Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16. Cherry Bomb (The Runaways)

Milo Andrews no se iba a olvidar de mí, eso estaba más que claro.

De vez en cuando lo atrapaba observándonos a través del retrovisor con cierta curiosidad y no podía culparlo. Debía ser el cliente más interesante que había tenido en toda su vida de conductor.

A la una de la mañana estaba hablándole con nostalgia sobre mi ex y las cinco me besuqueaba en una carretera transitada con un chico que acababa de conocer (y eso sin contar que era el chico con el que me habían engañado).

Sí, hubo un momento incómodo cuando nos bajamos del auto mientras arreglamos nuestra ropa, pero Milo decidió ignorarlo e intentar ayudarnos lo más que pudo con el destartalado motor cuyo sistema de refrigeración había recurrido a la autolesión mortal.

Luego de eso decidió llamar a uno de sus amigos que tenía una grúa y nos preguntó si necesitábamos un aventón.

Y así fue como terminé en su asiento trasero.

Con Charlie a mi lado.

Él observaba con mucha atención los altos edificios blancos que conformaba el conocido barrio de Costa Pacific View o como Fonzo le decía: la corona de la gentrificación. Si me decían que cobraban por respirar aquel aire salino frente al mar, no me sorprendería.

—Son las seis de la mañana —murmuró Charlie sin quitar la vista de los edificios—. Dios, eso significa que he estado casi doce horas sin dormir.

—¿Crees que podrás bailar así? —pregunté, genuinamente preocupado.

Charlie me observó de reojo. Podía notar el cansancio en su mirada o en la manera en la que sus hombros estaban caídos, pero como buen virgo se limitó a asentir.

—Después de todo lo que hemos pasado esta noche —murmuró, junto a una tímida sonrisa—. No pienso echar a perder todo nuestro esfuerzo.

Aún quedaba algo de energía en su voz, una que combinaba de manera perfecta con el amanecer al otro lado de la ventana. De tonos dorados, claros que se extendían sobre un cielo cubierto de abultadas nubes blancas.

El beso de hace minutos atrás seguía fresco sobre mis labios, al igual que las alborotadas emociones que aún bullían en mi pecho y por la manera en la que me miraba de regreso pude notar emociones similares a las mías.

Me incliné hacia él y sin mediar palabra dejé caer mi cabeza sobre la suave tela que cubría su hombro. A los pocos segundos sentí su brazo libre rodeando los míos, envolviéndome con unos cuantos restos de esa fragancia cítrica.

¿Eso significaba algo?

No estaba seguro y tampoco era el mejor momento para mantener esa conversación. Solo cerré los ojos por los otros dos minutos de trayecto hasta que sentí que el auto se detuvo y al abrir los ojos me topé con la pintura terracota de la fachada del lugar.

El edificio donde vivía Maeve era uno de los más pequeños y lo que más recuerdo de la noche que pasé allí era como la luz dorada entraba por los altos ventanales de cristal frente al balcón.

Bien, había llegado la hora de la verdad.

Charlie me dio una mirada rápida antes de soltarme con mucho cuidado y abrir la puerta mientras arrastraba con la pequeña maleta con sus cosas de ballet que había logrado sacar del auto. Aproveché ese momento para inclinarme hacia la parte delantera, donde Milo parecía haber recibido un viaje cercano.

—Muchas gracias por traernos —fue lo primero que dije con una sonrisa—. Y por ayudarnos allá atrás. Ahora mismo no tengo dinero para pagar el viaje, pero prometo...

Antes que pudiera terminar mi disculpa, empezó a agitar su mano para que me callara y lo escuchara.

—No te preocupes por eso muchacho. —Una sonrisa brotó debajo de la espesa barba—. Parece que ha sido una noche loca para ti y solo quería ayudarte un poco.

—Yo... —esbocé una sonrisa—. Gracias por todo, si pudiera ponerte todas las estrellas del mundo lo haría.

—Te enviaré por mensaje la dirección del lugar a donde llevarán el auto —respondió mientras guardaba su teléfono—. Para que tu... amigo pueda pasar a retirarlo.

