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El deseo de volver a verte.

《 Cada partida es una anticipación de la muerte y cada encuentro una anticipación de la resurrección. 》

Arthur Schopenhauer.




I

Mi cuerpo no lograba responderme, el temblor en mis manos y entrecejo era evidente. De tanta fuerza que ejercía al morder mi labio inferior logré lastimarme, siendo inevitable detectar un sabor metálico haciéndose paso en mi boca.

¿En qué momento todo terminó así?

—Yo...

¿En qué momento todo se fue a la mismísima mierda?

—No voy a morir.— podía ver la mirada determinada de Baji-san a la distancia.—¡Una herida como esta no va a matarme!

Su sonrisa, la misma que se dibujaba en su expresión ruda era la más orgullosa, y aún así no despegaba mi mirada de la sangre que brotaba de sus labios, siendo la misma que seguía brotando mientras más pasos daba hacía el chico de mechas rubias que se encontraba tirado en el suelo... Aparenta que tiene todo bajo control, cuando no es así.

Y sus palabras pierden veracidad mientras más gotas de sangre caen debajo suyo haciéndose paso un gran charco de líquido carmesí, uno tan espeso que con el pasar de los minutos se tornaba un tono vino brillante.

Me dieron ganas de vomitar, y con una mano cubrí mi boca, impotente al quedarme en mi lugar.

—No te preocupes... Kazutora.— Baji-san por favor...—¡No vas a ser tú quien me mate!

No supe qué sucedió después. O mejor dicho, no puedo describir con detalles como pasó pero sin darme el tiempo de responder a mis propios sentimientos fue que me impulse con todas mis fuerzas hacia Baji-san, quien se había enterrado la navaja con suma fuerza en su estómago.

El crujir de su carne me erizo la piel y aún así mis piernas no se detenían. Visualice el descenso de mi más grande amigo como una pausa lenta a su inminente muerte, la misma que quiero evitar a toda costa.

Aunque sé que ya no existe algún retorno debido a su condición crítica.

—¡Baji-san!.— El grito que surgió de mi boca me desgarró la garganta, pero eso era de mínima importancia.

Porque mi único objetivo era llegar y estar allí, poder estar finalmente a su lado sin que me aparten.

Mi ritmo cardíaco era descontrolada, al mismo tiempo mi respiración se acelerara más hasta dejarme sin aliento mientras que corría a auxiliar el cuerpo de Baji-san en el suelo que hasta incluso ignore el hecho de haber pasado al lado de mi comandante y al por fin haber llegado junto al pelinegro lo sostuve entre mis manos con mucha fuerza de voluntad para no empezar a sacudirlo por la rabia que sentía.

—Baji-san...— estoy sudando pero puedo identificar fácilmente mis lágrimas caer.—¿¡Por qué!?

¿Por qué eres tan idiota? 

¿Por qué terminas con tu propia vida?

Quizás pueda comprender tu estúpida decisión, pero aún así... ¿Por qué?

Soy capaz de solo enfocarme en el rostro de Baji-san, su color de piel poco a poco va tornándose a uno pálido y sus orbes café claros que alguna vez hubo fiereza, determinación y mucha vida... Ahora solo encontraba ese fulgor que se iba apagando con el pasar de los segundos.

Lo sostenía firme, pero mis músculos se contraen de lo tensos que estaban y un pequeño zumbido se hizo presente en mis oídos.

—Takemichi... Acércate...

Mi rodilla temblaba por la mala posición además del peso extra sobre la misma, y aún así me negaba a soltarlo, no lo haré.

Quería escuchar sus últimas palabras pero aquel zumbido fue subiendo de intensidad siendo antes efímera y soportable a una que acapara mi audición por completo, aquello logró que me desenfocará de la conversación y me centrará solamente en la apariencia de Baji-san.

Era notorio su esfuerzo por hablar, ¿Por qué no podía oírlo? ¿Qué está diciendo?

