Capítulo VI. Mourning Tree
Elsa le arrancó una sonrisa al rostro de Jack cuando recostó su cabeza en el hombro del chico. La princesa se encontraba distraía haciendo pequeñas flores de hielo en el aire que al caer terminaban depositándose sobre el cause congelado del río que se encontraba más abajo.
Un mes ya había pasado desde que habían permitido a sus corazones ser honestos con el otro, y desde entonces habían tomado la costumbre de ver el atardecer desde lo alto del castillo que Jack había creado para Elsa.
-Ya es hora de regresar -dijo Jack con una voz suave como si estuviera despertando a un niño pequeño para llevarlo al colegio.
-Solo un poco más, por favor -respondió Elsa y se giró para abrazar al chico escondiendo su rostro entre el cuerpo de Jack.
El guardián se enterneció. Jamás habría esperado compartir esa clase de intimidad con alguien. Colocó una mano sobre la cabeza de Elsa y se divirtió jugando con sus cabellos mientras los últimos rayos de luz rojiza finalmente se extinguían.
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The meaning of life
Comes true when I'm with you,
For in me there's a flower growing.
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-Vámonos, a menos que quieras empezar una guerra.
Elsa se separó del chico y con pesar reconoció que tenía razón. Si sus padres no la veía llegar de inmediato, pensarían que había sido secuestrada por alguna nación vecina.
-Hasta mañana -dijo Elsa pasando una mano por las paredes del castillo, y buscando fuerzas para lograr separarse de esa fantasía, aunque solo fuese por una noche.
En el último mes, Jack y ella se habían hecho a la rutina en la que por la mañana él acudía a la ventana de la princesa para llevarla a su pequeño paraíso, cargados con toda la comida que podían tomar de las cocinas reales.
Jack se dedicaba a esparcir el invierno por las noches, para no perder ni un solo segundo de la compañía de Elsa. De cualquier forma, el frío había pasado a segundo plano en la mente del chico. En ese momento lo único que le importaba era compartir su tiempo con la princesa y escuchar el suave trino de su risa.
-¿Lísta? -preguntó Jack estirando una mano hacia la chica.
Elsa negó con la cabeza pero acercó su mano hacia el chico aceptando con resignación regresar al castillo.
En un intento por animarla, Jack esquivó la mano de la princesa y gritó: "¡A que no me ganas!", y levantó el vuelo reprimiendo una carcajada al imaginar la cara de frustración que tendría Elsa al verse dejada atrás.
. . .
La oscuridad de esa noche sin luna sirvió de escondite para los amantes. Nadie en el castillo se percató del par de muchachos que surcaban el cielo rumbo a la habitación de la heredera de Arendelle.
-Ya hemos llegado, princesa -advirtió Jack en el tono más caballeroso que fue capaz de fingir.
Elsa agradeció el paseo con un beso y cruzó la habitación para buscar los chocolates que había guardado en un alhajero que su hermana Ana le había obsequiado por su último cumpleaños. Estaba a punto de dar una mordida a uno de sus chocolates cuando se escuchó un golpeteo al otro lado de la puerta.
La muchacha miró intrigante a Jack y éste solo le respondió encogiéndose de hombros en un gesto de no tener inconveniente en quedarse.
-Adelante -accedió Elsa.
La puerta se abrió y entre ella apareció un anciano de rostro apacible y ojos grises. Se trataba de Grieg, el consejero real y gran amigo de Elsa.
La muchacha abrió la boca con la intención de saludarlo, pero tuvo que detener su acto al descubrir que el consejero tenía la mirada clavada en la ventana de su habitación, justo donde se encontraba Jack. Casi daba la impresión de que se había percatado de su presencia.
Jack abrió los ojos como platos al sentir la mirada del otro. Giró la cabeza en automático hacia Elsa con una clara pregunta marcada en el rostro. ¿Podía verlo?
-¿Todo en orden, Grieg? -preguntó Elsa con el pulso en la garganta ante la incertidumbre.
El anciano pestañó y compuso una sonrisa.
-Claro, mi niña -repuso el consejero-. Hermosas estrellas las de allá afuera, ¿no?
-Sí, por supuesto -soltó Elsa entre risitas y recuperando la respiración. Aunque de reojo pudo percibir que Jack seguía inquieto.
-Mi niña -continuó el viejo-, ¿en dónde te metiste todo el día? Los reyes han estado preguntando por ti. Desean verte cuanto antes en la sala de audiencias.
-Bajaré en un minuto, Grieg, gracias.
