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Estoy en casa

Cuando abrí los ojos, lo primero que ví fue a Lara despertándome, agitando un poco mi hombro para que finalmente abandonara mi sueño. A pesar de aún seguir dormido, reconocí su expresión de cansancio y lo despeinado que estaba su cabello rubio. Se veía hermosa, como todas las mañanas.

Finalmente, cuando salí de mi trance, reconocí que estaba sonando mi alarma, así que estiré mi brazo para apagar la alarma del teléfono y me volví a cubrir hasta la cabeza con las sábanas.

- Cinco minutos más... - me quejé. Lara comenzó a agitar mi cuerpo nuevamente.

- Todas las mañanas haces lo mismo. Siempre te termino despertando yo porque nunca escuchas tu alarma. - ella me destapó y me estiró el brazo para que saliera de la cama.

- ¿Y sí falto al trabajo hoy? - insistí, abriendo nuevamente mis ojos para mirarla.

Ella se cruzó de brazos, con el ceño fruncido. Se veía muy adorable, pero sabía que si se lo decía, lo más probable es que me mataría.

Solté un pequeño chasquido con la lengua antes de frotar de forma suave mis ojos antes de ponerme de pie y caminar hasta el baño. Mientras me lavaba los dientes, recibí un pequeño abrazo por detrás de Lara, quien luego se puso en puntas de pie para darme un beso en mi mejilla.

- Espero que te vaya bien en el trabajo. - ella me había dedicado una pequeña sonrisa, a pesar de lucir aún algo somnolienta.

Cuando me giré a verla, ví su recorrido desde el baño hasta la cama nuevamente. Antes de que pudiera decirle algo, ya estaba completamente cubierta por las sábanas.

- ¿Vos no tenés trabajo hoy?

- No, hoy no... - me respondió, escondiendo su cabeza contra la almohada. - Hoy es mi día de descanso.

- Suertuda...

Cuando terminé de vestirme y me abrigué lo suficiente para salir, dejé un pequeño beso en la cabeza de Lara mientras dormía antes de marcharme directo al trabajo. Lo bueno es que no estaba muy lejos, así que sólo tenía que caminar algunas cuadras, lo que me daba la oportunidad de escuchar algo de música mientras andaba por la calle. Algunas veces, me entretenía en la cocina, pero había algunos otros días en los que simplemente quería quedarme sentado sin hacer nada. Aquel día no fue la excepción.

Por suerte, mi cabeza se mantuvo ocupada preparando algunos sánguches y escuchando algo de música. De vez en cuando, tenía que salir de la cocina para ir a servir comida o preparar mesas por la falta de meseros que habíamos tenido en el día. Definitivamente esperaba que me pagaran el doble por todo el trabajo extra que había hecho.

A las tres, mi horario de trabajo finalizó. Al fin. Me despedí de mis compañeros y comencé a caminar en dirección a mi departamento nuevamente. En el camino, me había tomado la molestia de comprarle unas gomitas a Lara. Era lo que siempre me pedía cuando salía, así que quise sorprenderla con un mini detalle (aunque está chica se merece muchísimo más).

Cuando llegué a nuestro cálido departamento, pude ver a mi novia dibujando algo en la mesa delante del televisor mientras veía una película. Rápidamente se giró a verme y se puso de pie para abrazarme.

Era muy usual para ella hacer eso.

- Estás helado. - dijo ella cuando se alejó de mí. - ¿Hace mucho frío afuera?

- Más o menos... - me saqué la campera de abrigo y la dejé colgada en el perchero que estaba junto a la puerta. - Aunque no lo sufro tanto cuando estoy en la cocina.

Me senté a su lado en el sillón y observé más de cerca lo que estaba dibujando con sus acuarelas. A Lara le gustaba dibujar muchos paisajes y, esos pequeños pero muy bellos dibujos, siempre terminaban en algún sitio de la casa. En algún cuadro o en algún estante.
Apoyé mi mentón en la palma de mi mano.

- Me gusta... - comenté. - ¿En dónde vas a poner ese?

- Estaba pensando en... Un cuadro para el pasillo de la habitación, está muy vacía esa pared.

- No es mala idea. - mis ojos se posaron en una pila de sobres que estaban sobre la mesa, junto a las acuarelas de Lara.

Cuando Lara me vio tomarlos, ella asintió con la cabeza como si hubiese recordado de repente que estaban ahí.

- Llegaron las boletas de luz y otras más, pero no revisé.

