Capítulo 9
LEER HASTA EL FINAL.
No me siento muy convencida al respecto, en realidad, prefiero quedarme en mi casa viendo la televisión y comiendo, pero hasta que Kelsey no arranca el coche y empieza a conducir hacia el spa, el sentimiento de incomodidad no se va. Apoyo la cabeza en la ventanilla, mirando el paisaje fuera. Hace sol, y aunque no calienta demasiado, la gente va en manga corta por la calle, algunos incluso llevan shorts, aunque se puede llevar pantalón largo perfectamente. Últimamente la temperatura no es lo que era en verano, y es raro, porque en Phoenix, las temperaturas se mantenían durante el año, y eran temperaturas escandalosas. Pero este año era diferente, habían saltado las alarmas por oleadas de frío, provenientes de Alaska. Este sería el invierno más frío de Phoenix en años. Quizás desde hace cien años que no hacía este frío. Los debates televisados hablaban de incluso nieve. Jodida nieve. Sería la primera vez en mi vida que vería nieve en vivo y en directo. Toma ya.
Kelsey toma una salida hacia la izquierda y enciende la radio. En seguida sintoniza una cadena y la música de Twenty One Pilots inunda el coche. Ambas cabeceamos al ritmo de la canción, y Kelsey poco a poco empieza a cantar la melodía, a quien me uno.
—All my friends are heathens take it slow!!— canta ella a pleno pulmón.
—Wait for them to ask you who you know!!— le sigo.
—Please don't make any sudden move! You don't know the half of the abuse!!!!— estallamos las dos.
Entre las risas de las dos, subo el volumen y la música sigue sonando.
Kelsey y yo cantamos a pleno pulmón hasta que la canción deja de sonar y el presentador empieza a hablar de nuevo.
—¿Dónde está el puñetero spa?— me quejo echando la cabeza hacia atrás.
—Sólo cinco minutos más, estamos a punto, pesada. Es nuevo y me cuesta ubicarme.
Ruedo los ojos.
—Será porque eres morena...
Kelsey abre la boca, como haciéndose la ofendida, y me golpea el hombro, sin dejar de mirar hacia la carretera.
—Puta...
Me río y suspiro, cerrando los ojos. Estoy deseando de llegar ya al puñetero spa. No he tenido mucho tiempo para relajarme en Nueva York, la verdad. Sinceramente, lo único que hacía en la gran ciudad era seguir mis estudios y darme largos paseos, conocer a gente nueva todos los días y olvidarme de ella el mismo día. También visitaba los barrios más extraños y pintorescos que nunca pude haber visto y probaba comidas que nunca me hubiera imaginado.
Pero eso era Nueva York.
No tenía amigos, nadie en quien confiar, nadie a quien contarle mis penas del día a día y nadie con quien tener planes. Sí, de vez en cuando recibía visitas de Kelsey (acompañada, la mayoría de veces, por Zayn) y de Devon, por supuesto, pero no eran permanentes. Así que el resto del tiempo me dedicaba a estudiar, sacar las mejores notas posibles (que no era complicado, pues mis anteriores calificaciones habían sido ciertamente horribles, y superarlas era fácil) y ayudar a mi tía, que se pasaba el día trabajando.
Kelsey no dice nada hasta que dobla la esquina, y suelta un resoplido.
—¡Al fin!
Llevo mi atención al establecimiento frente al que ha aparcado. El letrero es grande, decorado con tonos terracota, y, en letras doradas, deja adivinar el nombre del sitio. Zen (originalidad, joder). Las puertas son amplias y acristaladas, y aunque están tintadas, se puede ver vagamente la silueta de una recepción, y varios sillones con pinta de ser cómodos. El exterior está decorado con un par de cañas de bambú enormes, y varias campanitas de aire.
Kelsey se baja del coche, y la imito.
—¿Zen?— mira con el ceño fruncido al cartel— Me esperaba algo menos cutre, las críticas eran buenas.
Suelto un sonido que está a medio camino de ser una carcajada y la agarro del brazo, comenzando a andar.
—Venga, vamos a ver qué nos ofrecen.— comento con aire de burla.
Lo primero que siento al entrar en el establecimiento, es el olor de millones de velas aromáticas fundiéndose en el ambiente, y entrando por mis orificios nasales. El olor es agradable, suave y exótico, acompañado por la música relajante y el color suave de las paredes.
Todo es suave, todo es simple, todo incita a la relajación, así que siento cómo el peso sobre los hombros se evapora lentamente, y suspiro, encantada por la situación.
—Jo-der, pues no está mal.— silba Kelsey por lo bajo.
—Y que lo digas.— comento mientras una chica, con el pelo negro excesivamente engominado y atado en un moño alto se acerca a nosotras, con una sonrisa vaga.
Lleva una bata negra que le llega hasta las rodillas, con detalles de flores en dorado, a juego con el juego de colores del interior.
—Hola—, susurra con voz suave. Podrías levantar la puñetera voz un poco más—, bienvenidas a Zen—.
