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i. Wish you were gay.

"How am I supposed to make you feel okay
When all you do is walk the other way?
I can't tell you how much I wish I didn't wanna stay
I just kinda wish you were gay"

Wish you were gay; Billie Eilish.


Dejó de acariciar la superficie bajo su cuerpo, mostrándose algo confundido por quinta vez en la noche.

Frotó sus dedos entre ellos y se miró la mano, notando que estaba sutilmente húmeda, cortesía de las gotitas de rocío que acababa de destruir con sus manos temblorosas.

El césped estaba jodidamente húmedo a esa hora. Un horario en el que uno jamás sabía si era completamente de noche o la mañana estaba próxima a asomar.

La verdad era que como estaba, tampoco sabía muy bien si era de noche, si estaba en una habitación muy oscura o estaba soñando.

Intentó parpadear una, dos, tres veces.

En una habitación no estaba, mucho menos soñando, creía.

Estaba en el jardín, no el de su casa, porque de ser así, sus tres perros no le tendrían piedad. No, se tirarian encima suyo dando lametazos, frotándose y moviendo la cola de manera bruta. Y pese que cualquier persona encontraría eso muy molesto en su estado actual, Harley lo hubiese agradecido.

De verdad, daría lo que sea por estar en Tennessee, siendo mimado por lo únicos seres en esa vida que lo amaban de forma incondicional.
Suponía que su madre y su hermana lo querían al menos un poco, pero no había como el amor de sus ángeles callejeros.

No, desde el exacto momento en que Harley los adoptó, salvandoles de morir congelados en esa caja húmeda y casi congelada por la nieve, que esos tres morían de amor por él.
Lo defendían de todo, lo seguían a todas partes y cuando se iba, ya fueran cinco minutos o tres semanas, ellos le esperaban en la puerta, estando alerta por cada sonido, cada aroma, cada resquicio de vida que pudiera asemejarse a él.

Daría, de verdad, lo que fuera por estar con ellos tirados en el patio, mirando el cielo, acariciando la nieve.

Pero no. No estaba en Tennessee, y aunque bien podía volver a casa cuando demonios quisiera, una parte de él se caía a pedazos al pensar en alejarse de ese lugar.

Acarició otra vez el césped con la punta de los dedos y recién ahí se dio cuenta de que probablemente su trasero y parte de las pantorrillas estarían húmedas, culpa de haberse sentado de lleno ahí, solo, esperando que el aire frío le devolvolviera al menos cinco de las neuronas que había perdido.

A unos cuantos metros de él, el complejo de los Vengadores se veía elegantemente iluminado. La música estaba atrapada allí dentro, así que se oía amortiguada y distorsionada. Tan lejana que se le hacía fácil escapar de ella si concentraba su cabeza en otra cosa.

Así que eso hizo.

El cielo estaba completamente despejado y auguraba que el amanecer sería algo para recordar. Teniendo en cuenta que el complejo norte estaba bastante alejado de la ciudad, la contaminación lumínica no podría arruinarle la vista ni tampoco los edificios.

No señor, tenía todo el cielito para él solo.

Movió un poco los pies y sintió como sus zapatillas Converse viejas, se deslizaban con suma facilidad por las tiritas verdes perfectamente recortadas del piso.
Bueno, al dia siguiente cuando despertara se encontraría con las suelas verdes y tal vez embarradas, si tenía muy mala suerte.

No intentó ponerse de pie. No podía.

Se iba a resbalar, se dijo. Como las otras siete veces que olvidó que estaba malditamente ebrio y volvió a caer una y otra vez al césped mojado.

Se rio un poco en voz baja al recordar el tercer golpe que se había dado, como un borracho tonto de los que tanto solía burlarse.

Decidió mejor quedarse ahí y dejar que la jodida naturaleza, equilibrada con el poder del tiempo, hicieran su trabajo.

Oh, podía imaginar la resaca que tendría en la mañana. La regañina de Tony. Las sonrisas cómplices de Parker.
Claro que todo sería risa, diversión; ponerle música alta para que le siguiera doliendo la cabeza y pasarle botellas de agua mientras él se tapaba el rostro con los cojines del sofá.

Sí, mucha risa, mucha algarabía, pero cuando apareciera Happy cargando su bolso para llevarlo camino a su casa, Peter se encogería triste y Tony rodaría los ojos porque, tanto como él, odiaba las despedidas innecesarias.

