Capítulo 25
Cenaron en un pequeño restaurant en el París muggle, Mina no paraba de parlotear sobre lo que vieron en el museo, el arte y los mismos muggles la tenían fascinada, él solo fingía escucharla, un zumbido en su cabeza amenazaba con hacerla reventar.
—¿estas bien?— con un tono de preocupación desvió su charla mirándolo fijamente.
—solo es un dolor de cabeza— respondió picoteando su cena con el tenedor, no había tomado bocado.
—come— tomó ella el tenedor y le ofreció en la boca un trozo de vegetales, él cerro los labios y giro el rostro –profesor come—
—deja de hacer esto ¿quieres?— le gruñó de la peor manera –termina tu cena y vámonos, estoy cansado de... de...— no supo que más decir pues la jovencita ya se había puesto de pie y tomaba su bolso.
Caminaron en silencio hasta su hotel, solo un "buenas noches" entre dientes por parte de ella y la puerta azotándose en sus narices.
Sin embargo no estaba enojado con ella, estaba molesto consigo mismo ¿Cómo se le estaba escapando algo tan simple y estúpido de las manos? ¿Ese simple roce en los labios sirvió para ablandarlo? Y lo peor de todo era que la mocosa no estaba consiente de esa idiotez. Furioso entro a su habitación y se acostó sin mudarse de ropa siquiera.
Todavía estaba oscuro pero se había programado mentalmente para despertar temprano, se dio una rápida ducha y salió al comedor del hotel mucho antes que Mina, desayunó con calma y no la llamaría, si ella quería terminar el recorrido en el museo debía ser responsable y levantarse por si misma. Además él necesitaba poner en orden sus pensamientos.
Achacó la maraña de emociones que la noche anterior lo turbaran al hecho de que llevaba años sin pensar siquiera en tener a una mujer para él, añadiendo el asunto de que Albus y el ministerio le habían colgado un conjuro de vigilancia para evitar que se acercara con finalidades truculentas y maliciosas a menores de edad, según palabras textuales de su "querido amigo Albus".
No era que Mina lo conquistara con un simple accidente, es más, la mocosa le parecía cada vez mas molesta y escandalosa, le irritaba su voz y sobre todo esa risa que procuraba modular, le fastidiaba caminar por la calle llevándola colgando de su brazo, y no había otra cosa que realmente le enfadara que intentara hacerlo sentir bien y feliz cuando era evidente que él no estaba interesado en ello.
La hibrida, por otro lado no estaba nada mal, dentro del ambiente mortífago y posterior a la caída del Señor Tenebroso Severus era conocido por sus gustos, por su insaciable apetito sexual, sobre todo cuando se trataba de púberes, niñas mayores de diez años; se jactaba de tener el mejor gusto sobre este tipo de bocadillos y mientras duró la guerra se vio abastecido de victimas casi todas las noches.
Después de ello tuvo que acudir a las pociones, además del conjuro implantado por el ministerio debía consumir una o dos dosis diarias para calmar ese fuego que lo quemaba por dentro, no era amor, era simplemente el deseo de poseer, de tomar, de arrebatar y destruir; solo una mujer en su vida logró despertar en él una chispita tímida que llegó a suponer amor, después de Lilly no existió nadie más.
El ministerio considero mucho la posibilidad de encerrarlo en Azkaban, pero la excesiva confianza de Albus en su capacidad de control sobre Snape lo libró de pasar ahí los siguientes años que llevaba en el colegio, pero ¿Qué peor castigo para un hombre con su libido que vivir encerrado con cientos de jovencitas, muchas de ellas apetecibles, muchas de ellas dignas de ser tomadas por él? A veces pensaba que Azkaban hubiera sido mejor.
Ahora y para burla del destino le habían colgado no solo una hija adoptiva, sino a la hija de su amo, la hija de la única mujer en su vida que confió en él y lo considero un amigo, y la maldita chiquilla era todo un manjar para sus ojos.
