01
El amanecer inminente atrapaba la mirada oceánica de un hombre que despertaba sin entender absolutamente nada de lo que ocurría a su alrededor. Los colores amarillentos y anaranjados eran suficiente para distraer su atención, quedándose unos segundos observando hacia la ventana más cercana antes de sentirse asfixiado por ese ambiente en el que se encontraba. Su mirada pronto se dirigió a todos los sitios de la cama, notando que esta estaba terriblemente desordenada y dándole a entender con sencillez que él no había sido el único que durmió allí.
Refregó su puño contra sus ojos antes de aceptar la realidad que se encontraba delante de él. Al parecer no era un sueño sino que realmente estaba en esa cama su compañera de piso, la cual tenía su habitación en otro sitio y no había motivo para que estuviera ahí junto a él en ropa interior, menos si se encontraba dormida en una posición que lo dejaba un poco más en el suelo. Realmente esa mujer se movía demasiado como para tener un cuerpo así de chiquito y lo dejaba inmóvil por unos momentos tras tener una de sus manos en su boca.
Las mujeres eran aterradoras, definitivamente.
—¿Qué es eso caliente? —preguntó adormilada la muchacha tras sentir la palma de aquel hombre paseándose sobre su pecho—. ¿Ah? ¡¿Tomioka?!
Ese grito lo recibió demasiado cercano a su oído. No esperaba tal expresión ante la única forma que veía de despertar a una mujer: acariciar su pecho; quizás solo se había equivocado de forma y había bajado un poco su mano, pero esa no había sido por completo su intención. Lanzó un suspiro al sentir cómo esa pequeña mano se alejaba de su boca y le restó importancia a la expresión que la muchacha hizo con completo asco al notar que dos de sus dedos tenían la saliva de su compañero.
«Y yo que soy tan higiénica» pensó humillada la muchacha con vergüenza, bajando su mirada hacia su cuerpo y sorprendiéndose de la imagen en frente de sus ojos aunque pronto expresando su misma calma, debido a que tampoco era como si le incomodara, porque no era la única en ropa interior y con notorios chupones. Desde hacía un tiempo había fantaseado con Giyuu, claro, no lo admitiría en voz alta, pero el hecho de al menos haberlo hecho real aquello y tener algunas escenas implementadas en su audaz memoria la satisfacía en cuanto se levantaba de la cama despojándose de las sabanas que apenas sí la habían cubierto. ¿Quién diría que ese tonto había sido tan caballero de haberle puesto la ropa interior cuando ella solo quería dormir así? Eso resultaba realmente divertido, causándole una ligera risita que apenas había resultado audible.
Giyuu se guió unos segundos por ese cuerpo, pero con rapidez desvió la mirada, sintiéndose un poco incómodo con sí mismo por haber estado teniendo pensamientos tan impuros al respecto. Bueno, no es que él fuera un santo, pero sí tenía sus límites y entre ellos estaba no observar de más, no sabiendo la sensación que le causaba, menos si era su compañera de piso y, además, si ella hacía sus cursos con él como profesor tras estar a un año y medio de graduarse de la universidad. Lo más escalofriante era que el profesor Sanemi los hubiera escuchado, debido a que ese hombre sabía bien que iba en contra de las reglas acostarse con los pasantes y vivía exactamente a su lado. Había sido un completo desastre que con el poco sentido común que le quedaba pensaba en lo notorias que eran las marcas en ambos.
Nunca pensó que debería iniciar una conversación con la mujer con la que se acostó de esa forma...
—Kocho, ¿tienes maquillaje?
—¿Quieres que te haga un sombreado? —preguntó bromista mientras se veía al espejo—. Claro que tengo, ¿quieres que te ponga un poco de base para ocultar esas mordidas o deseas presumirlas?
—Tengo alumnos adolescentes, está claro que deseo ocultar esto lo antes posible.
—Yo no soy profesora así que puedo dejar que se vean ¿cierto?
—Si quieres ser vista poco profesional sí.
—No tienes ni un poco de sentido del humor.
Shinobu, gracias a que tenía la base de su amiga, Mitsuri, pudo maquillar bien los chupones de su desgraciado compañero de piso que no hacía ruido alguno mientras ella canturreaba. Ni siquiera había hablado de la noche anterior o si podía caminar bien... ¿En serio no se dio cuenta que muy bien no caminaba? Realmente era rudo y desconsiderado, causando que en algunos momentos simplemente no deseara seguir ayudándolo. Después de todo, ¿qué obtendría a cambio? Exacto, nada. Pero le daba un poco de pena su aspecto y, además, hacía un año que eran compañeros, no resultaba nuevo para ella saber que él no hablaba demasiado ni era un caballero de primera. Ciertamente el único atractivo para Shinobu era su físico, debido a que realmente estaba bien formado y se vería como un modelo si tan solo fuera un poco más organizado con su aspecto. No le molestaría ser quien lo rasure o la que peina su suave cabello que siempre parece alborotado por el mal lavado, incluso elegiría su ropa si tan solo fuera su pareja; pero eso no era más que una fantasía cuando acababa de ponerle la base en su tez ligeramente oscura.
