Capítulo 11.
LEER HASTA EL FINAL!! 1/2
Después de aquella noche, mi vida ha vuelto -relativamente- a la normalidad. Los primeros días de universidad, son, como todos afirman, satisfactoriamente divertidos, y me dan horas de tregua a las interminables de aburrimiento que llegan después cuando llego a mi casa vacía.
Últimamente me he estado sintiendo algo sola, desde que me marché de Nueva York. Mi tía me llama todos los días, y casi todos los días hago Skype con Devon, y Kelsey se pasa el día entero en mi casa, pero nos pasamos las horas hablando de su próxima boda.
No es que no esté interesada en la boda de mi mejor amiga, al revés, me siento muy feliz por ella, inmensamente feliz, y estoy deseando que el tan indicado día llegue. Pero seamos realistas, ahora que no tengo novio, me siento como una sujeta velas, una amargada que vivirá con treinta gatos en un apartamento pequeño en los suburbios de Nueva York. Y seguramente llegaré a los sesenta años y pediré a la gente que me trate de señorita, porque tendré un espíritu joven para toda la eternidad.
Ahora mismo, con la cabeza puesta en todas partes menos en la carretera (donde la tengo que tener) me dirijo al centro de la ciudad, para hacer, básicamente, la compra de la semana.
Sin mirar, cambio de emisora, mientras me concentro en el coche de atrás, que al parecer quiere adelantarme a toda costa. Los canales cambian con un crujido, señal de que no están sintonizados del todo, o que están perdiendo la sintonización. Una vez más, el puto coche rojo intenta adelantar.
—Maldito gilipollas—. Susurro para mis adentros.
Cuando al fin consigo sintonizar un canal que me gusta, y en un descuido, el coche rojo pasa al lado mío como una bala, justo cuando estoy a punto de cambiar de carril, y haciendo que casi choquemos. Soltando un taco entre dientes, pito repetidas veces, aporreando la bocina. Bajo la ventanilla y saco el brazo, enseñándole el dedo de en medio en el acto.
—¡Gilipollas!— grito malhumorada.
El coche rojo hace parpadear las luces, y eso hace que mi enfado crezca, ¿se está cachondeando de mí? Me dan ganas de atizarle con un bate.
Niego con la cabeza repetidas veces, y meto el brazo dentro del coche, cerrando la ventanilla después. Había empezado el día con un humor normal, pero el o la subnormal del puto coche rojo estaba empezando a ponerme de un humor de mierda desde el punto de la mañana.
Decido aminorar la velocidad, para calmarme y evitar chocar mi coche contra el suyo, poniendo de paso un par de coches de distancia, y me concentro en la carretera. Entro en la ciudad poco después, y me preparo mentalmente para el caos que me va a suponer encontrar un aparcamiento, sobre todo un sábado por la mañana. Todo el mundo parece haber hecho la misma decisión que yo hoy, de venir a hacer compras al centro. Maldita sea.
Me paro en un semáforo en rojo, y echo la cabeza atrás en el asiento, con desesperación. La verdad que no ha sido una buena idea venir hoy a la ciudad, y cada vez estoy empezando a sentirme más y más ansiosa. Cierro los ojos con fuerza, pero me veo obligada a abrirlos cuando los pitidos de los coches comienzan a sonar sin parar. El semáforo está en verde. Resoplo con desgana, y arranco.
Intento tranquilizarme en repetidas ocasiones, pero no puedo parar de pensar en lo ansiosa que me estoy empezando a sentir, y en que necesito aparcar y sentarme un momento a tomar el aire. Ya mismo.
Busco con cierta desesperación un sitio libre, sí, venga, como si te fuera a llover del cielo. Y estoy empezando a cagarme en mi vida, mientras conduzco por las calles abarrotadas del centro de Phoenix, intentando encontrar un puñetero sitio libre, como el resto de la población.
—En qué puto momento decidiste que era buen día para hacer compras, Heather Barks, en qué momento—. Me reprendo a mí misma sin dejar de escrutar.
Dos coches más adelante, veo cómo alguien tiene suerte, y consigue aparcamiento.
—¿Ah sí? Pues me cago en tu puta madre.
Estoy indignada. Todos tienen suerte menos yo, ¿esas tenemos? Pues a soltar tacos. Claro que sí, Heather.
Me tiro alrededor de media hora intentando buscar sitio, cagándome en todos los que consiguen sitio y con la ansiedad bien crecida, cuando al fin, el Señor escucha mis lamentos (más bien mis insultos, y seguramente escandalizado) y encuentro no sólo un sitio, sino dos, ¡dos! ¡Aleluya!