Yo pasé sobre tras sobre, viendo por encima de qué era cada uno. No estaba prestando mucha atención. Sin embargo, mi expresión cambió al reconocer un sobre desconocido con mi nombre en cursiva en la parte de atrás. Tenía un listón rojo atado en un moño.

Mi novia se vio igual de interesada que yo y se acercó un poco más, animándome a que lo abriera para ver qué había dentro. No tardé en abrirlo y, antes de que Lara pudiera echar un ojo sobre lo que estaba leyendo, ahogué un pequeño grito y me tapé la boca de la emoción provocando que ella luciera más confundida.

- ¿Qué pasa? ¿Qué es? - me preguntó con cierta desesperación, queriendo saber todo detalle de la carta y de mi reacción.

Me giré a verla, dejando de lado el sobre y sonreí un poco. La sorpresa seguía en mi rostro.

- Mi hermana se va a casar.

Lara sonrió un poco con dulzura.

- ¡Awwww! - rápidamente, su expresión se cambió a una de duda. - ¿Tenés una hermana?

- Sí, me parece que en todos estos años de conocernos me olvidé de contarte. - recibí un codazo por parte de mi novia.

- ¿Cómo se te pasó ese detalle? - Lara se cruzó de brazos y se quedó viendo un punto fijo. - Ahora que lo pienso... No sé casi nada de tú familia.

Ella tenía algo de razón. Yo conocía por completo a la familia de Lara. Sabía cuántos primos tenía, sus hermanos, cuáles eran sus tías preferidas y cuáles no le agradaban, conocía a sus papás y sus comidas favoritas, pero Lara no sabía absolutamente nada de mi entorno familiar.

¿Qué era lo que sabía? Sólo tenía un pequeño conocimiento de que había crecido una parte de mi vida en Buenos Aires con mi hermano y que mis papás vivían en Río Negro. Analizándolo un poco, si era muy poca información, pero yo no era el tipo de persona que le gustase hablar de su familia a sus amigos, no por hacerme el misterioso o algo, sino porque me parecía un detalle innecesario. Ahora reconocía que era una información muy importante dentro de nuestra relación.

Después de haber recibido algunas quejas por parte de mí novia, por la tarde llamé por teléfono a mi hermana para felicitarla y agradecerle por la invitación. Me había sentido algo raro de oír su voz después de tanto tiempo, pero al mismo tiempo era agradable oírla hablar con mucha emoción respecto a su boda.

Dí algunas vueltas por el departamento mientras sostenía el teléfono cerca de mí oído. De vez en cuando, mis ojos se posaban en Lara que estaba ordenando la cocina.
Me mordí ligeramente el labio antes de volver a hablar:

- Belu, espero que no te joda, pero... - jugué un poco con mis dedos nerviosamente. - Me gustaría que mi novia también viajara conmigo, ¿hay problema en eso?

Alejé un poco el teléfono cuando la escuché soltar un pequeño grito de emoción.

- ¡¿Estás de novio?! Re bien, no sabía nada. - me respondió ella. Sonaba más emocionada de lo normal. - Obvio que puede venir, no hay problema.

- Bien... - asentí con la cabeza ligeramente.
Por alguna razón, me sentía muy nervioso con todo el tema. ¿Lara conociendo a mí familia? No era algo que me imaginaba, no porque no quisiera que ella los conociera o viceversa, sino porque no esperaba reunirme con mi familia después de tantos años.

En un impulso de idiotez, antes de que mi hermana cortara la llamada, la interrumpí para añadir algo más:

- Eh, no quiero flashear, pero... - suspiré un poco. - ¿Pueden venir seis amigos más con nosotros?

Incluso yo me había sorprendido cuando Belén me dijo que no había problema. Lara había estado confundida, pero no se había quejado. Después de todo, dijo que le agradaba la idea de que también estuvieran nuestros amigos.

El día que estábamos por partir a Bariloche, ella se acercó a mí con su maleta y se cruzó de brazos antes de decir:

- ¿Seguro que no hay problema en que vayamos todos? Me parece que los chicos no tienen nada que ver...

Yo me encogí de hombros. Mis ojos se fueron a parar a nuestro grupo de amigos los cuales estaban haciendo un ligero descontrol en el aeropuerto antes de volver a verla.

