Tormenta
—Solo está contigo por lástima —dijo la voz sacándome de mis pensamientos.
Era Caiden.
—¿Qué? —pregunté irritado.
—Lo que oíste, Santiago solo es tu amigo por que te tiene lastima —exclamó molesto— como todos aquí.
Suspiré cansado, este niño traía algo contra mí.
—Caiden no te hagas esto —contesté— que Santi solo te haya usado para el sexo no significa que sienta algo por ti, así que madura y déjame tranquilo.
Dije pasando de él, camine con mi bastón lo más rápido que pude para dejarlo atrás.
—Piénsalo —exclamó— antes del accidente lo único que hacía era hacerte la vida imposible.
Me giré para mirarle molesto.
—Se siente culpable por no estar en el autobús, por eso es tu amigo —dijo con una sonrisa de satisfacción.
Él se dio vuelta para irse y dejarme ahí parado.
Sus palabras me dolieron por que tenían sentido.
—Listo —dijo Santiago apareciendo.
Le miré aún enojado.
—¿Estás bien? —preguntó confundido.
—Si —contesté pasando de él, dirigiéndome a mi salón.
Todo el día estuve distanciado de Santiago, aún cuando él intentó hablarme yo solo lo ignoré.
De camino a casa no dijimos nada hasta antes de llegar.
—¿Qué mierda te pasa? —preguntó confundido.
—Eres mi amigo por que me tienes lastima —solté molesto.
Él sonrió frustrado.
—De verdad piensas que soy así —atacó.
—Santiago tu apenas y me hablabas y si lo hacías era para ofenderme, ahora vuelvo a la escuela y me tratas como si nada de eso hubiera pasado...
—Invierno no hagas esto —exclamó frustrado.
—No tu no hagas esto —grité con la voz cortada— no finjas ser mi amigo por que me tienes lastima, no finjas quererme cuando no es así.
—No lo hago —susurró— no lo hago.
El silencio se hizo presente tan duro, tan doloroso.
Un toque en la ventana llamó nuestra atención.
—Que bueno que llegan, será mejor que entren —dijo mi madre cortando el silencio.
Yo abrí la puerta para bajarme.
—Tu también Santiago —ordenó mi madre mirándole.
—No gracias, tengo que ir a casa —contestó bajando la mirada.
—No cariño tienes que entrar, estamos en alerta amarilla se acerca una tormenta —explicó preocupada.
—No sabía pero en ese caso tengo que ir a casa, mamá se preocupará si no llego —contestó con una sonrisa torpe.
—¿Vives cerca? —preguntó preocupada.
—En Sky —contestó.
—Imposible ya cerraron la montaña, pero tranquilo yo llamaré a tu madre —resolvió.
Él suspiró y me miró algo incómodo.
—Quédate —acepté, estaba muy confundido con los sucesos pero no lo suficiente como para dejarlo irse en una tormenta.
Entramos a la casa apresurados, la nieve se estaba haciendo más pesada.
Esto era nuevo para mi por lo que me estaba costando trabajo, estaba por caer cuando Santi me sostuvo.
—¿Estás bien? —preguntó mi madre.
—Si —exclamé cansado.
Santiago me ayudo hasta que entramos a la casa.
Nos sentamos en la cocina, mi madre nos sirvió algo de chocolate caliente.
—¿Dónde están todos? —pregunté.
—Sunshine llegará en quince minutos, Charms está tomando una siesta y Nike está ayudando a la vecina así que no tardará en llegar —contestó.
—¿Y papá? —pregunté algo desconcertado.
—Se quedará en la oficina así que está seguro —sonrió tranquila.
Santiago tomó la tasa, estaba por dar un sorbo pero negué con la cabeza.
Él se detuvo.
—Tranquilo está rico, mis hijos son muy exigentes —sonrió ella, bebió un trago que después devolvió— mejor no.
Santiago sonrió y dejó la tasa en la mesa, se le veía algo triste.
—Será mejor que llame a mi madre —sonrió cansado.
—Claro, puedes ir a la sala si quieres algo de privacidad —ofreció mi madre.
Él aceptó y fue a la sala.
Mi madre me miró preocupada.
—¿Todo bien? —preguntó.
—No le gusta el frío —conteste abrumado.
—Bueno no es el único —dijo ella tomando de nuevo al chocolate para repetir la acción — será mejor que lo tire.