Intenté no reír por el tono que utilizó y solo me limité a asentir antes de salir. El Honda Accent gris dio la vuelta de un retorno más al frente y tocó la bocina antes de perderse de regreso en el tramo marino.

—Winnie... —Lo escuché llamarme a mis espaldas—. Apresúrate, que ya es tarde.

Nuestras pisadas resonaban en las escalinatas del lugar hasta toparnos con una altísima puerta de cristal. A pesar de que yo iba adelante, Charlie aceleró el paso para detenerse frente a la puerta y abrirla por mí.

Al parecer Maeve dio aviso de nuestra llegada, por lo que el portero nos dejó pasar, aunque podía notar todavía gran desconfianza en su mirada. Tal vez porque desencajábamos totalmente del blanco y elitista ambiente de las personas ricas de Costa Pacific View.

Sentí que ambos pudimos respirar cuando entramos al absurdamente espacioso ascensor con piso de granito y con lisas paredes donde no se reflejaban nuestros rostros.

El departamento de Maeve quedaba en el último piso, así que eran al menos unos un minuto de subida y nuestro único acompañamiento era una suave música de jazz que apenas resonaba en los altavoces.

—Winslow —lo oí murmurar—. Sobre lo que pasó allá atrás...

—El beso —especifiqué.

Me sentí tentado a agregar manoseo intenso, pero no quería arruinar el momento. Aun así, una sonrisa se escapó de sus labios al escuchar esa palabra.

—Sí, el beso. —Me miró de reojo, su pie de movía de manera nerviosa contra el suelo de mármol—. Fue... creo que ambos podemos estar de acuerdo con que fue bueno.

—Tenías tus manos en mi trasero y me propusiste ir al asiento trasero para continuar —le recordé, sintiendo mi rostro enrojecerse con cada palabra—. Yo diría que mucho más que bueno.

Charlie se mordió el labio y asintió. El ambiente a nuestro alrededor se llenó de esa sensación de vergüenza momentánea después de un primer beso y que no creí volver a sentir a mis veintidós años.

—Sí, yo... no suelo ser así —respondió, evitando mirarme a los ojos—. Tan directo, tan físico y mucho menos en el primer día de conocernos.

—No me digas que eres del tipo que se pasa una semana entera planeando una cita primera cita perfecta en algún restaurante bonito a la luz de las velas para luego una caminata por el parque —me burlé—. Que te acompaña hasta la puerta del edificio y te da un beso junto a un buenas noches para luego llegar a casa, enviando algún cursi mensaje sobre lo bien que la pasaste y lo mucho que te gustaría repetirlo.

—Oye, tienes que admitir que eso es bastante romántico —intentó defenderse.

—No dije que no lo fuera, solo que eres demasiado virgo como para no preverlo —respondí, dándole un pequeño codazo con mi hombro—. Pero me gusta eso de ti.

Charlie soltó una pequeña risa que apenas logró ocultarse entre el sonido del saxofón de los altavoces. Si alguien me hubiera dicho que las cosas terminarían de esta forma, probablemente hubiera creído que era la trama de una tonta película romántica de Lifetime.

—¿Te gusta solo eso o te gusta todo sobre mí? —se atrevió a preguntar.

Y antes que pudiera responderle, las puertas del ascensor se abrieron.

Frente a nosotros se encontraba un luminoso pasillo con piso de mármol y una decoración que debió costar más que el alquiler anual de mi apartamento. Ambos soltamos un suspiro y nos caminamos hasta detenernos en una pequeña puerta de madera de roble.

Toqué el timbre y, como si hubiera estado esperándonos todo este tiempo, la puerta se abrió y una alta figura se abalanzó sobre mí. Su largo cabello color zanahoria me hizo cosquillas en el rostro y la suave tela de su bata con aroma a cereza me envolvió.

Incluso recién levantada lucía despampanante, como si hubiera salido directo de uno de esos comerciales de perfume donde nada tenía sentido y tu mirada se enfocaba en los modelos.

Por algo siempre que la veía pensaba en la canción de Cherry Bomb de The Runaways.

