose, a las personas correr y gritar, y a las sirenas adentrándose en sus oídos como chirridos molestos. Entonces una tristeza profunda lo invade, sabe que aquella noche ya no protegería a TaeHyung de nada porque en cualquier momento las estrellas comenzarían a caer y el mundo se volvería un tono gris potente que difícilmente se eliminaría. Pero no le dice eso, tan solo acaricia de arriba abajo su espalda, temiendo ver el cielo incendiarse y volverse borroso.
— Sí, yo estaré aquí cuidándote.
— Está bien —susurra TaeHyung, ocultándose entre los brazos de su novio—. Entonces dormiré ya.
El menor al no mostrar su rostro, es capaz de sentir sus ojos picar por una serie de lágrimas saladas. La culpa lo invade, su corazón se detiene, la oscuridad de la noche lo invade y lo envenena, el universo se detiene y la vida luce efímera.
— ¿Podemos hablar cinco minutos más?
El mundo está a nada de acabarse, es por eso que JungKook no puede restarle importancia a un minuto.
— Oye, canta un poco, ¿puedes? Me gusta esa canción de... ¿Cómo se llama?... ¡Oh! Nothing like us.
Cuando TaeHyung siente su cuello ligeramente mojado, sabe que las cosas no andan bien. Sin embargo, el silencio sepulcral lo invade, y mientras siente a JungKook llorar, se dedica abrazarlo con fuerza y a dormitar a su lado, mientras pasea la mano por su espalda en un intento de tranquilizarlo. Para JungKook, las cosas simplemente no pueden estar peor, y la petición de TaeHyung lo hace sentir tan débil que termina por calmar su llanto para comenzar una canción.
No hay nada como nosotros. No hay nada como tú y yo.
Es lo que JungKook piensa mientras comienza a cantar, con los ojos pegados en la ventana donde la lluvia comienza a azotar y el sonido se cuela por los oídos de los ambos, creando un ambiente aún más doloroso para el menor, quien no puede detener sus lágrimas, las cuales sin cuidado alguno mojan la nuca de TaeHyung. El chico y su tranquilidad invaden al pelinegro, quien no deja de mover su mano como si eso fuese a cambiar el tubo de las cosas.
Es así como una canción de promesa entra en los oídos de TaeHyung, junto con el susurro de la lluvia, mientras JungKook le promete cercano a su oreja que jamás encontrará a nadie parecido. Porque si JungKook tuviese que vivir momentos de su vida interminables veces por el resto de su eternidad, de seguro serían todas aquellas cosas que vivió con Kim TaeHyung, aquel chico de actitud alegre que lo miraba cada día por la mañana y le mandaba un beso en el aire, volando; el mismo chico que servía malteadas de chocolate y lo retaba a terminarla antes que él, el mismo tipo que hacía un plato con toda la comida de su refrigerador aclarando que se volvería pronto el mejor de la cocina en la casa.
Pero esos tres minutos de una canción sentimental se vuelven enemigos de JungKook, quien no deja de observar la ventana en busca de una salvación, un milagro, un botón de reinicio. Y para cuando aquella canción termina, TaeHyung suspira con una calma tal que logra hacer a JungKook cerrar los ojos con la misma cantidad de tranquilidad.
— Te amo.
JungKook abre los ojos ante aquellas palabtas, dejándolos caer en un punto fijo de la habitación.
— Te amo —repite TaeHyung en un tono bajo—. Te amo, Koosito.
Y un silencio prolongado hace que JungKook se sienta cada vez más solo en la oscuridad, con el corazón latiéndole y el dolor invadiendo su cabeza.
— Te amo más —susurra, apegándose a él—. Yo siempre te voy a amar.
Cuando aquella respiración tenue se detiene en algún punto inexacto de aquella noche, es ahí cuando JungKook se echa a llorar con desconsuelo.
Ni siquiera por la rapidez en la que sus piernas se apresuran por correr y gritar por los médicos y enfermeras, ni siquiera por las mil formas de revivir al chico que yace recostado inerte en su cama, con un gorro de lana sobre su cabeza; ni siquiera por las mil veces que JungKook le grita que se despierte, TaeHyung lo hace.
Y cuando JungKook es sacado a empujones y jaloneos de aquella habitación blanca con vista hacia el exterior, un grito estremecedor que desgarra toda su garganta y rechina en los oídos se escucha por todo el hospital.
Su mundo... Su mundo ha acabado.
TaeHyung está muerto.
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