Beach Place pt.2
Y pensar que los idiotas habían sido solo uno de los pequeños problemas que tendríamos en nuestra cita.
Después de tres horas sin movernos en el auto empezaba a ser tentador volver.
—Mira podemos volver y salir a otra parte —trate de animarlo.
—Invierno yo te prometí la mejor cita de la vida —exclamó— y si te digo que será la mejor es porque lo será —gruño.
—No tienes que esforzarte tanto me conformo con poco —explique mirándole.
—¿Por qué lo dices? —preguntó confundido.
—Me conformo contigo —me burlé.
Él me miró molesto.
—Lo dices pero no lo crees —atacó— sabemos que es un milagro que esté contigo.
—Claro... si eso ayuda a tu ego por mí está bien —murmuraré.
Sonreí pero el golpe en mi brazo llegó enseguida y vaya que me dolió.
—Auch —me quejé sobando mi brazo.
—Te lo merecías —bufó molesto.
Le miré pero no me pude negar, estaba cansado y mi parte mala empezaba a salir, él me miró y sonrió torpe.
—De verdad está bien si volvemos —reitere.
—Lo vuelves a insinuar y el próximo golpe va a la boca —amenazo.
Gruñí e hice el intento de aguantar, eso se hace cuando amas a una persona.
—Podemos aprovechar este momento para conocernos —solucione.
—Ya te conozco —contesto arqueando la ceja.
—Ah si —dije agresivo— ¿Cual es mi color favorito.
Él me miró con ese peculiar ceño que hacía cuando no sabía algo, básicamente el que tenía en toda la clase de química.
—Es él mor... ver... negro —trató de adivinar.
—Es el azul—conteste demostrando mi punto.
—Lo sabía —exclamó— bien tal vez sea buena idea.
—Bien —sonreí— ¿Qué quieres estudiar?
Él me miró, era muy raro que se abriera con las personas pero quería saberlo.
—Escritor —confesó después de un tiempo.
—Eso suena genial —conteste, ni por mi cabeza había pasado esa idea.
—Dile eso a mi padre —bufo— según él me moriré de hambre y terminaré como profesor en una escuela, para él cualquier cosa menor a medicina es una vergüenza.
Sabía que su padre era duro con él, si fuera por mi padre podía mantenerme el resto de mi vida.
—Santi tu puedes ser lo que quieras ser —aconseje.
—Como Barbie —exclamó riendo.
—Si como Barbie —contesté poniendo los ojos en blanco— en serio Santi, la única aprobación que necesitas es la tuya, y si tu padre es un obstáculo mandalo al carajo —dije seguro— tu vida es tuya, vívela por ti no por nadie más.
Una pequeña sonrisa se formó en su cara.
—Sabes serías un buen orador —comentó.
—Nah no me gusta orar —contesté— y le caigo mal a Dios entonces...
Él me miró y se empozó a reír sin control... al parecer un orador no es quien ora.
Las horas que faltaron no las pasamos hablando y descubrí cosas que no sabía de él.
Su película favorita era Forrest Gump, amaba los dulces picantes, su comida favorita es algo llamado chilaquiles, era alérgico a los camarones, odiaba que le llamaran Santi así que solían decirle Sant, le gustaba la música electrónica y realmente extrañaba su país.
Eso y que si tuviera la oportunidad me engañaría con Shawn Mendes... no lo juzgo hasta yo.
Después de interminables dos horas más por fin llegamos a Beach Place.
El plan era que me llevaría a desayunar a un lugar especial no muy lejos de ahí pero por la hora habíamos perdido la reservación, así que no nos quedó más que ir a la playa.
Podía notar el brillo en sus ojos cuando vió el mar.
—Puedes ir más rápido —gruñó.
—Es arena Sant —exclamé irritado.
Él se tuvo que aguantar y ayudarme a llegar a una distancia apropiada.
En cuanto llegamos extendió la toalla y se empezó a quitar la ropa dejando a la vista su piel morena y sus prominentes pectorales.
—Espero que no traigas traje de baño de patitos —gruñó.
—Tienes suerte de que no los encontrara —conteste arqueando la ceja.
Él solo puso los ojos en blanco, veía como las chicas le miraban parecían comérselo con la vista, claro tenía que dejar en claro que era mío.
Me acerqué y bese sus labios para posteriormente mirarles burlón.
—¿Qué haces? —preguntó confundido.
—Establezco mi territorio —dije en una guerra de miradas con las chicas— siii que sepan que eres mío.
Él soltó una pequeña risa y me besó una vez más en los labios.
—Totalmente tuyo —aseguró— ahora vamos al agua antes de que me arrepienta.
Acepte algo incómodo, traía el bañador puesto pero no me quitaría la playera, yo no podía darme ese lujo.
Santi se quitó los tenis y los dejó en la toalla, en el momento que tocó la arena su rostro cambió.
—Es más gruesa de lo que recuerdo —contestó sintiéndola con sus pies.
—Aquí es así la arena —me burlé.
—Como sea —contestó.
Nos fuimos acercando cada vez más hasta llegar a las orillas de la playa.
—Ahora si —sonrió.
Santi observó el mar y en el momento en el que la ola retrocedió, el moreno corrió para entrar aventándose sin dudarlo... en ese momento entendí que Santiago nunca había entrado a una playa de aquí.
No tardó en salir gritando una serie de palabras de su extenso vocabulario en español.
—¿Qué... mierda? —me preguntó temblando.