Quizás vivía en una fantasía.
—¿Qué tal quedó?
—Normal.
—¿Y entonces...?
—¿Entonces qué?
—¿No voy a recibir nada de agradecimiento? ¿Ni un beso?
La muchacha se acercó lo suficiente hasta estar a solo unos centímetros de los labios de su compañero, pero este ni siquiera se inmutó, por lo que tuvo que usar otras palabras para tampoco afectar su orgullo:
—Era solo un chiste, no me mires así.
—Gracias —contestó tardío, recibiendo un simple gesto con la mano de la mujer que aún caminaba semidesnuda.
Quiso hacer otro comentario, pero se lo tragó a la hora de ver el trasero de la muchacha, quien tras hacer los suficientes ejercicios de glúteos lo tenía bien formado. Recordaba todas las veces que entró al departamento y ella estudiaba mientras hacía sentadillas o algún ejercicio con el que pudiera sostener un libro a su vez o le dejara la suficiente respiración como para repetir; definitivamente era la imagen de sus pesadillas, porque no podía creer que alguien tan pequeñita pudiera con tanto. Incluso cuando él volvía de correr ella salía a hacer lo mismo, por lo que solo lograban tratarse por la noche tras compartir una misma cena y ver el mismo programa de noticia para no tener que discutir por el control remoto. Y pensar que se había acostado con ella... Demonios, eso se sentía tan extraño para él que ni siquiera quiso pensar en los detalles de cómo empezó todo y más bien se vistió con su usual remera manga cortas que daba la apariencia de profesor de educación física si se tomaba en cuenta ese pantalón negruzco que lo hacía sudar.
Ella pasó una vez más delante de él tras haberse tomado una pastilla que Giyuu supo que era para el dolor de caderas y recogió el vestido que la noche anterior había dejado tirado en esa habitación. Al menos esta vez había pasado en frente suyo con una falda que le quedaba por encima de las rodillas y una camisa floja que tenía unos botones descubiertos, los suficientes como para que se le viera parte del escote.
—¿No crees que te vistes muy sensual solo para ser una pasante? Sabes las reglas y no debes de incitar a los estudiantes ni otros maestros a que...
—¿A que me falten el respeto? —preguntó con un tono juguetón a pesar de decirlo de mala gana—. Hace un mes estoy en la Academia, sé las normas.
—Deberías ponerte algo más apropiado.
—¿Apropiado? Hace cuarenta grados y además Shinazugawa siempre tiene descubierto el pecho, ¿por qué yo no si ni siquiera se me está saliendo una teta?
—Deberías preguntárselo a los directivos principales, yo solo estoy siguiendo mi trabajo como guía.
—Muy bien no lo estás siguiendo. Por favor, deja de tener la idea de que me debo hacer respetar vistiéndome con más ropa, en primera instancia, anoche estaba con un vestido que me llegaba hasta las rodillas que incluso tenía mangas y aún así te resulté más que sexi.
Eso definitivamente le había cerrado la boca a aquel hombre, quien no supo cómo contradecir a las palabras más que aclarando un poco la garganta, avergonzado de haber sido callado. Podía ver la sonrisa triunfante de esa mujer que le apasionaba ganar una discusión y siempre terminaba haciendo notorio que deseaba su premio a cambio, hecho por el cual, antes de que ella le dijese nada, le ofreció llevarla en su auto hasta la Academia; de esa forma pudo ver sorpresa en su rostro antes de asentir con completa calma. La conocía bien por mucho que hubiera parecido un despistado toda su vida, y ella detestaba ir al colegio caminando, a pesar de que estaba a pocas cuadras.
Shinobu se relajaba contra el cómodo asiento de adelante, sin importarle el cinturón de seguridad por mucho que Giyuu la observara como queriendo hablarle telepáticamente para que se lo pusiera. Eran ocho cuadras, ¿para qué lo usaría? Se preguntaba como si fuera una total ignorante, a pesar de saber la respuesta y tener que ponérselo obligadamente por su compañero que juraba que si no lo hacía la iba a dejar tirada. Encantador ¿cierto?
