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Capítulo 10

Estaba muy oscuro, no podía ver por donde iba, era como caminar por un laberinto con los ojos cerrados. Había tropezado varias veces y se había chocado una que otra vez con la pared.

Como habían caído desde la planta superior, Usher pensó en un primer momento que estaban en una cueva, pero la pared no era rocosa, sino lisa, de piedra pulida. Eran unas galerías subterráneas construidas a propósito en el templo. Sentía que cuanto más caminaba más se perdía en aquel lugar, y por más que gritaba el nombre de sus compañeros nadie le contestaban.

¿Qué tanto se habían podido separar si estaban todos juntos y muy cerca cuando el suelo se derrumbó? No tenía ningún sentido.

A los ladrones se le cortan las manos, aunque sean niños.

Todo el cuerpo de Usher se tensó mientras un escalofrío recorría su columna al escuchar esa voz. Una voz que había tratado de hacer desaparecer en lo más profundo de su mente. Una voz que, aún 10 años después, le hacía temblar y querer desaparecer.

Se escuchó el sonido metálico y limpio de una hoja de espada cortando el aire, luego un grito agudo que dejó salir el dolor que alguien había sentido. Usher tapó sus oídos mientras docenas de recuerdos llegaban como rápidos flashbacks a su mente. Tan rápido como llegaban él trataba de eliminarlos, sin mucho éxito.

Los humanos son tan frágiles... No pueden regenerarse, mueren con facilidad de una simple enfermedad o infección, tienen cuerpos débiles.

A pesar de la crudeza de esas palabras se notaba que la voz no lo decía en tono de burla. La persona que hablaba lo decía completamente seria. Eso si es que esa voz espeluznante y que te traspasaba incluso el alma era humana.

Usher tropezó con algo en esa extensa negrura. Miró al suelo al pensar que era una roca o incluso el palo de las antorchas que habían perdido en la caída. Sus ojos se abrieron como platos y su respiración se cortó de golpe al ver un brazo humano en el suelo, rodeado de un charco de sangre. El brazo era pequeño, de un niño de no más de seis o siete años. El tajo que lo separó del cuerpo había sido tan limpio que el hueso mostraba un corte perfecto.

A pesar de que estaba acostumbrado a ver todo tipo de atrocidades, mucho peores que un simple brazo cortado, tuvo que desviar la mirada sintiéndose abrumado. Toda aquella escena le resultaba tan familiar que parecía una pesadilla, como si hubiera regresado al pasado.

Un pasado que no quería vivir de nuevo.

Usher retrocedió hasta que dio con la espalda en la pared. A los pocos segundos cayó de espalda al suelo recibiendo un buen golpe, la pared se había esfumado de repente.

La negrura desapareció dando paso a lo que parecía ser una pequeña celda dentro de una cueva. En lugar de barrotes de hierro había enormes estacas de madera atadas por gruesas cuerdas. El suelo tenía una alfombra hecha con paja que no resguardaba del frío ni la humedad del lugar.

Se levantó a toda prisa del suelo, su cara había palidecido y las palabras no salían de su boca seca. Volvió a dar un par de pasos atrás al ver que no estaba solo. Fuera de la celda una mujer con un horrible rostro lo observaba.

Vestía con un destrozado vestido marrón que cubría hasta sus tobillos, con la única decoración de un sencillo cinturón. Ni siquiera llevaba zapatos. Su piel era grisácea, como la de un cadáver y sus ojos eran completamente negros, mirarlos era como mirar al abismo. Estos eran parcialmente tapados por los mechones de largo pelo negro que se esparcían por su cara. Era como si lo tuviera mojado y enredado, no se molestaba en peinarlo.

—Los niños que se portan mal han de ser castigados —habló aquel ser, una bruja de aspecto atroz.

Ladeó la cabeza al ver que Usher no contestaba y luego volvió a enderezarla. Una escalofriante sonrisa se instaló en ella.

—Si os portáis bien os daremos un premio, pero si nos decepcionáis acabaréis como él —volvió a hablar.