—Santi las playas aquí son de agua fría —comenté riendo.
—¿Qué? —preguntó confundido.
—Si el agua es fría... porque crees que nadie se mete —me burlé.
Él castaño miró a su alrededor para comprender que era cierto.
—Punto para México y sus hermosas playas —dijo en un suspiro — aún así venimos a la playa y nos meteremos aunque nos de hipotermia.
Él me tomó de la mano para ayudarme a entrar a lo que me resistí.
—Está fría pero nada que no soportes —me animó.
—No es eso —dije apenado.
—¿Entonces? —preguntó confundido.
—No se nadar —confesé.
—Invierno —exclamó molesto.
—Ya se debí decir algo pero te veías muy emocionado que no pude decirte nada —dije nervioso.
Él suspiró frustrado.
—Bueno aún podemos disfrutar de los juegos —trató de mejorarlo.
Los juegos hubieran salvado esta cita de no ser porque estaban cerrados, al parecer hoy era el único día del año que no estaban abiertos... si era mi mala suerte atacando.
Fuimos al hotel que era una especie de cabaña, la verdad es que estaba muy linda, me tiré en la cama con ganas de quedarme ahí.
—Bueno todo mal pero aún tenemos la cena —dijo sacando sus cosas de su pequeña maleta.
—O podemos quedarnos aquí y ver Netflix —ofrecí cansado.
—Lo haría si eso no significara realmente ver Netflix —contestó abrumado.
—Bien —me queje.
Nos quedamos un rato en esa pequeña casa para después ir a un elegante restaurante de comida marina.
Se que no encajaba por qué al leer el menú no entendía nada de lo que venía.
—Ya sabes que pedir —me dijo Santi animado.
—¿Qué me recomiendas? —pregunté para no sonar tan amateur.
—Bueno el calamar es bueno pero el pescado con caviar es de los mejores —contestó.
Me quedé pensándolo un poco.
—Y del menú infantil que me recomiendas —dije algo abrumado.
Él sonrió, era lo mejor que podía hacer.
—Pide el salmón a las hierbas —me ayudo— te gustará.
El mesero llegó con una sonrisa forzada.
—Espero estén disfrutando su velada mi nombre es Joseph y seré su mesero esta noche, ¿Celebran algo en especial? —preguntó.
—Primera cita —sonrió Santiago.
Él nos miró, hizo una pequeña muestra de desagrado que en seguida quitó.
—Genial, desean ordenar —contestó sacando una pequeña libreta.
—Claro —contestó— para mí sería él especial sin camarón y para mi pareja el salmón a las hierbas.
Joseph anotó aunque solo mostrara ganas de irse.
—¿Y para beber? —preguntó.
—Una limonada —pedí aunque ellos me miraron raro.
—Agua con hielo está bien —pidió Santi.
El mesero se fue antes de que dijéramos algo más.
—Puedes golpearlo con tu bastón —me animó.
—Hay tanta gente en este mundo que quiero golpearlo con mi bastón —confesé— pero eso no me hace mejores que ellos.
Él lo pensó por un segundo.
—Yo lo golpearé antes de irnos —sonrió.
Mientras hablábamos un poco un mesero llegó con un trago poniéndolo frente a Santi.
—Yo no lo pedí —aclaró Santiago.
—La señorita de la barra se lo manda junto con esto —explicó tendiéndole una servilleta con su número— mi nombre es Harry y yo seré su nuevo mesero.
—Así que Joseph no atiende a gays —exclamé molesto.
—Ni gays, latinos o negros —contestó el mesero— discúlpenlo es admirados de Trump y acá entre nos un perfecto imbecil que con su queja saldrá del restaurante.
—Sin duda hablaré con su gerente al final —aseguró Santi.
El mesero se fue y Santi giró a ver a la chica de la barra quien solo le guiñó un ojo, me levanté algo molesto tomando la servilleta.
—¿A donde vas? —preguntó.
—Mi bastón quiere hablar con la rubia —sonreí.
Me acerqué a ella y le tendí la servilleta.
—Es mío —gruñí.
Entré al baño para despejarme de todo.
Era distinto estar aquí, en casa era como estar en una burbuja, nadie se atrevía a coquetearle y mucho menos si quiera atreverse a decirle algo ofensivo, esto era el mundo real.
Volví para encontrarme con la comida.
—Por fin ya tenía hambre —se quejó.
—Lo siento —dije poniendo los ojos en blanco.
Empezamos a comer un poco aunque Santiago me había engañado y el salmón no era rico... la única manera de comerlo era cuando estaba bajo salsa BBQ.
—Gracias por esto, sé que no a salido como esperábamos pero a sido lindo —dije para animarlo.
Él ni siquiera me prestó atención, estaba centrado viendo su comida.
—Me estás escuchando —me queje.
Él me miró con el ceño fruncido, ahí fue cuando me di cuenta que estaba sudando.
—Me pica la garganta —comentó.
—¿Qué? —dije confundido.
—No... puedo... respirar —exclamó.
Entonces comprendí que ese imbecil le había puesto camarón a su comida.
Gracias a la agilidad de las personas al rededor es que le pudieron brindar ayuda ya que yo me congelé.
La ambulancia llegó rápido, le dieron algo para abrir sus vías respiratorias así que pudo respirar, en la ambulancia camino al hospital experimente como era ir del otro lado lo cual fue verdaderamente aterrador.
En definitiva había sido la peor cita de la vida.
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