Un
~♪The Show Must Go On♪~
«Whatever happens
I'll leave it all to chance
Another heartache
Another failed romance
On and on... does anybody know what we are living for?»
Pov Winter
—¡Winter Adelaide Éternelle!
Oigo a mi fastidiosa hermana llamarme, o más bien, gritarme.
—¿Qué? —contestó desinteresada, observando a las personas de la calle a través de la ventana polarizada.
—¡¿Y tú mochila?!
—¿Para qué necesito una?
—¡¡Porque hoy, es, tú, primer día, de escuela!! —exasperada, casi se jala su cabello anaranjado de tonos rojizos
—Ay, se me olvidó —digo secamente—. Que lástima. Ya no podré ir.
No me interesó esconder el hecho de que lo hice a propósito. Igual ya sabe cómo soy. Y por saberlo y sufrirlo es que rechina los dientes al punto de casi sacar chispas.
Enseguida se puso a recitar un mantra en su cabeza para tranquilizarse y no ejercer la violencia alguna, como la buena budista que es.
—¡Quedamos que estudiaras en el al Colegio Françoise Dupont! —me recrimina.
—¿Quedamos? —ladeó el cuello con una sonrisa tan falsa como hastiada—. Éclair, no sé en qué clase de realidad alterna te metistes está vez pero así no sucedió.
Oh, si. Es mi turno de reclamar y desarrollo la larga lista que tengo.
—Yo estaba tranquilamente sentada en el sofá —narre—, sin molestar a nadie, viendo mi novela, comiendo la rebanada de pizza recalentada, y tú llegas dando brincos diciendo: "Winter, prepara tus cosas, mañana vas ir a la cárcel".
—Se llama, escuela —puso las manos en la cadera con un gesto infantil.
—¿Existe diferencia? —contraatacó—. A mi me gusta estar en casa. En pijama. Estaba perfecta dentro de esas cuatro paredes.
Hundí mi cuerpo en el asiento y bajé el gorro para ignorar el mundo exterior. Pero olvide taparme los oídos.
—¡Dámelo! —chillo con la mitad del cabello suelto.
—¡Es mío, tiene mis iniciales! —replicó la otra.
Éclair, la mayor de todas, suspiro mientras yo, las evitó al ponerme los auriculares todo volumen.
—¡Winter, diles algo!
Bufé. Al parecer ya no puedo tener ni cinco minutos de bendita paz.
—¿Cómo que?
Lo único que funciona en estos casos es hacer de policía malo.
—Jeune —le llamo a mi hermana menor, la menor de las cuatro—, hasta que no rompas algo no te quedas tranquila, ¿Verdad?
—¡Pero ella me robó mi cinta! —lloriqueo y yo puse mala cara porque sus mocos casi tocan mi chaqueta.
—¡Demi, devuélveselo! Robarle a tu hermanita está mal —ordenó Éclair, fulminando a nuestra hermana, mayor que Jeune pero menor que yo.
—¡No! —grito la muy berrinchuda.
—Demi, Que sea la última vez que me contestas —amenace, y voluntariamente lo regreso a Jeune.
—¡¿Por qué la obedecen a ella y a mí no?! —como la dramática que era, llevó una de sus manos al pecho, dolida.
—Saben que si no se aplacan me las chingo juntitas —revisó mis uñas negras notando que están muy largas—, y tú insistes en llevarme a la cárcel y dejarlas sin supervisión alguna. ¡Qué decisión tan inteligente, Éclair!
—Yo puedo cuidarlas.
Despacio, enarqué una ceja.
—Recuerda que estás bajo juramento.
Si mi memoria no fallaba, Éclair, no sabe ni cómo mantener viva a una simple cactácea.
—¡Bueno, puedo contratar una niñera! —se defendió—. Ven Jeune, déjame arreglarte
A excepción de su mini pelea, el trayecto continuó con un mortal aburrimiento, que bien aproveche para en mi mente, elaborar miles de planes para escapar de mi destino.
Aventarme de la limusina.
Fingir que sufru un infarto.
Lanzar tachuelas para desinflar las llantas y no llegar.