La bruja levantó uno de sus brazos con el que agarraba algo, más bien a alguien, y lo dejó caer en el suelo. El corazón de Usher se paró por un instante al ver a un niño. Le faltaba uno de sus brazos y su expresión de horror indicaba que había muerto lleno de miedo y desesperación.

La bruja dio media vuelta y se marchó sin decir nada más. Con paso lento e inseguro Usher se acercó a la puerta cerrada de la celda, tratando de ver mejor al niño asesinado, vio que tenía la marca del ojo como él, justo en la misma parte de el cuello en la que él la tenía.

Tragó saliva con dificultad y agarrando las estacas de madera pegó la cara a ellas para ver mejor al menor. En un simple parpadeo el rostro cambió, ahora era él, cuando era así de joven. Aquella imagen lo asustó y de nuevo aquello que tocaba, en esta ocasión las estacas de madera, se esfumó como si tan solo fuera humo. Esta vez mantuvo el equilibrio y no cayó de boca.

¿No crees que es injusto? Yo sí lo creo —volvió a escuchar esa voz en estéreo.

No era la misma que la de la bruja que acababa de ver, y que conocía demasiado bien. Era otra diferente, a la que desgraciadamente también sabía ponerle cara.

Había tantos niños ahí abajo, ¿cuántos eran? Ya no lo recuerdo...

—Treinta y dos —consiguió hablar al final Sena.

Su voz salió irreconocible. Era ronca, en un tono demasiado bajo e incluso le tembló.

Bueno, no importa, estaban destinados a morir de todas formas. Solo eran mano de obra, alimento y sacrificios para los conjuros de sangre —continuó hablando, al parecer no lo había escuchado, o por lo menos no le había prestado atención.

Si Usher no podía interactuar con aquella voz es que todo eso debía de ser una pesadilla. ¿Había muerto por la caída y había ido al infierno? Lo tendría merecido después de todos los pecados que arrastraba a sus espaldas.

Se pellizcó y el dolor que sintió le indicó que no soñaba. Todo eso era una ilusión, podría ser alguna de las trampas del templo o incluso tal vez una prueba del oráculo.

No sabía que hacer, había quedado desarmado, su lanza no estaba ya con él, y si eso era realmente una ilusión usarla no serviría de mucho de todas formas. Se mordió el labio nervioso, su cabeza comenzó a funcionar a toda velocidad tratando de pensar en algo. Fue entonces que recordó a su amigo.

Si él estaba teniendo esas visiones entonces Tet... el pánico dejó paso a la preocupación. Averiguar lo que pasaba había quedado en segundo plano, ahora tenía que encontrar a su amigo.

—¿Ya te vas? —se asustó al encontrarse con una nueva persona al darse la vuelta— Quédate un poco más, recordemos viejos tiempos juntos.

La mujer frente a él era pocos centímetros más baja, su pelo, también negro, estaba bien cuidado y recogido en una trenza que descansaba sobre su hombro. Sus ojos de irises azules brillaban con intensidad sobre una esclerótica completamente negra, era otra bruja, pero con un mejor aspecto que la anterior.

A pesar de esto se sentía más intimidado por ella que por la anterior. Esta vez la voz era la misma que había estado escuchando desde que se internó en aquella ilusión.

—Tú —solo era una palabra, pero salió con veneno de la boca de Sena.

La mujer sonrió mucho más elegantemente que la anterior bruja de aspecto descuidado.

Su sangre hirvió, la ira fluyó a través de cada fibra de su cuerpo. Apretó los puños frustrados y ahí estaba, una lanza había aparecido entre sus manos. Era su lanza yari, la que él tanto estaba acostumbrado a usar y le había acompañado por años, conociendo su historia mucho mejor que muchos otros.

Antes de que pudiera saber lo que pasaba, de que su mente lo procesara todo, la lanza ya atravesaba el pecho de la bruja. A pesar de eso ella seguía sonriendo.














—¿Hola? —decía Skie sin recibir una respuesta en aquel inmenso vacío— ¿Hay alguien? ¡Chicos! —continuó llamando alzando un poco más la voz.