- Belén dijo que no había problema. - le recordé. - Además, pienso que... Sería una buena idea que mis viejos conozcan a mis queridos compañeros de toda la vida, los cuales estuvieron conmigo desde que me mudé acá y... - rodeé un poco su cintura con mis brazos. - A mí hermosa y talentosa novia, claro.

- ¡No coman enfrente de los pobres! - me gritó Josefina, haciendo que ponga los ojos en blanco.

- Eh, no molesten o se quedan acá.

La parte más difícil fue la de embarcar y convivir todos juntos en el avión. Me había olvidado un poco que cada vez que salíamos como grupo se formaba un circo, pero por suerte, las dos horas de viaje habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. Lo primero que hice cuando llegamos, fue bajarme del avión casi corriendo.

Cuando todos fuimos en busca de nuestras maletas, me giré ligeramente cuando escuché a Oriana hablar con Lara.

- Con Matu agradecemos la invitación, pero denle, ¿nos van a decir por qué viajamos hasta acá?

Mi novia se giró a verme y sonrió con algo de malicia.

- Apoyo emocional, supongo.

Antes de salir del aeropuerto, todos tuvimos que abrir nuestras maletas para ponernos un poco más de abrigo por el frío y la nieve del exterior. Incluso dentro, yo ya estaba temblando.

Oriana había ido corriendo tras Mateo cuando el chico había comenzado a correr con su maleta con rueditas.

- ¡Mateo, abrígate que hace frío! - le gritó ella sin dejar de ir detrás suyo.

- ¡Quiero ver la nieve primero!

En cuanto cruzamos las puertas de salida, un viento helado me golpeó la cara y mi atención se fue por completo a la nieve que caía sobre nosotros. Estoy en casa. En parte, no lo sentía así, pero era agradable recordar cómo en mi infancia solía jugar casi todos los inviernos en la nieve.

- Extrañaba Bariloche... - las palabras de Lara me sacaron de mi trance. Me volteé a verla.

Tenía una sonrisa amplía en su rostro y avanzaba cuidadosamente por los escalones que estaban delante nuestro. Yo imité su andar sin dejar de mirarla.

- ¿Sí? - yo me encogí de hombros. - Bueno, supongo que todos...

- Tenemos muy lindos recuerdos del viaje de egresados... ¿No?

Mis mejillas se calentaron un poco al recordar la primera vez que Lara y yo nos habíamos besado. Un recuerdo que atesoraba en mi corazón, aunque ella no lo supiera. Asentí con la cabeza ante sus palabras y tomé su mano antes de avanzar un poco más rápido para alcanzar a nuestros amigos.

Mi hermano no tardó en llegar para irnos a buscar en su camioneta. En parte, parecía algo sorprendido de que fuéramos varios, pero cuando me disculpé sólo había dicho que ya estaba acostumbrado a mí gran grupo de amigos. De entrar, habíamos entrado todos, aunque habíamos viajado algo apretados y algunos encima de otros, pero tampoco había sido tanta molestia.

Cuando comenzamos a pasar por el extenso centro de Bariloche, con sus largas cuadras con negocios, chocolaterias y regalerías, me sentí ligeramente nostálgico. Lo bueno es que no había sido el único.

- ¡Ay, miren! ¡Los boliches! - había pegado un ligero grito Fiorella cuando habíamos pasado con el auto por la cuadra de los boliches que alguna vez habíamos visitado durante nuestro viaje.

Todos se habían empujado entre todos para ver por la ventana. Como respuesta, Jos se había quejado cuando la aplastaron.

- Cuando tengamos tiempo de recorrer el centro, los vamos a ver. No hace falta que se me tiren encima todos.

Poco a poco había comenzado a reconocer el camino cuando comenzamos a avanzar por las calles cubiertas de nieve. Eran las mismas calles que solía correr con mis hermanos luego de pasear, las mismas por las que había caminado alguna vez para acompañar a mi mamá para hacer las compras.

Estaba sintiendo algo que hacía mucho tiempo no sentía, al igual que una ligera ansiedad que se apoderaba de mi cuerpo. Había sentido un ligero temblor en las piernas, pero rápidamente me recompuse cuando Lara apoyó su mano sobre la mía para llamar mi atención.

- ¿Estás bien? - susurró ella sin sacarme los ojos de encima.

Y como si me hubiera leído la mente, solté un suspiro. Ella entrelazó sus dedos con los míos.

- Perdón...

- No me pidas perdón... - Lara sonrió de lado. - Es normal que estés nervioso, no venís hace años acá, pero no pasa nada... Estoy con vos.