Esconderse en el baño del colegio hasta que terminen las clases.
Lastima que Éclair me conozca tan bien que casi podía leerme la mente.
—Tus trucos ya me los sé y voy a estar contigo hasta verte entrar al salón de clases —advirtió con una alegre sonrisa que me parecio nauseabunda.
Por órdenes suyas, el conductor cerró las ventanas a tope y le puso seguro a las puertas. Solte un largo gruñido de frustración por lo inevitable de la situación. No es que fuera tímida ni tuviera miedo de ser catalogada como "la nueva", sin embargo, relacionarme con los demás, me daba flojera. Es una molestia.
Las llantas frenaron suavemente al estacionarse. El chófer abrió y le tendió la mano a Éclair, que al tocar el piso con sus tacones de aguja, escondió sus ojos color cerceta al colocarse un par de lentes oscuros.
—¡Winter, date prisa! Tengo que llegar a tiempo al set de grabación —rogó, como si fuera una niña pidiendo un dulce.
—Oblígame —espeto cortante como navaja.
—Si quieres le digo a Bernard que te cargue hasta el salón —sugiere.
Mire con recelo al hombre trajeado, listo para cumplir ese mandato.
—Desde que te comprometiste con Edmond... Has cambiado —dije, indignada. Al final baje por mi misma con la velocidad de un caracol.
—Toma —de su bolso Louis Vuitton sacó una libreta sencilla y un bolígrafo que tomó con desagradó.
Ya no tenía excusas para retrasar lo inevitable así que nos adentramos en las instalaciones, ella, luciendo reluciente cómo el sol, y yo, como muerta en vida. El malhumor que me cargo, impidió que le diera un buen vistazo al amplio edificio de tres pisos y al patio con cancha de básquet.
—¿Enserio vas a acompañarme hasta el salón?
Rogué porque no fuera así.
—Vamos a ver al director primero.
Subimos las escaleras hasta plantarse frente a la puerta que asumo es su oficina.
—Te espero aquí —recargue mi peso en la pared pero ella me miró escéptica.
Solo a sabiendas de que Bernard vigilaba la entrada, lo permitió. Posteriormente llamó a la puerta con amables golpecitos.
—¡Señorita Éternelle! Buenos días, pase —le saludó aquel hombre de grandes cejas y patillas al recibirla—. Por favor, tome asiento.
—Buenos días a usted también, director Damocles —se sentó con una postura elegante como de princesa.
—No sabe cuánto me honra que se haya decidido por nuestra institución al final —dijo, acomodándose tras su escritorio.
—Al contrario, yo debo darle las gracias por aceptar a mi hermana. Entiendo que a estás alturas es difícil pero... —su voz se apagó de manera casi imperceptible—. Tuvimos ciertos inconvenientes... que nos retrasaron en la inscripción.
—Descuide, aunque nos apegamos a las normas estudiantiles, somos flexibles tratándose de este tipo de circunstancias —unió las manos—. Estando en juego la educación de los jóvenes, no podemos darnos el lujo de ser mezquinos.
En medio de la formal charla sobre los pagos de la solicitud y la certificación de los papeles correspondientes entre otros, no ví motivo para inmiscuirse.
Había asuntos de mayor interés para mí. Asuntos que ameritan que traiga mi cámara digital compacta, cámara Bridge, cámara Reflex, cámara de medio formato, etc. Y eso eso...
Fotografiar a los héroes de París. Cuyas hazañas de salvar el día he visto por televisión reiteradas veces.
Es lo único bueno de la mudanza.
Para obtener una imágen digna, primero deberé investigar bien a mis objetivos, aprender sus hábitos. Ponerse en sus zapatos. Empezaré por leer un blog que encontré en internet que captó mi interés por la gran variedad de información de ambos superhéroes.
—Puedo conseguir mejores tomas de ellos...
La puerta se abre y guardo mi celular en el bolsillo a la velocidad de la luz.
—Winter~ —su melosa voz me hizo sentir pegajosa— ¡Oficialmente estás inscrita! El director estará ocupado el resto del día así que al final de las clases debes venir a su oficina.
—¿Para?
