CONTEMPLAR EL AMANECER es uno de los pasatiempos preferidos de Blair Stuart. Se encontraban cabalgando en uno de los campos más cercanos a su hogar. Sabía que su hermano Edward la cubriría en caso de que se demorara, después de todo es su cómplice en todo.

Habían sido una semanas un poco ocupadas. La llegada de distintos pretendientes a su hogar, el Baile de Lady Danbury el cual fue exitoso para Charlotte pues conoció a un apuesto conde, la prueba de vestidos para su debut, los escandalosos escritos de Lady Whistledown, la visita de Daphne Bridgerton y sus largas clases de pianoforte. Blair pensó que al fin merecía un pequeño momento de paz.

El viento provocó que la capucha de su capa color vino mostrara su cabellera rubia dorada, amaba la naturaleza a estas horas. Sin embargo, el miedo la invadió cuando sintió las pisadas de otro caballo, si Adrien se enterara de lo que hacía, probablemente terminaría con una llamada de atención.

Tras girar y ver que un hombre la seguía, aumentó la velocidad sacándole una gran ventaja lo que provocó que el caballero imitara su acción. Blair se detuvo cuando vio el tronco de un árbol interponerse en su camino.

El hombre levantó la cabeza revelando su identidad. La cuarta de los Beaufort lo reconoció en un instante, no pudo evitar tener una expresión de sorpresa en su fino rostro. Era el vizconde, Anthony Bridgerton, el mejor amigo de su hermano.

Aunque, su reacción no duró al darse cuenta de la hora tras ver el reloj guardado en su capa. Tomó al caballo y comenzó a cabalgar en dirección a casa. El joven Bridgerton la siguió logrando cruzarse con ella cara a cara.

—¿Es la vuelta de la victoria?— La rubia maldijo en francés en voz baja al escucharlo. —No tendrá una ventaja tan amplia esta vez, se lo aseguro.

Blair respondió mientras se arreglaba su capa: —Disculpe, señor... No quise preocuparlo.

—¿A caso su criada sabe que monta a horcajadas?— Anthony la miró interrogante.

—Probablemente lo sepa, pero sabe que no puede evitarlo... Mi temperamento viene de familia y usted lo conoce muy bien, Lord Bridgerton...

El hombre iba a responder hasta que notó un detalle: —Un momento... ¿Usted cómo me conoce?— preguntó Anthony mirándola detenidamente.

La rubia dorada sonrió tímidamente: —¿A caso no me recuerda, mi Lord? 

El vizconde la miró por unos segundos. Mirada café intensa, ondas doradas que brillaban gracias al sol, finos labios y mejillas sonrojadas. Su rostro se le hacía familiar, más no podía recordar su nombre.

—Mis más sinceras disculpas, pero me temo que no.— respondió provocando que la joven negara con la cabeza divertida.

—Eso me favorece... En todo caso si algún día me recuerda... Considere que nunca me ha visto a estas horas en este lugar, Lord Bridgerton.— dijo y cabalgó a toda velocidad 

Anthony Bridgerton sólo la miró marcharse, pero un objeto cuyo brillo era bastante notable llamó su atención. Lo recogió y vio que era un relicario de esmeralda cuya parte detrás tenía dos iniciales B. S.

Había planeado regresar a casa, desayunar, hacer sus deberes de vizconde y lugar ver a cierta cantante de ópera en una habitación, pero la curiosidad por saber el nombre de la dueña de dicha joya cambió sus planes.

Una misteriosa mañana dorada, pensó el joven al recordar a la señorita del bosque.