Esperaba pacientemente a que diera algunas palabras o prendiera la radio, pero no había ninguna de las opciones para alguien como Giyuu, porque ni preguntaba qué tal la había pasado anoche ni ponía la radio 99.9 que tanto a ella le gustaba debido a que pasaban canciones en inglés que le recordaban a su querida hermana que tan obsesionada estaba con ese idioma. Ahí notó por décima vez en el mes que ese hombre era un idiota en todos los sentidos. Increíble, le ofreció —gratis, por cierto— su virginidad al tipo con cara de amargado que tenía cinco años más que ella y era lo más parecido a un tutor. No podía tomar peores decisiones. Y pensar que nunca estuvo desesperada por tener sexo como para acabar metiéndose con alguien tan desinteresado... Pero que sea tan frustrante lo hacía más interesante y sexi, esa forma de ser era sexi a su manera.
«¡Demonios no! Esto no es sexi, no es sexi que me traten con indiferencia » se dijo a sí misma Shinobu.
Poco gustosa con sus pensamientos, giró su mirada hacia las afueras, notando que estaban bastante cerca de la escuela. Ese hombre conducía con mucho cuidado, se sentía como si una tortuga la hubiese llevado a la Academia y odiaba las tortugas desde que una le mordió el dedo a la edad de 5 años... Qué traumático momento.
—Tomioka... ¿Hoy con qué salón tendremos clases?
—Con el salón A de primer año.
—¿Ara? Yo solo le daba clases a todos los cursos de segundo año.
—Ese solo fue el primer trimestre.
—Qué miedo, oí que son salvajes.
—Por eso debías vestirte más adecuadamente.
—Vuelves a decir algo como eso y juro que te hago chocar, Tomioka —advirtió con esa expresión dulce que venía con suficiente oscuridad como para que Giyuu se atreviera a retarla.
Preocupado por su costoso auto prefirió callarse, estacionando en el pequeño espacio que tenía reservado. Era un completo lujo para alguien tan esforzado como él estar en una de las 10 Academia más importantes de Japón, debido a que gracias a la fama que habían ganado pagaban lo suficiente y había muchos servicios para profesores como él, tal como el estacionamiento o tener dos heladeras pequeñas con refrescos e incluso algunos bocadillos para no pasarla mal. El presupuesto de la escuela era alto, hecho por el cual también notaba el brillo en los ojos de Shinobu cada vez que entraban, porque estaba claro que a esa mujer menos no le podía importar lo de ser profesora, ella solo era como una niña encaprichada que quería esos lujos por siempre, después de todo era un sitio soñado si así se lo planteaban y tomaban en cuenta que nunca pasaban ni extremado frío ni calor. Y pensar que la niña rica quiere ese empleo solo para tener más. Definitivamente era inusual encontrarse a alguien como ella.
Pero como dice el dicho: el que más tiene, más quiere.
Al bajarse ambos del auto y notar que aún no había ningún profesor, debido a que Giyuu solía llegar treinta minutos antes que todo, casi junto al director, solo por madrugador; aquel hombre se inclinó ligeramente hasta estar cerca del oído de Shinobu tras estar detrás de ella, y susurró:
—No digas nada.
—¿Nada? ¿Qué estás esperando, que me quede muda? —se burló ella, a pesar de que ese gesto le había agradado y dando media vuelta se lo encontró lo suficientemente cerca de su cara—. Me agradas, Tomioka.
—Está bien —contestó sin saber cómo responder a ese tipo de comentarios. No pensaba que a todos les caía mal, pero tampoco se esperaba eso tan de repente.
Y en cuanto escucharon la voz de Ubuyashiki, suave y calma como el río que fluye, se apartaron, saludándolo mientras aparentaban completa normalidad. Aquel hombre no expresaba más que relajo en su rostro que ni una arruga tenía a pesar de que debería estar ya envejecido por sus cuarenta y tanto años; realmente era alguien que nunca solía enojarse o tener cualquier clase de emoción negativa, al menos no lo demostraba a través de sus expresiones. Incluso Giyuu admiraba que de tan poco estrés no tuviera ni una sola cana, aunque estaba casi seguro de que era difícil conllevar tal gigantesca escuela con tales alumnos alborotados que a pesar de tener orden no habían las suficientes restricciones como para dejarlos callados. Solo Gyomei podía provocar tanto y a veces ni eso.