El consejero inclinó la cabeza y dio media vuelta para salir de la habitación.
-Creo que es hora de irme -anunció Jack al oído de la princesa. Juntó sus labios con los de ella y desapareció a través de la ventana.
Después de un mes había aprendido a hacer breves las despedidas, evitando que sus deseos de quedarse junto a Elsa vencieran sus propias fuerzas.
Mientras volaba, Jack se entretenía cubriendo con nieve las ramas más altas de los árboles circundantes.
Se detuvo un momento para observar una de sus creaciones. La escarcha que él hacía aparecer tenía un brillo muy singular. Sin embargo, no era capaz de crear copos de nieve tan perfectos como los de Elsa. Esos eran en verdad hermosos como ella.
Jack sintió en su estómago las ansias por volverla a ver. Cada segundo junto a ella era un milagro del que jamás se habría creído merecedor. Pero por ahora solo tenía que esperar un poco más antes de tener los labios rojos de la chica junto a los suyos, en una promesa de felicidad infinita.
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My deepest wish
Comes true when I'm with you,
For in me there's a miracle growing.
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De pronto, Jack recordó que con la prisa por salir de la habitación de la princesa había olvidado prometerle regresar al día siguiente. Su egolatría que difícilmente podía ser contenida le aseguró que Elsa estaría intranquila si no regresaba en ese mismo instante para renovar su promesa.
Soltando un grito de euforia, Jack dio media vuelta y sobrevoló los campos por los que acababa de pasar para volver al castillo de Arendelle.
Al llegar a la ventana, que ya era su segundo lugar favorito en el mundo, el chico observó que la habitación estaba vacía. Evidentemente, la entrevista de Elsa con los reyes aún no había terminado.
Sonrió imaginando lo que pasaría si la esperaba en ese lugar para darle una sorpresa cuando ella regresara. Pero después de unos pocos minutos, su paciencia se vio agotada y Jack decidió ir a buscarla. La ventaja de ser invisible era que se podría colar en el salón y acompañar a la princesa sin que nadie pusiera objeciones.
El creador del invierno no tardó en llegar hasta la ventana que daba a la sala donde se encontraba la familia real. Deslizó el pestillo de la ventana con mucha delicadeza para no hacer ruido. Mas las conversaciones que le llegaron pusieron un alto en su deseo de entrar.
-¡Basta, Elsa! -gritó con desesperación el rey-. Bien sabes cuáles son tus obligaciones. Ser la futura gobernante del reino no es un juego. Deberías darle la importancia que se merece.
-Y lo hago, padre -respondió Elsa en un hilo de voz. Muy en el fondo sabía que el rey tenía razón.
Elsa se encontraba de espaldas a la ventana en la que estaba Jack, por lo que no pudo notar su llegada.
-No, no lo haces -continuó el gobernante de Arendelle-. ¿O acaso crees que tus instructores no me han hecho saber tus constantes ausencias a tus lecciones?
Jack observó el temblor de Elsa que confirmaba lo dicho por su padre. Sintió que la culpa lo comenzaba a poseer. El joven jamás había escuchado que la princesa mencionara ningún tipo de lecciones en el castillo. ¿Quería decir que Elsa había faltado a sus responsabilidades cada vez que Jack estaba con ella desde quince años atrás?
Jack volvió a cerrar la ventana y se alejó del castillo. No necesitaba saber qué otras actividades había descuidado Elsa como pago por estar con él. Y tampoco quería escuchar cómo su princesa juraba en vano no volver a cometer esas faltas.
Porque muy a su pesar, Jack sabía que Elsa no iba a cambiar. Jamás dejaría de regalarle su tiempo al chico mientras él estuviera cerca.
Y precisamente por eso, él ya no podía regresar a Arendelle.
. . .
Durante cinco semanas interminables, Elsa esperó junto a la ventana. La misma ventana que alguna vez había sido un portal a su felicidad, y que ahora era el recuerdo de lo que había perdido.
El sol ya se estaba ocultando y sus doncellas la urgían a tomar sus alimentos, pero era inútil. La princesa sentía una horrible desolación por la falta de su compañero.
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So far away,
but still so close.
So many days
I've had to count.
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Incluso su padre había desistido en molestarla con el recordatorio de sus deberes. Sabía que algo malo estaba sucediendo con el ánimo de su hija, mas no era capaz de comprenderla y mucho menos tenía tiempo para distraerse con esas trivialidades que, a su parecer, debían tratarse solo a los cambios propios de la edad.
