Capítulo 12 . Maratón 3 / 5
El partido de quidditch no fue tan interesante para Mina como debía serlo para el resto de sus compañeros, un día antes se llevó a cabo la selección de los nuevos integrantes del equipo, Anna por ser de primer grado no fue seleccionada ni aún siendo la mejor cazadora de las fuerzas básicas que entrenaban desde su ingreso al colegio; sin embargo al ser amigas de Galph muchos se contuvieron de molestarlas, incluso Flint le mostraba mucho respeto o temor a Ginna, así que durante todo el partido estuvieron muy divertidas abucheando y aclamando a su equipo gritaron felices hasta quedarse afónicas.
El festejo de las serpientes que finalmente fueron ganadores del partido, se llevó a cabo en la sala común de Slytherin como era costumbre, Snape dirigió unas palabras a sus alumnos que muy en el fondo debieron ser de orgullo y animo; les permitió hacer una fiesta y llevar comida del gran comedor.
-¿Dónde duermes?- una chica de cabellos dorados y ensortijados se acercó a Ginna y Wilhemina cuando se servían ponche –nunca te he visto en los dormitorios-
-Es tan importante que tiene dormitorio privado ¿verdad amiga?- orgullosa la sangre limpia presumía cuando podía a su nueva y única amistad.
-yo... si, tengo un dormitorio privado- contestó Mina un tanto sonrojada –aunque no soy tan importante como dice Ginna- sonrió con timidez.
-¿quieren venir con nosotras?- pregunto otra jovencita, amiga de la rubia –vamos a hacer una pijamada en el dormitorio de las de tercero- sonriente ofreció su mano a Wilhemina –soy Andrea Cromwell- se presentó petulante.
-si... de los Cromwell de los barrios bajos de Sussex- siseo Ginna, no estaba dispuesta a que una simple mestiza se llevara a su trofeo – Mina y yo tenemos planes ¿verdad amiga?-
-¿planes?- confundida la pelirroja las miró alternativamente, le costaba un poco ser el articulo de lujo de Ginna, pero recordaba como esas chicas que ahora se le acercaban sonrientes, fueron las que la noche de la selección se reían y respiraban aliviadas de que no fuera enviada a Slytherin en ese momento –si... Ginna y yo tenemos planes- contestó con más firmeza, las jovencitas se encogieron de hombros dando media vuelta y dejando a las hurañas chiquillas solas.
-son unas malditas oportunistas- siseo Ginna –ellas no te querían en nuestra casa, me lo dijeron esa misma noche cuando nos dieron los dormitorios-
-¿y tu abogaste por mi?- Mina sabia que también en su momento su ahora amiga la desprecio por su apariencia.
-la verdad no- respondió sin dar importancia –pero estos días te he tomado mucho cariño, le he escrito a mis padres para que le pidan permiso a Snape de que te deje ir a nuestra casa de verano las próximas vacaciones- le entregó un plato con pastel -¡te va a encantar el bosque que rodea a toda la propiedad!-
-supongo que si- contestó titubeante Wilhemina, ni siquiera le había propuesto a ella la visita a la casa familiar, se había arriesgado a pedirle a sus padres que pidieran permiso a Snape y era obvio que debía avisarle antes de que llegara la carta de los Galph a su tutor.
-¡pero no pongas esa cara!- se burlo Ginna –papá conoce a tu tutor y no creo que sean tan amigos como tu y yo, pero al menos intercambian de vez en cuando cartas... no dudo que Snape te de permiso de pasar las vacaciones con nosotros-
-¿vas a invitar a Annie?- Mina sabía la respuesta.
-¡claro que no!- un dejo de burlona obviedad afloro en la voz de Ginna – si mis padres se enteran que soy amiga de una Griffindor no se que me harían- susurró evitando que otros la escucharan –pero contigo no hay problema, eres Slytherin, hija de un héroe, te ha adoptado un profesor como Snape, ¡eres la amiga perfecta!-
Mina no lo creía así, su amiga era divertida a veces, pero en ocasiones no la soportaba, tan xenófoba, tan orgullosa... a veces se sentía mejor con Anna, un poco más tranquila y centrada, su único defecto era ser una obsesionada deportista de quidditch.
La velada terminó temprano, al día siguiente tenían clases y el fin de semana saldrían a tener un día de campo las tres amigas, Mina tenía que hacer sus deberes con más celeridad y mucha exactitud para que su tutor le diera permiso de salir el fin de semana.
Estaban por cumplir el mes de amistad cuando un hecho devolvió a Mina a su mundo retraído, callado e invisible.
Anna, Ginna y Wilhemina tomaban su desayuno en el comedor, era sábado y planeaban ir al lago a alimentar al calamar, con suerte lograrían encontrarse con Firenze que se había convertido en la obsesión de Ginnevra.
-¡Espero no caer desmayada en cuanto lo vea!- Galph no podía ocultar su entusiasmo -¡y si me desmayo procuren que me traiga en brazos al colegio!-
-¡pero Ginna es un centauro!- ya fastidiada de la diaria cantaleta de Ginna supuestamente enamorada de Firenze replico Anna con cansancio.
-¿no es trágico?- respondió en teatral gesto -¿si se enamora de mi? ¡Todos se van a oponer! Pero ustedes nos van a apoyar ¿no es así?- Mina y Annie se miraron tratando de aguantar la risa, desesperando a Ginna -¿¡no es así!?- gimió alterada.
-si...claro- Mina soltó una risita en el momento que su tutor pasaba detrás de ella -¡buenos días profesor!- lo saludó sonriente, él le hizo una discreta inclinación de cabeza.