Suspiró dándose por vencida, definitivamente ninguno de sus compañeros la estaban escuchando. No sabía que tan grandes eran esas galerías subterráneas, pero siempre que su vista iba acostumbrándose a la oscuridad y comenzaba a vislumbrar leves formas era como si el lugar decidiera volverse aún más oscuro.

También había probado a mantenerse en total silencio con la esperanza de escuchar a alguien mientras caminaba, tampoco logró nada. Después de la caída al parecer perdió la consciencia y al despertar ya estaba ahí tirada en el suelo. No sabía cuanto había caído, tal vez si no se encontraba con nadie después de tanto rato era porque los demás habían acabado en otras plantas.

Si ese era al caso, ¿en que planta estaba ella y cuánta profundidad tenía ese templo? Tampoco había encontrado escaleras para subir o bajar.

—¡Chicos! —volvió a gritar en un intento desesperado.

Suspiró y se sentó en el suelo agotada de caminar por tanto tiempo dando vueltas. La herida de su pierna había empezado a doler de nuevo y esta vez Tet y Enver no estaban ahí para ayudarla, tampoco veía demasiado bien en la oscuridad como para asegurarse de si estaba bien.

Es preciosa.

Skie levantó la cabeza. Estaba segura de que había escuchado algo, una voz.

Se levantó rápidamente del suelo usando la pared para apoyarse y no forzar aún más su pierna. Se quedó completamente quieta y en silencio esperando oír algo de nuevo.

Ella ahora es nuestro mayor tesoro.

Esta vez estaba segura de que había escuchado una voz, siguió el camino de donde pensó que venía. Así la siguiente vez pudo escucharla con mayor claridad.

Se ve tan pequeña y frágil... Dormida es un ángel.

Eran dos voces diferentes manteniendo una conversación: un hombre y una mujer. Skie se quedó congelada en su lugar, esa voz... no podía ser, seguro que su cabeza le estaba jugando una mala pasada.

¿Y qué nombre le pondremos? —se escuchó la voz del hombre una vez más.

No estaba segura de si la voz que escuchaba era de la persona que ella creía. Aun así fue suficiente para hacerla correr ignorando su herida.

Tropezó varias veces, una de ellas incluso cayó al suelo, y se chocó con alguna pared y columna pero no paró. Tenía que confirmar que sus sospechas eran infundadas, era imposible que fueran quienes ella creía. Al fin esa oscuridad se fue disipando hasta que vio perfectamente a un hombre alto acompañando a una mujer elegante que sostenía algo en brazos. Un bebé.

—Skie —dijo la mujer que se giró para mirar a su marido con una sonrisa—. Se llamará Skie Blue.

El corazón de Skie se paró al ver el rostros de aquellos dos adultos. Las lágrimas salieron por sus mejillas sin poder evitarlo nublando su vista.

Violet Blue y Morgan Blue, sus padres estaban ahí, pero ellos habían muerto años atrás. Además, ¿no era a caso ella misma el bebé que Violet sostenía entre sus brazos? Era todo tan irreal que Skie en el fondo supo que tan solo podía ser un sueño, seguro que seguía inconsciente por el golpe y estaba soñando, sí, eso debía ser.

El matrimonio se giró dándole la espalda y caminando hacia el fondo de la sala. Skie limpió sus lágrimas y corrió tras ellos.

—¡Padre, madre! —gritó tan fuerte que su voz se quebró.

Puede que tan solo fuera un sueño, que nada de eso fuera real, pero estaban ahí. Después de tanto tiempo volvió a ver el rostro sonriente de su madre y el porte solemne pero amable de su padre.

Pensó que nunca más los vería así, fuera de los retratos que aún decoraban algunos pasillos del castillo. Desde que murieron ni siquiera se habían aparecido en sus sueños, su aliento se entrecortaba y su corazón latía a toda velocidad mientras corría tras ellos tratando de alcanzarlos.

Solo quería ver sus caras una vez más, solo necesitaba abrazarlos por última vez. Sentirse protegida entre los brazos de su padre y oler el perfume de jazmín de su madre mientras besaba su frente para reconfortarla. Los quería de vuelta, los necesitaba, y no se había dado cuenta hasta ese momento de cuanto.

