|TAEHIL| Kim Taehyung
326 años antes de la tragedia...
Kim Taehyung nunca fue un hombre de palabras, y es que... por más que lo intentara, no podía hablar bajo el agua.
Cosa obvia para los tritones.
Pero dejando a un lado todo tipo de bromas y juegos de palabras, la historia de este ser marino comenzó en 1695, una noche de diciembre, del cual el día nunca quiso acordarse.
Luna fría, cosa de tritones y sus creencias en leyendas antiguas, contadas por navegantes e historiadores.
Kim Taehyung fue el primer hijo del clan marino Kim, del cual el emperador Juhgny, su padre, había puesto toda su confianza en su primogénito, con la esperanza de que mantuviera a salvo a todos los de su especie, además de peces y animales marinos de la zona.
Algo se torció. Taehyung era un tritón rebelde y obstinado, al que le encantaba asomarse a la superficie terrestre, asustar a barcos pesqueros en la costa y subir sobre una piedra en medio del mar a cantar. Porque, Taehyung, a pesar de ser un tritón y éstos ser conocidos por su buena y bonita voz, obtenía una delicada pero grave melodía en sus cuerdas vocales. Y eso hipnotizaba más que una voz suave.
Tal vez... era demasiado juguetón y utilizaba esa arma como técnica para atraer turistas y pescadores al fondo marino, en busca de presas o posibles juguetes en un futuro no mu lejano.
Hasta que el territorio se vio gobernado por el clan terrestre de los Min, una generación de ninjas samurai que derrotaba todo a su paso. Sin armas de fuego, animales maltratados en combates o muertes innecesarias. Ellos creían en el arte de un buen sable y la utilización de la magia negra en pociones y leyendas recitadas bajo la luz de la Luna.
Y en una de esas noches en las que el heredero del clan recitaba sus más célebres leyendas para obtener paz y prosperidad en el reino, Taehyung se enamoró.
Se enamoró del chico que salía al balcón cada madrugada a recitar versos a la Luna.
Se enamoró del chico que jugaba a ser un héroe con su espada en los atardeceres bajo la presencia del ocaso.
Se enamoró del chico de pelo largo y blanco que estaba enamorado, a su vez, de las bonitas vistas de su alcoba hacia el mar.
Y con ello, a la pequeña criatura que le observaba desde la lejanía y contaba sus leyendas en canciones.
Todo estaba bien, o lo estuvo por un tiempo.
Porque ese amor fue tan prohibido que nunca llegaron a verse frente a frente. Nunca pudieron tocarse, hablarse o mirarse a los ojos. Sólo la Luna era la culpable de ese trágico amor de madrugada, de reflejos por su luz y de palabras atoradas.
Sin embargo, fueron felices por el tiempo que duró.
Esos años en los que reinó la paz en el territorio del clan Min hasta que un joven refinado decidió acabar con la vida del futuro emperador armado con un rifle.
Min aceptó su final, y eso le condenó a vivir eternamente cautivo de una de las leyendas más bonitas que Taehyung podría recitar a sus víctimas, saciando su sed de venganza.
Su alma seguía ahí, unida a la del tritón.
— Era hermoso, ¿sabías? —Le comentó a una de sus víctimas, observándole curioso—. Pero nunca pude verle de cerca, nunca pude preguntarle la historia tras la cicatriz de su ojo.
Antes de que el hombre pudiese hablar, Taehyung ya lo había arrastrado a las profundidades del mar para ahogar sus penas, nunca mejor dicho.
Y cuando emergió en busca de otra víctima, el castillo de su amado se vio saqueado por un grupo de adolescentes pubertos.
Afiló sus garras y sus escamas se colocaron en punta, su cola se alzó y sus ojos se pigmentaron en un azul tan oscuro como el del fondo marino.
Aunque... lo que empezó como una amenaza, acabó con la mejor amistad que pudo obtener en años.
Conoció a Nochu, o Jeon Jungkook. Y éste le ofreció tal calidez, que creyó haber caído enamorado de nuevo, pero no era así.
El joven, aprendiz de la vida, se paseaba todas las mañanas en busca de su nuevo amigo, al principio atemorizado. Luego tomó confianza y, diablos, Taehyung nunca vio a alguien que hablase tanto.
Salvo a él mismo.
Eso le gustó. Se sintió pleno y en confianza, dejó sus defectos e inseguridades en sus manos y Jungkook las arropó contra su pecho.
— ¿Alma en pena? —Preguntó un día el más joven. Jungkook era incrédulo, pero no creía en cuentos y leyendas—. No lo creo, habrían libros y notas de historiadores en la biblioteca municipal. —Se encogió de hombros y suspiró—. De todas formas, no vi nada interesante dentro del castillo. Como si hubiese sido saqueado o robado todo lo de su interior, almas en pena o sin ellas.
— No quiero creer que toda nuestra historia fue un hechizo pasajero que mi mente cercioró como verdadero y real, cuando no lo era. —Negó de inmediato—. El día que recite la leyenda más poderosa de todas, su alma volverá a estar inquieta, inquietará al resto del mundo y yo... yo podré salir a la superficie sin morir en el intento.
Jungkook sonrió y asintió sin decirle nada más, dejó que su mejor amigo soñase todo lo que quisiese.
Y eso hubiera hecho de no ser porque el chico que prometía volver y apreciar sus cuentos y leyendas, dejó de existir de un día para otro. Como Min, como su padre y como todo su clan de tritones.
Taehyung se enfadó.
No le gustaba estar solo. No le gustaba sentir abandono.
Pero eso hacía.
Y su respuesta no fue muy distinta a la de Pandora; tomó el libro mágico entre sus manos y dejó caer una lágrima salada de su ojo izquierdo sobre él, desatando el caos.
Y a Min Yoongi de las garras de la muerte.
Pero esa es otra historia...
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