Él tardó un momento, mis hermanos llegaron al poco rato, para la cena todos nos sentamos en la sala para cenar.
Santiago se sentó a mi lado pero no dijo nada, estaba muy raro.
La cena estuvo algo callada, Nike se limitaba a mirarle cómo si fuera hacerme algo en ese momento.
—¿Por qué usas mucha ropa caliente? —preguntó mi hermano desconcertado.
Mi casa era bastante caliente así que solo usábamos un suéter ligero por órdenes de mi madre, sin embargo él seguía con los montones de ropa.
—Bueno es que tengo frío —contestó apenado.
—Que raro eres —dijo mi hermano confundido.
—Charms —exclamé molesto.
—Está bien —me calmó sin mirarme— de donde yo vengo hace mucho calor y nunca nieva así que el frío no es lo mío —explicó.
—No llevas viviendo aquí como siete años —atacó mi hermano.
—Si, adaptarse al clima no se me dió —contestó abrumado.
El ambiente se puso algo tenso, bastante a decir verdad, mi madre solo trato de aligerarlo.
—¿De dónde eres? —preguntó ella.
—México —respondió orgulloso.
—Oh genial ahí concebimos a Winter —sonrió mi madre.
—Mamá —exclamé apenado.
En ese momento quería que la tierra me tragara.
Santiago por su parte se limitó a reírse.
Para la noche mi mamá decidió que Santiago dormiría conmigo, mi hermano no estaba muy de acuerdo pero no le quedó más.
—Espero que no te moleste dormir en el suelo —le dije.
—Estoy bien —contestó acomodándose en el suelo, quitándose un par de sudaderas.
—Santi...
—Buenas noches Invierno —dijo para apoyar su cabeza en la almohada.
No me quedo más opción que acostarme a dormir.
Pensé que eso tardaría pero no fue así, caí rendido en cuanto cerré los ojos.
Desperté por los balbuceos de Santiago.
—No... no... —se quejó— están muertos.
Miré desde mi cama, estaba dormido, estaba teniendo una pesadilla.
—Están muertos —exclamó despertando.
Unas lágrimas brotaron de sus ojos, estaba aterrado.
—Tranquilo Santi —dije bajándome de mi cama para sentarme a su lado.
Él me miró con sus ojos llenos de lágrimas, no lo dudo simplemente se aventó a mí en un abrazo.
Lo abrace instintivamente, sus lágrimas brotaban impregnadose en mi pijama de patitos.
—Hey está bien —dije tratándolo de calmarle.
—No, no lo está —susurró dolido— por que sigo viéndoles en mi mente.
Sus palabras me dejaron atónito.
De todas las personas solo él podía entender el dolor del accidente, por que además de mí y los rescatistas él había sido la única persona en ver a los chicos muertos a mí alrededor, incluso mejor que yo pues yo solo había podido ver una parte de ellos.
—No está bien —le contesté.
Él me miró con sus ojos llenos de lágrimas.
—No está bien que hagas esto solo, no te prometo que será fácil y tampoco te prometo que lo olvidarás por que es de las cosas que no se olvidan —expliqué— pero si te prometo estar ahí para apoyarte.
Él sonrió y se limpió las lágrimas.
—Pero tienes que ser honesto conmigo —pedí.
Él suspiró.
—No puedes dar sin recibir eh —dijo riendo.
—Santi de todo lo que he vivido puedo decirte que lo peor es la lastima —confesé, él me miró confundido— duele más que tornillos en las caderas o esas estupidas terapias y lo peor es que dura más.
Él suspiró y lo pensó por un momento.
—No estoy contigo por lástima —aseguró mirándome a los ojos.
—¿Entonces? —pregunté confundido.
Él me miró y sus ojos se llenaron una vez más.
—Ese día... el día del accidente estaba enojado contigo por esa estupida pelea... cuando iba bajando vi la barra de contención destrozada y a las personas del auto llorando...
Ver el accidente desde otro punto me hacía recordar ese día.
—Me dijeron que no bajará pero sabes cómo soy... —él sonrió torpemente— cuando baje solo esperaba que estuvieran bien pero no fue así... sabes yo siempre pensé que eras débil pues siempre te estaban defendiendo de mí...
—Santiago eras casi setenta kilos de músculo y probablemente ahora más, claro que necesitaba protección —exclamé interrumpiéndole.
