Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prólogo

El invierno siempre fue mi estación del año menos preferida; hasta que conocí a Lara, específicamente, en el invierno de 2016. A diferencia de todos, ella había entrado más tarde en mi colegio como la chica nueva. Cuando la profesora le había preguntado los motivos por los que se había cambiado de colegio, ella simplemente había dicho:

- Me caían mal mis compañeros, no me merecían.

A mí me había dado risa, aunque nadie se había reído. En cierta parte, ya no sabía si verdaderamente lo que había dicho Lara en ese momento había sido gracioso o sólo a mí me había dado risa por lo hermosa que era. Y no era el único que pensaba eso.

Puedo jurar que recuerdo a la perfección aquel día. El día que me enamoré por completo de Lara Gómez. Ella se había sentado con mi amiga Fiorella y detrás de ellas se sentaban Valentina y Josefina, mis otras amigas, las cuales no tardaron en hablar como dos cotorras y a querer sacarle información a toda costa. Yo me había interesado muchísimo en su pelo rubio, sus ojos azules, sus delicadas manos, sus uñas bien arregladas y los aros de perlas que siempre llevaba junto al collar con colgante de flor.

Mi compañero Julián se había quedado viéndola de igual manera que yo por un buen rato hasta que soltó una risa suave.

- Es re linda. - él se dió la vuelta y comenzó a sacar algunas cosas de su mochila. - Ojalá se haga amiga de las chicas así pasamos más tiempo con ella.

Yo no creía que fuera linda, sino que era más como ver a un ángel caído del cielo. Lara irradiaba una luz, una energía y una dulzura que nunca antes había visto en alguna chica de mi curso, ni mucho menos en mi vida. Definitivamente quería que ella fuera mi novia.

¿El problema? Bueno, en realidad, no era muy bueno hablando con las chicas, a no ser que fueran mis amigas, y me había dado cuenta de eso cuando Lara se había hecho parte de nuestro grupo y, aún así, yo no conseguía decirle algo.

Al que más envidiaba en ese momento era a Mateo, mi mejor amigo. No por algo en específico, sino porque siempre hablaba como un loco y hacía reír a más no poder a Lara. Por lo menos disfrutaba oír su risa.

- Entonces, Julián salió de abajo de la cama y mi vieja gritó: ¡¿Qué carajos hace este pibe en la casa a estas horas, Mateo?! - contó mi amigo su anécdota haciendo que las chicas se rieran junto a Lara.

- Encima, la vieja de Mateo llamó a mi viejo para que me fuera a buscar y él ni se enteró que estaba en su casa. - negó con la cabeza Juli, secándose con una mano las pequeñas lágrimas que tenía por la risa.

Ese día nos habíamos reunido en un rinconcito del colegio el cual nadie frecuentaba, así que nosotros solíamos decir que era nuestro sitio especial. En parte, era especial y buen espacio para que Mateo y Josefina pudieran fumar sin que los profesores o los otros alumnos nos vieran ya que, de lo contrario, simplemente estaríamos en el patio como todos los demás.

- Que cagada, a mí me pasó una vez en la casa de una amiga, pero me escondí en su placard. - respondió Lara riéndose de forma suave. Yo no podía dejar de verla.

Hubo unas varias veces en las que quise convencerme a mí mismo de que lo que estaba pasando con Lara se me iba a pasar en una semana... Y no se me pasó.

Poco a poco, fuí intentando tomar algo de valor para poder dirigirle la palabra y, mi primer gran éxito (si es que se lo puede llamar así), fue una vez en la que le toqué el hombro mientras hacíamos un trabajo en clase para pedirle algo prestado. Recuerdo que ella se había dado la vuelta y me había dado una sonrisa suave, haciendo que me pusiera un poco nervioso.

- ¿Me prestas una tijera? - fue lo primero que dije, intentando sonar completamente normal aunque mi corazón estuviera completamente acelerado.

Sabía que, en parte, había tomado a Lara por sorpresa. Nunca antes le había hablado. Ella no dejaba de sonreír.

- Sí... - ella comenzó a revolver en su cartuchera y me entregó su tijera sin sacarme los ojos de encima. - Es para zurdos... No sé si te sirve.

- Gracias... - cuando ví que Lara se dio la vuelta para seguir con lo suyo, me quejé en voz baja por no haber logrado conseguir decirle algo más.

Aún así, aquel primer paso que había tomado había sido de ayuda para que Lara se atreviera a hablar conmigo de igual manera. Siempre que podía, lograba sacarme alguna palabra o (inevitablemente) una risa, pero todo el tiempo me sentía nervioso a su alrededor. Ella tenía un efecto en mí que no cualquiera tenía.