Más que feliz de la vida, aparco el coche, y sólo me falta ponerme a bailar.
Pero la alegría se me va de golpe y sopapo, cuando me doy cuenta de quién ha aparcado al lado mío.
El puto.
Coche.
Rojo.
—Si es que no puedes tener suerte, ¿puedes tener? Noooooo, no puedes tener, ¡por supuesto que no!
¿Cómo no lo había visto antes? Se supone que iba YO detrás suyo, NO AL REVÉS. JODER.
Indignada, aún más, apago el motor de mala gana, y me quedo sentada, de morros, cuando la puerta del piloto se abre. Intento no mirar mucho, de echo, casi ni lo hago.
Casi, pero el conductor (sí, el conductor, no podía ser la conductora no) se para en frente de mi coche, y me veo a mí misma levantando la cabeza, con gesto desafiante.
El chico no debe ser mucho más mayor que yo, pero ya desde aquí se nota que es bastante alto, no puedo verle bien la cara, porque lleva unas gafas de sol y una gorra , pero sí puedo ver la sonrisa de gilipollas que tiene plasmada en la cara. Y eso no lo aguanto.
Me bajo del coche con agilidad, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. El extraño sigue mirándome con esa sonrisita de subnormal, y las ganas de quitársela de un guantazo se avivan.
Cuando estoy a unos pasos de él, me decido a hablar.
—¿Eres consciente de que casi tenemos un puto accidente en medio de la autopista por tu caprichito de adelantarme?
Al principio no dice nada, pero después se ríe, y con ganas. Aprieto los puños e inconscientemente me aliento para tranquilizarme, por que si no seré capaz de meterle una patada en medio de la calle. El extraño sigue riéndose, pero se quita la gorra, revelando un pelo castaño y semi largo, perfectamente echado hacia atrás. Acto seguido, y sin quitar esa sonrisa tan desquiciante de su gesto, se quita las gafas de sol y me mira, esta vez con menos malicia.
Vale. Es guapo. Pero eso no quita que sea un gilipollas de campeonato.
—Me llamo Corey—. Me alarga la mano, pero me mantengo serena y la miro con desdén. Corey se ríe entre dientes y baja la mano.
—No me interesa. Lo único que me interesa es saber por qué cojones te has empeñado en hacerte el chulito con tu coche de mierda, y has arriesgado nuestras puñeteras vidas—. Digo quedándome sin aire al final de la oración.
Corey me mira de arriba a abajo, y se mete las manos en los bolsillos, mordiéndose el labio...¿pero este es tonto o le parieron a pedos?
—No lo sé rubia. Adrenalina, quizás.
Ya está, este es tonto de remate. Ruedo los ojos con exageración, y me giro, preparada para irme.
—Esto es más de lo que puedo soportar. Adiós.
Empiezo a marcharme, completamente agobiada. De echo, el ansia que había empezado a sentir dentro del coche, ni siquiera se había marchado, pero no quería parecer vulnerable delante del extraño.
—¡Oye, rubia!
Oh no, por favor no.
—Déjame en paz, joder.
Pero es demasiado tarde para pedir nada. El extraño, o Corey, ya anda a mi lado, y me mira con un gesto divertido en la cara, ¿no se cansa nunca o qué cojones le pasa en la cara? ¿Es lerdo?
—Venga, no te enfades, que ha sido una bromita.
—¿Una bromita?¿¡Una bromita!? ¡Casi nos matas, imbécil!
La sonrisa de Corey vacila, pero no la pierde del todo.
—Qué mal genio tienes, rubia. Hoy no es tu día eh...
Cierro los ojos por un breve instante. Tranquilízate Heather, tranquilízate. Arregla las cosas como un ser razonable y una adulta racional y madura.
—Mira, Corey—, empiezo con suavidad, me detengo en la acera, con gesto tranquilo, comenzando el sermón — no quiero ser maleducada, pero casi nos matas en la autopista, tengo prisa, y además no estoy de humor para que te estés burlando de mí, ¿entiendes? Entonces, si te vas por tu lado y yo por el mío, y me dejas tranquila de una vez, haré como que esto nunca ha pasado, y los dos felices, ¿entiendes?
Corey se lleva los dedos a la barbilla, y frunce el ceño. Todo gesto de burla ha desaparecido de su rostro, y en parte me siento aliviada.
