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Capítulo 2

Un campo florido, narcisos que perfuman en ambiente, un pasto suave y verde que acaricia mis pies, una bella mujer que me mira con ternura, con amor, que me sonríe con esa triste sonrisa destinada para los deformes, para los malditos, pero sus ojos me dicen que me ama, el sol no calienta nuestra piel blanca, el viento no alborota sus largos y hermosos cabellos, el silencio nos envuelve y con temor trato de tomar su mano, una mano gélida, la mano de un muerto...

Despierto de golpe, sin hacer un solo ruido solo abro los ojos y la luz del día hiere mis pupilas, siento mi rostro hinchado, los tirones de la piel recuperándose, cicatrizando, percibo la suave almohada donde reposa mi cabeza y las suaves sabanas que me cubren, el aroma del jabón que limpio mi piel; unos pasos lejanos, quizá mas allá de los muros, murmullos y una puerta que se abre así que prefiero cerrar los ojos.

-¿Estas seguro que es lo mejor Albus?- Poppy aprensiva miraba al director como si este hubiera perdido la razón.

- Si... de notificar al ministerio de la presencia de nuestra pequeña huésped, tendríamos a muchos aurores revolviendo aguas que por ahora están tranquilas, dejemos que el tiempo pase y cuando ella despierte para decirnos quien es, de donde viene y como ha llegado aquí entonces tomaremos medidas- respondió tranquilamente el director mientras sacaba una cucaracha acaramelada de una bolsita – ¿gustas?- ofreció a la enfermera que distraídamente tomo una y mordió sin dejar de ver a la niña.

-¡En fin!- suspiro Poppy – ¿ya has enviado las cartas a los alumnos?- necesito saber cuantos hijos de muggles vienen de primer grado para tener listos medicamentos apropiados para ellos- su profesionalismo no tenia barreras y aun fuera en la crisis mas difícil, estaba pendiente de sus alumnos, de su salud y su bienestar.

-Las cartas se están sellando en este momento – contesto el director aludiendo al hechizo que pasaba del libro de registros a los sobres, nombres y direcciones de los alumnos de nuevo ingreso – mañana temprano saldrán las lechuzas y me imagino que en la noche ya comenzaremos a recibir respuesta de quienes se presentarán-

-Perfecto, no me gusta presionarme al respecto- sonrió y tomando un poco de agua en una copa se acerco a la niña humedeciéndole los labios con una toalla –me preocupa que ya tenga cuatro días sin despertar- parpadeo evitando derramar una lagrima –pobre pequeña, tan frágil y quedar sola en el mundo, abandonada en un sitio como el bosque- trago saliva para deshacer el nudo en su garganta.

-Alguien sin corazón Poppy, solo alguien así podría dañar a un ser tan indefenso- susurro Albus apoyando su brazo en la mesita a un lado de la niña – si no fuera porque la guerra termino, juraría que fue obra de mor...- la enfermera lo interrumpió aterrada

-¡Ni los menciones Albus!- el recuerdo realmente le afectaba, su vida durante la guerra había sido terrible –fueron juzgados, salvo algunos que...- obviamente dudaba del arrepentimiento de ciertos inculpados

-Esos "algunos" mi estimada Poppy, son de mi confianza, así que esta pequeñita no fue atacada por alguno de "ellos"- subrayo tanto como para tranquilizarla como para cerrar el tema.

-Esta bien Albus, confío en ti y en tu criterio – respondió no muy convencida – por ahora te pido que me disculpes, aun tengo mucho trabajo que hacer y ya casi es hora de alimentar a la niña- sonrió cálidamente mientras le acomodaba un mechón de cabello en la frente, la niña no se movió, siguió rígida, tiesa en la cama, no sabia donde estaba, ni quienes eran esa Poppy o ese Albus... ¿dañarla? ¿Alguien le hizo algo? ¿Pero que? No recordaba nada ahora que se ponía a pensar... ¿quien soy? ¿Que me paso?