La segunda vez que me había atrevido a hablarle, había acabado diciendo lo más pelotudo del mundo; todos estábamos saliendo del colegio y cuando me había despedido de Julián, quien se iba con Mateo a comer algo, había visto a lo lejos a Lara saludando a Valentina antes de quedarse completamente sola en la esquina. Yo me había acercado hasta ella, pero aún no estaba seguro de por qué había tomado esa iniciativa.

Cuando ella me vio, sonrió un poco.

- ¿Vas a tú casa? - pregunté mientras apretaba un poco la tira de mi bandolera. Ella se encogió de hombros.

- Sí, pero vivo... Lejos. - Lara soltó una pequeña risa que la hizo ver adorable. - Por Belgrano, más o menos.

- Ah, yo también. Te acompaño, si querés. - mentí, sonriéndole de una forma en la que se viera convincente lo que había dicho. Lo importante es que se lo había creído.

En el camino, me había arrepentido por haber mentido, pero al menos había pasado un buen rato hablando con Lara mientras la dejaba en su casa. Sí, bueno... Recibí unas buenas puteadas por parte de mi hermano por haber llegado tarde a almorzar, pero nada importante.

Desde aquella primera vez que había acompañado a Lara a su casa, se volvió costumbre y más porque ella seguía creyendo que éramos vecinos. Aquellos días en los que íbamos caminando por la ciudad, de vez en cuando compartiendo algún jugo Baggio entre los dos, habían hecho que ella y yo nos volviéramos un poco más unidos, aunque sólo hablásemos a la salida de la escuela. Claro, hubo un día en el que se lo confesé, después de un mes, y Lara había quedado sorprendida ante mi mentira. Ambos estábamos en la puerta de su casa y ella me había agarrado de los hombros y me había agitado como loca.

- ¡¿Por qué me estuviste mintiendo todo el mes?! - cuando ella me había soltado, había suspirado de mala gana.

Yo sólo había conseguido sonreír como un tonto enamorado.

- Es que... Quería ser tú amigo.

¿Amigo? - pensé para mí mismo. Bueno, bueno. Todos sabemos que yo no quería que fuéramos amigos, pero era un buen comienzo.

Cuando conseguí que Lara se volviera mi mejor amiga, había intentado dejar de lado mis sentimientos por ella por el gran aprecio que le tenía a nuestra amistad, pero realmente me era imposible ignorar que era tan dulce, tan preciosa. Me daban ganas de sólo abrazarla cuando la veía, pero bueno... Era su nuevo mejor amigo y ser un mejor amigo implicaba muchísimas cosas como escucharla, ayudarla a elegir ropa, colores de acuarelas para sus dibujos, pero sobre todo, debía de poner mi mejor cara cuando Lara me hablaba de algunos de los cientos de chicos que le hablaban. Realmente me moría de celos, pero era imposible que no hubiera más de un chico que se derritiera por ella (además de mí). Ocultar mis sentimientos con ella y con el resto del grupo no fue sencillo, pero fue algo que fuí aprendiendo de a poco. Incluso, llegué a convencerme un buen tiempo de que ya no estaba enamorado de ella por mí bien.

Al año de habernos hecho mejores amigos, me había animado a enseñarle y hablarle más de mí a Lara. Todavía recuerdo que se había puesto loca cuando la había invitado por primera vez a mi casa. Bueno, más bien, la casa de mi hermano.

Me había muerto de vergüenza cuando Lara se había puesto a ver las pocas fotos mías de chiquito que había dejado mi hermano mayor por toda la casa.

- ¡¿Este sos vos?! - ella había soltado una pequeña risa al verme. - ¡Qué lindo!

- Ya, dejá de ver eso, por favor... - yo la había agarrado del brazo y la había llevado a otro lado intentando no evidenciar que estaba con la cara toda roja por la vergüenza.

Habíamos terminado comiendo unos fideos mientras veíamos la tele. Nada en específico, sólo las noticias para hacer algo de ruido en la casa. Yo cada tanto le daba alguna mirada a Lara cuando me preguntaba alguna que otra cosa.

- ¿Y tus papás qué onda?

La pregunta me había tomado por sorpresa, pero no me molestaba. Dejé de lado mi plato sobre la mesita que estaba delante nuestro y me giré a verla.

- Ah, ellos... Están en Río Negro. - solté como si nada, haciendo que ella me viera alzando una ceja.

- ¿Qué?

- Sí, o sea... - chasqueé levemente con la lengua. - Ellos viven en Bariloche con mis hermanos. Mi hermano se mudó hace unos años y... Yo quise venir con él.

Al notar que hubo un pequeño silencio, alcé ambos hombros. Lara dió un pequeño grito de emoción antes de agarrarme de los hombros y sacudirme como de costumbre.

- ¡¿Conoces la Patagonia?! ¡Contame todo!

Cuando habíamos hablado de todo eso, recuerdo que Lara me había expresado su deseo por conocer Bariloche, por ver la nieve y por hacerse la típica foto que todo el mundo se hacía en el Cerro Catedral. Y lo hizo. Bueno... Lo hicimos juntos un buen tiempo después, en nuestro viaje de egresados, claro.