Las palabras de mí novia habían logrado hacerme sentir mejor, aunque no del todo. Cuando el auto frenó y todos comenzaron a bajarse con apuro, supe que debía hacer exactamente lo mismo y no me sentía cómodo con esa idea, pero decidí seguirle el paso a Lara sin soltar su mano.

Los chicos parecían ligeramente asombrados por lo enormes que eran los jardines de la casa, cubiertos por una gran variedad de flores y plantas (aunque estaban algo cubiertas por la nieve) e hileras de árboles de gran altura. De todas formas, yo me sentí algo decepcionado. Recordaba el jardín más grande.

- ¡Fedecito! - cuando escuché la voz de mi mamá mientras corría hacia mí, sólo reaccioné cuando Lara me soltó la mano para dar un paso hacia atrás.

Mi mamá me abrazó con fuerza y comenzó a llenarme la cara de besos. No me quejé, pero sí sentí algo de vergüenza al escuchar las risitas de los chicos viendo fijo la escena.

Como pude, correspondí el abrazo de mi vieja y me giré un poco cuando reconocí que se había sumado al abrazo mi papá diciendo:

- Que grande que estás, pibe. - mi papá me dio unas ligeras palmadas en la espalda haciéndome reír.

- A mí me parece que estás un toque más viejo vos... - dije con un ligero tono de broma antes de girarme a ver a Lara.

Ella seguía detrás mío, con una pequeña sonrisa en el rostro y cruzada de brazos. Sabía que lo más probable es que estuviera burlándose de mí internamente por ser tan mimado.

Cuando todos bajamos las maletas de la camioneta de mi hermano, nos metimos dentro de la casa. Los chicos no dejaban de hacer comentarios respecto a lo bonita que era o lo chistoso que me veía de chico (por la infinidad de fotos mías que había), pero yo estaba un poco más ocupado intentando recordar con mi mamá dónde estaba cada cosa de la casa. En ningún instante me soltó la mano mientras caminaba detrás suyo.

- Acá pintamos las paredes, a tu papá ya no le gustaba que fueran todas amarillas. - ella se giró a verme. - Igual vos no te debes ni acordar de los colores de cada pared.

Yo me reí un poco.

- Lo único que reconocí es que cambiaste el espejo del baño...

No pisaba mi vieja casa desde que tenía diez años, que era mucho tiempo para mí, y no había tenido una conversación tan larga con mis papás desde hacía tres años, así que poco a poco me estaba acostumbrando a su cercanía, a oírlos y a todo lo otro.

Nos sentamos en el comedor y mi mamá nos recibió con unas empanadas recién salidas del horno. Yo tuve que contener una pequeña risa cuando vi a los chicos a los empujones por la comida.

- Despacio, que están calientes... - había advertido mi mamá mientras veía a Julián y a Mateo devorar las empanadas con apuro.

- Mierda, venían con hambre, che. - ante el comentario de mi papá, las chicas se habían reído.

- Perdón, no estaba tan buena la comida del aeropuerto... - Jos le dio una mirada rápida a los chicos para que dejasen de comportarse como unos muertos de hambre.

- Sí, aparte, tienen una pinta estas empanadas... - me giré un poco cuando escuché a Lara hablar junto a Jos. Su voz había sonado algo baja por la timidez.

Yo me mordí ligeramente el labio. Creo que era la primera vez que la había oído tan tímida e incluso lo había podido reconocer por cómo se apoyaba en el hombro de Jos en todo momento.

Me aclaré un poco la garganta cuando recordé que aún no había presentado correctamente a mis amigos y a mi novia con mis viejos.

- Eh, ma, pa. Me había olvidado de contarles que con los chicos nos conocemos desde que entré al colegio en Buenos Aires...

- Ah, mirá. Algo me estuvieron diciendo tus amigas mientras me ayudaban a poner la mesa. - mi vieja asintió un poco con la cabeza.

- Bueno, las únicas que no fueron al colegio con nosotros son Agus y Ori, que las conocimos hace poco. - comentó Fiorella mientras se servía algo de jugo de la mesa. - Cada tanto, el grupo se va agrandando.

Mi papá respondió con un simple "Ah" antes de que mi mamá cambiase el tema y se pusiera a charlar con los chicos. Yo me sentí un poco frustrado por no poder haber dicho que Lara y yo estábamos saliendo, pero a ella no le molestó, además, había tiempo de sobra, en teoría, para que pudiera hablar con mis papás.