¿Por qué empiezo a sentirlo tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos?

—Fuyu...— al escuchar mi nombre de sus labios hizo que las lágrimas aumentaran en mí, y de forma repentina el zumbido se detuvo.

—¿Sí?

—Mataría por un poco de yakisoba Peyoung...

Hice una pausa antes de contestar, y sin dudar mi respuesta la manifesté.— Iré a comprar enseguida.

—Lo vamos a compartir, ¿no?— por alguna extraña razón su sonrisa ante mi campo visual se veía más resplandeciente.

Un quejido de mi parte hizo que su cuerpo se contrajera -si más se podía.- contra mi cuerpo, y él con la poca fuerza que le quedaba apoyó su cabeza en mi brazo para así mirarme finalmente. Aunque ya me encontraba en un mar de lágrimas, sentía que mi ser se quebraba más al verlo en ese estado.

Baji-san no llores, si tuviera el poder de intercambiar los papeles lo haría... Convertiría tu dolor en mi dolor... Tus lágrimas serían las mías y esta despedida no sería la tuya, sino la mía.

No podía aceptarlo.

—¿Sabes?.— trague en seco al escuchar nuevamente la voz amarga de Baji-san, sonaba resignado mientras observaba el cielo azul que estaba sobre nuestras cabezas.—No podré descansar en paz hasta que pueda confesarte algo, l-la única r-razón...—luego Baji-san tomó un gran bocado de aire, se esforzaba bastante por continuar y parecía que lo quería decirme era demasiado importante.

—¿C-Cómo?— insistí tratando de verme tranquilo, pero mi expresión confesaba mi más vil pecado.

Tosió y luego de darse un momento, continúo.—La única razón por la que quiero creer que existe la vida después de la muerte... E-Es porque te quiero volver a ver, F-Fuyu quiero ten-

¿Qué?

Los labios de Baji-san se movían despacio, pero era incapaz de escucharlo bien. Parpadeé sintiendo mi respiración nuevamente acelerarse en mi boca ante la desesperación en la que me sumergía en un instante.

¿Qué me has querido decir?

Al escuchar el zumbido subir de golpe, me concentré frunciendo el ceño, limitándome a leer sus labios y al sólo poder captar una pequeña oración entre las demás fue que mi corazón se agitó.

Gracias por haber estado a mi lado... Chifuyu.

Mis hombros subían y bajaban ante los sentimientos que explotaban, ¿Qué fue lo que quisiste decirme antes de eso?

—¿Baji-san?

No. No. No. No. No. No.

Me quebré finalmente, mi respiración ahora quemaba y mis lágrimas bajaban hasta llegar a mi clavícula sintiendo las gotas saladas adherirse a mi piel lastimada, aprecie su rostro ahora apacible siendo para mi un poco irónico el simple hecho de estar apreciando ese ceño infinitamente fruncido en su rostro finalmente relajarse.

No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No.

Lo abrace, lo acerque a mí e intenté refugiarme en su cuerpo inerte donde antes podía percibir un calor embriagante, siendo sustituido por el frío tacto de un cuerpo sin vida.

NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO. NO.

¡Maldición! ¡Baji-san, no me dejes! ¡No puedes irte sin haber podido escuchar por completo tus últimas palabras!

Mis dientes dolían de la fuerza que ejercía entre ellas y el nudo que se formó en mi garganta evitaba que soltará alguna grosería fuera de mis pensamientos, lo único que podía hacer era... 

Un sollozó solté y un grito desgarrador salió de lo más profundo de mi garganta.

— ¡Baji-san!

Y lo más gracioso de todo, es que el zumbido en todo momento nunca me abandonó siendo imposible para mi calmar mi dolor.

¿Seguía gritando? Quizás, si... Por algo sentía mis cuerdas vocales romperse con el pasar del tiempo, y por supuesto que eso era irrelevante para mi, ese pequeño malestar físico era nada a comparación de la pérdida que estoy sufriendo ahora.