El viaje no me entusiasmaba tanto, pero porque ya conocía Bariloche como la palma de mi mano y, sinceramente, no era gran cosa para mí, pero había accedido a viajar para tener la experiencia de haber viajado con mis mejores amigos y con Lara.

Todavía recuerdo cuando estábamos en el aeropuerto y Josefina y yo veíamos como Lara, Mateo y Valentina saltaban como locos, a pesar de ser las tres de la mañana.

- ¡Nos vamo' a Barilo'! - habían gritado los tres mientras saltaban y daban vueltas juntos.

Algunos chicos de nuestro curso se les habían unido y habían comenzado a saltar y cantar todos juntos.

- ¡Chicos! Hagan silencio, por favor. - los había regañado nuestra coordinadora, interrumpiendo el pequeño festejo que se había armado.

Jos y yo nos reímos por la cara de decepción que había puesto Mateo.

- Bueno, me voy a dormir en alguna silla, mejor. - había dicho nuestro amigo indignado. Nos saludó tirando un beso en el aire antes de marcharse.

Josefina había negado con la cabeza.

- No sé cómo nos vamos a soportar diez días juntos... - se mordió ligeramente el labio. - Va a ser un caos.

Y, en efecto, Josefina tuvo razón. Desde que habíamos bajado del avión hasta llegar al hotel, nuestros amigos habían hecho un desastre y se habían mostrado llenos de energía, pero no los culpaba. Estaban viviendo la experiencia al cien por ciento y habían logrado mantener esa energía, esa emoción y esa locura en cada fiesta, cuando insistían en que cerráramos el boliche todos juntos y que fuéramos a todas las excursiones posibles. Y en una de esas ocasiones, había sucedido un accidente. Algo inesperado.

Cuando habíamos cerrado boliche en Roket, yo había acompañado a Lara hasta su habitación y la había ayudado a caminar por lo ebria que estaba. De vez en cuando, decía algunas cosas que me hacían reír así que le daba alguna que otra sonrisa. Cuando llegamos, me tomé la molestia de sacar la tarjeta de su habitación de su bolsillo y abrí la puerta, entrando junto con ella.

Ella se sacó la campera y la dejó a un lado en el perchero.

- ¿Cuál es tu cama? - pregunté viéndola por un momento. Lara lucía muy cansada y sus ojos se cerraban de a ratos.

- La última... - ella me señaló su cama la cual estaba junto al gran ventanal del hotel y se recostó en ella, cayendo boca abajo.

- Sácate las botas para dormir... - la regañé, inclinándome para ayudarla a quitarse los zapatos.

Cuando terminé de descalzar a Lara, ví como ella rodaba ligeramente por la cama y se reía de forma suave. Me pareció adorable verla así y más porque no sabía que ella era capaz de beber tanto.

Suspiré y me puse de pie.

- Dale, andá a dormir...

Estaba a punto de marcharme hasta que ella me tomó la mano y me atrajo nuevamente hacia ella.

- Espera, Fede... - Lara me miró fijo e hizo que me sentara a su lado de nuevo.

Sin esperarlo, ella me dio un fuerte abrazo y me sonrió con dulzura.

- ¿Sabías que te quiero mucho?

Yo no pude evitar soltar una pequeña risita. ¿Acaso Lara era más dulce cuando estaba borracha?

- Sí, Lara. Ya sé... - me tomé el tiempo de corresponder su abrazo y, dada la oportunidad, acaricié con mis dedos su suave cabellera rubia. Era como tocar el pelo de un ángel.

Nos quedamos un buen rato así. En silencio. Sólo podíamos oír nuestras respiraciones y las voces de los tantos grupos o personas que pasaban por los pasillos del hotel y mi corazón (aunque estaba seguro de que eso lo escuchaba sólo yo) el cual no dejaba de latir como loco.

- Ya me tengo que ir. - susurré, mientras me separaba del abrazo.

Mi mejor amiga se quedó viéndome otro rato más antes de acercarse a mí y plantar un beso en mis labios el cual me tomó por sorpresa. ¿Qué estaba pasando?

Intenté separarme de ella, alejarme de aquella situación por el miedo de estropearlo, pero cuando Lara posó su mano en mi cuello para mantenerse cerca de mí, supe que eso era suficiente para quedarme. Cuando mi mano se posó en su cintura, el beso se volvió un poco más salvaje. Más desesperado. Como si realmente fuera algo que ambos estuviéramos deseando desde hacía un buen tiempo.

Aún así, terminé alejándome y saliendo de su habitación con apuro cuando una pequeña voz en mi cabeza me recordó que ella estaba tomada y... Era mí mejor amiga. Salí con la cabeza llena de dudas. Por lo menos, Lara no sé había tomado el tiempo de ir detrás de mí.