Cuando terminamos de comer, mi viejo nos mandó a instalarnos en las cabañas traseras de la casa las cuales, si no mal recuerdo, mis papás usaban para recibir al resto de la familia cuando venían de viaje o cuando sus amigos venían a visitarlos algunas veces. Todos nos dirigimos con nuestras maletas con algo de apuro por el intenso frío que se había asentado.

- ¿Hacemos una cabaña de chicos y chicas o cómo es la cosa? - Josefina se giró a verme cuando llegué hacía donde estaban todos acumulados.

- ¡Yo quiero dormir con Oriana! - Mateo se había colgado como un koala a su novia que se había quejado un poco por el peso repentino en su espalda.

- Yo también quiero dormir con Lara, pero no me quejo, bobo. - rápidamente le dí un empujoncito a mi amigo antes de mirar las cabañas. - Hagamos una de chicos y chicas y listo, sino hay una de más para las parejitas, pero no sé si mis papás van a tener más visitas en estos días.

Mateo se había cruzado de brazos de mala gana. Parecía un nene caprichoso. Cuando vio a Agustina abrazando a Fiorella por los hombros, se regresó a mí y dijo:

- No es justo, Fiorella y Agustina están juntas y son pareja.

- ¡Envidioso! - le había pegado un grito Fiorella antes de meterse a la cabaña con sus maletas al igual que las otras chicas.

Nos tardamos un buen rato en acomodarnos en las cabañas, aunque en realidad, las que más habían tardado habían sido las chicas. No habíamos tenido oportunidad de descansar aún ya que, luego de que terminamos de elegir las camas, acomodar la ropa en los armarios y dejar las maletas, mi mamá nos había avisado que mi hermana y su pareja nos estaban esperando en la casa de mi hermana, así que todos tendríamos que ir para allá.

La casa de mi hermana no quedaba muy lejos, así que tendríamos que ir caminando. Con algo de frío, pero caminando. Mis papás iban un poco más adelante de nosotros, con mi hermano mayor charlando con ellos, mientras mi grupo de amigos y yo íbamos a un paso algo ligero. Yo estaba en silencio, pero podía escuchar los comentarios que hacían los chicos durante el camino.

Para ser de la ciudad, parecían un grupo de chicos del campo con todas las boludeces que decían o por la manera en la que se asombraban por la inmensidad de las casas de esa zona.

- Eh, si tus papás viven en zona de chetos, vos también lo sos. - me había pegado un codazo Mateo mientras soltaba una risita. - No sabíamos que tenías este lado tuyo con platita.

- Déjalo, yo también lo mantendría en privado si mis viejos tuvieran plata. - me defendió Fiorella dándole un empujón a Mateo. Este soltó una carcajada.

- Capaz Fede estaba poniendo a prueba nuestra amistad, eh. - soltó Jos, dándose la vuelta para darme un pequeño guiño.

Yo le respondí con una rápida risa, pero no pude evitar fijarme en Lara que venía caminando en silencio y con los brazos cruzados, así que esperé a que pasaran todos para reducir mi ritmo y caminar a su lado, rodeando uno de mis brazos sobre sus hombros para acercarla un poco más hacia mí y darle un pequeño beso en la cabeza. Ella sonrió un poco con timidez.

- ¿Todo bien? - le pregunté en un tono suave.

Ella arrugó la nariz en respuesta.

- Estoy procesando todo, creo. - ella caminó a mi ritmo y recargó su cabeza contra mi por un instante. - No sabía qué decir con tus papás y ahora menos con tu hermana, que es la única de tu familia que sabe de... Lo nuestro.

Yo solté un pequeño suspiro. Aunque no parecía, también estaba un poco nervioso de pensarlo. Mis papás iban a enterarse en la casa de Belén y seguro iban a llevarse una gran sorpresa por el hecho de que Lara y yo nos lo habíamos guardado en ese buen rato que estuvimos en la casa, incluso cuando le presenté a mis amigos. Pero bueno. No tenía muchas ganas de pensar en eso.

Dejé de abrazar a Lara y tomé su mano entre las mías antes de entrelazar sus dedos con los míos. Cuando ella se giró a verme, la detuve en un instante para que pudiera verme fijo a los ojos.

- Vos tranquila... Yo me encargo de todo. Dejemos que fluya la cosa. - alcé ligeramente su mano para darle un pequeño beso, haciendo que ella se ría de forma suave. - En parte, me emociona que sepan que sos mi novia...