Cuando un nuevo pensamiento surgió en mi mente, nuevamente el zumbido desaparece y reaccione a medias. 

—Sabía que no nos h-habías traicionado...— ignore cualquier sonido a mi alrededor que no fuera el cuerpo de Baji-san entre mis brazos.—Baji estaba peleando solo... Lo sabía desde el principio... y yo... y y-yo... lo sabía pero...

¡No pude protegerlo! ¡No pude salvarlo!

—¡Joder!.— finalmente pude quejarme en voz alta, y golpee el suelo con fuerza sin soltarlo, no podía soltarlo.

Seguí golpeando el suelo con todas mis fuerzas, mis nudillos de la mano izquierda empezaban a grabarse en la tierra arenosa con algunas gotas de sangre pero tampoco me importaba, nada que no fuera Baji-san me importaba.

Mis quejidos y lamentos eran inalcanzables para mi, solo sabía que intentaba desahogarme con cualquier cosa pero sin llegar a moverme de mi lugar o apartarme de él.

Soy tan patético.

No podía escuchar nada de lo que sucedía a mis espaldas, no me importaba tampoco.

El zumbido aumentaba de intensidad, era tanta que me obligó a soltar a Baji-san para así cubrir mis oídos intentando aliviar el dolor. Y nada, por más que aplastará mis manos sobre mi cabeza a los costados, nada lo aliviaba.

No pude... Yo no pude...

Y al desviar mi mirada hacia un costado una fuerza externa me dominó, mi cuerpo se extendió hacia el frente tomando entre mis manos el objeto que primeramente visualice antes de que perdiera el auto control sobre mis extremidades.

Luego al tenerla entre mis manos voltee a mirar nuevamente a Baji-san que se encontraba sobre mi regazo, tan apacible que en vez de haber perdido la vida podría estar tomando una de sus siestas matutinas, esas que donde me dejaba estar a su lado, aquella donde éramos solo nosotros dos en un ambiente creado para estar juntos en una armoniosa paz... Las lágrimas en ningún momento pararon al recordar cada uno de nuestros momentos y de repente...

—¿Qué haces con eso?

—¿¡Oi, qué estás...!?

—¡Chifuyu!

En un movimiento la navaja atravesó las venas de mi muñeca derecha, y el latir de mi corazón, ese que tanto me asfixiaba comenzó a apaciguarse logrando desconectarme de la realidad para así caer encima del cuerpo de quien consideraba mi confidente, mi primer amor... Caí sobre él y el zumbido en mi cabeza iba disminuyendo haciendo que soltará un suspiro de alivio, pero, me sentí desconcertado al empezar a tener una terrible dificultad para enfocar mi vista y luego de parpadear pude percibí algunos puntos negros moviéndose a nuestro alrededor.  

¿Qué está pasando?

Con dificultad moví mi brazo evidenciando lo que había hecho.

Que idiota soy... ¿Ahora estoy al mismo nivel de estupidez que Baji-san?

Al encontrarme sobre Baji-san y seguir desangrándome, teniendo la poca fuerza que permanecía en mi acerque mi muñeca derecha hacia la suya y las junté. No pude entrelazar nuestros dedos pero con tener la mano suya a mi alcance fue suficiente, claro, si ignorábamos que se hacía un gran charco de sangre debajo de nuestras manos levemente juntas.

Sonreí con desgano, fui responsable de mi propia muerte, no es culpa de nadie sino mía... Quizás para otros es una patética excusa para poder reencontrarme con Baji-san, después de todo, le entregue mi vida desde el momento en que me salvó.

Mis parpados se cerraban lentamente dándole espacio al inevitable plano completamente negro, y al ser rodeado por ella solté mi último suspiro.

Si realmente existe una vida después de la muerte... También deseo volver a verte, Baji-san.