Por la mañana, cuando estábamos desayunando con Mateo y esperábamos a los demás, comencé a golpear la mesa ligeramente con los dedos por los nervios. Me aterraba la idea de verle la cara a Lara; ¿Y si ella recordaba lo que había sucedido? ¿Qué le diría respecto al hecho de que yo había correspondido su beso? ¿Y sí ella sabía que me gustaba?

Mateo ladeó la cabeza y carraspeó ligeramente su garganta para llamar mi atención.

- ¿Qué te pasa a vos? Te noto re inquieto...

En cuanto lo escuché hablar, giré mi cabeza levemente para verlo. Tenía una pequeña sonrisa divertida en su rostro.

- Nada, nada. Estoy... - jugué un poco con mis dedos. - Un toque nervioso porque... Tenemos tirolesa hoy, no me gustan mucho las alturas.

- ¡No mientas! - me regañó mi amigo pegando un ligero grito. Los de las otras mesas se giraron a vernos con algunas expresiones de enojo y luego siguieron con lo suyo.

Sentí algo de vergüenza, así que le hice una seña para que me siguiera hacia la parte de afuera del hotel donde la mayoría de los egresados iban a fumar. Nos sentamos en un banco que estaba lleno de colillas de cigarrillos. Había unas cuantas de cigarrillos de uva, por lo que supuse que serían de Josefina. No conocía a otra persona a la que le gustaran esos cigarrillos asquerosos.

- Me mandé una ayer. - le confesé a mi amigo antes de soltar un suspiro. - Anoche Lara me besó y... Yo también la besé.

Solté una suave risa ante la reacción de Mateo. Se veía muy sorprendido. Se sentó a mi lado y encendió un cigarrillo. Realmente me preocupaba cómo era capaz de fumar a todas horas.

- Me gusta Lara... - dije sin más. - Hace un buen tiempo que me gusta y nadie lo sabe...

- Bueno, yo tenía alguna que otra sospecha. - me respondió Mateo. Exhaló el humo lejos de nosotros y prosiguió:- Bueno, no le veo nada de malo. ¿Cuál es el problema?

- Estaba muy tomada. - me encogí de hombros. - No creo que lo haya hecho porque de verdad le pasa lo mismo que a mí, no sé.

Me levanté y comencé a dar unas pequeñas vueltas por mi lugar. Alguna que otra vez, pateaba las mini montañas de nieve que se habían formado por la noche.

- Tengo miedo de arruinar nuestra amistad... Lara es muy importante para mí.

No podía pensar en cómo sería mi vida sin su presencia, sin oírla hablar, reír. Se me hacía un pequeño nudo en la garganta al imaginarla fuera de mi vida. ¿Estaba exagerando? Quizás Mateo tenía razón, no era más que un asunto sin importancia. Podríamos seguir siendo amigos sin problema, pero eso no quitaba el hecho de que mis sentimientos habían quedado evidenciados.

- Muchas veces queda en el aire ese dicho de... - mi amigo chasqueó con los dedos mientras intentaba recordar lo que iba a decirme. - Que uno se sincera cuando está en pedo... Pero bueno, es un dicho.

Los dos giramos nuestra atención hacia la puerta cuando vimos a Josefina salir. Se estaba encendiendo un cigarrillo y tenía puesto su pijama y la campera de nieve puesta encima. Soltó una pequeña risa al vernos.

- ¿No se cansan de fumar desde tan temprano? - Hice una mueca viéndola mientras se sentaba junto a Mateo.

- No sé, yo me tomé un café rápido con Lara y me vine... - ladeó su cabeza para verme y luego se quedó charlando con Mateo de algo que no pude oír bien.

La verdad es que tampoco tenía tanto interés en aquella conversación. La simple mención de Lara me hizo regresar a la cafetería ya que tenía la esperanza de encontrarla por ahí y poder charlar con ella. Aún así, ¿Qué le iba a decir?

No tuve mucho tiempo de pensar, porque inexplicablemente la invoqué y se apareció para asustarme por detrás. Me sobresalté rápidamente.

- ¡Te asustas re fácil! - dijo ella soltando una carcajada ante mi expresión de confusión.

Le dí una mirada de arriba a abajo. Lo único en lo que me fijé es que llevaba gran parte del maquillaje de la noche anterior, por lo que de seguro ella y Jos habían bajado para beber algo de café y luego regresar a su pieza.

- Puede ser... - solté sin saber qué decir.
Lara se me quedó viendo por un momento, me tomó del brazo cuando notó que me estaba por ir con apuro.

- ¿Todo bien? - me preguntó, en un tono suave. No me atrevía a volver a verla.

Me sentía algo cobarde por sentir esa necesidad de escaparme de ella y de toda la situación de la noche, pero no me sentía seguro para discutirlo con ella, pero al mismo tiempo era mejor darle un cierre.