Se había encerrado en sí misma por años, protegiéndose detrás de Silvia por todo ese tiempo. Las palabras que una vez Syo le dijo mientras estaban encerrados en la mazmorra del castillo regresaron a su mente.

«¿Crees que solo con llorar y arrepentirte será suficiente? Madura, hazte cargo de tus errores, de tus fallos, aprende a vivir con ellos y sigue adelante para corregirlos».

Había sido egoísta por años, por eso ahora estaba allí con ese  grupo de cazadores de brujas buscando a un oráculo. Quería arreglar lo que su encierro y ausencia había provocado, como su dolor escondido e indiferencia hacia su propio pueblo habían sido aprovechados por su tío.

Sentía que estaba traicionándolos a todos porque la vieja Skie había vuelto. Necesitaba ser egoísta una vez más. En ese momento no quería buscar al oráculo, no quería arriesgar su vida contra bestias y brujas, no quería enfrentarse a su tío, solo quería reunirse con sus padres.

Estaba a punto de conseguir agarrar el vestido de seda rosa de su madre cuando se esfumó. Desapareció como si solo fuera humo junto al bebé en sus brazos y su marido.

Skie se quedó congelada de nuevo con el brazo aún estirado hacia donde estuvo por última vez la figura de su madre. Lentamente lo bajó, pero no apartó la mirada esperanzada porque la imagen regresara de nuevo.

¡No!

El grito la asustó.

Se dio la vuelta tan rápido que perdió el equilibrio por un segundo y se tambaleó. Deseó no haberse girado al ver la escena tras ella.

Volvía a ver a sus padres, pero no como le hubiera gustado. Sus piernas ya no pudieron sostenerla más y cayó de rodillas al suelo sin poder apartar la mirada de los dos cuerpos que había también tirados en el suelo.

Su madre estaba rodeada por un charco se sangre tirada bocabajo. Parecía como si hubiera tratado de huir, seguramente el grito que había escuchado antes lo había soltado ella. Su padre estaba unos metros más a la derecha, con la espalda apoyada en la pared y una gran herida en su pecho, como si le hubieran arrancado el corazón.

Aquel lugar oscuro tomó ahora forma trasformándose en la sala del trono del castillo, esa que conocía tan bien. Lo que más le sorprendió fue ver como una niña pequeña miraba toda esa escena llorando, de pie, sola en medio de esa horrible escena. Era ella, la propia Skie pero de poco más de seis o siete años.

No tenía ningún sentido. Sus padres fallecieron en un desafortunado accidente mientras viajaban. Por qué soñaría algo así, por qué sus pesadillas le mostrarían tal atrocidad, ¿Tan fuerte era el trauma que la perdida había ocasionado en ella? Tal vez era la forma en la que se sintió al perderlos a tan temprana edad.

Consiguió levantarse del suelo y acercarse a su pequeña yo aún con el miedo y el impacto en el cuerpo. Estaba segura de que se había quedado blanca y hasta notaba que su temperatura corporal había bajado al punto de que le dio frío.

—Lo siento —le dijo a la niña aunque intuía que no la escuchaba—. Lo siento tantísimo.

Acercó su mano a la cabeza de la niña, pero con solo un suave roce la menor se desvaneció de nuevo como una nube de humo.













Llevaba al rededor de 5 minutos siguiendo a aquel sujeto. Desde el momento en el que la primera imagen apareció ante Syo este supo que era una ilusión, un simple truco del mecanismo de defensa del templo o una prueba del propio oráculo. Le fue fácil llegar a esa conclusión porque a quien estaba siguiendo era a su padre, y su padre había muerto años atrás porque lo había matado él con sus propias manos.

Tenía cerca de 12 años cuando eso sucedió, y aunque era muy joven todavía los caballeros lo mandaron a prisión preventivamente por un año. Esa fue la primera vez que entró a una celda, pero no la última.

Siempre había acabado en alguna prisión de pueblo o de alguna ciudad algo más grande y cercana al lugar donde lo habían detenido. Su estancia en las mazmorras del castillo fueron producto de un error suyo al robar por primera vez en la Ciudad Imperial. Pero nunca antes había estado allí y rezaba cada día por jamás volver a estar. Ese lugar era peor que cualquier otro en el que hubiera estado.