—Avisos menores.
Puse los ojos en blanco.
—Pues ahí te ves.
—¡Suerte hermanita! —beso mis mejillas con mucho amor. Y babas.
—¡Asco! Tus gérmenes —con el antebrazo limpie los restos del brillo labial que seguro me quedaron pegados.
—Pero me cepille los dientes... —olió su aliento y efectivamente, mentolado.
Alejándome con fuertes pistones, su griterío me detuvo.
—¡Saca muchos dieses!
—Confórmate con que no repita año.
—¡Haz muchos amigos!
—Apenas me aguanto a mi. Y a ti.
—¡Consigue un novio!
—Camina al altar primero y luego hablamos.
Entendía en exceso que Éclair y su pareja estaban muy, muy enamorados pero no soporto que me presione para tener ese tipo de felicidad. Mejor que se preocupe por ella.
Cara a cara con la puerta del salón al que fui asignada, suspiré con resignación. En verdad es tentador saltar por las escaleras y romperme una pierna para librarme de tantas molestias sociales. Justo iba a sujetar el pomo, alguien se me adelantó.
—Hola, tú debes ser la nueva alumna que el director Damocles nos informó que vendría hoy —mencionó la mujer de semblante pecoso y afable—. Vamos, entra.
Y si, mi plan de pasar desapercibida fue arruinado cuando la docente llamó a todos los del aula.
—¡Chicos, presten atención! —la plática cesó y las miradas se centraron en un punto. Osea yo—. Hoy tenemos a alguien más con nosotros. Debido a circunstancias especiales es que se integró tardíamente, aún así, me gustaría que la ayudarán a ponerse al corriente con lo que no entienda y la traten cortésmente —les informó—. Yo soy la señorita Bustier y seré tu maestra de poesía, idiomas y literatura. Si tienes cualquier problema, no dudes en acercarte a mí —asentí en silencio—. Ya puedes presentarte.
Reticente, di una rápida inspección a la gente del interior.
—...Winter Éternelle —finalice en voz apenas audible y camine al asiento vacío más cercano.
En el corto trayecto, note que la chamba de maquillaje pesado, deliberadamente puso el pie. Como si no conociera ese truco, opte por seguirle el juego y a centímetros, pise el suyo como si fuera un insecto.
—¡Auch! Fíjate, me pisaste.
—Perdón, fue mi culpa no ver tú pie tamaño sasquatch.
Una que otra risilla se escuchó por lo bajo.
—¡Hey, ese es el lugar de Mi Adrien! Tu, vete al fondo —ordenó tan pronto mi trasero se acomodó.
¿Ves esto, Éclair? Yo no busco pleitos. Los pleitos vienen a mi.
—¿Adrien es tu amigo imaginario? —repiqueteo el escritorio con los dedos—. Lo siento, pero si no tengo una mente infantil como la tuya, me es imposible verlo.
—¡¿Qué? Claro que no, no digas tonterías?! —ladro.
—Entonces si es real que él venga y me quite —presione continuamente la parte superior del bolígrafo para reemplazar las quejas de la rubia con el sonido del resorte.
—Chloé, basta de molestar a la nueva. Adrien no vino hoy, así que no habrá problema si se sienta aquí —el chico de gorra roja intervino—. Tu ignorala, es así con todos. Y perdón por decirte nueva, mi nombre es Nino Lahiffe. Un gusto.
—Ya me presenté —voltee al frente luego de corresponder.
—¡Y yo soy Alya Cesaire, la vicepresidenta de la clase! —un asiento detrás del mío, una chica de piel morena se presentó—. La chica despistada de aquí es Marinette Dupain-Cheng, mi superior y amiga.
—¡Oye!... Ah, bienvenida, es un gusto conocerte, Winter—prosiguió a saludar una chica con dos pequeñas coletas —. Hiciste bien en defenderte. Chloé se cree tan especial y que Adrien es suyo.
Por la forma de expresarse hace evidente que no se llevan, sin embargo, al nombrar a ese chico, denota otra cosa.
—Lo que usted diga presidenta.
