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Charms

Desperté por el sonido del trueno impactándose en algún lugar, aquel trueno que hizo retumbar mi habitación.

Desperté muy alterado, estaba empapado en sudor y mi respiración estaba entre cortada.

Odiaba los truenos pues cuando llovía fuerte me dolía el cuerpo, lo sé todo un abuelito.

El dolor empezó a ser un poco insoportable, estaba por llamar a mi madre cuando una voz me llamó.

—¿Estás bien? —preguntó Charms preocupado.

—Si, solo me duele —le respondí— ¿Qué haces aquí Charms? —pregunté algo confundido pues estaba seguro de que no había llegado cuando desperté.

—Yo... tenía miedo así que me vine a dormir contigo —contestó nervioso.

Mire al suelo, en el habían varias cobijas sobre su colchoneta de dinosaurios, sin contar que Rex seguía en el suelo.

—¿En el suelo? —pregunté confundido.

Él solo sonrió torpe y cambio de tema.

—¿Quieres que llame a mamá? —se ofreció acercándose a mi.

—No, solo pásame la medicina quieres —le pedí.

Él se acercó a mi escritorio y tomó el frasco de calmantes que ya sabía cuáles eran, me tendió el vaso de agua que siempre dejaba en mi cabecera.

—Te pondrás bien —aseguró el castaño.

No dije nada, tome las pastillas y espere a que el dolor bajara que no tardo más de quince minutos.

—¿Quieres dormir en la cama conmigo? —le pregunté pues se veía cansado.

—No... te puedo lastimar —respondió algo nervioso.

—Anda sube —le anime.

Charms tomó su peluche de dinosaurio que tanto amaba y subió a la cama.

Me acosté dándole la espalda y por instinto él se acostó pegado a mi.

—¿De que tenías miedo? —le pregunté para matar tiempo hasta que el sueño se apoderara de mi.

—De que alguien se metiera a la casa y nos quisiera hacer daño —susurro él.

—Charms si alguien entrara a la casa que te hace creer que puedo defenderte —dije riendo.

Él no dijo nada y su silencio me lo dijo todo, él no estaba ahí por eso.

—Charms —le llame— ¿Hace cuanto llevas durmiendo en mi habitación?

No me respondió, me giré para mirarle, sus ojos estaban cristalinos.

—Poco después de que llegaste a casa del hospital —confesó con la voz cortada.

Su confesión me alteró, llevaba casi un año durmiendo en el piso y yo ni siquiera lo sabía.

—¿Por que? —pregunté desconcertado.

—Por que tengo miedo de que no despiertes —chilló— tengo miedo de que te pase algo mientras duermes y no haya nadie para asegurarse de que no mueras.

Sus lágrimas brotaron de sus ojos mojando la almohada.

Le abracé de inmediato para calmarle pero su llanto no paraba, mi hermano había estado cargando con eso por casi un año y yo no lo sabía, no había estado presente para apoyarle.

—No me pasará nada de acuerdo —dije besando su frente.

Él me abrazó fuerte, me dolió pero no podía hacérselo saber.

Al fin de un rato se quedó dormido de tanto llorar y yo con él.

Desperté por el sol en mi rostro, eran la seis y algo, tenía que prepararme para no llegar tarde con Santi.

Me prepare y baje por la rampa mal diseñada que había hecho mi padre para mi, mi madre estaba sirviendo el desayuno para todos, en cuanto me miró estoy seguro de que casi le da un mini infarto.

—Wint qué haces despierto tan temprano —exclamó mi madre con asombro.

—Bueno planeaba desayunar antes de ir a la escuela —conteste abrumado.

Mi padre casi se ahoga con el jugo por lo dicho, mi madre le miró con esa mirada que nos aterraba.

—Siéntate cariño —sonrió ella.

Me senté a un lado de mi hermana pues Nike estaba en mi lugar y no planeaba dirigirle la palabra.

—Hoy no puedo llevarte —me dijo Sunshine para darle un bocado a su desayuno.

—No es necesario vendrán por mi —comenté mientras miraba con amor el tocino frente a mi plato.

Un silencio se hizo y todos me miraron.