Le tiende un folleto a Kelsey, y se retira, en el mismo silencio con el que ha llegado. Kelsey me mira un momento, arqueando una ceja, y me aguanto la risa, mientras nos sentamos en uno de los sillones para ojear el folleto. Tan pronto como empiezo a leer los nombres de los masajes, no puedo evitar una risa floja.
—¿Qué coño es esto Kels? ¿Masaje balinés? Vale, entiendo la mierda del masaje tailandés, pero, ¿masaje Zhi Lu? ¿y después qué, masaje Kung Fu Panda?
Kelsey me mira y se le escapa una carcajada demasiado alta, por lo que una dependienta se nos queda mirando con cara de culo. Kelsey se calla y mira abajo, con la sonrisa aún temblándole en los labios.
Seguimos mirando los masajes (y los precios, claro) pero son todos jodidamente caros.
—No voy a pagar casi setenta pavos porque me partan la espalda— comento mirando el precio del último—. Es una exageración.
Kelsey asiente, mordiéndose el labio, y cierra el folleto, mirando por la parte de atrás.
—Anda mira— señala donde pone tratamientos—. Tampoco son tan caros, y parecen guays.
Le quito el folleto de las manos y leo, mirando también los precios. Al final, asiento, total, si hemos venido aquí íbamos a gastarnos bastante dinero.
Después de discutirlo por un momento, decidimos qué tipo de tratamiento queremos. Obviamente, el Plus Zen Relax, que aunque tenga nombre de onomatopeya (como cuando alguien se la hostia) es el que más ofrece y el de más duración.
Nos tiramos casi media hora tumbadas en unas camillas, desnudas debajo de la toalla húmeda y con el pelo embadurnado en acondicionadores y cremas naturales de esas. Un aburrimiento, resumiendo. Entonces empieza a sonar una musiquilla relajante, típica china que te ponen en los restaurantes (chinos, obviamente), y entran dos hombres, con el cutis más cuidado que el mío, frotándose las manos en aceite y hablando entre ellos. Hasta que uno de ellos, el del tatuaje en el cuello, habla;
—Bienvenidas a Zen, chicas, me llamo Zacharias, y este es mi compañero, William, y hoy seremos vuestros masajistas—. Comenta en tono forzado.
William, el más moreno de los dos, baja la intensidad de la luz, girando una ruletita a su derecha, instalada en la pared, y enciende unos palitos que empiezan a echar humo y a oler raro. A mi derecha, Zacharias, enciende unas velas aromáticas y otras dos más largas, para crear ambientación.
—Ahora, meted la cabeza por el hueco que tenéis aquí, y relajaros, chicas—. William sonríe mientras veo cómo echa el pelo de Kelsey hacia un lado y empieza a masajear.
Yo hago lo mismo que Kelsey, cierro los ojos, y mientras Zacharias retira el pelo de mi espalda, cierro los ojos, y relajada, me dejo llevar.
·······
—Me cago en mi vida—, susurra Kelsey en el jacuzzi— me han dejado la espalda echa un cromo.
Yo me río, pero la verdad es que a mí también me han jodido la espalda.
—Lo peor ha sido cuando se han empeñado en quitarnos las putas tensiones de la espalda, se supone que era un puñetero masaje relajante, no una tortura rusa—. Me quejo.
Kelsey se ríe y se estira, poniendo una cara de incomodidad cuando lo hace.
Los muy capullos empezaron bien el supuesto masaje relajante, pero en cuanto empezaron a notar las "tensiones", se desató el caos. Se empeñaron en dejarnos la espalda bien relajada, y cuando digo relajada me refiero a insensible. La tengo jodidamente insensibilizada. Putos masajistas de pacotilla.
Estamos en el jacuzzi, terminando nuestro "circuito" de relax, y después de ello tengo que volver a casa para estar a lo mío, así que me tomo mi tiempo en el jacuzzi, deseosa de preguntarle cosas a Kelsey.
—Entonces...¿Cuándo dices que vamos a ver los vestidos de novia?
Hay un brillo espectacular en la mirada de Kelsey cada vez que le pregunto por su boda. Mucha gente dirá o pensará que es demasiado joven, demasiado loco, y demasiado arriesgado para estas edades casarse, que es mejor esperar, que hay más gente en el mundo. Pero yo no creo que haya nadie más que Zayn en este mundo para ella, y viceversa. Son las personas más compatibles y más hermosas, almas gemelas, a mi parecer. Yo creo que en esta vida, si crees que debes hacer algo, debes hacerlo, da igual la edad, la situación, o la persona con quien (o no) decidas hacerlo, hazlo mientras te haga feliz. Ese es el tipo de brillo que caracteriza la mirada de Kelsey cuando habla de su boda, ese brillo de felicidad, de que está haciendo lo que le hace feli, y que me hace feliz a mí también.
—¡Tengo cita la semana que viene!—. Contesta emocionada—. Sólo podéis asistir mamá, tú, y la tía Jo, por supuesto.