—A ti lo que te pasa es que estás con la regla.
Suelto un gruñido, que está a mitad de camino de ser un chillido de frustración y me giro sobre mis talones, reprimiendo las ganas de girarle la cara de un sopapo.
—Será subnormal el tío este—. Medio grito. Para que me oiga bien.
Le escucho reírse a mis espaldas, y le escucho seguirme. Oh no, de nuevo no.
—Oye mira— me giro, sorprendiéndole en mitad de su camino— ¡basta ya! ¡Joder! ¡Basta!
Estoy empezando a desesperarme un poquito. Me muerdo la lengua, cuando un par se señoras mayores se giran para mirarnos. No quiero montar un espectáculo. Estoy enfadada, me siento mortificada y agobiada. Sólo quiero marcharme. También me siento patética por sentirme como me siento ahora, pero no puedo evitarlo.
Al fin, Corey parece entender que no me encuentro del todo bien, y su gesto de arrogancia desaparece por completo.
—Oye, ¿estás bien?
Se acerca un par de pasos más, pero me echo hacia atrás, con las palmas de las manos extendidas en su dirección.
—S-Sí. Me encontraba un poco ansiosa, pero estoy mejor—. Miento.
Corey chasquea la lengua, y se acerca más a mí. Esta vez con incomodidad.
—Lo siento, ahora de verdad, ¡habérmelo dicho antes! No me hubiera comportado como un gilipollas.
Esta vez es mi turno de reírme, y Corey me mira extrañado.
—¿Te comportabas como un gilipollas para hacerte el duro?¿Estabas intentando ligar conmigo?
Se pone rojo, y eso sólo hace que aumenten mis ganas de reír.
—¿En serio?— pregunto entre risas.
Corey mira hacia todas partes, visiblemente molesto y avergonzado. Sigo riéndome, sintiendo que el peso se me va de los hombros, y me relajo bastante.
Él se encoge de hombros y me mira de nuevo.
—¿Qué? Cuando te he adelantado con el coche me has parecido una chica muy guapa.
Sonrío. Esta vez con menos ganas de matarle que la anterior.
Ahora le miro yo de arriba a abajo, y acostumbrada a ver tatuajes por todas partes, me sorprende que Corey esté limpio de ellos. Impecable. No me había fijado, pero la ropa que lleva es de marca cara, bastante cara, y seguramente aquel coche fuera un deportivo, pero no me había fijado. Parecía un niño pijo.
—Eres un niño de papá. Entiendo.
Mi gran bocaza decide actuar, pero Corey se ríe. Sus ojos azules (muy bonitos) me miran una vez más, y niega con la cabeza.
—Qué malos son los prejuicios. Venga, déjame presentarme otra vez. Me llamo Corey.
Me extiende de nuevo la mano, y ahora, algo a regañadientes, acepto el apretón. Sus manos son cálidas y rugosas, a diferencia de las mías, que siempre están heladas.
—Heather—. Murmuro.
—Así que Heather eh...— Corey se ríe entre dientes, y saco mi mano de entre la suya—. Venga Heather, ¿qué dices si te invito a tomar algo?
—Que no.
Mi subconsciente me pega un sopapo, ¿y por qué no?
—Venga, vamos. Te prometo que no soy un asesino serial, ni ninguna cosa chunga de esas. Además te debo una disculpa por lo del coche, todo tiene su explicación.
De nuevo, y por enésima vez, ruedo los ojos, y después los cierro, apretándome el puente de la nariz.
¡Di que sí! Sabes que te encanta escuchar cómo la gente te pide disculpas.
Me lo pienso unos largos instantes, mientras Corey me pide por favor repetidas veces que diga que sí.
¿Qué puede salir mal? Si se pasa de la ralla le metes una hostia y te piras. Fácil y sencillo.
Finalmente, abro los ojos y niego ligeramente con la cabeza, haciendo un gesto con las manos.
—Claro. Por qué no.
AHHHH, ya veréis Corey, ya veréis JAJAJAJAJJAJA ESTO TIENE SEGUNDA PARTE QUE SUBIRÉ EN UNAS HORAS SI LE DAIS CAÑA A LOS COMENTARIOS Y VOTOS!!! RECORDADDDD COMENTAR Y DECIRME, ¿QUÉ OS GUSTARÍA QUE PASARA EN LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS? VENGA MOJAROS.
¿QUE OS GUSTARÍA LEER EN LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS?
Xx.
PD: corey en multimediajskdkakfkakdk
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