- En realidad, quería hablar con vos, pero... - jugué un poco con mis manos cuando Lara soltó mi brazo. - Mejor en otro lado.

Los dos decidimos quedarnos en el hotel. Ninguno tenía tanto interés en hacer la famosa tirolesa sobre la nieve, así que Lara y yo nos quedamos viendo la tele en su pieza. El simple hecho de estar sentado en la misma cama en la que la había besado la noche anterior, me ponía más nervioso.

- No hay nada para ver en la tele, que cagada. - mi mejor amiga dejó de lado el control y se puso de pie para dar unas pequeñas vueltas en la habitación por el aburrimiento.

Yo no podía moverme, ni pronunciar alguna palabra. Mis ojos se posaron en mis manos temblorosas, las cuales escondí detrás de mí espalda cuando sentí la mirada de ella sobre mí.

- Eh, Lara... - en cuanto pronuncié su nombre, ella me vio fijo a los ojos. - Yo quería pedirte perdón.

Ella se sentó a mi lado de nuevo sin quitarme la vista de encima. Bajó un instante la mirada para enfocarse en un punto en específico.

- ¿Por qué? - preguntó, en un tono bajito.

Cuando volvió a alzar su vista, sus ojos se encontraron con los míos. Me esforcé en no romper el contacto visual, pero sólo tenía ganas de lanzarme sobre ella y volver a besarla. Lo cual era irónico, porque estaba a punto de disculparme con ella por haberla besado.

Lara asintió levemente con la cabeza, como si hubiera leído mi expresión y se encargó de ser la primera en romper el contacto visual que ella misma había creado. Ahora estaba enfocada en la ventana de la habitación; desde nuestro sitio, podíamos ver la nieve caer lentamente. Me pregunté por un instante si nuestros amigos estarían haciendo angelitos de nueve mientras nosotros estábamos en el hotel.

- ¿Es por lo del beso? - me giré a verla rápidamente en cuanto oí aquellas palabras salir de su boca. Ella me dedicó una sonrisa tímida. - En todo caso, yo tendría que disculparme.

- No. - respondí sin pensar. Luego negué con la cabeza ante mi apresurada respuesta. - O sea... Fue un accidente, no deberías disculparte.

Estiré mi brazo lo suficiente para tomar su mano entre las mías para tranquilizarla.

- Gracias, Fede. - me quedé un poco inmóvil cuando ella se acercó a abrazarme. - Sos mi mejor amigo. No sé qué haría si un día ya no estuvieras conmigo...

Ouch. Correspondí su abrazo con el corazón hecho un bollo, pero bueno. No quedaba de otra.

Bariloche pasó más rápido de lo que quería y todos no dejaban de hablar de lo genial que la habían pasado y de las millones de anécdotas que se habían llevado del viaje. No es que yo no compartiera ese sentimiento que tenían mis otros amigos, pero estaba aún más dolido por las palabras de Lara. Sos mi mejor amigo. Cada que su voz resonaba en mi cabeza, me sentía un poco más tonto por haber creído por un instante que ella sería capaz de corresponderme.

Lo nuestro no funcionaba más que para ser amigos. Mejores amigos. Sólo eso.

De todas formas, nunca me voy a olvidar cómo me sentí aquella noche en la que sentí que Lara había cambiado por completo su forma de mirarme y la que inició de a poco nuestro nuevo vínculo. Nuestra nueva conexión. Fue en nuestra fiesta de egresados; antes de lo esperado, y como si el tiempo no tuviera control, habíamos pasado de estar en Bariloche a terminar la secundaria todos juntos.

Para nuestra fiesta, recuerdo que los chicos y yo habíamos ido todos de esmoquín negro, excepto el rebelde de Mateo que había insistido en llevar un esmoquín azul porque decía que le quedaba más fachero. Las chicas, por su parte, habían pasado más de un mes eligiendo y poniéndose de acuerdo con los colores de vestido, simplemente para asegurarse de que ninguna fuera con el mismo color. No me pregunten los colores de los vestidos de las otras chicas, sólo recuerdo con exactitud el vestido color rojizo que llevaba puesto Lara. La falda era larga y tenía un ligero corte que permitía lucir sus piernas y sus tacones oscuros (los cuales la hacían lucir un poco más alta que de costumbre).

Recuerdo que Mateo había hecho bromas toda la noche respecto a lo linda que se veía, simplemente para ver si yo acotaba algún comentario, pero su apariencia me había dejado sin palabras. ¿Qué se suponía que podía decir respecto a ella? Siempre se veía hermosa, pero en aquella noche era como ver a la mujer más hermosa y radiante de todas. Mi corazón no podía evitar acelerarse cada vez que la veía pasearse por todo el salón de fiestas, conversando y jugando con las chicas y otras compañeras de nuestra clase.