Mañana volvía a casa. Sus tres meses de estudio y molestar a Tony Stark habían terminado por ese año, y quisiera o no, debía volver a su jodido pueblo fantasma a ayudar a su madre y cuidar que su hermana no saliera con imbéciles.

No volvería allí hasta el año que viene, recordó.

No desayunaría las tostadas quemadas de Visión ni le robaría el café cargado a Tony.

No podría jugar videojuegos con Peter ni coquetear descaradamente con Virginia cuando fuera al complejo a gritarle a su jefe que era un idiota.

No podría hacerle mejoras al traje de IronMachine, no podría, porque mañana volvía a casa.

Se obligó a detenerse.

No, definitivamente no debía pensar en mañana. Faltaba para eso, faltaban horas, faltaba mucho. No tenía caso comenzar a hacerse eso desde ya, o de verdad la pasaría jodidamente mal.

Joder, pensar en alejarse era difícil.

Cada año era más difícil, y esta vez hasta había considerado no ir. Poner una excusa, fingir que no tenía ganas.
Pero Tony jodido Stark no aceptaba negativas y así Harley le dijera que no, el hombre igual enviaría a Happy por él.

Se fregó el rostro con fuerza y se abrazó a la botella sin abrir que le quedaba. Una grande y con líquido de color azul muy bonito.

Vaya uno a saber qué demonios era eso.

No sé la iba a tomar, prometió. Solo la tenía encima por si acaso, por si necesitaba algo a lo cual aferrarse desesperado.

Él nada más quería sentarse allí, disfrutando el aroma de la madrugada, despidiéndose en silencio de cosas que jamás le pertenecerían.

Pero claro, a él jamás le han salido las cosas como esperaba. Así que cuando sintió la fuerte colonia y las pisadas en el césped que había aprendido a identificar preso del entusiasmo y la fascinación casi adolescente, soltó una risotada y un festejo entusiasmado, claramente producto del jodido alcohol que cargaba en la sangre.

—¿Qué pasó? ¿Tony al fin terminó de sacarte de tus cabales y decidiste entrar voluntariamente al infierno?— murmuró sonriendo plenamente, demasiado ebrio para poder disimular que le encantaba su presencia allí aún si esta le lastimaba a niveles exorbitantes —. Siéntate, la espera es larga y tengo el último número.

Murmuró lo último agitando la botella sin abrir y no le dio ni un vistazo.

—¿Cuánto has bebido?

—Un poquito por aquí, un poquito por allá. Ya sabes, no suelo llevar la cuenta, porque no suelo beber— no mentiría, arrastró un poco las palabras y bufó divertido.
Su duro tono no hacia más que reafirmar sus nada pequeñas fantasías.

—¿Es la primera vez que bebes?

—A este paso, siquiera será la última— murmuró sonriendo, mientras rozaba el pico de la botella de vidrio con sus labios.

Podría destaparla, podría darle un sorbo o dos, pero la verdad que no le apetecía.

Le daba asco. El alcohol le daba náuseas  pero ahí lo tenían, bastante joven, bastante tonto y lastimado como para que no le importara.

No tenía idea de cuándo había comenzado pero llegó un punto de la noche en el cual no lo pudo evitar. Nadie lo controlaba y tenía su carné falso en todo caso, así que al demonio.

—Chico. Hey, mírame.

Le sintió arrodillarse a medias a su costado y buscar su rostro entre la tenue oscuridad.

¿Mirarlo? Dios santo, no. Esa sería su muerte.

¿Por qué demonios querría mirarlo? Demonios, Harley no necesitaba mirarlo, porque sabía exactamente la expresión que llevaba.
Una de preocupación, demasiado dura para ser paternal, demasiado fría para sentir que era real.

Él a veces bromeaba y le decía que mataría a un jodido Titán con un alfiler solo para conseguir una mirada suya. Una sonrisa, un abrazo, una risa.
Pero era ridículo, joder. Harley solo bromeaba. Nunca iba en serio con nada, y la verdad que la duda hasta le llegaba a sorprender.

Definitivamente él no estaba bebiendo por una razón en particular, mucho menos por una persona. Por supuesto que no estaba bebiendo por él.
Solo decidió que la fiesta del complejo—llena de todos los superhéroes que soñó con conocer durante toda su vida— era un poco aburrida y quiso ir a arruinarse solo al jardín, sin molestar a nadie.