La profesora nos pidió guardar silencio y así lo hicimos. Por mi parte fue perfecto su intromisión para escaparme de la conversación. No obstante, no tardó en sufrir otra interrupción.
—¡Perdón por el retraso, señorita Bustier! —entro casi tirando la puerta, luciendo exhausto y sin aliento—. Vera... El auto se averió a mitad del camino y...
Nervioso, rasco su nuca tratando de mantener una educada sonrisa.
—Bien, lo pasaré por alto ya que es la primera vez que llegas tarde. Ve a sentarte Adrien —indicó, sosteniendo la tiza.
Deteniéndose casi nada, quedó desconcertado por encontrarme en su lugar. Supuse que era Adrien. Ya que no es imaginario, cargue mis pocas cosas y me retire al fondo sin dedicarle una segunda mirada.
Sea al frente o al fondo, no es que vaya a poner mucha atención, por lo que me dio exactamente lo mismo sentarme junto al chico que me recordó a mis hermanas por lo rojizo de su melena. Dado que preferiría abstenerse de cualquier interacción, mantuve la boca bien sellada mientras el hace quien sabe que clase de garabatos en su cuaderno.
Seguramente me preguntarán el número de alumnos que hay en mi clase, conte las cabezas por butaca y al enfocarme en la primera fila, el guerito ese desvió su mirada al frente enseguida nuestros ojos se conectaron.
Que si no mal me equivoco es el modelo cuyo rostro es sinónimo de publicidad masiva. Gracias a mi natural cara de póker no se notó mi sorpresa en absoluto.
¿Que si soy fan suya? Pues no. Aunque no niego que esté guapo.
Las que adoraban a ese chico, eran mis pequeñas hermanas desde que lo vieron en una revista.
Pov Omnisciente
—¡Hey, Nino! —murmuro y el nombrado paro de tomar apuntes—. ¿Quién es...?
—Al parecer los rumores de un nuevo alumno eran ciertos. Se llama Winter. Oh amigo debiste verlo, le cerró la boca a Chloe de un pisotón —trato de no reírse y llevarse un regaño—. Y creo que le caiste mal.
—¿Yo le caigo mal? —repite sin comprenderlo del todo—. Ni siquiera nos conocemos.
—O al menos eso me pareció a mí por la forma en que te miró —se encogió de hombros—. Tal vez sean de esas que odian sin conocer a los demás.
Adrien lo pensó con cuidado. No cruzaron palabra alguna. Ella solo se dio la vuelta. Puede que quizás haya sentido que la desplazó del asiento que consideraba suyo. Tampoco podía culparla por pensar así, ya que él fue quién llegó tarde.
Casi al mismo segundo que volteo por curiosidad, aquel par de ojos azules se incrustaron en los suyos. Y no exageraba al decir, que un aire gélido lo recorrió y por reflejo, escogió poner su vista en otro lado.
Hasta que dió lugar el tan anhelado receso.
—¿A qué creen que se refieran con "circunstancias especiales"? —preguntó Alix en general.
—¡Apuesto a qué...!—las palabras de Kim se atoraron.
—Yo apuesto a que deberían dejar de chismear sobre la vida ajena —sugirió Alya, seguida de Marinette.
—S-solo estábamos... —tartamudeo Iván.
—Hablando a las espaldas de alguien —complementó la mitad francesa—. Si tienen tanta curiosidad, ¿Por qué simplemente no van y hablan con ella?
Apuntó a la chica que acostada en la banca de madera inspeccionaba su cámara compacta.
—Pero y si...—Mylène, nerviosa, movió sus dedos.
—Por favor chicos —Marinette se cruzó de brazos—, no podemos juzgar sin conocer. A lo mejor y sea agradable una vez que entras en confianza con ella.
—Es fría —expuso Nathaniel.
—Si, tal vez es... algo seca —pero como cerró la boca a Chloé, ya le caía bien, pensó Marinette.
—No, a lo que me refiero es...distinto —abrazo su libreta de dibujo contra su pecho—. Cuando se sentó junto a mi me entraron escalofríos.
—Eso es una gran exageración —el rostro de Alya se volvió una expresión plana.