—¡Han pasado semanas sin verte Winnie Pooh! —exclamó mientras se inclinaba y depositaba un beso en cada mejilla—. Me dejaste muy preocupada, pero veo que estás en una sola pieza...

Al separarse de mí, posó sus ojos verdes sobre el chico que estaba en modo tieso a mi lado.

—Y con muy buena compañía. —Le dedicó una sonrisa y tendió la mano—. Maeve McKinnon, pseudo influencer y bloguera para servirte.

Charlie parecía un tanto nervioso, tal vez porque era la primera vez que se encontraba a alguien famoso en persona (creo que después de los dos millones podías considerarte como tal), pero terminó aceptándolo.

—Charlie, Charlie Méndez —contestó junto al apretón—. Sí, ya sé quién eres... Winnie me contó algunas cosas sobre ti.

Maeve me dio una mirada con las cejas elevadas.

—¿Winnie? —me observó con la boca abierta—. Dios mío, me tienes que explicar muchas cosas pastelito, así que entremos antes que mis vecinos crean que voy a hacer un trío o algo así.

Charlie y yo intercambiamos una rápida mirada antes de entrar.

El lugar era tan espacioso que ni siquiera juntando mi departamento y el de Loretta alcanzábamos el espacio. Las paredes blancas y los ventanales de cristal, la araña con forma de candelabro antiguo que pendía del techo alto, los mullidos sofás rojo cereza que combinaban con la alfombra negra.

Pero una gran parte estaba llena de cajas de paquetes donde se leían nombres de marcas como Chanel, Louis Vuitton y Armani. También había al menos unos cinco aros de luz, una pantalla verde, vestidos de fiesta y zapatos de suelas rojas y por supuesto muchas de sus paletas de maquillaje a medio empacar.

—Lo siento por el desorden —comentó mientras se abría paso entre las cosas—. Estuve intentando organizar mi vida con el método de la Marie Kondo, pero a los cinco minutos me abrumé y me dio pereza recogerlo.

—No te preocupes —respondí, intentando apartar algunas cajas más del camino—. Escuché que te cancelaron de nuevo en redes sociales ¿Estás bien?

Maeve no era una mala persona, tan solo había vivido gran parte de su vida encerrada en su burbuja de privilegios y le costaba mucho conectar con las demás personas.

Yo era de las pocas personas que se atrevía a hablarle en secundaria (aun sabiendo de su enemistad con Loretta) y creo que eso fue significativo para ella en muchos sentidos.

—Ya después de tu quinta cancelación ni te importa, además fue por el mismo asunto de las vitaminas para el cabello que causaron alergias. La gente no entiende que yo no tuve la culpa sino de los fabricantes —respondió Maeve mientras caminaba hacia la cocina y se masajeaba las sienes—. Ahora perdí a muchos patrocinadores y me toca promocionar una copia barata de Tinder para universitarios.

—Mierda... —murmuré, sintiéndome abrumado por todo lo que dijo y también algo avergonzado por las circunstancias en las que la visitaba—. ¿Y cómo lo llevas?

Ella esbozó una sonrisa.

—Con terapia —admitió con orgullo—. Ahora sí, dime para qué me escribiste a las cinco de la mañana pidiendo que nos reuniéramos.

Tomé una bocanada de aire.

—Necesitamos que nos prestes dinero —respondí, sintiendo mis nervios a tope.

Maeve se detuvo con el refrigerador abierto y parpadeó con perplejidad.

—¿Dinero? —Se balanceó sobre sus talones—. ¿Qué sucedió?

—Pues... —Tragué saliva—. Policía misógina y corrupta, una fianza y... Loretta.

El mencionar su nombre pareció activar algo dentro de ella. Cerró la puerta del refrigerador y caminó hasta sentarse sobre la barra de granito gris.

—Ah caray, eso sí me interesa. —Le dio unas palmadas a la silla giratoria—. A ver, cuéntame que sucedió con mi amiga la Loretita.

Me senté y la miré a los ojos.

—Está encerrada en una celda de la estación de policías de la calle catorce —respondí para ir directo al grano—. Entraría en detalles, pero ya son las seis y estamos corriendo contra el tiempo.