Aunque odiaba beber. Joder, como odiaba beber.

Como no le respondió, tuvo que insistir. Y joder, en ese estado, tenía menos paciencia que nunca para soportar que le trate como un crío.

—Hace frío aquí, déjame llevarte adentro.

El contacto físico si no era meramente para follar como un animal, lo ponía excesivamente incómodo. Un dato interesante, algo que un psicólogo tomaría de punto para desglosar su vida, su infancia y llegar al fondo de sus jodidos problemas.

Así que cuando sintió esa mano con la que soñaba como un condenado, tocándole el hombro, se removió inquieto.

Que ridicules, ¡Que tontería!

Él estaba bien, de verdad. Estaba perfectamente.

Tenía diecinueve, era bonito, inteligente, joven y había follado quince minutos atrás con alguien que no conocía, solo para conseguir esa botella entera de alcohol.

No recordaba si era un pez grande o uno de los encargados de servir la bebida. ¿Qué demonios importaba?

La vida era maravillosa.

—Entonces metete adentro, nadie te pidió que vinieras.

Se obligó a no mirarle cuando le sintió tensarse sobre su hombro. Se dedicó a jugar con la tapa que aún se aferraba a la botella, girandola hacia ambos lados en un ritmo constante.

Tan ebrio estaba, que de no ser que de ese hombre dependía su desdicha actual, bien podría entretenerse jugando con la tapa y olvidarse de que estaba allí.

Bastó con sentir su mano acariciandole donde aún posaba, para que se diera cuenta que se había bebido todo ese jodido alcohol por nada, porque ni así, adormecido, podía dejar de ser consciente de su propio cuerpo cuando estaba a su lado.

—Vamos, arriba. Necesitas una ducha y dormir.

—No quiero, déjame— murmuró, quitándole la tapa a la bebida y tomando un par de sorbos.

Oh, esa cosa azul, fuera lo que fuera, era un asco.

Le dio un trago más, tal vez para asegurarse de que en verdad era asqueroso, tal vez para castigarse, tal vez para castigarlo a él.
No sabía. Cuanto más lo pensaba, menos seguro estaba de nada.

—Mocoso, deja eso. Anda, levántate—el toque en el hombro se volvió insistente, más apretado, más insoportable. Intentó levantarle, pero él se safó, de forma vaga, pero brusca.

—Vete a la mierda. Vuelve a tu fiesta y no me toques los cojones.

No le importó pasarse de la raya, la verdad. Harley era así, siempre se metía con él. Pero nunca, jamás, sobrepasaba los límites.

Y los insultos jamás los usaba con la gente que amaba, no de ese modo, no escupiendo las palabras con desprecio.

Pudo sentir como la poca buena voluntad se esfumaba y nada tardó en sentir el fuerte agarre en su brazo. Tiró de él, le tomó el mentón con la mano que le quedaba libre y ya no pudo escapar de sus ojos.

—En primera, no es mi fiesta. En segunda, a mí me respetas, Keener. Aún no llegas a los veintiuno y deberías agradecer que no estoy armandote un jodido escándalo por el estado en el que andas, robandote botellas de alcohol y haciendo pataletas como un maldito niño caprichoso.

—Yo no me robé nada, me sé ganar mis cosas. Y anda, no digas eso, ¡Si yo te super respeto, Iron Machine! Eres mi Vengador favorito—se apresuró a responder, soberbio y sonriente, amando, por todos los santos, sacarlo de sus cabales.

Los ojos oscuros, casi negros, miraron los suyos con una insistencia y tal desplante de sentimientos que Harley no podría jamás dudar que era un jodido Coronel del ejército.

Y mierda, desobedecer ahora mismo excedería tal vez los límites silenciosamente marcados, pero cuantas ganas tenía.

Podía verle recorrer sin ninguna prisa cada una de sus facciones. Desde sus mejillas encendidas por el alcohol, hasta la punta de su cabello rubio. Los ojos celestes algo enrojecidos y los labios rosados mordidos y húmedos.

Se quedó mirándolos, de hecho. Dos segundos. Cuatro.

Contó hasta diez antes de notar hacia donde iría todo si no reaccionaba.

Y por más que las ganas le escocían y el corazón traicionero le empezó a latir con más fuerza, Harley no le iba a permitir ni una burla más.