Mientras Poppy le daba pequeñas cucharadas de sopa, fingió bastante bien el seguir inconsciente, al anochecer la enfermera salió un momento dejándola sola, con una pequeña luz encendida que le indicaba que aun no era hora de dormir, quiso moverse pero en ese momento se escucharon los goznes de la puerta y unos pasos que procuraban ser discretos pero totalmente distintos a los de la enfermera entraron al lugar, un aroma a madera, a hierbas frescas invadió el pequeño cubículo y una mano helada y temblorosa le acaricio la mejilla

-¡Perdóname...perdóname!- susurraba temblorosa una voz varonil –fue mi culpa...perdóname- seguía implorando la voz y una gota tibia cayó sobre su mejilla más la niña siguió sin moverse; unos pasos firmes se escucharon fuera y la mano se retiro de inmediato limpiando la humedad que recorría lentamente su piel, así como la sensación de la extraña presencia.

-¿Que hace aquí?- Poppy confundida interrogo al visitante – ¡ha! Muchas gracias, debo integrar ese equipo en mi inventario ¿no gusta...?- la enfermera se interrumpió pues los pasos ahora firmes salieron a toda prisa del lugar, un "mjm" indiferente salió de la garganta de la encargada –que raro- murmuro y de un frasco sirvió un poco de liquido dándoselo con cuidado a la niña.

¿Que le daba la enfermera? No lo sabia, pero su sabor era agradable, deseaba abrir los ojos y comer libremente y pedir mas, pero tenia miedo, aun no sabia donde estaba y lo peor, quien era ella.

El amanecer la sorprendió despierta, con los ojos bien abiertos, aun no sabia si descubrirse ante los demás como alguien consiente o callar y esperar para ver si ellos ya habían descubierto quien era para que le informaran, suspiro y disfruto los cálidos rayos de sol que entraban por la ventana entibiando el ambiente cuando un golpe sordo la asusto y la hizo cerrar de inmediato los ojos, la enfermera salió de su oficina veloz, ¿acaso nunca dormía? Y furiosa abrió la ventana, un grito de sorpresa hizo que la niña brincara mas la enfermera estaba tan enojada que no se percato del ligero movimiento, algo atrapo con una manta, algo que aleteaba y chillaba, salió furiosa azotando la puerta, minutos después regreso con un grupo de personas, el ancianito preocupón como había decidido nombrar a Albus, la enfermera y una comitiva como de cinco personas, entre ellos distinguió el aroma que previamente había invadido su cubículo

-¡Debes despertarla Albus!- la voz autoritaria de una mujer, nueva para la niña hizo eco en la salita y murmullos de aprobación la apoyaron.

-No será necesario Minerva, el registro no puede equivocarse, es quien es, esta aquí y debemos aceptarla, no hay que presionarla- con un tono de voz paternal susurro –ha sufrido mucho, no debemos hacerla sufrir mas, en su momento despertara y entonces podremos platicar con ella- los demás asistentes murmuraron palabras ininteligibles y uno tras otro salieron de la enfermería demostrando su disgusto azotando la frágil puerta, al final solo escucho al anciano, a la enfermera, a la mujer enérgica y una voz firme y varonil

-Dudo que sea correcto que ella este aquí Albus- insistía la mujer que ya le empezaba a ser fastidiosa, ¿pues que diantres traía en contra de su persona?

-Ni correcto ni incorrecto, por ahora es nuestra invitada, el destino quiso que se refugiara entre estas cuatro paredes Minerva, y así será- contesto pacientemente el Director.

-Habrá que tomar medidas por si alguien viene a buscarla, a tratar de rescatarla- la voz varonil sugirió fríamente desde el otro extremo de la salita.

-¿Y quien vendría Severus?- el timbre del director sonaba confiado – casi todos están o muertos o en Azkaban- suspiro –por ahora dejemos las cosas como están y que poco a poco vayan tomando su cauce, si para el día de la recepción aun no despierta, entonces si haremos uso de algún hechizo o quizá llamemos a alguien de San Mungo... - la enfermera carraspeo – no dudo de tus capacidades mi estimada Poppy pero este caso ya es algo mas complicado, que requerirá de las manos expertas de un sanador.

-Tu decides entonces Albus- gruño la enfermera, molesta de que le invadieran su santuario un grupo de sanadores histéricos o mandones.