Por fin el hombre se paró frente a una casa, bebió un último trago a la botella de vino que traía entre manos y la tiró al suelo. Syo había permanecido a una distancia prudencial ocultándose tras los muros de diferentes casas.

«Si esto de verdad es una ilusión no pasará nada aunque me acerque», pensó cuando no le quedó más remedio que entrar donde su padre lo había hecho.

La casa era pequeña y no tenía muchos muebles, aun así permanecía limpia y ordenada. El hombre se sentó en una silla frente a la mesa, tenía el ceño fruncido y cada vez estaba más enfadado.

—¡Mujer, trae de una maldita vez la cena! —gritó sobresaltando a una mujer que estaba saliendo de la cocina— ¡Tengo hambre!

La mujer se apresuró en dejar el plato de estofado y el vaso de agua sobre la mesa. Se veía que estaba asustada por el estado en el que se encontraba su marido, ebrio y agresivo.

Aquella mujer era su madre, tenían el mismo color de pelo y físicamente se parecían mucho, todo el mundo cuando era pequeño decía que era un vivo retrato de su madre. Por otro lado sus ojos eran un calco de los de su padre. De un bonito plateado pero que en su padre se veían vacíos, sin brillo ni alegría, solo transmitían miedo, soledad e ira.

—¡¿Qué es esto?! —golpeó la mesa con fuerza— ¿¡Por qué traes agua?! Sabes perfectamente que yo siempre bebo cerveza cuando ceno ¡Tráela!

—Pero cariño creo que ya has bebido mucho y... ¡Ah!

La mujer no terminó de hablar cuando ya había recibido una bofetada por parte del hombre.

—No he pedido tu inútil opinión ¡Traela!

Sin atreverse a contradecirlo de nuevo corrió hacia la cocina vertiendo en un una jarra la cerveza que su marido había pedido. Se apresuró en intercambiarla por el vaso de agua que quitó de la vista rápido para que él no tuviera otra escusa para golpearla.

—¿Tan difícil era hacerlo bien a la primera? —preguntó ahora más calmado al tener su bebida.

—Mamá ¿qué pasa?

Por las escaleras asomó un pequeño Syo de unos ocho años. Frotaba sus ojos somnolientos y trataba de enfocar la mirada en sus padres.

—Tan idiota que hasta despertaste al niño —frunció el ceño el padre.

La madre se acercó a su hijo con una sonrisa, el pequeño niño no lo notó pero el Syo adulto sí; esa sonrisa era demasiado triste, la mujer aguantaba las ganas de llorar como podía.

—Cielo perdón por el ruido —besó la frente de su hijo—. Ven te llevo a la cama mientras papá termina de cenar ¿sí?

El niño asintió y agarrado de la mano de su madre subieron por las escaleras. Aquella escena se desvaneció dejando paso a otra de la misma casa también por la noche pero vacía.

Eso no era exactamente una ilusión, era como si le mostrara recuerdos de su pasado desde otra perspectiva. Recordaba que por aquel entonces ya sospechaba que su padre golpeaba a su madre o por lo menos le gritaba demasiado. No fue hasta uno o dos años después que presenció por primera vez como su padre le daba una paliza a su madre. Al intentar meterse en medio para defenderla él también la recibió.

Desde aquel día su madre le hizo prometer que daba igual cuanto la golpeara o gritara, que él jamás se metería de nuevo. Syo entendió que su madre quería protegerlo, no podía esperar a crecer y ser más fuerte para poder plantarle cara a su padre y poder marcharse de ahí junto a su madre. Mientras ese día llegaba no fue la última vez que presencio más de esas palizas, siempre trataba de no involucrarse como su madre le pidió, no obstante alguna vez la desesperación lo llevó a rogar a su padre que parara. A veces funcionaba, otras solo recibía un puñetazo en la cara o el estómago.

Soportó aquella situación paciente a que su plan pudiese llevarse a cabo. Lamentablemente aquel hombre salvaje lo llevó todo demasiado lejos.