No recuerdo en qué momento Lara se acercó a mí, pero me sobresalté un poco cuando ella susurró mi nombre cerca de mí oído y luego soltó una pequeña risa ante mis nervios.

- No me hablaste en toda la noche... - ella se encogió de hombros levemente. - ¿Todo bien?

- Sí. - apreté con fuerza el vaso que tenía en manos, simplemente para asegurarme de que no se me fuera a derramar por los nervios.

No pude evitar verla de arriba a abajo.

- Me gusta el rojo, aunque pensé que ibas a elegir un vestido dorado.

Ella alzó ambos hombros, aún sonriendo de forma suave.

- Quería cambiar de color un poco. - Lara ladeó su cabeza y me sacó el vaso de las manos para dejarlo sobre el piso. Rápidamente, me empezó a arrastrar hacía la pista de baile. - ¡Dale, vamos a bailar!

Antes de que pudiera negarme, ya estaba bailando con ella en la pista y con nuestros amigos y compañeros de curso, así que hice lo posible por seguirle la corriente. De vez en cuando, ella se reía por mis terribles pasos y se encargaba de guiarme, dedicándome algunas miradas que no sabía cómo tomar, pero los pasos se pusieron menos complicados cuando pusieron un baile medio lento. Como esos típicos de las películas románticas.

Mis manos se posaron en la cintura de Lara y ella puso sus manos sobre mis hombros. Ambos estábamos muy cerca el uno del otro y yo hice lo posible por no hacer muy notorios mis nervios, pero mi corazón estaba latiendo al mil.

Lara me veía fijo con esos hermosos ojos suyos y en ningún momento dejó de sonreír. ¿Por qué tenía que ser tan linda?

- Me hace muy feliz terminar esta etapa con vos... - le oí aclararse la garganta antes de decir: - O sea, con vos, con los chicos...

Yo asentí con la cabeza, totalmente de acuerdo con sus palabras.

- Pero... Me alegro principalmente de haberte conocido...

Sus palabras me habían tomado un poco por sorpresa, pero en lugar de decir algo y arruinar el momento tierno que se había formado, nos dimos un pequeño abrazo antes de seguir bailando, pero había sentido la necesidad de decirle toda la noche que yo también me sentía muy afortunado de poder respirar el mismo aire que ella.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎

Cuando terminamos la secundaria y el tiempo pasó, por un momento había creído que nunca más iba a ver a Lara o, incluso, a mi grupo de amigos porque cada uno estaba en la suya entre la facultad, el trabajo o sus asuntos personales, pero el grupo había permanecido intacto, al igual que mi amistad con Lara.

Cada tanto, nuestro grupo se reunía en la casa de Mateo para ver películas, cocinar algo o simplemente recordar nuestros buenos recuerdos de la secundaria. Por otro lado, Lara y yo salíamos bastante seguido. Había veces que ella se aparecía de la nada por mi casa y me obligaba a salir a caminar.

Yo siempre me sentía fatigado, pero nunca me atrevía a decirle que no. Ella siempre me daba un ligero aliento diciendo:

- ¡Dale! Ponete feliz de que pasas tiempo con tu amiga preferida.

Siempre me hacía ir hasta a pleno microcentro o íbamos por mi zona para que Lara pudiera comprarse sus pinturas y acuarelas para sus dibujos. Recuerdo que, en una ocasión, me había hecho pintar algunos lienzos con ella. Yo lo había hecho pésimo, pero me había animado diciéndome que "siempre había una primera vez para todo", pero no era lo mismo. Lara sabía pintar y dibujar muy bien. ¿Había algo que no supiera hacer bien? Bueno, yo le ganaba cocinando, pero debía admitir que ella tenía muchísimo talento y eso siempre me había parecido fascinante.

Desafortunadamente para mí, aquella vez que nos habíamos reunido en mi casa para pintar, había sido la última vez que nos habíamos visto en persona. Sí, conversábamos de vez en cuando por mensaje o por llamada, pero no era lo mismo. Aún así, comprendía que ella tenía su trabajo y estaba muy enfocada en sus estudios como para molestarla. Yo estaba exactamente igual, así que, no tenía mucho de qué quejarme. En ese último tiempo que había dejado de verme con Lara y mis amigos, había intentado enfocarme en la facultad, en terminar de juntar plata para mudarme de la casa de mi hermano y, por supuesto, también tuve que meterle mucho esfuerzo a mi trabajo.

Los meses y los días habían pasado, y digamos que ya estaba acostumbrado a mi nueva rutina de ir a la facultad, luego al trabajo y luego a casa por la noche para ver películas e ir a dormir, pero algo inusual me había sucedido un día, cuando salía del trabajo.

Había recibido una llamada de Mateo, la cual no había tardado en responder mientras cruzaba la calle junto con un montón de gente.

