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IMPORTANTE: Las escenas que aquí se describan, son para todas las edades siempre que lean bajo su propio riesgo.

No es de interés de la autora el incitar a ninguna actitud negativa o viciosa en sus lectores.

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Está canción me ayudo a llorar mucho y meterme en el sentimiento de cada personaje...

https://youtu.be/vrpacBp1zsQ

BOUN🖤

Lo peor que podría ocurrirle al día siguiente era el despertar en la mañana, sentir que su cabeza se partía y sus labios tan resecos como su garganta. O, pero, la sensación de que su estómago no sostendría ninguna comida. Pero de eso se encargaría al otro día, hoy iba a hacer algo de lo que no estaba orgulloso.

Miró la botella y le dio el último trago. EL timbre sonó y miró la puerta con insistencia, debatiéndose en si ir a mirar o no. No estaba para visitas. Además, ¿a quién rayos se le ocurría buscarlo en su propio departamento a las 11 de la noche? Y, ¿quién pensaban que era para creer que le abriría la puerta? Pero claro, el alcohol en sangre le hacía pensar una cosa y hacer otra.

Miró el intercomunicador y la pantalla, era su compañero, no, su excompañero de agencia. ¿O era él el ex? Abrió la puerta y se interpuso entre su visitante y la entrada, no quería tener que dejarle entrar y hacer que el otro viera su peor versión. Se había pasado años perfeccionando su imagen frente a todos en la agencia, sin excepciones.

Entonces el pelinegro le miraba constante y sin pestañear siquiera. Boun miró su reloj en la muñeca, aunque los números se le hacían resistencia. No se quedaban quietos y se notaban borrosos.

El pelinegro frunció el entrecejo y achinó los ojos. - ¿No llevas lentillas? ¿Y dónde están tus gafas de visión?

- ¿Qué te importa? –espetó enojado sin motivos. –Di pronto a qué vienes a esta hora. Deberías estar celebrando tu súper premio y no esta acá conmigo. Tu nuevo compañero estará ansioso por conocerte.

El amargor en su garganta cuando dijo las palabras no se comparaba a la cara de tristeza de la persona frente a él. En su cabeza se arrepintió y quiso retractarse, pero era mejor terminar las cosas de una vez a darle esperanzas. Una vez que terminaba su contrato, lo hacía también su supuesta amistad. No quería tener que verle la cara cada día y sentirse como una basura.

Tal y como lo habían desechado horas antes.

La mano insistente le agarró el antebrazo. –Boun, ¿entonces es cierto? ¿No actuaremos más juntos y te pondrán a un nuevo compañero?

El rubio bajó su mirada hacia los blanquecinos dedos que lo retenían. Hubo un tiempo en que adoraba tocar esas manos, se sentían como un puzle de algodón entre las suyas. Incluso cuando le abrazaban tan fuerte que sentía su espalda quebrarse.

Sacudió la cabeza y le devolvió una respuesta, aun mirando hacia abajo. –Así es, te pondrán un compañero que te ayude a mantener el lugar en la cima en que estas. Y a mí, pues supongo que me darán algo que hacer.

-No estoy hablando de si me pondrán a alguien o no, estoy hablando de ti. –la rabia del otro hizo que su espalda cosquilleara. Le recordó a cuando se conocieron hacía ya más de 3 años, pocas veces ocurría, pero Prem se enojó con él. Le llamó ''niño caprichoso y mimado''. Sonrió. Por todo lo bueno en el mundo, se estaba volviendo rara su mente con tanto vino tinto si por su cabeza estaba pasado el pensamiento de querer volver a escuchar esas palabras y sentir esa energía contra él. Si pensaba en que se sintió especial, pues el pelinegro no demostraba preocupación por nadie más ni intentaba que otras personas cambiase para bien. Al menos no con el mismo interés y empeño.

Sí, se sintió exclusivo.

- ¡Boun! Te estoy hablando y me estas ignorando.

-Baja la voz, niño. Estas en el pasillo y hay vecinos.

- ¿Me has llamado niño? –la mirada asombrada del menor no tuvo precio, era una mezcla entre sorpresa y tristeza, como una traición. –No me decías así hace mucho, siempre cambiaste ese... ese adjetivo por uno cariñoso conmigo. ¿Qué sucede bboun?
Su mentón giró hacia un lado, deformando sus labios en muecas de desaire. Sus ojos oscuros se abrieron con fastidio y peinó hacia atrás su pelo con los dedos. Esto tenía que acabar.