—¡Mujer! —gritó nada mas abrir la puerta de la casa bruscamente— ¡Mujer ven aquí ahora!

Unos pasos se oyeron por la planta de arriba y por las escaleras asomó su madre. No tuvo tiempo de preguntar qué pasaba antes de que su marido la agarrara del pelo y la lanzara contra el suelo.

—¡Tú, maldita zorra! —sus ojos parecían arder en llamas— ¡Las viejas del mercado hablan de que yo te maltrato ¿Por qué?! ¡¿Qué has estado diciendo de mí por ahí?!

La mujer tragó saliva, todo su cuerpo temblaba y las lágrimas le salían de los ojos sin control.

—No dije nada... —su voz le tembló y salió muy baja— Puede que sea por los golpes en la cara.

Syo también recordaba que como su padre solía golpear la cara de su madre muy a menudo tenía moratones o cardenales en pómulos y cuello. Varias veces incluso llegó a dejarle un ojo morado por varias semanas.

—¡Pues mientras tengas los golpes marcados no salgas de casa! —gritó enfurecido.

Le propinó una patada a su mujer en el estómago haciendo que se retorciera en el suelo de dolor.

—¡Mamá!

Un Syo de doce años salió corriendo hacia su madre desde las escaleras. Seguramente estaba dormido y los gritos de su padre lo despertaron como muchas otras veces. Siempre tapaba su cabeza con la almohada, pero aquella vez no pudo soportarlo y corrió en ayuda de su madre.

Antes de que el menor llegara junto a su madre, el padre lo agarró de la coleta baja que llevaba. El niño soltó un chillido por la sorpresa y el dolor.

—Niño de mierda, seguro que tú también vas diciendo cosas raras.

—Él no ha dicho nada, ni yo tampoco ¡suéltalo por favor! —rogó la madre.

El hombre lanzó al niño también contra el suelo pero cerca de las escaleras alejándolo de su madre. Se acercó a su mujer y la alzó por el cuello, era la viva imagen de un animal. Sus ojos incluso tenía un brillo terrorífico por la ira y estaban inyectados en sangre.

—¡No sabes hacer nada bien, solo eras una inútil, un maldito estorbo y una ramera! —la insultó sin parar mientras la zarandeaba— ¡Soy tu marido, me debes respeto! —y volvió a lanzarla hacia el suelo.

Solo que esta vez golpeó su cabeza contra una silla en el camino. Emitió un sonido horrible que alertó al hijo que apenas estaba levantándose del suelo.

Su madre tenía los ojos cerrados, no se movía y por la parte posterior de su cabeza se formaba un charco de sangre. El golpe en la cabeza con la silla, misma silla en la que su padre se sentaba a comer, la había matado.

La sangre hirvió dentro del cuerpo del pequeño Syo, todo lo que había soportado por años se sumó a la horrible escena, el saber que su madre no volvería y ya no podría llevar a cabo sus planes lo remató. Le saltaron las lágrimas por la rabia y la tristeza, mientras que su padre parecía más preocupado porque alguien descubriera que había matado a su esposa que por la muerte en sí. Aquella mujer le daba igual y le había dado igual por años.

Miró a su alrededor hasta ver una caja con viejas herramientas al lado de la escalera. Su padre las sacó del armario esa misma mañana prometiendo que arreglaría el escalón suelto, cosa que nunca hizo porque se fue a la taberna a beber.

Agarró el martillo, miró a su padre que estaba de espaldas y sin pensarlo dos veces se abalanzó hacia él golpeando su cabeza con la herramienta. El hombre cayó al suelo y logró amortiguar el golpe con sus manos colocándose bocarriba.

—¿Qué...? —trató de hablar mareado y sin saber muy bien lo que había pasado.

Syo volvió a golpear una segunda vez, y una tercera, y una cuarta. Siguió golpeando a pesar de que su padre ya había quedado inconsciente hasta que su cara quedó irreconocible, hasta que destrozó su craneo.