—Bueno... sus manos estaban heladas, como un muerto.
—Nino, ¿Tú también?!
—Mírame a los ojos y dime qué no es cierto, Alya.
—Yo no... aunque sí es verdad que... —exclamó—. ¡¿Sabés que?! Yo no tengo por qué contestar lo que es obvio.
—¡Exacto! ¿Que tal si es muerto viviente y está tan fría porque no puede exponerse al sol ya que eso hace que se empiece a descomponer?
—Si que has visto demasiadas películas de terror —chocó la palma contra su frente—. Utilicen un poco el cerebro. Es más que imposible que sea un zombie.
—¿Y qué tal si... fue akumatizada? —comentó Rose, preocupada.
—Las probabilidades de un akumatizado aparece a plena luz del día y se pasee libremente entre el alumnado sin ser detectado, son bajas —acomodó sus anteojos al exponer—. Hubo muchas oportunidades para causar un desastre y nada ha sucedido.
—Gracias, Max.
—Dije que son bajas, más no inexistentes. Un bajo perfil puede ser parte de su malvado plan.
—¡Oigan, basta de sacar conclusiones! No la conocemos y ya la están tachando de mala —estando siempre dispuesta a ayudar, freno las inquietas bocas de sus compañeros—. Miren, les demostraré que no es ningún muerto viviente que quiere conquistar el mundo ni comerse nuestros cerebros.
Se armó de valor y decidida, dio un paso al frente.
—Eso tendrá que esperar. Ahora está ocupada con Adrien —le informó Juleka, y Marinette casi se cae en acto de dar un paso.
En efecto. Winter estaba ocupada con Adrien. Más precisamente, tomándose una foto juntos. Seguido de un intercambio de números.
Flashback
—... Disculpa, ¿Winter? —la susodicha bajó la cámara para ver a la persona.
Al acomodarse de forma adecuada, lo estudió con su semblante desinteresado.
—¿Qué? —interrogó, sonando poco paciente—. Habla ahora o calla para siempre.
—Solo... quería darte la bienvenida a la escuela. Al principio es difícil ser el nuevo y no conocer a nadie. Entonces, si necesitas cualquier cosa, los chicos y yo estaremos felices de ayudarte —cansada de estrechar la mano, recordó a las dos fanáticas que tenía por hermanitas y en aprovechar este momento—. ¡Estás helada!
Apartó la mano para cerciorarse de que lo que toco era piel humana y no un trozo de hielo.
—Ya me acostumbré a que me digan que soy de sangre fría —dijo, sin darle importancia.
—¡N-no, no fue mi intención que sonara así! Lo que trató de...
—Es broma —confesó—. Se que mi temperatura corporal es bastante diferente a la del resto y no me afecta que lo digan.
Amaba su piel fría con demasía. La gente se sorprendía cada vez y a ella le causaba cierta satisfacción su reacción asustadiza. Lastima que no era el momento de registrarse.
—Huh, tal vez estés harto de oír está pregunta, pero, ¿Puedo tomarme una foto contigo? Y antes que nada,que quede claro que no es para mi —le mostró su fondo de pantalla—. Son mis hermanas menores. Ellas son tus fans y creo que las haría felices con una foto tuya. Claro que si no te incómoda, No insistiré.
Adrien dudó. Vaya que no era de se agradó que la gente lo agobiara, pidiéndoles fotos a donde sea que fuera, no obstante, si las destinatarias eran unas pequeñitas, no vio razón para negarse.
¡Click!
—Ya entiendo porque eres modelo. Ni lo intentes y eres bastante fotogénico —tuvo que admitir—. Gracias. Este será el único favor que te pida en la vida. Vida estudiantil claro.
—Bien, te creeré —percibió sinceridad en su extraño decir, a pesar de su cara poco amigable—. Por cierto, ¿Quieres que te muestre la escuela?
—No. Pienso explorar yo misma.
Así, usaría la excusa de "Me perdí" para faltar a clases.
—Está bien, entonces... —rápidamente empezó a escribir en una hoja—. Toma, es mi número. Será útil que tengas el de los demás también.
Desconfiada, lo aceptó de forma floja. Eso no cabía en sus planes.
—¿Okey?
Cuando la campana sonó y los alumnos paulatinamente regresaron a sus respectivas aulas, ellos también se pusieron de pie.
—Winter, el salón de clases está por acá —señaló.
—Voy al baño —mintió descaradamente.
¡Lo que fuera! Con tal de no asistir a la clase de matemáticas.
Fin del Flashback
—¡¿Acaso no sabes quién es mi padre?! —la indignación y altivez se mezclaron en su gritó.
Winter rodó los ojos, rebobinando las casualidades que la llevaron a discutir con la persona con la autoestima más alta que la Torre Eiffel.
Primero, fingió dolor estomacal después de faltar a la primera clase después del receso. Hasta ahí todo bien. En la penúltima clase, cuando fue a entregar el trabajo a la profesora, soltó el bolígrafo por accidente y Chloé se cayó al pisar este, y como no se molestó ni en mirarla por más que está exigía una disculpa, el asunto se torno más que personal para la rubia con coleta.
¡La hora dulce! ¡La hora de la salida finalmente llegó! Tristemente aún no podía irse, no sin pasar a la oficina del director tal como le fue comunicado.
La fugaz idea de escaparse le pasó por la cabeza y al darse la vuelta, chocó con un objeto no identificado.
—¡¿Tu de nuevo?! —Sabrina le ayudó a ponerse de pie, echando humo por las orejas.
—Es una trágica coincidencia del caprichoso destino —con flojera, se encogió de hombros.
—¡Le llamas coincidencia ensuciar mis costosos zapatos y hacerme el hazmerreir de esos tontos!
—Simón. Puras coincidencias.
—¿Cuál Simón? Estamos hablando de mí.
—Significa que sí.
—¿Y no puedes decir que "sí", y ya?
—Nel.
—¡Óyeme bien, chica nueva! —acortó la distancia entre ambas y la empujó con el dedo—. ¡Yo, soy Chloé Bourgeois y-!
—¿Quién?
Lo que nos remonta a la actualidad.
—Mi papi, es el alcalde de París, André Bourgeois —agitó su melena como una diva, esperando miedo o asombro de su parte.
—Ay, ajá.
—¡Por supuesto que lo es! —piso con fuerza—. Yo vivo en el Hotel Le Grand Paris. Que es exclusivo para las personas más ricas e importantes y al que solo celebridades y figuras públicas pueden acceder.
—¿En serio? —entrecerró los ojos, con un mal presentimiento.
—Si, así es. Además yo, soy la mejor amiga de Ladybug y mejor amiga de Adrien Agreste, hijo del famoso diseñador de modas Gabriel Agreste —expuso con todo el orgullo de su ser.
—Pues que chido... De veras —dijo, poniéndole más atención a la paloma que pasó volando que a su discurso—. Odiaría quitarle su precioso tiempo a la bella, fabulosa e increíble Chloé Bourgeois... Me retiraré de su vista, su grandiosa eminencia.
Despectiva en cada letra, lentamente se alejó después de llenarle el tanque de ego. Gracioso fue que la hija del alcalde, captó la falsedad de su argumento para cuando ella ya estaba lejos de sus uña
—¡Winter Éternelle! ¡¿Eso fue sarcasmo?!
—¿Sarcasmo, yo? Jamás me atrevería a usarlo con la mejor amiga de Ladybug y mejor amiga de Adrien Agreste, hijo del famoso diseñador de modas, Gabriel Agreste.
Nótese, el sarcasmo.
Oui mes amis, nueva historia y está vez con la temática de Miraculous. La verdad, soy ignorante de si a ustedes les gusta o han visto la serie.
En lo personal, me parece muy entretenida y original. Despues de ver un par de episodios me anime a crear este fanfic.
Agradecería mucho si ustedes la recomienda pues, siendo sinceros, dudo que les guste el tema. 😢
Yo disfrute hacerlo y con eso es suficiente para tentar a la suerte. Si la leyeron y me regalaron una estrellita, ya puedo morir en paz sabiendo que mi esfuerzo fue de su agrado.
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