Pasaron otros dos días y fue notorio el cambio en las actividades del lugar, aun no descifraba del todo donde se encontraba... había un Director, profesores y enfermera... ¿un colegio? ¡Vaya! Que interesante, sus recuerdos eran vagos, etéreos, pero estaba segura que nunca había estado en algún "colegio" , segundo ellos ya sabían quien era ella, pero decidieron no despertarla, aunque ya le dolía la espalda de estar tanto tiempo acostada e inmóvil había preferido seguir siendo atendida como una persona inconsciente, con todas las incomodidades que esto implicaba... las clases estaban a punto de comenzar, pero ni aun así la enfermera la había descuidado un solo momento, a veces le acariciaba el cabello y susurraba palabras tiernas, pero como dirigidas a otra persona, mi niña, mi pequeña, cosas que la confundían.

Ese día era especialmente bullicioso, Poppy no paraba ni un minuto, después de darle su desayuno comenzó a dar los toques finales a su inventario, murmuraba nombres, y palabras como "bruja" "muggle" ...cosas que no comprendía; por fin decidió abrir los ojos, no quería que esos "sanadores" le hicieran mil y un cosas que desconocía solo por el simple hecho de no querer abrir los ojos, lo hizo lentamente, tosiendo un poco para llamar la atención de la enfermera, que no bien la escucho corrió a su camilla

-¡Pequeña!- gritó angustiada Poppy – ¡Albus! ¡Albus! ¡La niña despertó! – Siguió gritando y salió corriendo al pasillo – ¡no te duermas!- le dijo desde la puerta sin saber si quedarse o salir corriendo – ¡no te duermas mi niña!- grito nuevamente – ¡Albus, Minerva!- y regreso a su lado- ¿quieres agua? ¿Algo de comer?- preguntaba sin dejar de correr y acercar un plato con fruta, una jarra con jugo, una toalla húmeda – ¿mi niña quieres algo?- por fin se dio cuenta de que corría sin sentido y se quedo firme al lado de la cama

-No...gracias- susurro la niña tímidamente, una voz tan cálida y tierna, tan dulce y suave que ni ella misma se imaginaba tener.

-¡Mi niña!- murmuro con voz ahogada Poppy – ¿te sientes bien, no te duele nada?- se sentó a su lado acariciándole los rojos cabellos, cuando la niña giro su rostro para verla fijamente la enfermera se puso pálida, sus ojos reflejaron un terror ya añejo y fue evidente que le costo mucho esfuerzo mantenerse firme sin soltarla, sin demostrarle algo que sus ojos gritaban.

-¿Está bien?- la niña se asusto por esa mirada, no sabia donde pero ya había visto esa mirada de terror – ¿se siente bien?- ahora resulto ser ella la preocupada.

-¡Poppy!- entro corriendo el Director y tras el tres mujeres que tan distintas en su vestir eran idénticas en sus miradas preocupadas.

-Director, la nena despertó- susurro Poppy tratando de disfrazar ese terror que segundos antes la había invadido y dejando la silla para que el hombre tomara asiento.

-Chiquilla... ¿estas bien?- pregunto a la niña que intrigada agacho el rostro tratando de no dejar ver sus ojos

-Me duele la cabeza- confeso –y estoy muy mareada- susurro con su dulce voz.

-¿Recuerdas tu nombre pequeña?- la profesora estricta que reconoció por la voz como Minerva la interrogaba mientras se mantenía rígida y de pie a un lado del anciano.

-no...no lo recuerdo- contesto sinceramente.

-¿Que es lo último que recuerdas niña?- una regordeta y bajita mujer con vestidos amplios y holanes manchada de tierra y plantas la miraba sonriente desde la puerta del cubículo.

-Nada- respondió sincera –acabo de despertar – mintió –pero no recuerdo nada-

-Creo que seria prudente darle un poco de poción de la memoria, o quizá con un hechizo- sugirió una mujer vestida de negro con gesto serio pero brillantes ojos que estaba al otro lado de la camita.

-No...no sabemos que reacción tendrá- contesto el Director –por ahora denle un uniforme, que tome un baño y que coma, en la noche asistirá como todos los alumnos a la designación de casas y mas tarde hablaremos- finalizo poniéndose de pie –¡puedes estar tranquila niña, aquí estarás segura!- con una palmadita en el hombro la consoló y despacio abandono el cubículo –¿Damas?- invito a las otras profesoras dejar el lugar y así lo hicieron, Poppy llegó mas tarde con ropa, artículos de higiene y unos lindos zapatos negros, la guió a un baño austero, una tina, una regadera, le indico que llaves manejar y la dejo sola... un baño relajante es lo que necesito, pensó la niña mientras el agua caliente le daba un poco de tranquilidad.