Aquellos tres entraron a la Academia sin demasiadas palabras. Shinobu hablaba mucho, pero estando junto a aquel hombre no sabía muy bien qué tema tratar, debido a que él iba a ser su jefe y solía intimidarla esa idea. Solo fue capaz de preguntarle por su salud y el bienestar de su familia, obteniendo respuestas sencillas y positivas. Ubuyashiki comentó que a pesar de no pasar mucho tiempo junto a sus hijas ellas solían visitarlo en los recreos, debido a que iban en la primaria de esta Academia. A veces le interesaba demasiado saber de Amane, debido a que nunca solía verla más que la oficina junto a él, pero simplemente lo acallaba, porque al menos de que Ubuyashiki la nombrara ella no lo haría a la primera, debido a que sentía bastante respeto por esa figura débil que caminaba con cuidado en sus pasos como si pudiera caerse en cualquier segundo. Nunca supo qué enfermedad padecía ese hombre como para andar con un bastón o sostenido de su esposa, solo pensaba que era una fuerte, debido a que no lo dejaba caminar con normalidad. A veces, olvidando todo lo que la rodeaba, le daba mucha pena ese hombre, demasiada, como si hubiera algo en él que gritase soledad; siempre que esta clase de pensamientos invadían su mente intentaba aliviarse comentándose a sí misma: no es tu problema y él no parece triste.
Quizás a veces su figura le recordaba a la de su padre cuando enfermaba horrible de gripe... Esos eran tiempos terribles, tanto así que no los podía olvidar, pero el simple hecho de replantearse que literalmente su padre estaba de vacaciones y bailando a todo volumen con su madre en New York era suficiente para hacerla reír en plena clase, teniendo que pedir disculpas mientras se cubría la boca. Giyuu la observaba con completa seriedad como si se hubiera sentido burlado tras no saber qué es lo que pasaba por la cabeza de esa mujer.
—¿Quieres contarnos qué es tan gracioso?
La estaba regañando, increíble. Dejó su risa de lado, notando la mirada insistente en ese hombre y expresando una sonrisa amable soltó:
—Usted me dijo que no diga nada.
Los alumnos abrieron los ojos de par en par mientras se quedaba observando con intensidad esa escena —incluso Tanjiro no podía creerlo—. Pero luego el silencio se rompía por la propia voz de esa mujer, quien se levantaba de su asiento y les llamaba la atención con un aplauso para que dejasen de murmurar.
—¿Qué es todo este show, chicos? Tomioka es un hombre gay, claramente a mí no me daría ni la más mínima de las atenciones aunque quisiera —mentía con un tono decepcionado, aunque era notoria que esa decepción era falsa y arrebatándole la tiza a aquel hombre comenzó a escribir en el pizarrón—. No estamos para charlas, mi vida económica es más especial que la amorosa, así que por favor no hagan que me despidan cuando ni siquiera me han dado el empleo.
Los alumnos ante las diversas confesiones rieron, un poco entretenidos por lo que estaba diciendo aquella mujer suave y honesta que comenzaba a escribir con una letra más bonita que la de su profesor. Escribía al respecto de los músculos, un tema de teoría que deberían estudiar para dentro de una semana. Giyuu, indignado por tal falta de respeto y la mentira que había dicho, se quedó de brazos cruzados observándola y ayudándola cuando veía que no llegaba a escribir arriba de todo debido a su altura pequeñita. Al parecer, por muy desinteresada que pudiera parecer realmente se esforzaba en prestar atención a sus palabras, porque sabía explicar con precisión y pocos fallos el tema tan borde para todos los alumnos allí. Aunque a veces fallaba tan estúpidamente que tenía que recurrir a su ayuda.
Giyuu disfrutaba el hecho de no ver a sus alumnos con rostros sufrientes ante las explicaciones de su compañera, pero había algo en ella que lo molestaba terriblemente. Quizás fuera su forma tan poco educada de referirse a él, siendo su superior, o que simplemente no podía recordar nada de anoche para al menos dejar de darle vuelta a ese tema; no quería parecer alguien enfermo que lo único que tenía en la cabeza era la imagen desnuda de una mujer, incluso Sabito se decepcionaría de esa actitud de su parte. Y tras finalizar la clase, tuvo el fuerte tic de golpearse la cabeza contra su propia mano, llamando la atención de todos en la sala de profesores. De la única que no vio confusión en su rostro era en esa mujer que, al contrario, sonreía divertida, como si solo ellos dos estuvieran y fueran cómplices de un secreto del que claramente uno no estaba enterado.
Definitivamente Giyuu tenía sentimientos muy extraños recorriendo toda su piel y gracias a esa agraciada mujer que se ganaba la conversación con Sanemi en tan solo unos minutos, ese hombre que salía con su hermana y se preocupaba por ella debido a la lejanía en la que se encontraba ahora Kanae. No entendía cómo podía atraer a todos con su personalidad rebuscada y de una falsa cualquiera, pero de alguna forma incluso él deseaba acercarse para hablarle, aunque no lo haría.
Un escalofrío recorrió su espalda y no supo cómo reaccionar más que haciendo de cuenta que nada había ocurrido. Definitivamente ese día era extraño.
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