—¡Déjame! Vete, vete a hacer lo que estabas haciendo—se removió incómodo y logró soltarse a duras penas, pero Rhodey no cambió su expresión ni se movió un centímetro, haciéndole enojar aún más—. Vete con la rubia esa que tanto te gusta.

A Rhodes le tocó suspirar, tal vez cansado, tal vez incómodo. No lo sabía. A esas alturas, ya no lo sabía.

—Harley...

—¿Por qué ella? Yo también soy rubio, joder. Y tengo mejor trasero que ella, para variar.

Y es que cuando creía estar logrando descifrarlo, James Rhodes cambiaba sus parámetros. Decía que no a lo que antes decía que sí, dejaba de hablarle de la noche a la mañana y apartaba la mirada de su rostro, como si nada hubiese pasado.

Nada de nada.

Joder, ya no se trataba de otra cosa más que de su orgullo. Su dignidad, su jodida reputación.

¿A qué se reducía Harley Keener si se dejaba usar, pisotear y burlar por ese jodido idiota al cual llevaba admirando casi toda su jodida vida?

—No se trata de eso—el hombre le miraba casi compasivo y joder, que rabia le daba.

—¡¿Entonces qué es?! ¿Ella es inteligente?¡Yo también, y por mucho! ¿Es bonita? Yo lo soy más. Pregúntale a cualquiera y verás, maldita sea, que sí lo soy— intentó enderezarse y se dio unas palmaditas mentales cuando pudo hacerlo sin problemas—. ¿Es porque vuela y hace todas esas cosas mientras brilla en la oscuridad? Existen los condones fluorescentes, Coronel. Así que también puedo tener superpoderes si eso es lo que estás buscando.

El hombre resopló molesto, porque odiaba las vulgaridades, pero Harley le había visto esconder sonrisas durante esos tres jodidos meses, así que ya no funcionaba.
Su rechazo exagerado ya no tenía efecto, no el que tenía cuando era un jodido niño y, cada vez que visitaba el complejo, le decía que quería quedarse con él para siempre.

—No me gustan los hombres, ¿cuántas jodidas veces te lo tengo que decir?—entre dientes, claramente superado por la situación, Rhodes miraba a los costados como si temiera que alguien lo escuchase.

—Hasta que se lo crea, Coronel. O al menos hasta que yo lo haga.

¡Era inaudito! Jodido siglo XXI y el señor todo moral y buenos modales tenía la jodida mala costumbre de hablarlo en voz baja.
Como si ser gay fuese un escándalo, como si no se estuviese—gracias a dios— normalizando.

—No soy gay, mocoso—insistió, harto, poniéndose pie y mirándole acusador, como si el tonto muchacho tuviese la culpa.

Como si le hubiese hecho algo malo.

—¡¿Y eso qué?! ¡¿Por qué es tan importante?! Ni siquiera podrías cogerme de todos modos, ¡Así que al diablo!—se puso de pie tambaleante, casi cayéndose para atrás pero sosteniéndose furioso sobre sus pies.

Un hijo de perra, eso era. Un error, el tipo de adulto que Harley juraba despreciar.

Una mierda de decepción.

Intentó salir de allí dando zancadas y vociferandole barbaridades, pero el jodido Coronel le aferró del brazo con tanta fuerza que temió que sus bajos instintos lo traicionaran.
La gente decía que beber lograba extinguir las erecciones. Pero vaya sorpresa, no era así en su caso.

Enojado con su propio cuerpo, que ya bastante lo había traicionado en una noche, le empujó, queriendo alejarse de él con la misma fuerza que quería aferrarse y nunca soltarlo.

—¡Déjame! Si no me vas a querer, ¡entonces lárgate! ¡No necesito tu lástima!— comenzó a caminar en círculos, sin saber dónde poner las manos, a donde ir ni a donde mirar. En un acto de rebeldía solo pudo aferrar la botella y darle un largo sorbo y tragar el asqueroso contenido. Y antes de recibir un aireado regaño, tomó las fuerzas para poder volver a mirarle la cara—. Pero si me vas a retener, al menos ten las jodidas pelotas de ser sincero conmigo, porque yo nunca te he mentido. ¡Nunca!