La enfermera la peino y le arreglo la corbata del uniforme sin mirarla a los ojos, había ternura en sus manos pero miedo en su rostro, la niña no sabia como interpretar estas reacciones mas no hizo preguntas; al anochecer la tomo de la mano y lentamente la dirigió por unos pasillos ante una puerta enorme, detrás de la cual se escuchaba un barullo como zumbido de abejas, un hombre mal encarado de cabellos largos y canosos que cargaba a un gato gordo y refunfuñón les abrió las puertas dejando ver un salón hermosamente decorado, la niña no entendía el significado de los banderines, pero había muchos niños y niñas con el mismo uniforme que la miraban curiosos, cuchicheando entre ellos.

-Pero ya termino la selección- dijo un pelirrojo a su compañero de mesa que la miraba de arriba abajo.

-Es tan rara- comento una niña con bufanda azul a otra que estaba frente a ella, sin el menor recato ni vergüenza de que las escuchara.

La pequeña nerviosamente se acomodo el cabello tras su oreja mirando nerviosa de un lado a otro sin dejar de avanzar, una niña dio un grito agudo y la señalo

– ¡Tiene orejas puntiagudas!- y soltó una carcajada que fue recorriendo el salón conforme avanzaba, la enfermera solo la sostenía del hombro, pero daba ligeros apretoncitos como diciéndole que siguiera adelante, que no flaqueara que no estaba sola, pero el salón era enorme, gigante, al final del interminable pasillo se veía un diminuto banco de madera con una cosa sobre el, y tras ese banquito una mesa con un banquete ya servido

-Veo que te has demorado un poco- comento sonriente el Director y señalo a la niña el banco –Por favor toma asiento para designar la casa a la que perteneces-

-¡Pues espero que ese fenómeno no se quede con nosotras!- una chica de cabellos negros largos y uniforme verde comento en voz alta

-¡Tiene cara de Hufflepuff!- dijo otra con uniforme rojo

-¡Para nada!- respondió otra desde su mesa

-¡Silencio!- grito la estirada profesora Minerva –por favor niña, toma asiento- la pequeña llego al banco que ahora le parecía altísimo, con un poco de esfuerzo logro subir y sentarse, todos los ojos de los asistentes estaban sobre ella y la intimidaron, quería correr, ocultarse...¡donde fuera!, pero en ese momento Minerva se le acerco y la enfermera se retiro dejándola a merced de las miradas gélidas –por favor quítate el gorro- le dijo señalando el gorro de cono que traía puesto – ahora te voy a poner este sombrero que te dirá a que casa perteneces- trato de sonar amable mas la niña detecto asco en su voz

-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA - fue lo único que salió de la rajada que tenia el sombrero seleccionador en lugar de boca –JAJAJAJA DEBE TRATARSE DE UNA MALA BROMA JAJAJAJA- y el condenado sombrero no paraba de reír, Minerva lo retiro de inmediato y los alumnos no dejaban de verla, entre sorprendidos, burlones, asustados.

-¡No pertenece a ninguna casa!- grito una alumna ya de las mayores y todos comenzaron a aplaudir felices

-SILENCIO- grito el profesor Dumbledore haciendo que todos, hasta el sombrero, callaran de inmediato –Barón ¿seria tan amable de guiar a la niña al salón anexo?- dijo a una plateada y transparente figura que floto hacia la confundida y sorprendida pequeña que sin darse cuenta que un fantasma la guiaba por un pasillo oscuro iluminado por el mismo brillo plateado que este desprendía se dejo llevar.

Ya dentro del salón un mundo de emociones explotaron en la chiquilla, una furia desconocida quemaba su interior, mas no sabia que hacer o como sacar ese sentimiento tan doloroso, se sentía sola, se sentía asustada.

-¡QUE DEMONIOS SOY!- grito con voz ronca por el llanto contenido dejándose caer de rodillas tras un escritorio, escondiéndose de ella misma.


POBRE MINA , TODOS LA MIRAN MAL , POR SER ALGO DIFERENTE , VOSOTROS PENSÁIS QUE SUFRIRÁ BULLYING ? 

Aclaración : Esta historia no me pertenece sino que la posteo con el permiso de la autora original LuthienSnape 

Pregunta del capítulo : ¿ En qué casa crees que irá Mina ? 




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