Sonrío cuando menciona a su tía, Jodie. Hacía mucho que no la veía, y la última noticia que tuve de ella fue el nacimiento de su tercer hijo, Sam.
—Eso es perfecto—, comento cerrando los ojos— después, podemos ir a comer si os apetece.
—¡Claro!— Kelsey sonríe —. Se lo comentaré a mamá.
Nos quedamos de charla en el jacuzzi durante media hora más, hablando de vestidos de palabra de honor, blancos, color crema y más o menos escotados, hasta que nos cansamos del agua caliente, burbujeante, y el olor pegajoso de las rosas, y mirando la hora, decidimos empezar a vestirnos para marcharnos.
En el camino de vuelta, nos dedicamos a cantar todas las canciones de la radio, partiéndonos el culo cada vez que una de nosotras intenta llegar a una nota alta y le sale un gallo horrible. Me recuerda a los viejos tiempos, sólo que sin estar borrachas, claro. El viaje se me hace corto, y estoy deseosa de llegar a mi casa para tumbarme en el sofá toda la mañana.
—Esta noche salimos, ¿lo sabes, no?— comenta mi mejor amiga mientras aparca unos metros alejados de mi casa, ya que está todo abarrotado.
La miro con una sonrisa en la cara, y asiento.
—¡Está claro que sí!
Las dos estallamos en risas, y le doy un beso antes de agitar la mano para despedirme cuando bajo del coche.
—¡Luego te envío un mensaje y me paso por tu casa para cenar antes de la fiesta!— me grita.
—¡Vale!
Me quedo mirando hasta que el coche desaparece al doblar la esquina, y emprendo el camino hacia mi casa, que está a unos pocos metros de distancia. Tiemblo un poco por el frío, y aunque las varias personas que me cruzo van en manga corta, yo llevo algo más abrigado, no sé si por mi escasa alimentación, por el cansancio, o porque soy demasiado friolera. Raro, porque estaba acostumbrada al clima fresco de Nueva York.
Mis pasos se detienen en seco cuando, en la puerta de mi casa, distingo una figura que me hace helarme.
Se gira cuando escucha mis pasos detenerse, y me mira de arriba a abajo, Las llaves de casa tiemblan en mis manos.
Nos quedamos varios segundos mirándonos el uno al otro, hasta que me decido por hablar.
—¿Qué haces aquí?— me siento satisfecha por el tono que empleo.
Harry arquea una ceja y se me queda mirando, abre la boca para decir algo, pero la cierra inmediatamente. Hasta ahora no me había fijado que tenía una caja en la mano.
—Pensaba que estarías en casa—. Casi tengo que cerrar los ojos cuando escucho su voz, ronca.
—¿Por qué?— cuestiono.
Harry hace ademán de entregarme la caja, pero vacila, no sé si aposta, y me acerco para coger la caja entre mis manos. Al cogerla, roza sus dedos con mi mano, intencionadamente. Me salta el pulso y me obligo a mantenerme tranquila.
—Eso es tuyo, quiero decir, eh... Son cosas tuyas. No las quiero en mi casa.
Aprieto la mandíbula ante su contestación. El corazón me late furioso.
—Vale. Podrías haberlas tirado—. Comento al verificar el contenido de la caja. Son un par de sujetadores míos, y varias camisetas que utilizo para dormir.
—No. Quería guardarlas.
Le miro, y tiene su mirada fija en mí. Sea lo que sea que ocurre a continuación, me mira con mala cara, y niega con la cabeza.
—No pienses que por esto significas algo para mí.
Dicho esto, se da la vuelta, y aunque tarda un poco, empieza a andar hacia su coche.
—Adiós Harry—. Hablo un poco más alto de lo normal, y me doy la vuelta, confusa, marcando el número de Kelsey mientras entro en mi casa, cerrando de un portazo.
Lo primero de todo, ¡HOLA DESPUÉS DE TANTO TIEMPO! Os cuento, PERDÍ COMPLETAMENTE MI CONTRASEÑA, Y MIS DATOS DE WATTPAD, POR LO QUE ESTUVE COMO UNA LOCA BUSCÁNDOLA POR TODA LA CASA, Y AL FIN, AL FIN, AL FIIIIIN, ESTOY DE VUELTA.
BIEN, MI PLAN ES ACTUALIZAR LA SEMANA QUE VIENE 2 CAPÍTULOS, YA QUE TERMINO LA SEMANA DE EXÁMENES, PROBABLEMENTE ACTUALICE UN CAPÍTULO POR SEMANA DE AHORA EN ADELANTE, YA QUE TENGO QUE COMPAGINAR ESTUDIOS Y WATTPAD, ASÍ QUE, COMPRENSIÓN BBYS.
OS HABÍA HECHADO TANTÍSIMO DE MENOS.
DARLE CAÑA A LOS COMENTARIOS, PORQUE SE AVECINAN CAPÍTULOS INTENSOS!!!
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