Cuando por fin paró estaba cubierto de sangre, igual que todo el suelo y muebles de alrededor. Soltó el martillo en el suelo y caminó lentamente hacia la escalera donde sin expresión alguna se sentó y no se movió.

La visión terminó ahí y regresó a la oscuridad total por unos segundos antes de que unas antorchas se encendieran iluminando el camino. Syo no reaccionó en todo aquel rato, hacía años que había asimilado lo sucedido aquella noche. Estuvo días ahí sentado sin comer o beber hasta que unos vecinos, alertados por no verlos y el olor a descomposición que se hacía cada vez mas fuerte alrededor de su casa, llamaron a la guardia que al entrar en la casa se encontraron con todo aquello.

Suspiró centrándose en el ahora, en dónde estaba y lo que tenía que hacer. Sus cosas, incluidas sus armas, estaban en una esquina listas para que las recogiera. Buscaría a los demás e irían a por el oráculo, si él había tenido esas visiones seguro que los demás también. No sabía que pretendía ese oráculo con todo aquello pero no quería quedarse allí a averiguarlo.

Un grito se escuchó a lo lejos, era un grito de furia contenida seguido de un fuerte golpe. Syo corrió por el pasillo sabiendo que debía de ser uno de sus compañeros, puede que aún siguiera atrapado en la ilusión y necesitara ayuda. No sabía si podría hacer algo o interferir de alguna manera, pero tenía que intentarlo.

Otro golpe más suave se escuchó y pudo dar con el lugar de donde venía. La sala era igual a la de donde él venía, hecha de piedra, con símbolos en paredes y suelo, además de moho y enredaderas creciendo entre ellas.

En el centro de la sala estaba Sena que sostenía su lanza con fuerza en su mano derecha, tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. La punta de la lanza estaba magullada y agrietada por un lateral. Usher la debió de estrellar contra la pared pues esta tenía un socavón.

—Usher —lo llamó acercándose a él.

El azabache se giró de golpe, su expresión era tensa y su ceño estaba fruncido. Los ojos que siempre habían mostrado calma e incluso indiferencia ahora parecían arder en deseos de golpear a alguien, o matarlo. Syo no retrocedió a pesar de ello puesto que sabía que su estado se debía a lo que probablemente había visto en la ilusión.

No sabía nada de la vida de Usher Sena, pero si él mismo había visto algo tan horrible como la muerte de su madre y cuando asesinó a su padre, las imágenes de los demás estarían a la altura. Si no fuera porque tenía asumido su pasado seguro que él hubiera reaccionado así también. Aun así verlo en aquel estado era sumamente extraño.

En cuanto Usher notó que tan solo era Syo el que estaba ahí su cuerpo se relajó. Su mirada dejó de ser agresiva, cerró los ojos tratando de calmarse y suavizó el agarre en su arma.

—Lo siento, estoy algo...

—Confundido me imagino. Es normal, parece que todos hemos estado viendo cosas no muy bonitas —se encogió de hombros.

Se notaba que Usher no quería hablar del tema así que trató de evitarlo. El azabache asintió agradecido por ello.

—Ahora que al fin encuentro a alguien vayamos a buscar a los demás, no deben de estar muy lejos —dijo el albino—. Aunque me parece extraño, no estabas tan lejos de donde me encontraba yo y aun así nunca nos chocamos o te escuché hablar.

—Este sitio me da escalofríos —admitió Usher.

—Por cierto, se te ha roto.

Usher miró la lanza en su mano, no había sido consciente de que seguía ahí, había interiorizado que era parte de la ilusión de antes. Ahora que se fijaba sí que tenía la punta agrietada.

—Una lástima, era mi favorita.

Salieron de aquella sala y en lo que era el final del pasillo encontraron al fin unas escaleras de caracol. A pesar de que las antorchas iluminaban el camino no llegaban a ver el final.

—¿Desde qué altura hemos caído? —enarcó una ceja Syo.

—Agradece que no nos hemos matado —se limitó a contestar Usher.

Subieron por las escaleras con cuidado pues la parte central quedaba abierta, viendo así un gran agujero por el que podían caer abajo si no tenían cuidado. Subir dando vueltas en circulo llegaba a ser mareante, por más que subían no veían el final hasta que al fin Usher señaló a un lado donde parecía verse parte de una salida.