—¿Quien vendrá por ti? —preguntó mi madre ahogando su emoción.

—Santiago —le respondí como si nada.

—Santiago, el Santiago —dijo Nike confundido.

Yo asentí sin importancia.

—¿Hay algún problema con ese tal Santiago? —preguntó mi padre.

—Solo es el idiota que solía molestar a Winter todo el tiempo —contestó con rabia— no iras con ese imbecil.

—Tu no estás en derecho de decirme con quien puedo ir o no —le grité molesto.

—Me di de golpes con él para protegerte así que yo creo que si —exclamó furioso.

—Es mi amigo —lo llame por primera vez— no te metas en mi vida.

—Chicos —nos llamó mi padre.

—Tu te fuiste cuando más te necesitaba así que ahora no puedes volver y decirme que hacer como si fueras un buen hermano —le grité.

Todos se quedaron en silencio, el pitido de un auto nos sacó de ese estado.

—llegaron por mi —dije para levantarme de la mesa.

Salí sin despedirme de nadie, estaba seguro de que mi madre saldría tras de mi pero no fue así, la pude ver llorar desde afuera.

—Invierno —saludó Santiago.

—Santi —dije aún enojado.

Abrí la puerta de su auto y trate de subir pero era imposible, él me miraba divertido.

—Me ayudaras o que —exclamé.

Él se bajo del auto y me ayudo a subir, de un empujón ya estaba arriba.

Condujo por un rato en silencio, mi estómago rugió pues no había desayunado aún.

—¿Traes algo de comer? —le pregunté.

—Mm... traigo churros —dijo sonriendo.

—¿Qué? —pregunté pues no había entendido.

Él puso los ojos en blanco y me tiro una bolsa de un pan cubierto en azúcar, no se veían tan bien pero él hambre me estaba matando.

Le di una probada y al poco tiempo ya me los había acabado.

—Amo los churros —asegure feliz.

Él me miró con esa expresión de fastidio.

—Si sabes comer —atacó— estás lleno de azúcar.

—Es mi primera vez no me molestes —dije sacudiendo el azúcar que estaba sobre mi.

Llegamos a la escuela en poco tiempo, con su ayuda baje de su camioneta, todos nos miraban.

—Tengo algo que hacer te veré después —dijo para irse sin más.

Me quede ahí parada con las miradas sobre mi, me hice el tonto por un rato hasta que la hora de la entrada se acercaba.

Para mi mala suerte el elevador estaba descompuesto y mi primera clase era en el tercer piso, me fui un poco antes para evitar a las personas.

Decidí subir por las escaleras del sur pues siempre estaban despejadas, empecé a subirlas pero al cuarto escalón ya estaba cansado.

Con dificultades empecé a subir, el aire me empezaba a faltar sin embargo lo perdí por completo cuando vi a esos dos chicos besarse.

Al principio no fue nada hasta que me di cuenta que era Santiago y un chico que parecía menor que él.

—Se te perdió algo Invierno —dijo Santiago con su particular voz de fastidio.

—No... yo... no —respondí entre respiración.

—¿Te encuentras bien? —preguntó apartándose de ese chico.

—No... —dije con el poco aire que me quedaba.

Estaba por caerme cuando Santiago me sostuvo, con cuidado me sentó en las escaleras, necesitaba respirar pero el aire no me entraba.

—Tranquilo invierno solo respira —dijo Santiago preocupado.

—Eso... intento —respondí.

Mire aquel chico cuya mirada se mostraba más de asco que de lástima, Santiago lo noto.

—Esfúmate antes de que te parta la cara —exclamó molesto.

El chico no lo dudo y se fue.

Me quede ahí, mi respiración estaba agitada pues mis pulmones estaban dañados.

—¿Quieres que llame a alguien? —preguntó él.

Yo negué con la cabeza, solo era cuestión de tiempo para que me sintiera mejor.

Después de unos diez minutos por fin pude respirar normal.

—¿Mejor? —preguntó él.

—Si —le mire cansado.

No me había dado cuenta hasta ahora pero estaba sosteniendo mi mano, estábamos juntos, muy juntos.

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