-Escucha, niño, estoy harto de ti. Quiero que te vayas, te olvides de todo y te centres en tu carrera. Convive con tu compañero y vuelve a empezar. Haz como si jamás me hubieses conocido.

La sensación agria empeoró con cada palabra. Subió por su esófago y se asentó en su garganta. ¡Era demasiado difícil! No quería lastimarlo, pero tampoco quería verlo intentar mantenerse al día con él y ocuparse de recomponer algo que se había roto en el momento en que su imagen decayó. Ya no era servible para nadie.

-Yo... yo... -boqueó Prem. Las frases de valentía no salían por mucho que tratara. Estaba escuchando a su excompañero, no, a su amigo decirle cosas horrorosas y tratarlo peor que a un rival. ¿Qué? ¿Olvidar todo y empezar desde cero? Eso jamás. Era obvio por el olor, que su amigo había estado bebiendo, por el rabillo del ojo pudo ver una botella y un vaso sobre la mesilla de café.

Otro día. Sí, otro día resolvería esto. Boun necesitaba reflexionar, calmarse. Cuando se enfriase su ego dañado y volviera a sus cabales, vería que hirió los sentimientos de alguien que solo quiere su bienestar.

-Mañana vendré a verte, así podremos conversar con más calma. No voy a dejar que te alejes así de mí. Soy tu amigo y te... quiero lo suficiente como para saber cómo estas ahora. Mañana estaré aquí.

Prem giró y comenzó a caminar con rapidez, casi corriendo. Llegó abajo y entró al auto que lo esperaba con su mánager. No dijo nada, no hizo falta. Sus lágrimas y su intento en vano por reprimirlas estaban expresando más de lo que podría explicar. Juntó sus manos y las apretó para calmarse, aún tenía trabajo por hacer. El nuevo integrante lo esperaba para leer la agenda de los próximos días.

~~~~~~~~~


Boun buscó otra botella y apagó las luces de la sala para dirigirse a su habitación. Mañana. Si como no, ya parecía que iba a dejar que Prem lo viera al día siguiente. Eso sería como retractarse de sus palabras, y por más que deseara hacerlo, no podía fallarle así.

Tomó su móvil y se sentó en la silla frente a la computadora, buscó el contacto del director de la agencia y llamó, auto seguido abrió una carpeta en su escritorio. La misma tenía una contraseña especial de números, cuando se vieron por primera vez y Boun escuchó al pelinegro decir a su amigo: '' ¿Viste al chico que vende leche? Es súper lindo''.

Sus ojos se llenaron de sal y agua en instantes, pero la voz al otro lado del móvil le hizo reprimir el sollozo. –Me alegra que hayas llamado, tengo que decirte que...

-A primera hora tomo un vuelo a Corea.

-Ah, vale. Espera, ¿Qué dijiste? –se alejó el dispositivo del oído. El grito había sido insoportable.

Suspiró cansado. –Así es, mañana seré ingresado en un hospital, mi familia lo arregló para que fuera allí. Solo te pido una cosa, es más, voy a apelar al director ejecutivo y a nuestra cláusula de privacidad. No puedes decirle a nadie la verdad.

- ¿Estás seguro? Ni siquiera a él.
-Mucho menos a él, debe pensar que tuve un contrato en el extranjero y estoy de maravillas. –miró la pantalla, pasó su lengua por sus labios y tomó un sorbo de la botella. Esta vez no quemó ni alivió el peso en su pecho.

-Es todo lo que tenía para decir, cuídate mucho. Y por favor, no dejes que decaiga su esencia alegre. –cortó la llamada. No quería escuchar palabras de consolación o lastima. Tenía una maleta que llenar y un vuelo que tomar.

Ojalá esto sirviera para hacer desaparecer los malos sentimientos de culpa y enojo consigo. Quizás se desvaneciera todo vínculo y al volver pudiera hacer como si nada hubiese ocurrido, y tomar a su nuevo y obligatorio compañero.

Nada más lejos de la verdad, el tiempo afuera no le haría más que recordarle el por qué se encariñó tanto con Prem. Lo quería, lo sabía desde hacía un tiempo. Lo que ambos llamaban actuación de pareja y amigos, no era para él más que una fachada para poder expresar sus sentimientos libremente y sin levantar sospechas.

Tenía una imagen para proteger y la suya estaba en el final de la lista. Si alguno decía que eso era real, podían perder más que sus carreras, todo por lo que una vez lucharon tan duro se desmoronaría con una frase corta que Boun solo pudo susurrarle al viento.

"Te quiero, mi dulce niño".

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