II

Oscuridad.

Era todo lo que me centraba, y me rodeaba al mismo tiempo que me abrazaba. Me sentía pleno pero tampoco puedo dejar de lado la inquietante sensación de inquietud que me sofocaba, ¿Han pensado que sucede cuando estás en completa penumbra? ¿Sin alguna posibilidad de dirigirte hacia la luz? ¿Una que... pueda resguardarte? 

Quizás estoy exagerando y para este punto solo debo de dejarme guiar.

No sentía nada, no podía saber exactamente como me movilizaba en aquel entorno pero de cualquier forma... ¿Podía hacerlo, no?

Claro todo iba en relativa tranquilidad hasta que finalmente pude sentir algo desde que llegué a ese lugar, una sensación extraña, algo que sin dudas no esperaba en lo absoluto.

Una corriente eléctrica me atravesó, y fui capaz de visualizar la misma conectarse a mí.




III

Silencio.

Relativamente normal, me sentía completamente relajado ante ello.

Claro. Todo estaba bien hasta que sentí la inesperada falta de aire en mis pulmones, un peso extra y sumando a eso que mi cara estaba siendo aplastada. Patalee un poco hasta que finalmente el peso desapareció y así abruptamente abrí los ojos.

Me levanté despacio, lo primero que apareció lentamente en mi campo visual fueron mis sábanas desordenadas envolviendo descuidadamente mi cuerpo al mismo tiempo que mis pies descalzos a un extremo estaban descuidados al frío externo. Ya enderezado empecé a calentar mis manos frías con mi aliento luego de tener la tarea en proceso de terminar, aún somnoliento desvié mi mirada hacia mi alrededor y me percato que los rayos del sol estaban entrando por las cortinas de la ventana de forma sutil.

Luego mi mirada se fijó en algo, mejor dicho en alguien que me miraba fijamente desde mi regazo e hice un mohín indignado.

—¡Peke J! ¡Fuiste tú ¿verdad?!.— me impulse hacia adelante intentando atrapar a mi amigo felino, siendo un fracaso total porque Peke J dio un salto de gracia hacia el suelo, aterrizando inmediatamente allí para luego sentarse nuevamente y mirarme.— ¿Cuántas veces te he dicho que en vez de despertarme, puedes en cambio matarme en el proceso? 

Un maullido, y sin dudarlo le sonreí enternecido.

—Está bien, está bien... ¿Tienes hambre?— otro maullido recibí como respuesta.—Bueno creo que la ración de tu comida para gatos ya se terminó ayer.— pase mis pies al extremo de la cama y así sentarme al borde de la misma.— iré a comprar enseguida.

Me congele apenas estuve de pie, y pasé saliva en mi boca intentando quitarme el mal sabor de boca que de forma repentina apareció. Deslice la misma en mis labios confundido, para luego dirigir mis manos hacia mi cabellera y empezar a sacudirla.

Quizás así me deshaga de la mala vibra.

¿Por qué sentía esas palabras tan melancólicas? 

Nuevamente otro maullido insistente de Peke J me regresó a la realidad, me incliné para poder tomarlo con mis manos y al tenerlo entre mis brazos mientras le daba leve caricias en su melena oscura, fue cuando decidí enfocarme en mi objetivo principal de alimentarlo. 

Pero antes de dirigirme hacia la puerta una brisa fuerte sacudió algunas de mis hebras rubias y cuando regrese la mirada hacia atrás me encontré con la misma ventana que me recibe cada mañana al despertar, las cortinas danzaban debido a la brisa gélida que intencionalmente pasaba ambientando mi habitación. Nuevamente una sensación extraña me embriago, y me mantuve quieto observando el cálido sol que salía por el horizonte.

Por alguna razón extraña, puedo percibir otra vez ese extraño malestar ajeno a mi y como siempre antes de que las agujas del reloj marcara las siete de la mañana, empecé a llorar.


Fin.

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