- ¿Mateo? ¿Qué onda? - dije yo mientras caminaba esquivando a algunas personas en el camino para ir más rápido.

- ¡Fede! Nada, perdón si te jodo. ¿Andás laburando?

- No, no. Recién salí, tranqui. - escuché un ligero "Ah" por parte de Mateo y negué con la cabeza. - ¿Qué me vas a pedir? Estás muy callado.

- Nada, nada... - escuché a Mateo reírse un poco. - Es que Julián y yo... Estábamos pensando en que nos vayamos de vacaciones todos juntos, en unas semanas. Hace mucho que no nos juntamos con todo el grupo.

Yo hice una mueca. Comencé a buscar mis llaves mientras pensaba en qué le iba a decir a Mateo, pero tampoco quería decir que no. Unas vacaciones con mis amigos no me venían nada mal, después de todo, extrañaba el poder charlar un rato y, sobre todo, poder ver a Lara. Mi corazón se aceleró un poco ante la idea.

Suspiré un poco.

- ¿A dónde vamos?

Tener que pedir permiso en el trabajo para irme no había sido sencillo, pero lo había conseguido. Aún así, no me entusiasmaba tanto viajar a la playa, pero Julián había insistido en que quería que fuéramos a la costa. Más específicamente: Villa Gesell. Ya habíamos ido en una ocasión sólo los chicos, así que Julián y Mateo habían creído que sería una buena idea que fuésemos nuevamente, pero todos juntos. Nosotros habíamos viajado en mi auto mientras que las chicas habían viajado en otro, excepto por Valentina quien había viajado en micro con una amiga suya.

El estar reunido con mis amigos me había hecho sentir como nuevo y, en cierta parte, había conseguido un lado más relajado que no sabía de dónde había salido con exactitud. Los chicos y las chicas seguían igual, aunque, había reconocido que todos estábamos un poco más maduros que de costumbre.

La que no había cambiado en absoluto (tanto en belleza y su increíble personalidad) era Lara, quien no dejaba de hacerme miradas constantes mientras yo cocinaba escuchando algo de música. Yo cada tanto le devolvía la mirada y sonreía un poco.

- Te extrañaba. - le confesé, haciéndola reír un poco. - No es lo mismo pasar tiempo con vos que hablarte por teléfono, eh.

- Ya sé, ya sé... - ella negó con la cabeza y se cruzó de brazos. - Yo también te extrañé. - rápidamente soltó un chasquido con la lengua. - Este último tiempo estuve a full, de verdad que tenía muchas ganas de vernos.

- Ey, no pasa nada... - posé mi mano sobre su hombro y luego le dí unas pequeñas palmaditas. - Me doy cuenta que todos estuvimos ocupados en este último tiempo.

Me concentré en seguir revolviendo la olla en la que estaba cocinando algo de salsa y luego volví a verla. Ella seguía viéndome fijo, con los brazos cruzados y una sonrisa que me había parecido muy tierna.

- Lo importante es que estamos todos juntos otra vez. - solté, sonriéndole un poco.

Cuando ella me sonrió de igual manera, me dí cuenta de que estaba perdido. Y que, lo que sea que había estado evitando entre nosotros, nunca se había ido. Me sentía un ridículo por seguir enamorado de mi mejor amiga. Quien, por cierto, ¡nunca te va a dar una oportunidad!

A medida que pasaban los días en la playa, había intentado evitar esos sentimientos que nuevamente me habían surgido por Lara, pero cada vez me era imposible seguir escondiendo que la amaba más que a nadie y más con los juegos o las miradas que nos hacíamos mutuamente. Me iba a matar. Cuando me harté de esa situación, fui en busca de un consejo con Mateo.

Los dos estábamos caminando en dirección a un kiosco para que él pudiera comprar cigarrillos. Con tan solo oírme decir que me pasaban cosas con Lara, él se burló dándome un empujón.

- Yo sabía que seguías enamorado de ella. - me guiñó un ojo antes de encogerse de hombros. - No sé qué decirte Fede... Yo siempre te dije que te tenías que arriesgar con ella.

Solté un chasquido con la lengua.

- No entiendo por qué seguís teniendo tanto miedo... - prosiguió, con sus ojos enfocados en el camino. - No somos los mismos adolescentes que fuimos antes, si a Lara no le gustas, no va a ser tan inmadura como para no hablarte nunca más por lo que sentís.

Lo pensé con cuidado. Mi amigo tenía razón; tanto Lara como yo, no éramos los mismos. Y era consciente de que nuestra amistad era muy fuerte. Podría ser capaz de superar un rechazo por su parte, porque no esperaba que me correspondiera.

- Sí dice que no, supongo que puedo conformarme con ser su amigo únicamente... - detuve mi paso, haciendo que Mateo se volteara a verme. - Hoy a la noche se lo digo.