—Keener, no me lo hagas más difícil. Anda colabora conmigo—Harley no se lo creía. Rhodey insistía en sostenerle para guiarlo a su habitación y quitarle el alcohol de las venas haciendo beber agua hasta reventar. Era como si no entendiera, como si no viera a través de sus pullas, de sus bromas, de sus sonrisas.

Tonto había que ser para no notarlo y eso que Harley lo consideraba inteligente.

—¡No! ¡Tú colabora conmigo! ¡Joder!— dejó de intentar quitárselo de encima. Tosco y testarudo, Rhodes no lo iba a soltar. Y le enfermaba lo mucho que le encantaba aquello—. ¡¿Por qué me haces esto?!

Normalmente, Harley no discutía. No gritaba, porque creía que aquellos que levantaban la voz lo hacían porque eran estúpidos, esclavos de sus emociones y nada prácticos. Él prefería usar su sarcasmo e ironía para rebajar y ganar cualquier jodida discusión; Tony bien se lo había enseñado.

Pero el alcohol y el amor hacían maravillas, de verdad.
Lo supo esa noche donde Peter Parker había perdido los cabales y se había enojado por primera vez en su vida, con ganas, con odio. Ese chico tímido y verborragico que no mataría a una mosca había estallado contra Steve Rogers cuando encontró a Tony, una vez más, ahogándose en alcohol en su oscura habitación cuando supuestamente ya lo había dejado.
Lo supo la vez que vio a Tony casi rezando al lado de un Peter jodidamente herido en  terapia intensiva la vez que una misión salió mal y Tony casi no llega a tiempo.

El amor te hacía hacer cosas que jamás te creíste capaz de hacer o hasta cosas de las que te burlabas.

Y Harley solía burlarse de los borrachos enamorados, así que el karma era definitivamente una perra y nunca mejor dicho.

—Te acabo de explicar. Harley, simplemente no soy g-

—¡Pero me besaste!— explotó, tirando la botella al piso sin reparar en si se rompió o no. Las lágrimas se le acumularon en los ojos y se sintió completamente vulnerable. Rhodes siquiera lo miraba, para variar, así que tuvo que acortar la distancia para asegurarse de que tenía toda su atención —. Tú me besaste.

—No, tú me besaste—le retrucó, mirándole a los ojos, al fin.

Y Harley soltó una risotada casi siniestra mientras las lágrimas no le daban tregua.
Ni siquiera podía imaginar cómo se vería desde afuera, porque estaba demasiado ocupado peleándose con sus propios miedos.

Había sido una tontería. A Harley le gustaba, sí, tal vez estaba enamorado, , pero no pasaba de pullas y coqueteos descarados que sonaban más a una broma que a otra cosa. No cruzaba la línea pese a todo, no con él.
Pero en los últimos meses, notó como el galante Coronel le miraba diferente.

De esa forma en la que sabes que algo pasa, y no algo malo. Le miraba al irse y no dejaba de hacerlo hasta perderlo de vista. Reía más, se metía con él y casi buscaba excusas para quedarse en el taller, donde el trío nerd se pasaba la mayor parte del día.

Tony y Peter en algún momento se encerraban en su mundo y ellos dos fingían asco y se iban, lo cual era la excusa perfecta para irse del taller a cualquier otro lado. A la cocina a compartir algo de tomar, al salón para ver la televisión, a los ventanales a quejarse de algo o a burlarse de Tony.

Todas las señales estaban ahí, especialmente cuando comenzó a notar que Rhodes miraba demasiado sus labios cuando le hablaba.

Joder, ¿qué era eso sino la bésame-señal? ¡Claro que se cansó y lo hizo!

Una semana atrás, tirados en el sofá del complejo, riendo, con las luces bajas y el televisor funcionando, no lo soportó más y lo hizo.

Solo iba a besarlo y reírse de él, pero vaya cosas de la vida. Harley se encontró sin fuerzas para reírse, mucho menos para dejar de mover sus labios contra los suyos.

—Y tú me seguiste. Me abrazaste, joder, hasta te oí suspirar— masculló entre dientes, todavía sin poder creer que lo estaba negando —. Pudiste haberme apartado; pudiste haberme dicho que no te gustaban las pollas, pero no lo hiciste. Es más, creo recordar haber pasado toda la jodida noche besándote y no te escuché quejarte.

Rhodes negó y soltó un resoplido casi angustiado, así que le llegó el turno de sonreír altanero, como tantas veces había hecho.