Él solo sonrió, tomó mi mano y la apretó suavemente.
—El punto es que cuando te vi... en un muy mal estado me sentí mal... y me prometí que si sobrevivías trataría de no ser un idiota contigo —contó desanimado.
—En cuanto volví te burlaste de mi —exclamé confundido.
—Dije que trataría no que podía dejar de serlo por completo —exclamó, yo solo sonreí— en fin ese día que volviste yo solo te veía como el chico del autobús... quería decirte que lamentaba lo de Tyler pero sentí que si lo hacía te ibas a desmoronar... así que actúe normal.
—Como un idiota —contesté.
Él me miró con esa mirada de quererme romper la cara.
—Si y di que no te metí en un basurero —exclamó y estaba seguro de que era capaz— el punto es que en ese momento te atreviste a ofenderme, no tenías miedo... entendí lo fuerte que eres aunque ahora uses pijama de patitos —sonrió.
—Es muy cómoda —aclare riendo.
Él sonrió con esa hermosa sonrisa que tiene.
—Invierno...
—Si —conteste mirándole a los ojos.
—Me gustas... me gustas mucho cabron, así que no vuelvas a dudar que es por lastima o por cualquier idiotes que cruce por tu cabeza dañada —aclaró.
Le miré asombrado, sabía que era una posibilidad pero escucharlo de él era algo importante.
—También me gustas —dije sonriendo— lamento haber dudado de ti.
Él sonrió y besó mis labios de una manera especial.
—Ahora podrías darme otra cobija por que me estoy congelando —se quejo aunque para ser sinceros si hacía frío.
Me levante para acercarme al armario y por un segundo lo pensé.
—Duerme conmigo —ofrecí.
—Woo uno confiesa su amor y ya te quieren llevar a la cama —exclamó burlón— que clase de persona crees que soy.
Puse los ojos en blanco y le aventé la cobija a la cara.
Volví a mi cama para dormir, no pasaron más de diez minutos cuando sentí que se metía en mi cama.
—Al parecer si eres un fácil —me burlé.
—Cállate y abrázame que me congelo —bufo molesto.
Hice lo que ordenó pero al poco rato me aparto, al parecer mis huesos le daban más frío.
Me quedé dormido en minutos.
Desperté por el ruido de la puerta de mi habitación abriéndose.
Mi padre entró por ella con una sonrisa que se formó en una cara de confusión al verme dormido con Santi a un lado.
Él solo retrocedió para cerrar la puerta.
Un rato después nos despertamos, la tormenta solo había sido una alerta por lo que no pasó a más.
Santi decidió irse temprano pues quería llegar a desayunar a su casa, buena decisión.
Cuando bajamos ahí estaban mis padres sentados en la mesa de la cocina tomando un café caliente.
—Buenos días señor —saludó Santiago tendiéndole la mano.
—Buenos días, es un placer conocerte —sonrió mi padre.
—Lo mismo digo —exclamó.
—¿No te quedas a desayunar? —preguntó mi madre ilusionada.
—No, lo siento le prometí a mi madre llegar temprano —se disculpó.
—Bueno eres bienvenido a volver cuando quieras —expresó mi padre.
—Muchas gracias señor —dijo él.
Me lo lleve de ahí antes de que mis padres dijeran algo que me avergonzara.
—Te veré mañana —se despidió con un beso fugaz.
Él se fue y volví a donde mis padres.
—Winter tenemos que hablar —pidió mi padre serio, sabía que hablaríamos de eso.
Me senté frente a ellos algo nervioso.
—Ustedes.... —comenzó mi padre.
—Solo dormimos juntos —intervine antes de que pensara otras cosas— no pasó nada más.
—Está bien solo que preferiríamos que tuvieran más discreción, ya sabes tienes un hermano pequeño que aún no entiende todo esto del todo —explicó mi madre.
—Cierto, aún piensa que cuando te encontró arriba de mi padre era por un juego —comenté a la defensiva.
Ellos se miraron y se pusieron rojos cual tomate.
—Decidido le pondremos cerrojo a las puertas —aclaró mi padre.
Yo solo sonreí y subí a mi habitación pues aún tenía sueño.
Me quedé dormido en minutos con una idea en mente, ambos nos habíamos declarado nuestro amor pero eso que significaba.
¿Éramos novios?
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