Ignorància
Las calles de piedra, los hombres trabajando en el campo, los niños sonriendo ajenos, jugando con los carros de madera, el olor al pan recién hecho, el sol elevándose entre las montañas, los árboles meciéndose con el aire...
El olor a vida.
Tal vez he nacido en el momento y lugar incorrectos, porque yo anhelaba ser como aquella gente que se dirigía en dirección contraria a la nuestra.
Tomando fuertemente la tela rasgada y poco limpia de mi cuidadora, me escondía de todos y todas quienes nos miraban con lastima.
Era común ver esas miradas dirigidas hacia nosotros, éramos la peste del lugar. Y solamente cuando requerían la ayuda de mi tía nos permitían pisar el pueblo.
Algunos no nos conocían y pasaban de largo nuestra presencia, mi tía decía que para ellos éramos simples caprichos de la vida, sin un propósito más que el de dar "lastima y asco", por eso era normal que nos echaran de cualquier lugar al vernos o nos insultaran con palabras que yo desconocía y que mi tía me pedía olvidar.
"Simple ignorancia" con ello me explicaba el porqué de cada agresión. Solo lo hacían por simple diversión los lugareños.
Pero la gente "Antigua", los que se escondían llevando una vida normal... ellos nos tenían respeto y aun sin entenderlo, podía ver que también miedo, aunque no lo mostraran. Solamente en casos muy extremos éramos llamados por ellos.
Desde que puedo recordar eso ha sido nuestro trabajo. Con seis años cumplidos, desconozco porque nos tocó vivir de esta manera. Ser excluidos, sin poder trabajar junto con ellos o vivir en una casa cerca del rio o el campo. No puedo jugar con los niños de la aldea porque ellos me temen y yo a ellos.
Mi tía Luka se detiene y hace que yo rebote al no ver el camino, soy pequeño, así que me cubre con su manta que anteriormente cubría sus hombros.
— ¿Qué hacen unos pordioseros como ustedes en mi pueblo? — escuche la voz grave de un señor que puede que hayamos cruzado en su camino.
— Siento mucho lo sucedido, ha sido toda mi culpa, solo vine por... — mi tía fue interrumpida por aquel hombre grosero.
— ¡No me importa tu vida! ¿Acaso eres ciega?, mi fruta ha sido tirada por tu culpa y quiero que me pagues por las manzanas —
Al escuchar por qué el hombre estaba furioso, mire hacia mis pies y ahí se encontraba oculta una manzana roja, alce la mirada, viendo los ojos de mi tía que igualmente me veían. Siempre mostraba aquella cara a cualquier persona que nos molestara: sumisa y arrepentida. Luka, sabía mentir.
— Mis disculpas señor — aun sosteniendo mi brazo con una mano suya, con el otro buscó entre sus vestimentas una bolsita de tela que contenía monedas dadas a nosotros, por el trabajo al cual fue llamada ella la tarde pasada.
— No es mucho, pero pagaran los gastos de su mercancía perdida — miré sorprendido la facilidad con que el señor tomo rápidamente la bolsa e igualmente de rápido miraba en su interior.
— ¿De dónde has robado este dinero, bruja? — los ojos de mi tía resplandecieron mientras seguía mirándome, esa palabra no le agradaba, pero ya muchas veces había escuchado a los viejos y a la gente joven pronunciar aquello.
— No es lo que piensa — intenta escucharse serena e inocente, a veces practicaba ese tono en la casa. Con su mirada aún más cohibida se dirigió al señor — solo es un ahorro que he tenido todos estos años de vender flores y uno que otro animal que tenía, la verdad nos hace falta... —
Mientras mi tía, intentaba convencer a aquel grosero hombre, una pequeña pelota se hizo presente entre la multitud; yo quería jugar con aquella pelota, pero por el agarre de mi brazo no podía moverme hacia ella. Unos niños salieron de entre la multitud que se acercó a ver el escándalo.
Un niño manchado de lodo llego primero a la pelota y grito "¡he ganado!" mientras otros llegaban de segundo, tercer y cuarto lugar. El cuarto era más gordito que los otros, por lo que me dio risa; podía decir que lo que él comía en un día, era lo que yo comía en tres. Los otros tres niños de mi edad salieron corriendo sin importar la escena tan desagradable que hacia el hombre gritándonos frente la multitud, pero el mismo niño que me parecía gracioso se quedó observando y posteriormente se quedó observándome.
Por su apariencia le sonreí, mientras abrazaba desde mi altura la cintura de mi tía, su prenda me cubría mi cabeza y hombros, pero no la cara. Aquel niño también me sonrió, hecho que me sorprendió, porque era raro que no saliera huyendo por mi situación o apariencia, a lo lejos podía escuchar los gritos de los niños, ellos gritaban "Jimin". ¿Aquel niño se llamaba Jimin?
— ¡Largo de este lugar! ¡Aun no puedo creer que ustedes estén ensuciando con su presencia el pueblo! — mi tía volvió a presionar mi brazo para que camináramos.
— Si señor — miré a mi alrededor mientras caminaba y atrás de nosotros estaba aquel niño, lo mire con tristeza, la gente volvía a moverse haciendo que lo perdiera de vista.
Me sentí triste porque tal vez, había conocido a alguien con quien jugar, tal vez por fin un amigo.
Cuando cruzamos la pradera y un monte, al fin veía nuestro hogar, estaba cansado y mi estómago rugía por alimento, eso me divertía, ya que al escuchar ese sonido mi tía siempre fingía haber escuchado un tigre y me hacía reír.
— Hay que dar de comer al tigre para que no nos coma — reía por las palabras de ella
— Soy un tigre — y mostré mis dientes a Luka para asustarla.
— Si, lo que digas — sonrió revolviendo mis cabellos — ve a jugar un rato afuera, necesito hacer la comida —
Salí corriendo con mis juguetes hacia el pasto, un pequeño caballo y una caja de madera era lo que en mi imaginación solían convertirse en un gran carruaje dirigido por una docena de caballos. Surcaba los ríos, prados y montes gracias a ellos y muy pronto añadiría más navegantes. En mi imaginación aquellos niños se volvían mis amigos y también el niño de gran tamaño. Con ellos salvaba al pueblo de monstros como los que Luka combatía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro