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Capítulo 29 Maratón 4 /5

Procuró evitar a la muchacha el resto del día siguiente, salió temprano hacia el bosque prohibido a buscar ingredientes para renovar su inventario, le agradaba tener esas salidas, respirar aire matinal impregnado del fresco rocío de la mañana; aunque después de haberse topado con la niña, rogaba a Salazar Slytherin que le evitara otro desagradable encuentro que terminara de convulsionar su añeja vida tranquila.

Todo era normal, las aves cantaban, los hombres lobo aullaban en su dolorosa transformación, los threstal gruñían y relinchaban en sus manadas protegiendo a los mas jóvenes de los ataques de las acromantulas cuyos siseos hacían un eco escalofriante entre los arboles, era una mañana como todas en el bosque.

Revisaba un grupo de hongos que nacían bajo el pie de un enorme árbol viejo y roído por la polilla cuando las risotadas de su entenada lo distrajeron, sacudió la melena pensando que ya era tal su obsesión por ella que ahora la escuchaba en todos lados; de nuevo la carcajada seguida de un chapaleo en el lago y las aves volando asustadas le hicieron avanzar curioso hacia donde la escuchara.

Wilhemina había colocado un lazo en uno de los viejos arboles cercano a las negras aguas del lago, se balanceaba con fuerza para caer en la parte más lodosa y el calamar gigante sacaba sus largos tentáculos con las ventosas listas para atraparla, se le detuvo el corazón cuando vio que la chica salía cubierta de barro riendo y tratando de esquivar al monstruoso animal que batallaba por atraparla, más la viscosidad del fango hacia imposible cualquier intento de sujetarla, haciéndola reír con más fuerza.

—¡si me haces daño papá vendrá a convertirte en sushi!— le gritaba entre risas, su inocente amenaza le hizo sentir a Severus escalofríos.

Efectivamente, si el señor tenebroso se enteraba que algo o alguien dañaba a su pequeña bastarda, de haber planeado algo para ella le convertiría en el ser más castigado en todo el universo; Voldemort no pararía en torturas y experimentos despiadados con tal de vengar a su pequeño retoño.

—¡Vamos atrápame!— atraía al animal con saltos y bailes burlones, aparentemente llevaba un traje de baño de una pieza pero el fango la cubría de pies a cabeza, lucia como una pequeña bosquimana australiana.

—¿puedo saber a que juegas?— le siseo tras decidir darle una regañina, no le gustaba la idea de que su único salvoconducto con el recién avistado amo, resultara muerta o herida por un estúpido juego.

—el castillo apesta a aburrimiento, no puedo ir más allá de las rejas exteriores— le señalo el área delimitada –quiero ir a Hogsmeade, a Londres, a donde sea, menos seguir aquí solo porque a Albus le da miedo que busque a mi papá o al enano idiota—

—¿te refieres a Potter?— le divirtió la manera en que la joven se expresaba del chiquillo que el curso recién terminado entrara al colegio para convertirse en una migraña diaria.

—¿a cual otro?— Mina si estaba aburrida, detestaba al enano porque él si tomaba clases con su tutor, y posiblemente no era capaz de entender ni la mitad de lo que le enseñaran.

Mientras charlaban Wilhemina dejó de atraer al calamar con sus saltos y éste se sumergió en las negras aguas, la muchacha comenzó a enjuagarse el fango pegajoso y apestoso que la cubría, Snape desvió la mirada fingiendo interes por un matorral que crecía a unos pasos de ellos, se sentía como adolescente, cohibido y nervioso ante la chiquilla.

—¿Cuánto tiempo voy a estar encerrada?— se enjuagaba la roja melena sin mostrar temor a las sirenas y tritones que se asomaban molestos ya que el calamar había decidido desquitar su frustración comiéndose a algunos de los integrantes del clan del lago.

—Durante las vacaciones en Hogwarts, Olympe ya está enterada y me ha enviado las guías de estudio que retoman la próxima semana, son dos meses con nosotros— paladeo cada palabra, era obvio que ella detestaba esa decisión.

—¿al menos podre enviarles cartas?— lo miró compungida, era obvio que tenía necesidad de contactar con alguien en especial.

—tendré que supervisarlas, no podemos arriesgarnos a que tu padre tenga espías en Beauxbatons y se entere que estas con nosotros— echó a andar hacia el castillo ignorando a la muchacha que se envolvía en la empapada capa que llevara para cubrirse y que temblaba de frio –había pensado en pasar mis vacaciones en casa, tu sabes... relajándome— la miró de reojo más ella fingió no entender su reproche –sin embargo deberé quedarme a darte las clases que me envió tu directora–

—puedo estudiar sola— murmuro castañeando los dientes mientras ya avanzaban por entre los helados pasillos del castillo –en cuanto me dé un baño voy a tu oficina por los pergaminos— y entró sin mas a su dormitorio azotándole la puerta en las narices.

Las primeras dos semanas estudio diariamente sin parar, avanzó tan rápido en el curriculum que enviara su profesora que Albus decidió aplicarle un examen de revisión, dudaba que la chiquilla tuviera la capacidad de aprender de esa manera; se quedó sorprendido al ver sus respuestas, complejas, maduras y sobre todo correctas en todos sus exámenes.

Terminó sus guías de estudio y aun así le quedaban seis horrendas semanas de encierro, tras aplicar sus imprevistos exámenes con Dumbledore, prefirió quedarse encerrada en su dormitorio repasando sus temas; dos golpes en la puerta la hicieron saltar, abrió de inmediato, era su tutor.

—Albus acaba de mostrarme tus exámenes, un promedio excelente si te interesa mi opinión—

—en realidad no me interesa— gruño ella dejándose caer de nuevo en su cama, había decidido prescindir de ambos uniformes y ahora portaba unos desgastados jeans muggles con una vieja playera negra desteñida.

—lo supuse— refunfuño Snape sentándose en el banco del escritorio –no me has mostrado cartas para tus amigas—

—estuve muy ocupada, y no he recibido nada de ellas— contestó sin mirarlo, estaba dolida de que su mejor amiga y su supuesto mejor amigo no le escribirán, un atado de pergaminos cayó en su cama en ese momento, era obvio que Snape los llevaba consigo.

—tuve que interceptarlos y leerlos para evitar que alguien quisiera engañarte— le informó su tutor mientras abría la puerta –cuando tengas las respuestas entrégamelas— y cerró sin mas.

Un sentimiento entre frustración y rebeldía se encendió por un segundo dentro de ella, más no tenía deseos de pelear una batalla que ya sabía perdida; estaba triste, realmente deprimida y lo único que deseaba era que el tiempo volara para regresar con sus amigos, donde realmente la comprendían y la querían por ser Mina, odiaba estar en donde le temieran y la rechazaran por ser hija del tal Voldemort.

"Madame Maxime me ha dicho lo sucedido, te extraño mi querida amiga..." era el primer renglón de la carta de Fleur, su característica letra garigoleada y elegantemente escrita era inconfundible; "deseo de corazón que tu tutor mejore pronto para tenerte de vuelta..." sonrió de lado, era obvio que le mintieron a su mejor amiga, decir que Snape estaba grave para mantenerla en Hogwarts era una sucia jugada; "de cualquier forma espero que tengas un poco de tiempo libre para mantenernos en contacto; te extraño tanto. Fleur".

"Flaquita nos dijo la directora que tu tutor esta enfermo y que tienes que cuidarlo..." típico de Erick, el zalamero "... supongo que el anciano ya no puede cuidarse solo, ojalá se recupere para tenerte de vuelta, mi espinilla ya se curó y quiero platicar contigo..." ¿su espinilla? ¡Cierto! Cuando intentó besarla y ella se dio cuenta que deseaba si, un beso pero no del semigigante hijo de sátiro y bruja, la patada estuvo a punto de fracturarlo; "... te extraño princesa, aún tus patadas y golpes..." sonrió enternecida, si eso que sentía no estuviese tan clavado en ella, sería capaz de intentar algo con el muchacho; "...te traje algunos recuerdos de casa de mis tíos donde pasé las vacaciones, conocí el mundo muggle de Norteamérica, es genial y quiero que pronto pidas permiso para acompañarme y mostrártelo, te quiere... Erick"

"¿Cómo que está enfermo tu tutor? Debiste llamarme para ayudarte a cuidarlo..." claro, este pergamino garrapateado con prisas era de Anushka, su amiga media vampiro y media banshee quedó anonadada cuando le mostró una de las escasas fotografías de su tutor, le exigía información pormenorizada de él cuando veía la oportunidad; "¿pero no es grave verdad? Ay amiga como te envidio, estar fuera de esta prisión, cuidando a tu tutor, y dime ¿le das baños de esponja? Es que eso hacia mamá cuando papá enfermo por beber de unos sirvientes africanos..." definitivamente esa era Anushka y le apenó mucho que Snape leyera tal sarta de tonterías; "si necesitas ayuda avísame. Nush"

Escribió tres pergaminos ignorando el resto que aguardaban su lectura, uno de Viktor Krum y otro de Djan, amigos que hiciera durante una visita escolar por parte de Karkarov a las instalaciones francesas, además de que Djan fuera a Beauxbatons durante su primer curso en el colegio, sin querer entre ella y su tutor le rompieron el corazón; seguía sin saber que amenaza utilizara Snape para que el muchacho decidiera exiliarse a Drumstrang. Al terminar se dirigió a la oficina de Snape y golpeo tímidamente la puerta, un "adelante" apagado la animó a entrar.

—ten, ya las termine— susurró entregándole los pergaminos, Severus detestaba perder el tiempo en niñerías, sin embargo era orden de Albus leer una a una las cartas recibidas y enviadas.

"Querida Fleur, mi tutor se encuentra ya estable y fuera de peligro, uno de sus alumnos (estúpido sangre sucia) se puso a jugar con ingredientes que no combinaban, provocó una explosión y el profesor Snape quedó bañado en la pócima, resultó sin quemaduras pero un extraño color verdoso invadió su piel, tengo que cuidarlo y salir a hacer diligencias para que él pase estos días en reposo absoluto y se recupere antes de que comiencen sus clases.

Apenas pude leer tu pergamino, disculpa la tardanza, Te quiero mucho. Mina"

"Hola feo, también los extraño, me alegro que tu espinilla se encuentre totalmente recuperada porque si intentas pasarte de listo otra vez ahora si soy capaz de romperte la pierna (una carita sonriente dibujada cerraba el comentario).

Mi tutor ya se encuentra bien, no es ningún anciano y sobre todo es capaz de cuidarse por si mismo, pero un chico igual a ti de descuidado y tonto provocó un accidente en el aula de pociones, así que debo encargarme de sus diligencias fuera del colegio mientras se recupera; y mas te vale dejar de expresarte así de él porque tengo muestras de la poción que le puso la piel de un color verde que te sentaría bastante bien. (Una carita malévola terminaba el comentario)."

"Nush, no le doy baños de esponja, es mas me ha prohibido acercarme a él así que no me envidies ¿ok?

Para mi Hogwarts es la prisión y Beauxbatons mi hogar, mi tutor no es más que eso, mi tutor y me trata como tal, haciéndome desear enormemente volver al palacio."

—¿son todas tus cartas?— pregunto a la chica que asintió – el que les mientas sobre ese accidente me parece un buen toque— las guardó en su escritorio –mañana mismo voy a enviarlas—

—¿puedo retirarme?— preguntó a media voz, él asintió y la muchacha salió en silencio, volvió a tomar los pergaminos, era obvio que Fleur era su mejor amiga...releyó lo escrito con letra redondita y excelente ortografía, la carta al tal Erick le provocó una sonrisa apenas dibujada en sus delgados labios, lo defendía de ese mocoso, decía que no era un anciano y que su trabajo lo arriesgaba a sufrir accidentes con chicos igual de tontos que ese medio sátiro/mago. La carta escueta a Nush le daba en que pensar, dejaba muy claro que no eran muy buenas amigas pero que mantenían cierta amistad, cosa que lo intrigaba sobremanera¸ aunque también dejaba muy en claro cierta distancia entre ambos ¿y eso que? Le gritó la vocecilla en su mente, no esa que le recriminaba sus errores del pasado, era "la vocecita" que cuando adolescente lo animaba o frustraba de acercarse a las chicas.

Para su entenada era solo eso, su tutor, era lógico que lo detestara y quisiera volver a su colegio, no la trataba nada bien y la mantenía muy alejada ¿pero la noche anterior no se separo o lo rechazó cuando le alivio el calambre? Al contrario, parecía disfrutar bastante ese breve masaje. ¿Seria acaso...?

Sacudió la cabeza sacando esas ideas de su mente, la voz guardó silencio y siguió revisando los apuntes para el curso que estaba por iniciar.

Quizá fue la manera en que la chica externaba su aburrimiento y desagrado por Hogwarts, arrastrando los pies y cabizbaja, apenas contestando con monosílabos y vestir con sus viejas y gastadas prendas; o tal vez la total falta de apetito, comiendo solamente lo necesario para no desfallecer; o muy posiblemente el hecho de que se tumbara en cualquier rincón por horas mirando fijamente el piso dando una imagen de la muñeca abandonada y triste; pero el hecho fue que todos los profesores que se quedaron en el colegio acudieron en conjunto para abogar por la chiquilla.

—Albus entiende que aunque tiene un cuerpo de jovencita, es solo una niña de casi quince años— alegaba Sprout con su tono más dulce –debemos hacer algo, o se nos va a morir de tristeza—

—tú mismo decidiste enviarla a Beauxbatons, ahora la mantienes enclaustrada en el castillo ¿Qué sigue?— Sinistra lo miraba fijamente con sus ojos grises.

—No tiene ya interés siquiera por leer— por primera vez Madame Pince, la guardiana de la biblioteca intervenía por Mina –a principio de vacaciones no podía sacarla, ahora no me preocupo siquiera de revisar pues sé que pasa las tardes sentada en las escaleras principales, con la vista fija en el bosque.

—Dumbledore, al menos déjala salir con su tutor, a ambos les haría muy bien volver a convivir... casi ni se dirigen la palabra— Sybill opinó un poco nerviosa –pasaron buenos momentos en Londres, en su casa de la Hilandera ¿Por qué no dejas que la lleve y pasen ahí las semanas restantes de vacaciones?—

—Severus debe terminar su plan de trabajo— respondió apabullado por tan buenos motivos que le daban, buscando un pretexto para no dejarla salir.

—él conoce los movimientos de la orden mortifaga— susurró con timidez Sybill –sé que no es capaz de hacer algo que la dañe—

—¿acaso lo has visto con el ojo de la mente?— intervino con sorna y burla Minerva, también alterada de que en conjunto acudieran al director —¿acaso el té hizo algún comentario en la mañana?—

—no— respondió un poco molesta –fueron los ojos de Mina y Severus cuando volvieron de esas vacaciones— sonrió de lado –ambos se veían felices, como una familia—

—¡claro Snape feliz!— gruño Minerva –lo siento mucho y lo tengo en alta estima, pero estoy segura que lo que menos desea es pasar tres semanas con la chiquilla en Londres—

—Tal vez si me lo preguntaras estarías más segura de mi respuesta— la voz profunda de Severus los hizo mirar hacia la puerta, estaba de pie, aparentemente llegó en el momento exacto que se hablaba de él.

—Severus, lo siento pero no fuiste requerido para esta reunión— farfulló Minerva un tanto apenada.

—Lo sé, pero uno de los cuadros no lo sabía y fue a llamarme en cuanto escuchó mi nombre— respondió sin más –entonces... ¿estas segura Minerva que no quiero pasar días con la entenada que me obligaron a adoptar?—

—Exacto— respondió Albus —¿para que torturarlos a ambos?—

—si, para que torturarnos a ambos cuando solo puedes torturar a una niña indefensa— respondió Severus molesto –es mi entenada y debo ver por su bienestar— les arrojó un pergamino –acabo de recibir esto, al parecer has quitado la vigilancia que el Winzegamot tenia sobre mi persona— Albus asintió leyendo el pergamino –pero como tutor tengo otro tipo de vigilancia, han detectado a la niña deprimida, les ha informado alguien del castillo la situación que está pasando y me han citado para responder por ello—

—No te preocupes, voy a enviar una nota al ministerio explicándoles todo— respondió Albus tomando un pergamino y escribiendo veloz, Fawkes se acercó y tomó el pergamino ya lacrado –con esto van a dejarte tranquilo—

—El punto es que si quiero cambiar la situación por la que esta pasando, voy a llevarla a mi casa – afirmó sin más, Fawkes ya había desaparecido –Si quiere alguien acompañarnos para vigilar que no la lleve con el Señor Tenebroso lo entenderé— arrasó con la mirada a los presentes, sus amigos sonrieron asintiendo, Minerva apretaba de tal manera los labios que parecían solo una línea trazada al azar sobre su rostro, Albus sin embargo lo miraba fijamente, como buscando traspasar el muro que protegía a su mente.

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