—¿Estamos...? —Su mirada se elevó hacia Charlie y pareció que se le prendió el foquito—. Ohhhhh, tu eres el chico con el que engañaron a Winslow... sabía que tu nombre me sonaba de algún lado.

Charlie siguió en modo quieto.

—Sí, pero ese no es el punto —dije para que no se distrajera—. Charlie y Loretta tienen una audición a las ocho de la mañana y a pesar que hemos pasado toda la madrugada reuniendo el dinero, aún nos hacen falta unos...

—Cuatrocientos cuarenta dólares —respondió Charlie después de darle una mirada a su teléfono—. En efectivo.

Maeve chasqueó la lengua y me dio una mirada.

—¿Están seguros que esto es real o simplemente caí dormida en otra de mis fantasías con Loretta? —preguntó y estiró su mano para tocar mi cabello—. Ugh, tus raíces se ven muy reales Winnie ¿Quieres que llame a mi estilista para que te retoque el cabello?

—No creo que sea momento para hablar de eso —respondí, pero lo del cabello no sonaba para nada mal.

Maeve asintió y le dio una mirada a Charlie, que estaba observando con atención el sol levantándose en el horizonte.

—¿Loretita sabe que vinieron a pedirme dinero? —interrogó con las comisuras de sus labios rojos elevadas.

—No, no lo sabe —contesté, sabiendo que de una u otra forma era lo que quería escuchar.

Las comisuras se elevaron más, casi como la sonrisa del gato de Alicia en el País de las Maravillas.

Uhhhhhh, se va a volver loca cuando se entere —murmuró más para ella que para nosotros—. Y entonces podré decirle que me debe algo... lo que hará que ponga esa carita que pone cuando está enojada, haciendo un puchero con el rostro totalmente rojo y los ojos entrecerrados.

—Lo más probable. —Rasqué mi nuca—. Si ella te debe algo, yo puedo compensarlo...

Pero ella levantó su dedo para silenciarme.

—No, no, no... quiero que ella me deba algo —respondió con algo de malicia—. Después de tantos años no pienso desaprovechar la oportunidad de verla de rodillas ante mí con esa cara de enojo que tanto me ponía cuando éramos más jóvenes.

Hice todo mi esfuerzo por ignorar esa última frase.

—Entonces... —Elevé las cejas—. ¿Vas a ayudarnos?

Maeve se inclinó hacia mí, al punto que nuestros rostros quedaron a tan solo milímetros de distancia y sus largos mechones cubrían parcialmente mi rostro.

—¿Estás haciendo esto por Loretta o por ese bombón con el que entraste? —susurró por lo bajo.

—Por ambos —respondí, esperando que Charlie no pudiera escucharnos.

—Entonces te gusta... —preguntó, chocando su frente contra la mía.

—¿Acaso es relevante?

Maeve mordió su labio.

—¿Loretita está soltera? —preguntó unos segundos después.

Fruncí el ceño al notar que sus mejillas salpicadas de pecas se teñían levemente de rosa. No recordaba haberla visto de esa manera desde que se había enamorado de nuestra profesora de educación física o alguno otro de sus enamoramientos cuestionables hacia mujeres mayores que ella.

Le gustaban puras tóxicas, de esas que te pisan la cara y destruyen tus sueños.

—¿Y eso qué tiene que ver? —pregunté con algo de sorpresa—. Sí, está soltera.

—Bueno, que bonita mañana para ver a tu enemiga de rodillas frente a ti. —Se bajó de un salto y le dio una mirada a Charlie—. Así que sí, los ayudaré a completar el dinero... ¡Con la condición de acompañarlos y que alguien le tome un vídeo a la cara que ponga cuando me vea allí!

A la mierda el orgullo de Loretta.

Sonreí e inmediatamente le di una mirada a Charlie, quien se había dejado caer sobre el sofá rojo. Los rastros de una sonrisa estaban podían observarse sobre sus labios, pero eso no significaba que estuviera menos tenso.

No estaría tranquilo hasta que pisara la compañía de ballet con Loretta del brazo.

—Denme cinco minutos mientras me cambio. —Apartó más cajas con el pie—. Pónganse cómodos, sírvanse café o lo que quieran del refrigerador.

Dicho esto, desapareció por una puerta que tenía una gran estrella con su nombre. Dejándonos solos en aquella sala de estar que empezaba a llenarse con la dorada luz del amanecer.

Caminé entre paquetes hasta llegar a él, hasta que las puntas de nuestros zapatos chocaron.

—Bien, creo que conseguimos lo imposible —murmuré, antes de dejarme caer entre lo que parecía ser varios vestidos con el logo de Gucci en sus etiquetas—. Dios, si hubiese unas olimpiadas para conseguir dinero en tan poco tiempo podríamos habernos llevado la medalla de oro.

—Y todo por contestar a una llamada a las una de la llamada —murmuró, dejando caer su cabeza sobre mi hombro. Su brazo se movió hasta quedar cerca del mí, tan cerca que nuestros meñiques estaban prácticamente rozándose—. Tengo miedo de despertar y darme cuenta que todo esto no fue más que un sueño febril por los nervios de la audición.

Recosté mi mejilla sobre su cabello. Sus rizos se sentían suaves contra mi piel y el aroma a mandarina que desprendían nuestras dos ropas juntas se tornó lo suficientemente intenso como para envolvernos en una pequeña burbuja de calidez.

—¿Qué? ¿Acaso soy demasiado bueno para ser real? —me burlé y estiré mi meñique hasta tomar el suyo—. Yo soy el que debería estar pensando eso. Eres un bailarín de ballet entregado a tu pasión, experto en armar presupuestos, tienes un Beetle rosa, podría pasar horas hablando contigo sobre temas banales sin caer en el aburrimiento, te gusta Taylor Swift y eres del tipo de persona que se me viene a la cabeza cuando hablamos de responsabilidad.

Charlie rio por lo bajo mientras observaba nuestros meñiques entrelazados.

—Hablas de mí como si fuera uno de esos hombres escritos por mujeres. —Soltó mi meñique y movió su mano hasta que cubrió el dorso de la mía con su cálida palma. La diferencia de tamaño no era tanta, casi perfecta diría yo—. Y créeme, cuando te vi en el escenario tocando esa guitarra fue tan... fue una experiencia de otro mundo, una que no me molestaría en volver a repetir.

Le di la vuelta a mi mano y entrelacé nuestros dedos, sintiendo como en ese pequeño gesto podía hacerme sentir con los pies sobre la tierra y la cabeza en las nubes.

—Entonces hazlo —respondí, acariciando lentamente el dorso de su mano con la punta de mis dedos—. Ven a ver nuestra próxima presentación, la siguiente y si no hay ninguna, pues invéntate cualquier excusa para verme.

Charlie elevó su mirada hacia mí. Sus ojos oscuros me veían como si yo fuera lo más valioso de aquella ostentosa sala de estar.

—No necesito una excusa —respondió con una gran sonrisa—. Solo que me digas que también quieres verme.

—Sí. —Me incliné lentamente hacia su rostro, hasta que nuestras narices chocaron—. Quiero seguir viéndote.

Pero antes que pudiéramos continuar con el beso, un taconeo proveniente del pasillo nos hizo voltear la mirada. Una Maeve McKinnon con un vestido blanco de infarto y uno de esos abrigos de piel sintética que la hacían parecer un wookiee de Star Wars.

Un wookiee listo para desfilar en una pasarela y cuya ropa probablemente costaba lo mismo que mi alquiler mensual.

—¿Vas a pagar una fianza o a enamorar a un policía? —Fue lo primero que salió de mi boca y ponerle atención a su maquillaje al natural.

—Voy a ver a mi archienemiga después de muchos años, merezco estar deslumbrante. —Caminó hacia la mesa de la entrada, donde tomó un juego de llaves con el logo de Mercedes-Benz y unas gafas de sol blancas con forma de cat eye—. Si a los tórtolos no les molesta, iremos en mi auto porque quiero hacer una gran entrada. 

Nota para dejar un collage con el aesthetic de Maeve McKinnon 💜


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro