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Un milagro andante

Esa mañana desperté por el ruido de las cortinas abriéndose y la luz del sol sobre mi cara.

—Levántate —ordenó mi hermana molesto.

—Lárgate Sunshine —me queje, di vuelta para cubrirme con la cobija.

—Hoy inicia la escuela así que irás —dijo ella frente a mí con los brazos cruzados.

—Tal vez el siguiente año —susurré sin mirarle.

—Es tu último año —gritó ella.

Había pasado ya 1 año y medio del accidente y las cosas no habían mejorado nada.

Los primeros seis meses los pase en el hospital, cada día era un infierno para mi, el cuerpo me dolía sin embargo el alma me dolía más.

Mucha gente fue a verme aunque yo no recibí a nadie, no necesitaba su hipocresía en esos momentos.

Una de las cosas que más me dolió no fue las cosas físicas como que lo más probable era que yo nunca volvería a correr, con mucha terapia podría tal vez caminar con ayuda de un bastón.

No me dolió tampoco el hecho de que mi cuerpo estaba casi destruido, el dolor era constante y a la fecha no se iba.

Lo que me dolió fue que Tyler no estaría conmigo.

Cuando caí del quinto piso él estuvo conmigo, estuvo en el traslado en ambulancia, incluso los días que estuve hospitalizado.

Cuando enferme estuvo ahí en cada quimio que recibí, incluso después de la cuarentena por el trasplante de médula iba a verme aunque fuera a través de un cristal.

Pero ahora, ahora él no estaría más conmigo.

No estuvo en las terapias, o cuando desperté.

No pudo estar por qué de haberse protegido probablemente él estaría aquí.

—Vete —dije cubriéndome con las cobija.

—No, no, no —exclamó mientras quitaba las cobijas de mi.

—¿No deberías estar en la universidad? —pregunté mientras le miraba irritado.

—Me tome el día por que sabía que no irías así que aquí estoy —respondió mientras abría las ventanas de mi habitación.

—Ese no es tu trabajo —susurré aunque me escucho.

—No claro que no pero sabía que mamá no te obligaría y papá menos —respondió mientras daba vueltas por la habitación.

—Tal vez deberías aceptarlo y marcharte —le grité, empezaba a ser odioso.

—Y tú deberías levantar tu trasero de esa cama de una vez —regaño molesta.

—Vete por favor —le pedí.

—No —dijo mirándome a los ojos— basta de esto Winter, ya paso más de un año, necesitas sanar.

—El doctor dijo que tardaría por lo menos cinco en que mi cuerpo sanara —justifique.

—Me refiero a esto —dijo poniendo su mano en mi pecho, justo en mi corazón— Sé que te duele pero entre más tardes más dolerá.

Ella estaba frente a mi, a nada de llorar como ya lo había hecho antes.

—¿Crees que ir a la escuela ayudará? —pregunté con un tono más de sarcasmo.

—¿Crees que quedarte aquí te ayudará de algo? —preguntó sonriendo.

Suspire irritado, era buena convenciendo a las personas, quien diría que tres hermanos y una carrera de psicología no la ayudaría.

—Los horarios se cerraron hace un mes —dije encontrando una falla en su plan.

Ella salió de la habitación con una expresión divertida, entró con una mochila y una hoja.

Ella me tendió las cosas con una sonrisa de satisfacción.

—Sabias que iba a decir que si —dije confundido.

—Tengo poder sobre ti —sonrió— ahora te prepararé la ducha por que apestas.

Una hora después baje a desayunar, fue un desayuno más callado de lo normal.

Mi madre me miraba con esa sonrisa, la sonrisa que me hacía sentir como si fuera a perderme.

—Mamá —dije mirándole.

—Si cariño —contestó con dulzura.

—Puedes dejarme de verme así —pedí, ella solo me sonrió y bajo la mirada.

Nos quedamos en silencio, mi padre me miró con la misma expresión pero la quitó enseguida.

—Yo lo llevaré —dijo Sunshine mirándolos.

—Yo puedo llevarlo —comentó mamá con entusiasmo.

—No, si vas tú sé que volverás con él —dijo Sunshine— yo lo llevaré.

Aunque mis padres trataron de objetar ella se negó, nadie podía contra Sunshine.

Camino a la escuela el camino fue muy silencioso, ella estaba en su plan.

Llegamos a ese lugar en el que no había estado por un tiempo, mis estudios no se retrasaron pues la escuela en el hospital y clases en línea me habían mantenido al margen.

Ver de nuevo ese lugar me hizo sentir terrible.

—Olvídalo no quiero —dije asustado.

—Lo harás bien —sonrió.

Baje del auto de mi hermana casi a empujones, ella me miró con la misma expresión que mis padres sin embargo ella se arrancó para que no pudiera huir.

Algo irónico ya que apenas y caminaba bien.

Volver a la escuela después de alguno de mis accidentes siempre era difícil.

Ya fuera con un yeso en brazo, una cabeza calva o un bastón que iba en mi antebrazo, siempre fue difícil.

Como ya sabía las miradas cayeron en mi, era mi último año y había gente nueva, rostros nuevos sin embargo la leyenda de mí siempre estaría presente.

Camine con dificultad, tenía la mirada baja pero aún así sentía la presión de todos, esta vez Tyler no estaría ahí para ayudarme con esas miradas.

Mientras más me apresuraba a entrar más me era difícil parecer normal.

Entre a la escuela "corriendo" y para mi correr era lo que para alguien normal caminar rápido.

Las clases pasaron rápido, muchas personas conocidas se me acercaban para decirme que lo sentían.

Lo que no pude saber era el porque.

El desayuno fue algo complicado, llevar la bandeja de comida y un bastón en mano no es fácil.

Camine casi inclinado, todos me veían pero nadie me ayudaba.

Estaba por llegar a la mesa cuando la bandeja se me resbaló, unas ágiles manos la alcanzaron a sostener.

—Te ayudó —dijo la dulce voz.

—No es... necesario —mire aquella castaña quien se veía muy diferente.

—Hola Winter —saludó Sofia poniendo la bandeja en la mesa más cercana.

—Sofia —sonreí, ella me había ido a ver un par de veces al hospital sin embargo nunca permití que me viera.

—¿Cómo estás? —preguntó ella, tenía una sonrisa menos cálida de lo que recordaba.

—Bien supongo —respondí algo apagado.

—Te ves bien —sonrió.

Me mire, en definitiva no me veía nada bien tal vez solo un poco mejor que Tyler, contando en el estado en el que murió.

—Tu igual —sonreí.

Algo en su mirada me hizo sentir mal, solo me recordaba que mi amigo nunca pudo tener su cita que había deseado por años.

—Te veré después —susurro para salir corriendo.

Me senté en la mesa, en ese momento me sentí tan solo.

Empecé a comer cuando escuché esa voz.

—Invierno —me llamó Santiago.

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