Miró a Syo que asintió y aceleraron el paso. Como el de ojos azules pensó llegaron al final de la escalera, exhaustos. Resultaba que justo a un lado del nuevo pasillo al que habían llegado estaba la entrada del templo de nuevo. Y no estaban allí solos.

—¡Usher! —gritó Aqua lanzándose hacia su compañero.

—Me alegra ver que estás bien —admitió dejándose abrazar por el más bajo.

—Fue horrible, tuve una alucinación allí abajo —decía alterado—. Odio admitirlo pero fue terrorífico... Pero cuando terminó me encontré con Njord y Terry, regresamos arriba también por esa escalera —señaló el lugar de donde ellos acababan de salir.

La escalera de caracol solo tenía dos entradas o salidas, según como lo vieras; la que daba a la entrada del templo y la de abajo del todo por donde Usher y Syo entraron. Eso quería decir que ellos tres estuvieron en la misma planta que ellos todo el tiempo y aun así no se encontraron o escucharon cuando gritaban sus nombre.

—¿Y los demás? —preguntó Njord al comprobar que solo llegaron ellos dos.

—Puede que sigan abajo, o tal vez salieron antes que vosotros y están explorando este lugar —apuntó Usher.

—¿Seguimos entonces aunque sea sin ellos o mejor los esperamos? —preguntó Tet.

Los chicos miraron una última vez la escalera. No escuchaban nada, ni pasos ni voces, puede que hubiera otras salidas del subsuelo y el resto hubieran salido por ellas. Si todos esperaban sin moverse en puntos diferentes nunca se reencontrarían.

—Sigamos —dijo Njord al final—. Salgan por aquí o no en algún momento nos encontraremos, vamos buscando lo mismo.

—Cierto, el oráculo solo está en un lugar y todos vamos ahí ¿no? —todos asintieron a lo dicho por Tet.














Nombre: Nathan.

Apellido: Swift.

Apodo(s):
El huracán azul (dado por el gremio).

Fecha de nacimiento y edad: 1 de febrero, 27 años.

Altura: 1,76 m.

Ocupación: Ayudante de cazador de brujas.

Cazador al que sirve: Mark Evans.

Rasgos más característicos: De ideales fijos, da todo lo que tiene hasta alcanzar aquello que se propone, sobre todo si es para ayudar a un amigo o compañero. Analítico y calmado, siempre medita bien sus acciones. A veces necesita algo de apoyo moral extra en los malos momento, le falta un poco más de confianza en sí mismo.

Arma principal: Arco y flechas.

Arma secundaria: Cuchillas.

Campo en el que destaca: Emboscada.

Habilidades principales: Una gran facilidad para trabajar en equipo. Votado como mejor ayudante de cazador de brujas que hay en la actualidad en el gremio. Es muy veloz y ágil, tiene ojo de halcón.

Debilidades principales: Le cuesta un poco confiar en gente nueva si no le dan una buena primera impresión. Tiende a menospreciar sus habilidades. No es muy bueno actuando en solitario.

Magia: (—)

Crush: Desconocido.

Character Song:  (—)

Extras:

—Mantuvo una relación años atrás con Mark Evans, con quien él mismo rompió después. A pesar de esto siguen teniendo una estrecha amistad.

—Es nombrado muchas veces mentor de los ayudantes novatos, el los entrena por un tiempo antes de adjudicarlos a algún cazador.

—Es el segundo del gremio con mejor puntería con el arco.

Y aquí un capítulo más.

Se suponía que iba a terminar el arco del oráculo en este capítulo, pero cuando lo terminé vi que quedó más largo de lo previsto. Por ello al final el capítulo tuvo que ser dividido en dos, así que veremos la resolución de esto la semana que viene.

Espero que os haya gustado el capítulo y aprovecho para avisar que en la cuenta de Sun, @Sshxny-, ya publiquemos las presentaciones de Lionheart. Espero pronto poder ponerme a escribir el primer capítulo uwu

~Nova/Dreamer

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