Para mucho pedófilos el hecho de que fuera una niña era motivo suficiente para destrozarla, sin embargo él no se consideraba un vulgar violador de menores, era algo más, un artista, si alguna de sus pequeñas muñecas sobrevivía a sus apasionados encuentros, a sus dolorosos juegos podía considerarse experta en artes amatorias, algunas de ellas ejercían la prostitución en la actualidad buscando ese placer que les diera el mortífago en su infancia.
Y la joven heredera representaba para él lo que podía ser el epítome de sus logros, forjarla con su fuego, moldearla con sus manos, marcarla con sus dientes, llenarla con su esencia; pero era algo imposible, el amo nunca se lo perdonaría, ¡como deseaba constatar que el loco mestizo estuviera muerto para...!
—¡buenos días!— lo saludo con energía, no sonreía, ni siquiera demostraba entusiasmo alguno, solo quería dejarle en claro que estaba lista para aguantar lo que viniera después del mal humor que le demostrara la noche anterior.
—¡vaya te dignaste a levantarte temprano!— resoplo cortando sus pensamientos, evitando mirarla a los ojos violetas que también evitaban verlo —¿lista para terminar el recorrido?—
—si eso quieres profesor, si no... deja de preocuparte que no voy a obligarte a verte rodeado de muggles—
—empezamos entonces peleando— le respondió dando un trago a su café, esa mocosa era tan rebelde, tan salvaje, como le gustaría darle una lección.
—no, simplemente que evito aquello que te molesta profesor— contestó sin mirarlo, atenta a la carta del menú –aunque si quieres llevarme de nuevo al colegio voy a entenderlo—
—supongo que sería lo mejor— concluyó Snape poniéndose de pie –desayuna entonces mientras guardo mi equipaje, a medio día volvemos a Beauxbatons— y la dejó sola en el comedor.
Mina no estaba enojada con él, cuando lo vio desaparecer por las escaleras y tras pedir su almuerzo se concentró en jugar con una marca de agua en su mantel.
No entendía el por que, pero sabia que lo extrañaba mucho, que era feliz junto a él y que nada era mejor que pasar el tiempo a su lado; pero por lo visto Snape tenía una idea distinta, cada vez le mostraba más rechazo, más enojo por cargar con ella y no estaba dispuesta a molestarlo más.
La noche anterior se había atrevido, por fin tras un año de pensarlo, de aceptar que le atraía su tutor quiso tomar las cosas como lo que aparentemente era, una mujer. Pero el tiro le había salido contraproducente, aunque fingió que ese tímido beso había sido accidental él se lo tomó tan a mal que estaba a punto de dejar de verlo por tiempo indefinido ¿Qué podía hacer?
Pensó que el decirle que no quería a Djan pero que sin embargo pensaba en alguien, le daría curiosidad, le preguntaría quien era y posiblemente ella tendría el valor de decirle lo que sentía, pero ahora, con esa fría actitud decidió guardar silencio, y lo peor de todo ¡amaba al hombre que la trataba así! Le pareció patético.
A medio día ya estaban en Beauxbatons.
—No quiero que te metas en problemas— le recomendó muy serio.
—Descuida profesor, no voy a hacerlo, vas a tener el mínimo de quejas y noticias de mi parte— contestó seria, tratando de ocultar que tan dolida estaba.
—Eso espero— fue su despedida, ni siquiera un apretón de manos, nada, desapareció en un segundo frente a ella.
Al entrar en su dormitorio recordó que pasaría varios días sola, dio un respiro de alivio y comenzó a llorar tumbada en su cama, dispuesta a sacar de su mente a su tutor... ¡como odiaba ese término!
''Vaya vaya , parece que a Mina le gusta muchas cosas muggles y que además está empezando a ver a Severus de otra manera , interesante ''
¿ Queréis Maratón de la historia ?
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