No tenía de donde más negarlo. La pruebas estaban puestas sobre la mesa, así que el señor coronel iba a tener que vomitar sus verdades en algún momento.
Era cuestión de tiempo, solo debía presionar un poco más.

Joder, Harley hasta prefería que le dijera que había jugado con él a que lo siguiera negando.

—De acuerdo, juguemos a esto; ¿Es mi edad?—preguntó, alejándose un par de pasos de él, mirando felizmente como el hombre parpadeaba ligeramente perdido cuando ya no le tuvo a dos centímetros de su boca—. ¿Es porque soy mala persona? ¿Muy infantil? Seguiría preguntando, pero la verdad es que no encuentro nada malo en mí. Las últimas dos te las he hecho de puro drama, así que dime, ¿Es mi edad?

Una vez recuperado y asegurándose por milésima vez que nadie les estuviese espiando, Rhodes no pudo hacer más que reír frustrado y negar.

A día de hoy, no había quien pudiera contra Harley jodido Keener.

—No me piensas creer, ¿no es así?

—No me has dado ni una jodida razón para creer que no eres ni un poco gay, James—en realidad, visto por donde sea, James Rhodes se veía como el hombre más heterosexual del mundo. De verdad, Harley ni siquiera lo hubiese imaginado, hasta que por supuesto, vio como le miraba el trasero.

Un buen trasero puede ser admirado por muchas personas de distintos géneros y cualquier orientación sexual, pero las demás cosas no había como justificarlas.

No, definitivamente había mostrado interés en él. Harley no era inseguro en ese tipo de cuestiones y sabía bien cuando alguien le miraba con otros ojos.

—No soy gay— soltó más tranquilo, con menos dureza, hasta con los hombros más relajados.

—Bien. Bisexual, pansexual, lo que tu quieras. Pero atrevete a negarme que me miras el trasero y te juro qu-

—Harley. Solo mírame—casi se ahoga con las palabras al ser interrumpido tan escuetamente. Y cabe decir que Harley le miró, bastante.

Le miró por segundos, tal vez minutos, no tenía idea. Pero cada vez que miraba alguna parte de sus cuerpo, necesitaba empezar de nuevo porque se desconcentraba.

Jodido amor, jodido alcohol.

—Joder, estoy muy ebrio para enfocar la vista, ¿Qué se supone que debo ver?

Rhodes negó cansado y le señaló con ambas manos la zona debajo de sus caderas, lo cual desembocaba, inevitablemente, donde bien guardado tenía lo que Harley hace rato venía queriendo.

—De acuerdo, ahora estas alardeando. Nos vamos entendiendo.

—¡Joder, no! Mocoso depravado, ¡Quita esa cara!— exclamó escandalizado, como si el muy hijo de perra no le hubiese mirado de esa misma forma antes, pensando que él no se daba cuenta. Fue más específico esa vez y le señaló su prótesis —¿Ves esto? Me lo quito y no sirvo, Harley.

Harley bien sabía como funcionaba el mundo, así como sabía que luego de un accidente así, más aquella pérdida tan trágica, podía derrumbar hasta a los hombres entrenados para soportar el dolor.

Y James podia ir por la vida fingiendo que estaba bien, que la vida lo había preparado para salir herido o muerto en sus misiones. Pero al final del día, todos eran mortales, todos eran humanos y nadie, absolutamente nadie, podía aceptar sin más un destino así.

No era solo la incapacidad, era un tema de seguridad y autoestima.

No era tonto, sabía que si bien Rhodes podía caminar gracias a esa cosa, no sentía absolutamente nada de la cintura para abajo.

Y si le preguntaban, eso sonaba como un trauma justificable para no querer sentar cabeza.

—Me importa una mierda— ¿se pensaba que esos tres meses se la había pasado jugando? Peter y él le insistieron a Tony hasta el cansancio que les dejara experimentar un  poco con el prototipo, que les dejara intentarlo. Que tal vez dos cabezas piensan mejor que una y que nada perdían con intentar encontrarle una solución al problema.

Y Harley, desde casa y como podía, llevaba dos miserables años trabajando en ese jodido proyecto, solo. Había hecho avances desde el galpón equipado que le había dejado Stark, pero así y todo, su pequeño lugar no era nada comparado a las instalaciones del complejo.