Ni siquiera recuerdo cómo reuní el valor suficiente para pedirle a Lara que hablemos a solas, mientras bebíamos unas latas de cerveza. Le había metido como excusa que quería ponerme al día con ella, aunque ya lo habíamos hecho más de una vez en esos días, pero terminó aceptando dado el hecho de que todos habíamos decidido quedarnos en los departamentos, en lugar de salir al boliche.

Yo no podía dejar de mirarla mientras se arreglaba el pelo con una mano. Se veía tan atractiva ante mis ojos.

Ella no había dejado de hablar respecto a las tantas amistades que había hecho en la facultad y las millones de anécdotas que tenía con sus compañeras de clase, pero yo me había quedado perdido en su cabello, su piel bronceada y brillante. El color rosado de sus labios delicados.

Tomé un buen sorbo de mi cerveza antes de finalmente hablar:

- Lara... ¿Te puedo decir algo?

Ante mi repentina interrupción, ella asintió con la cabeza. Noté que sus ojos reflejaban algo de sorpresa por lo apurado que había sonado.

- ¿Todo bien? - ella me vio de arriba a abajo.

Ante su mirada, me dí cuenta de que estaba demasiado inquieto. Ni siquiera me había percatado de que estaba moviendo demasiado las manos. Solté una risa antes de esconder mis manos en los bolsillos de mi campera.

- No... - dije yo. Mi respuesta hizo que ella alzara las cejas. - No sé... Cómo decirte lo que siento.

Lara tomó mi mano y mantuvo el contacto visual conmigo. Suspiré un poco antes de entrelazar mis dedos con los suyos, notando un pequeño rubor en su rostro.

- Sueño con que seas mi novia desde el momento en el que nos conocimos... -confesé, finalmente. - Te amé por completo desde la primera vez que te escuché reír, desde la primera vez que nos dirigimos la palabra y...

Bajé la mirada un momento, sintiendo mis mejillas arder, incapaz de mantener el contacto visual por más tiempo.

- Mentiría si te digo que no pienso todo el tiempo en ese beso que nos dimos en Bariloche, aunque haya pasado mucho tiempo de eso y...

Lara posó su mano libre en mi hombro para que volviera a verla. Noté que sus mejillas estaban igual de ruborizadas que las mías y un ligero brillo se había apoderado de sus ojos.

Sin embargo, la conversación se vio interrumpida cuando apareció Josefina en el living y comenzó a hablarnos haciendo que ambos actuemos como si nada, aunque no pudimos evitar darnos algunas miradas entre nosotros.

Finalmente, Lara se puso de pie y empezó a frotarse los brazos.

- Eh, yo ya me voy a acostar... Buenas noches. - saludó a Jos con un beso en la mejilla. A mí, me dio una mirada rápida antes de ir a su habitación.

Después de eso, el silencio se hizo presente entre nosotros por algunos días. Exactamente, habían sido dos, pero para mí habían sido dos días eternos y no había sido sencillo sobrellevarlos viendo que ella conversaba con todos, excepto conmigo. Sabía que necesitaba su espacio y que quizás lo estaba procesando, pero sentía una ligera impotencia por no poder hacer nada o no poderla oír decir algo respecto al tema.

Y como si el universo me hubiera oído, cuando dejé de preocuparme por el tema, ella sola fue en mi busca: era de noche, pero ella se había metido en nuestro departamento y había golpeado la puerta de mi habitación de forma suave como para no hacer mucho ruido, pero lo suficientemente fuerte para que yo pudiera oír.

Yo abrí la puerta y me quedé viéndola con cierta sorpresa de que estuviera en mi puerta a las tres de la mañana, pero antes de que consiguiera decir algo, me interrumpió alzando su mano.

- Yo también te amo... - sus palabras me dejaron inmóvil. - Me siento muy mal por haberme dado cuenta de esto tan tarde o de haber ignorado que compartimos el mismo sentimiento todo este tiempo... - ella jugó con sus dedos sin dejar de mirarme. - Supongo que ese beso en Bariloche no fue por nada...

- Entonces... - conseguí decir cuando me recompuse. Me crucé de brazos rápidamente, intentando ocultar mi emoción por oírla decir todo eso.

- Aunque tengo dudas sobre lo que pueda pasar más adelante, sí... - ella se acercó más a mí. - Quiero ser tu novia.

Estoy soñando.

No fui consciente de lo que estaba sucediendo hasta que Lara me abrazó. Tardé unos segundos en corresponderle, abrazándola con fuerza. Mi corazón no dejaba de latir a gran velocidad mientras la sentía en mis brazos, mientras sentía la calidez de su cuerpo y su hermoso perfume de coco. Mi cuerpo se relajó ligeramente al poder tenerla así conmigo finalmente.

- No puedo creer que la chica más hermosa de todas es mi novia... - solté con incredulidad sin dejar de abrazarla.

Ella se rió de forma suave ante mis palabras.

- Cállate.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro