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Capítulo 32

Las dos semanas para Wilhemina fueron las mejores de ese año, desde que amanecía su tutor la esperaba ya en la sala, montañas de libros marcados en paginas especificas y un maniquí de madera que a la segunda practica la chiquilla decapitó por la fuerza de su hechizo cruccio.

Snape notó de inmediato el animo de su entenada por aprender, realmente se esforzaba y se dio cuenta que en las madrugadas, cuando literalmente la obligaba a retirarse a descansar, la luz de su dormitorio seguía encendida, algunas veces los murmullos de la chica practicando los conjuros se acallaban casi cuando el sol estaba a punto de salir.

Para un profesor el tener en sus manos un alumno dispuesto a aprender es invaluable sobre todo por llevar sangre Riddle en las venas, en el caso de su entenada era excepcional para él, era masa virgen para modelar, era un libro en blanco dispuesta a aprender todo lo que su tutor estuviera dispuesto a enseñarle.

—mañana sales hacia el ministerio a medio día, van a enviar a alguien que te lleve al palacio— le informó Severus mientras tomaban el almuerzo, Mina se quedó de una pieza.

—¿tan pronto?— respondió tratando de ocultar su decepción – creí que ya no regresaría—

—tienes que volver, Albus no debe sospechar que te estoy enseñando a defenderte—

—que me estas enseñando artes oscuras— musito divertida – ¡gracias por confiar en mi!—

—no es confianza, es por protección tuya y mía, si alguien te hace daño ¿Qué cuentas voy a entregar a tu padre?— respondió distante, sin siquiera mirarla.

Decepcionada ya no le contestó, termino su almuerzo y se levantó en silencio para seguir practicando; tontamente durante esas dos semanas creyó ver en su tutor un interés un poco más profundo y humano, a veces creía que la miraba de manera especial, no como una niña o su entenada sino como algo más, varias veces intentó descubrirlo, sorprenderlo pero nunca lo logro.

No comprendía lo que en su interior se desataba cada vez que estaba cerca de Snape, su aroma, el calor que despedía su cuerpo tras unas horas de entrenamiento, las veces que curó sus heridas ella pensó que la tocaba un poco más de lo necesario, pero eran solo imaginaciones suyas, era el mismo tipo agrio y distante que él demostraba ser tanto en el colegio como en la intimidad de su hogar.

Sin embargo cada vez que se le acercaba una nube de mariposas revoloteaban en su estomago, las manos le sudaban al grado que un par de veces dejó caer la varita y en momentos que leía y él se ponía a su lado para revisar los textos tartamudeaba y las palabras salían hechas un taco ininteligible que le ganaban un coscorrón por parte de él.

¿Qué era eso que sentía? No se animo a preguntarle, le daba pena incluso mirarlo mientras el calor subía a sus mejillas cuando accidentalmente rozaba su mano o su brazo o en el instante que le revisaba una torcedura o herida causada por su entrenamiento.

Para Severus tampoco era algo agradable, de cuatro ahora consumía cinco pociones para apagar lo que le provocaba esa niña ¡demonios era tan fuerte la tentación! En algunas ocasiones llegó a lastimarla durante el entrenamiento con tal de tener un pretexto para acariciar la suave piel de su tobillo, masajear una pantorrilla golpeada o pasar más de cien veces una torunda de algodón con poción cicatrizante en la blanca carne lacerada por un golpe.

Los vellos del brazo se le erizaban cuando ella leía repasando en voz alta los textos que le dejaba para estudiar, se acercaba a su mejilla con la justificación de leer lo que ella, era obvio que la ponía tan nerviosa que tartamudeaba y descargaba el deseo de acariciarle el rostro o rozar con ternura los rojos cabellos dándole un fuerte coscorrón, era la única manera de poder tocarla sin asustarla, sin encender las alarmas que seguramente el ministerio había colocado en ambos para evitar que él retomara sus antiguas costumbres.

Su mal humor crecía día a día y ansiaba ya enviarla a Beauxbatons, no podía tenerla cerca un día mas o tal vez cedería a eso que le provocaba la muchachita, con riesgo de caer en Azkaban y después ser asesinado por el Lord.

—olvidaste mi cumpleaños— murmuró la muchacha en la noche previa a su partida, tras un agotador día de entrenamiento.

—¿sigues sin acostumbrarte a que ignoro ese tipo de frivolidades?— le contestó hosco sin dejar de leer.

—solo... ¡olvídalo!— Mina se encogió de hombros, la tristeza era obvia en su voz –me voy a dormir— y subió lentamente a su habitación, apenas se escuchó el clic de su puerta.

—no lo olvidé— gruñó de manera apenas audible, claro que lo había recordado, fue cinco días atrás, una tarde en que se ensaño bastante durante las prácticas, casi le había roto el dedo meñique con un conjuro de desarme y la había hecho llorar de dolor cuando le enseñó a curarse ella misma. Para Severus el mejor regalo que podía darle era una lección para sobrevivir, lograr ser más fuerte; pero debía admitir que a sus quince años lucia tentadoramente inocente, como sus pequeñas muñecas que ahora eran polvo en sus tumbas.

Apenas y hablaron durante el día, ya sonaban las doce cuando entro a la chimenea que la dejaría en el ministerio de Francia.

—¿te veo en mis vacaciones?—

—tal vez, todo depende de lo que suceda durante el próximo curso— respondió inflexible –debes estar lista para regresar si es necesario—

—ok— musitó un tanto apenada —¿podría... darte un abrazo?— carraspeo nerviosa –de despedida—

Asintió sintiéndose mal por ella, la abrazo tímido y la envolvió con cuidado, tratando de no tocarla más de lo necesario, pero Mina se adhirió con fuerza, como si quisiera integrarse y ser una sola persona con él.

—no quiero irme— sollozó— pero tampoco quiero quedarme—

—solo debes ser fuerte ¿entendido?— le contestó tratando de no perder la postura, quería atraerla hacia su cuerpo, tomarla por la breve cintura y dejarla sentir lo que le provocaba; con suavidad acaricio sus brazos y al llegar a los hombros la separó con firmeza –nada de llantos y debilidades—

—está bien profesor— contestó tragando las lagrimas y arrastrando su baúl entró en la chimenea desapareciendo en un torbellino de fuego verde.

Fleur tuvo el detalle de recogerla en el ministerio, acompañada de dos elfos que subieron su baúl en la carreta y respetando su evidente tristeza guardó silencio por unos minutos mientras la calesa avanzaba por la ciudad.

—¿Qué pasa mon petit?— dulcemente la tomo de la mano —¿te ha reñido tu tutor?

—no...— suspiró —¿Djan te ha escrito?—

—Mina... tu sabes que...—

—si, que es tu amigo tanto como yo y que si guardas mis secretos guardas también los de Djan... solo dime si te ha escrito—

—¿piensas darle una oportunidad? ¿Aunque tu tutor lo tratara de esa manera?—

—¿de que manera? Se que le dijo cosas para alejarlo de mi—

—Mon Ami, le dijo cosas terribles que no pienso repetir— susurró con su cantarín acento –lo que si puedo decirte es que corre el rumor en Beauxbatons de que eres hija del Señor Oscuro y nuestro querido Djan lo tomó muy en serio—

—¿rumor?— sonrió sin quitar su gesto triste –eres mi amiga y mereces saber la verdad— los ojos acerados de Fleur se abrieron sorprendidos, ya sabía lo que le diría su amiga –si soy hija de Voldemort—

—shhh ¡no lo digas!— murmuró asustada –nadie debe saberlo ¡nadie!— le tomó ambas manos –eres mi amiga, se que eres una buena persona, pero también hay gente mala en Beauxbatons, que no dudarán en lastimarte o aprovecharse por ser quien eres—

—lo se, por eso solo te lo digo a ti, porque eres mi mejor amiga— suspiró –dice mi tutor que papá al parecer ha vuelto, que el pequeño Potter lo vio—

—En la Academia también corren esos rumores— respondió apesadumbrada.

—si papá vuelve, no te preocupes, haré lo posible por que no te dañe o dañe a tu familia— sonrió más tranquila –eres como mi hermana y tus padres son geniales conmigo, si papá vuelve ten por seguro que voy a protegerlos—

—lo se mon ami, lo sé— De la Court quiso mostrarse segura y tranquila, sabía que Mina no le fallaría pero dudaba que el padre de su amiga finalmente cumpliera los deseos de la pelirroja.

Avanzaron otro tramo en silencio, los elfos les sirvieron refrescos y bocadillos mientras admiraban ya el paisaje campirano.

—y dime ¿Qué te regaló tu tutor en tu cumpleaños?—

—nada... ha si... esto— le enseñó la cicatriz que ya sanaba en su brazo –me está enseñando un poquito de duelo y se le paso la mano— le confió —por favor, no le digas a Erick o a Nush-

—Descuida que por mí no sabrán nada, pero debes tener cuidado, conoces el pasado de tu tutor y puede matarte—

—Nah, le tiene tanto miedo a papá que preferiría matar al monstruito Potter que arrancarme un cabello— rio con suavidad –Snape me cuida mucho ¡soy la hija de su exjefe!—

—pues creo que hace mal, además debió dejarte venir a festejar con nosotros ¡pero nos envió un pergamino muy cortante mandándonos a freír espárragos cuando le escribimos pidiéndole permiso!— las chicas rieron divertidas y el resto del camino charlaron más tranquilas, felices de haberse reencontrado.

El palacio seguía igual, sus compañeros la recibieron alegres y sin muestras de temor por los rumores, Nush curiosamente ahora era más amigable, menos agresiva con ella en particular, sobre todo cuando se enteró que durante su ausencia ella y su mejor amigo Erick pasaron mucho tiempo juntos.

—Nena te digo que entre la gritona y yo no hay nada— insistía Erick mientras ella fingía estar molesta, la biblioteca de Beauxbatons al contrario de la de Hogwarts, estaba bellamente iluminada por enormes arañas de cristal, velas de las mas finas ceras iluminaban aromatizando el lugar y propiciando un ambiente perfecto para la relajación y el estudio.

—Y ya te dije que no me importa— respondió muy seca y cortante cambiando la pagina del libro que estudiaba –tu y yo somos solo amigos y puedes salir con quien se te antoje— le divertía el gesto de contrariedad en el alto muchacho –además solo me molesta que te conviertas en un nombre más tachado en las listas de Nush—

—Lo sé y por eso no hay nada entre nosotros— gimoteo con gesto infantil – sabes cuánto te quiero flaquita— tomo la mano de la pelirroja – me muero por que seamos novios y no voy a meter la pata saliendo con alguien como ella—

—Recuerda que es mi amiga y no admito que se hable mal de mis amistades— musitó aguantando la risa.

—Llevas ya un mes en el colegio, estamos a punto de salir de vacaciones y te vas a ir de nuevo, no me diriges la palabra... ¿Qué hago para convencerte que no pasa nada entre ella y yo? ¿Para convencerte en quedarte en el palacio conmigo en las vacaciones?—

—Y ya te dije que espero carta de mi tutor, es el único que puede decidir si me quedo o no en Beaux—

—¿Que dice en su última carta?— curioso revisó con la vista los pergaminos que la chiquilla leía y releía, Mina los doblo de golpe.

—Que eres un necio y un entrometido— le rezongó sacándole la lengua y saliendo de la biblioteca veloz.

Rodeo parte de los bellos jardines y cruzó el enorme laberinto de rosas y tulipanes, más allá unas glorietas muy art decó se encontraban solitarias, solo se utilizaban en algunos actos del colegio y en este momento eran el lugar perfecto para releer la carta recién recibida de su tutor donde la ponía al día sobre los asuntos en Hogwarts.

"Gracias por preguntarme como ha iniciado el curso; es obvio que tan solo con la presencia de Potter mis días son terribles; suma a ello la presencia de otra estrella del firmamento mágico, nada menos que Gilderoy Lockhart, si, el fastidioso y egocéntrico aventurero ha tomado la plaza de profesor de DCAO a pesar que llevo años pidiéndole a Dumbledore ese sitio.

Sé que pronto comienzan tus vacaciones, así que he hablado con Albus y espero su respuesta para saber si vas a pasar esos días en Hogwarts o en el Palacio, no quieren por nada del mundo dejarte sola ya que siguen dándose eventos que nos hacen pensar en que tu padre ha vuelto.

En caso de que tengas que presentarte en Hogwarts, envía los libros que te facilité y la varita en un baúl a casa, no traigas nada de eso al colegio."

Solo tenía un mes sin verlo, un mes sin la presencia de su tutor y lo extrañaba tremendamente; toco con suavidad cada uno de los trazos en el pergamino y suspiró añorando esos días de rudos entrenamientos, de nuevo las mariposas en su vientre aletearon y se dio cuenta que necesitaba de él, de su aroma, de su calor y su presencia en sí para seguir viviendo.

—¿Qué me pasa?— susurró para si misma sin darse cuenta que Fleur estaba detrás de ella.

—¿de que Mina? Estas muy extraña ¿Qué te sucede?— se sentó a su lado, alcanzó a ver la carta cuando la guardó apresurada en su túnica.

—No entiendo que me pasa— musitó apenada por haber sido descubierta, su tutor le daría un buen regaño por ser tan distraída –solo...—suspiro

—¿Se trata de un chico?— pregunto la rubia sonriendo y Mina asintió —¿lo conozco?— tímida asintió —¿Djan?— ahora negó —¿Erick?— de nuevo negó –no piensas decirme—

—Es que, ni siquiera yo estoy segura— contestó apenada esbozando una media sonrisa.

—Explícame entonces— con un gesto de complicidad la invito a hablar con confianza, pasaron horas en la banca charlando en voz muy baja.

Sus amigas dormían profundamente, más Wilhemina no podía conciliar el sueño, la plática con Fleur le había inquietado bastante.

¿Era amor entonces? ¿Estaba enamorada de su tutor, del multirechazado por la sociedad?

Lógicamente no dijo a su amiga el nombre de quien provocaba en ella esos síntomas tan conocidos y dolorosos. Fleur no pregunto respetando su silencio al respecto, pero la enfermedad había sido identificada.

—Estás perdidamente enamorada— suspiró su amiga cuando terminó de contarle lo que sentía por el anónimo que provocaba en ella tantas sensaciones –supongo que por tu fisiología ya sientes como adulto aunque como moi eres solo una niña—

—Dice la consejera que mi mamá debió darme algo de niña para tener un desarrollo rápido en cuanto cumpliera los once años—

¿Pero cual era la intención de su madre? Físicamente hablando, deseaba enormemente que Snape la tocara, quería sentir su piel y sus labios, su cuerpo se estremecía y lo imaginaba de mil y unas maneras ¿amándola? Bueno ese término lo utilizo Fleur tras sonrojarse.

—Eso es hacer el amor— susurró entre risitas –son cosas que hacen los adultos y no quieren que sepamos nada—

Wilhemina solo sabia que en ocasiones encontraba un punto de placer en su cuerpo, que pensaba en su tutor y miles de luces chispeaban mientras se mordía los labios para no gritar o gemir mientras se retorcía inundada en un placer exquisito, quería que él la hiciera sentir así, quería sentirlo así.

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