Nada mas llegar y proponerle a Peter que le diera una mano, se pusieron a trabajar. Y tenía que admitir que todo fue más fácil con las mejoradas herramientas, el extenso taller y un cerebro a la par del suyo.
Lo creyeran o no, aquel taller lleno de robots y máquinas automáticas, estaba terminando de ensamblar todo mientras ellos estaban ahí gritandose.

Ahí estaba siendo terminada la prótesis con la cual, de a poco y con entrenamiento, Rhodes podría volver a sentir la mitad de su cuerpo.

¿Era experimental? Lo era. No habían dejado que Tony pusiera ni una mano en ese proyecto, pero aún así y terco como era, estaba seguro de que Rhodes los miraría a los ojos sin una pizca de duda y aceptaría intentarlo.

Lamentablemente estaría camino a casa cuando eso ocurriera. Su madre le  necesitaba porque su hermana estaba siendo un maldito dolor de cabeza y él tenía que responder por ella cuando mamá trabajaba.

Así que se conformaría con los informes diarios de Peter y listo.

Lamentaría perderse la cara que pondría el insensato coronel cuando viera el jodido regalo que le tenía preparado.

—Mañana te vas—se aguantó las ganas de decirle. Se las venía aguantando hace mucho tiempo y no lo arruinaría ahora. Aunque bien podría, porque la imagen de Rhodes hablando animadamente con la jodida Capitana Marvel aún le tenía la sangre a máximo punto de hervor.

—Cierto. Cierto... mañana me voy, Coronel. Sabiendo eso, ¿Por qué seguimos perdiendo el tiempo?—se acercó los pasos que antes había retrocedido y, descarado, envolvió su cuello con los brazos, apoyándose completamente en él, un poco por estar ebrio, otro poco por anhelar su contacto—. Sería muy descortés e irresponsable de su parte hacer que un huésped VIP se fuera a casa tan descontento, ¿no lo cree? Hablaría muy mal de usted, señor.

Rhodes había dejado de intentarlo. Ya no miraba a otro lugar que no fueran sus ojos, ya no ubicaba sus manos en otro lugar que no fuese su cintura y Harley solo podía decir "heterosexual mis jodidos huevos".

—No va a funcionar, chico. Mi prótesis-

—¿Ahora es eso? Creí que no era gay, Coronel—murmuró divertido mientras acariciaba su nuca con cuidado, notando como lentamente caía más preso de la tentación.

—No soy- solo... no uses esa palabra.

Una parte de él podía entenderlo. Había gente de esa edad educada de cierta forma, que les impedía aceptarlo. Harley había conocido mucha gente que no podía aceptarse como era. Ya sea físicamente, por orientación sexual o por su género.

Rhodes no sería el primero. Venía de una época difícil con unos padres demasiados duros, claro que no podía aceptarlo.

Aún.

—¿Eres Harley-sexual? O ¿Keener-sexual?—rozó su nariz con la suya sonriendo cada vez mas—. Mejor Harley-sexual.

—¿Harley-sexual? Suena a que tengo un cuestionable fetiche con las motocicletas—amaba eso. Amaba cuando dejaba de ser un jodido pedante amargado y se relajaba a su alrededor, siguiendole la corriente por al menos cinco segundos. No pudo evitar suspirar de gusto mientras sentía sus manos recorrer sin arrepentimientos la piel desnuda de su cintura.

—Como esa canción de Queen, que por  cierto, no puedo creer que exista—Rhodes se rio contra sus labios y Harley no lo aguantó más. Que le disculpara el sabor a alcohol, pero no pensaba terminar su noche sin comerle la jodida boca.

Ninguno quería seguir peleando, porque en ese instante, entendieron de buenas primeras que se les acababa el tiempo.

Bien Harley podía volver a ir, pero no sabía cuando. Tenía sus responsabilidades, sus perros, su familia y su trabajo.
Vaya uno a saber cuando podría volver a sentirse en las jodidas nubes.

—Aún si tú me- si nosotros... ya sabes—Rhodes intentaba hablar, pero de verdad, no podía soltarlo. No sabía qué demonios era, pero cuando de Rhodes se trataba, Harley se volvía un amasijo de besos y abrazos. Todos los que jamás le había dado a nadie, eran todos para él. Lamentablemente la tregua de un minuto y medio había expirado, y Rhodes no podía evitar volver a su papel de adulto responsable —. No voy a encadenarte a esto— insistió, dando por sabido que hablaba de su prótesis y todo el problema que eso  conllevaba—.  Sabes que esto es un problema y tarde o temprano te cansarás.

Harley ya estaba cansado. Físicamente agotado  ebrio y cariñoso. No quería seguir hablando de eso, pero tampoco quería revelarle la sorpresa, así que solo volvió a besarlo con ganas y a sonreír contra sus labios, demasiado atontado para hacer otra cosa.

—¿Sabes dónde vivo?— preguntó, admirando su semblante desconfiado. Es que no tenía caso. Ya lograría que se le quitara esa cara de estreñido—. ¿Sí o no?

—Claro que sé.

—Bien— le llenó la boca y el rostro de besos y le mordió una mejilla en modo de juego antes de soltarse, intentando no tambalearse. Se encontró menos mareado y supo que tomar aire fresco había sido una buena idea —. Te daré un mes para decidir.

Rhodes se quedó ahí un momento, viendo como el chicco caminaba más tranquilo hacia el complejo. Se sintió un jodido degenerado, pero sí, le miró el trasero. No podía evitarlo.

—¿Qué te hace creer que en un mes algo de esto va a cambiar?—lo dijo casi con sarcasmo, pero con genuina curiosidad.

Y Harley, demasiado feliz para otra cosa, volvió sobre sus pasos y bien cerquita de sus labios, volvió a la carga.

—Tonto de ti si asumiste que te diría eso sin saber que todo será diferente en un mes— dejó un sonoro y profundo beso en sus labios y esa vez sí, se alejó con más entusiasmo—. Mírame, hasta ebrio soy más listo que tú, cariño.

Al demonio con ese chico. Rhodes se sentía adolescente, sintiendose un idiota y teniendo que soportar la pullas de Tony todo el rato.

Pero verdaderamente se preguntaba ¿Quién demonios podía resistirse al chico?

—¡Oiga, coronel!— Harley llevaba unos cuantos metros alejado, bastante cerca de la puerta del complejo—. Estoy muy ebrio y aún no tengo edad para beber. ¿Será que me escolta hasta mi cuarto? Hasta puede castigarme si quiere.

Escandalizado como una madre enojada de los años cincuenta, se apresuró a llegar a él y a arrastrar del brazo a un Harley por demás satisfecho.

—Camina, antes de que me arrepienta.

—De lo que se va a arrepentir es de andar tonteando con Carol Danvers frente a mis narices—murmuró el chico, sin querer dejarla pasar. Porque podía ser muchas cosas, pero de celoso no le ganaba nadie.

Y Rhodey se mordió la lengua para no reír. Si tan solo supiera que la señorita Danvers fue la que técnicamente le empujó a seguir al chico, probablemente iría a abrazarla y a agradecerle. Porque de no ser por ella, tal vez Rhodey no se hubiese atrevido a sucumbir.

—¿Antes o después que te acostaras con un empleado de servicio por una botella de alcohol?

El chico hizo un sonido descontento y se  removió un poco, sin perder esa sonrisa traviesa que tan loco le volvía.

—Si te sirve de algo, no duró nada y casi no me acuerdo bien que pasó.

Con una risa compartida, ambos subieron las escaleras, ignorando la fiesta, las miradas y la forma en que Peter estiraba la mano hacia Tony y Happy, esperando que le pagaran su parte de la apuesta.

—No hay forma de que eso me haga sentir mejor, pero conozco algunas cosas que sí.

Sí, tal vez Harley se iría mañana. Tal vez se perdería el rostro de Rhodey al comenzar a sentir el hormigueo, la picazón y el dolor muscular en sus piernas, pero no se perdería sus sonrisas, sus abrazos y sus besos esa noche.

Y sabiendo que nada tardaría en ir a buscarlo para intentar hacerlo funcionar, por esa vez, tenía más que suficiente.

🧡

Wow, esa ship tiene sentido, entraré a leer. DIJO NADIE NUNCA.

Oficialmente entré en el apogeo de la fiesta de la locura.

Harley Keener y James Rhodes. No me vengan a hablar de Ships cracks, oficialmente he llegado al límite de los límites con este libro.

Si, nadie va a leerlo, no, no me importa. Los amo, los voy a shippear todo lo que yo quiera.

Y nada, espero que quien haya decidido leer esto, lo haya disfrutado, porque yo fui súper feliz escribiendolo🧡

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