- ¿Tanto? - había preguntado ella en un ligero susurro.

- Sí, porque soy afortunado de tenerte... - rápidamente le jalé el brazo con cuidado para que siguiéramos caminando con el resto.

Después de un rato caminando, llegamos a la casa de mi hermana. No era un terreno tan extenso como el de mis papás, pero era un buen terreno. Tenía curiosidad de si sería suyo, de mis papás o de su futuro marido. Al igual que mis amigos y mis viejos, Lara y yo nos adentramos en la casa, disfrutando de la calidez proveniente de la chimenea de la entrada. Todos nos sacamos las camperas de nieve y las dejamos colgadas en el perchero, otras quedaron en el sillón por la falta de espacio.

Antes de que pudiera preguntar dónde habían ido los chicos, ya los había visto a todos entrando a la cocina para servirse tacitas de café y robar algunas cosas dulces. Tuve que contener una risa cuando vi a Julián peleando con Fiorella por un roll de canela.

Lara y yo nos metimos en la cocina también, pero ella se quedó junto a las chicas y yo me giré un poco cuando escuché a mi mamá llamándome.

- Fede, hijo, vení. Creo que tú hermana está en su pieza. - me dijo. Yo asentí con la cabeza y la seguí hasta lo que parecía ser la habitación de mi hermana y su prometido.

Belén estaba doblando algo de ropa, pero en cuanto nos escuchó llegar, soltó un pequeño grito de emoción y se acercó a abrazarnos.

- ¡No los escuché llegar! - Cuando mi hermana soltó a mi mamá, se lanzó a abrazarme con mucha fuerza. Por un momento, pensé que se me iba a cortar la respiración.

- ¿Qué haces, nena? - conseguí decir, correspondiendo su abrazo.

- ¡Te extrañé un montón, hermanito! - ella se alejó un poco para verme de pies a cabeza, aún con una sonrisa amplia en el rostro. - ¡Estás enorme! No me lo creo.

Yo sólo me reí con algo de vergüenza, como respuesta. Me llevé la mano a la nuca sin saber qué decir. Hacía un buen tiempo que Belén y yo no nos veíamos. Ver a mi hermana más adulta y... Pensando en el hecho de que estaba comprometida ya, era algo muy grande.

- Vos también estás diferente...

- ¿Y dónde está? - me preguntó ella, con una pequeña sonrisa en el rostro.

Por un momento, no había entendido del todo su pregunta, hasta que reconocí que ella alzó ambas cejas, recordando indirectamente lo que habíamos hablado por teléfono y que ella era la única que sabía lo de Lara.

- Ah, eh...

- ¿Los amigos? Están en la cocina, ya se deben haber comido todo lo que dejaste. - interrumpió mi mamá, soltando una pequeña risa, viéndola a Belén y luego a mí.

Antes de que pudiera agregar algo más, Belén habló encima mío:

- No, ma, los amigos no. - ella se rió, viéndome a mí y cruzándose de brazos. - Me refería a la novia de Fede...

Me puse un poco más nervioso, sobre todo porque mi mamá parecía algo... ¿Sorprendida? Tenía una expresión que no supe descifrar en el momento. Era una mezcla de sorpresa, confusión, quizás decepción. Yo sólo sabía que en ese momento quería que me tragara la tierra por no haber conseguido confesar que estaba en pareja desde que habíamos llegado y por el hecho de que Belén se me había adelantado.

Me removí un poco en mi lugar, echándole una mirada a mi hermana. La sonrisa que tenía ella se borró ligeramente al reconocer que había hablado un poco de más.

- ¿Tenés novia? - me preguntó mi mamá, viéndome fijamente. - ¿Y cuándo tenías pensado contarnos? ¿Quién es?

Ella tomó una pausa acercándose a mi y posando su mano sobre mi brazo, dándome unas caricias ligeras.

- ¿Es una de las chicas que vinieron con vos?

Yo asentí con la cabeza, intentando darle una sonrisa a mi mamá, aunque se evidenciaba bastante lo incómodo que estaba con aquella situación.

- Sí, sí... Eh, creo que debería volver a presentarla con ustedes.

Antes de que tuviera la oportunidad de echarle alguna mirada asesina a Belén, ella había inventado una excusa de que había dejado algunas cosas en el horno y se fue con gran apuro de la pieza, dejándome con mi mamá y una conversación que no estaba para nada preparado para tenerla.

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