Pero no se trataba de nada trivial. Jack había dejado de visitarla sin dar ninguna explicación. Y ella no podía evitar sentir que le habían arrancado el corazón. No había lógica en la ausencia de su amigo. ¿O sería posible que estuviera herido?
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The long way home
Is never too far,
Unless you've reached the end of life.
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La princesa comenzó a sospechar que Jack no se encontraba bien. Esa era la única explicación que podía darse. La idea se fue haciendo cada vez más densa en su mente. Jack estaba en problemas y necesitaba ayuda. ¿Desde hacía cuánto tiempo? ¿Cinco semanas? Ya no había tiempo para dudas. Había que actuar rápido.
El miedo fue deslizándose por sus venas hasta transformarse en una nueva piel. No tenía planes, ni una idea de dónde buscarlo. Pero ahora ella no era la que importaba, era Jack.
-Aguanta, Jack -le suplicó la princesa en un susurro, al tiempo que montaba uno de los caballos del castillo. Tomó con firmeza las riendas y con un golpeteo al corcel comenzó su viaje sin rumbo.
El viento golpeaba fuerte en su cara y arrastraba con él pequeños cúmulos de hielo que no tardaron en molestar sus ojos. Parpadeó intentando limpiar su visión pero tras una pequeña distracción, el caballo estuvo a punto de perder el equilibrio al caer en un hollo que había quedado oculto por una capa de hielo.
Un sudor frío corrió por su cara pero el miedo le ayudó a reorganizar sus recuerdos. A su mente regresó el día en que Jack la llevó al lago donde él había muerto. Justo ahí se encontraba el árbol del luto, como lo había nombrado Jack, debido a que había comenzado a crecer justo el día en que el muchacho perdió la vida.
Después de más de 300 años, el avellano era un triste espejismo del gigante que alguna vez había alcanzado a convertirse. Pero ahora ya no quedaba más que una colección de ramas viejas que se sujetaban con resignación a un tronco enmohecido.
Y a pesar de la poca vida que parecía tener el árbol, Jack afirmaba sentir un lazo especial con ese obelisco de madera. Casi como si fuera una mano remota que le permitía percibir lo que sucedía a la distancia.
Elsa condujo su caballo hacia el lago. Era una gran suerte que no se encontrara muy lejos del reino de Arendelle. En cuanto visualizó el viejo árbol, Elsa bajó de su montura y corrió a tocarlo, esperando que de alguna forma mágica pudiera saber dónde se encontraba Jack.
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Tell him through the winds
I am here,
Whisper through the breeze
not to fear,
Taste it by the rain
what I feel when you hold me.
• • •
Pero para ella, ese avellano no era más especial que el resto de los árboles de los alrededores. Receloso de sus secretos, el viejo superviviente no le dio ninguna pista de qué había sido del guardián de la alegría.
• • •
Reach out for the winds
that we share,
Then you will feel I am near,
Taste it by the snow,
I am here where you left me.
I told to the mourning tree.
• • •
Sin haberlo deseado, las lágrimas comenzaron a resbalar por los ojos de Elsa. Impotente, se lanzó al suelo congelado. Muy en su interior sabía que había perdido a su mejor amigo y no había forma de volver en el tiempo para remediarlo.
Sentía miedo. Se sentía sola. Y muy a su pesar, también se sentía traicionada. Había depositado su corazón en una persona que había desaparecido sin importarle su sufrimiento.
Las lágrimas que seguía derramando comenzaron a cristalizarse en sus mejillas, y aquello fue muestra de que estaba perdiendo el control de los poderes que solo Jack había sabido contener.
El miedo se hizo aún más grande y una ventisca se desató en torno a la princesa, asustando al caballo que echó a galopar desapareciendo entre la oscuridad del bosque. Ya era tarde, y sola no podría encontrar la forma de regresar a casa. El miedo se hizo terror. La ventisca se cubrió con una capa de hielo que la hizo crecer aún más en altura.
Elsa empezó a sentirse débil. No se había alimentado bien en los últimos días y ahora estaba gastando demasiada energía sin poderlo remediar.
La vista se le nubló y sintió que el peso de su cuerpo era mayor que su propia fuerza. Con un último suspiro tuvo que reconocer que no tenía salida y dejó de resistirse a la oscuridad.
Cerró los ojos y sintió cómo su cuerpo caía de lado. Pero se extrañó al no percibir el golpe del piso congelado contra su cabeza.
En lugar de eso se sintió acogida por unos brazos temblorosos...
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