-Buenos días señoritas- contestó con voz grave, Ginna y Annie sonrieron nerviosas.
-me asusta- confesó Angelina sirviéndose jugo –cuando tengo pesadillas oigo su voz retumbando en mi cabeza-
-tan solo de oírlo me dan escalofríos de miedo- confesó Ginna, Mina sin embargo no dijo nada, tampoco le quitó la vista de encima hasta que la Slytherin la sacó de sus pensamientos -¿Mina te sientes bien?-
-ha de ser traumático que sea tu tutor- susurró Anna
-para nada- susurró de manera apenas audible Mina –después del viaje a Londres apenas y nos vemos, hablamos lo necesario en clase y casi siempre está revisando tareas- suspiró –supongo que eso es tener una familia-
-¿en serio te duele que no te hable?- incrédula murmuró Ginna a su oído
-deberías ir a que te cheque un loquero a San Mungo- sugirió Anna
-si... tal vez- suspiro Mina con pesar mirando discretamente hacia su tutor, no recordaba nada de su pasado pero "algo" le decía que a ese hombre le debía no solo tener un apellido y el soporte de un adulto para guiarla en un mundo tan extraño... realmente no entendía el por qué sus compañeros tanto de grado como de colegio le temían tanto; ella lo había conocido de otra forma, a veces intentaba sonreír, a veces una chispita de alegría iluminaba su mirada, se ponía nervioso cerca de los muggles y la sujetaba protectoramente de la mano, a veces lo sorprendía abstraído en sus pensamientos, tal vez su descubrimiento más fuerte e importante fue el día en que lo encontró en su pensadero; su tutor era capaz de llorar y sentir dolor, de amar aún sin ser correspondido... pero sus compañeras eran tan tontas y superficiales que tal vez nunca entenderían eso.
-¿Wilhemina Snape sigues en este plano existencial? – Preocupada Annie le pasaba la mano frente al rostro, la pelirroja dio un salto de sorpresa -¿te sientes bien?-
-si... claro- titubeante y nerviosa por haber sido descubierta por sus amigas atrajo la atención de ellas hacia unas lechuzas que entraban en ese momento al comedor y se dirigían hacia su mesa -¿no son de ustedes?-
-no tenemos lechuza- susurró Annie apenada pero curiosa ya que una pequeña y desaliñada lechuza se plantó frente a ella entregándole un sobre rojo, al mismo tiempo una imponente lechuza negra hacia lo mismo con Ginna –que raro- susurró la Griffindor tomando el sobre.
Al momento de tomarlos en las manos las dos cartas se abrieron, quedaron flotando al mismo tiempo y una voz retumbó furiosa.
-¡Señor Galph tengo que dar mi mensaje antes que usted!- grito una voz femenina, la carta recibida por Ginna se alejó un poco.
-Por supuesto señora, ante todo, soy un caballero- respondió también con voz de trueno la otra carta, pero con impostada voz masculina, la carta se alejó un poco dejando con cara de espanto a Ginna.
-¡Anna, tu padre y yo recibimos tu carta y te prohibimos terminantemente llevar amistad con... la señorita Snape- la voz sonaba despectiva y furiosa –termina de inmediato con esa amistad o nos vamos a ver obligados de darte de baja tanto del colegio como de los entrenamientos particulares de quidditch- el pergamino carraspeó –también te prohibimos relacionarte con la señorita Galph, imaginamos que te ha de tener amenazada, pero ¡te prohibimos tener relación con ellas y con cualquier Slytherin que se te atraviese!- gritó el pergamino furioso y explotó entre humo y miles de pedacitos de papel quemado.
Todavía no salían de su sorpresa cuando el segundo pergamino, membretado y de mejor calidad se adelantó.
- Ginna estamos terriblemente decepcionados de tu conducta, en caso de no ser conciente de tu rango y la calidad de limpieza de nuestra sangre, te recordamos que no debes relacionarte con gentuza mestiza o traidores a nosotros... te advertimos que si sigues haciendo migas con la niña Griffindor o con la mestiza hibrida además de sacarte del colegio y encerrarte en nuestro castillo en Bavaria, vas a tener profesor privado y créenos que no veras la luz del sol en muchos años, si te atreves a retarnos vete despidiendo de tu mesada, tus mucamas y el cambio de vestuario cada seis meses- la voz masculina era empalagosamente elegante, muy forzada aunque dejaba notar enojo en ella, este pergamino no explotó, sino que comenzó a carbonizarse lentamente mientras sus ultimas palabras hacían eco –recuerda que tenemos gente cuidándote en el colegio-
Ginna y Anna estaban estupefactas, Wilhemina se sintió el foco de todas las miradas, incluso los profesores habían dejado de tomar su desayuno.
-¿Qué les dijiste?- el susurro de Ginna hacia Annie era casi inaudible.
-solo...que éramos amigas y que me enorgullecía de serlo, que tal vez aunque fuéramos de distintas casas... podríamos llevarnos bien- esto ultimo lo dijo entre gimoteos tratando de aguantar el llanto -¿y tu?-
-que...que... tenia amigas, que eran las mejores- Ginna ya lloraba y evitaba la mirada de Mina –les dije que por fin había quien me quisiera en el colegio-
Mina no dijo nada, se puso de pie, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes por las lágrimas que trataba de contener.
-Mina...no...- Ginna no dijo más, Anna tragó saliva.
-¿van a retar a sus padres?- algo ardía en el pecho de la pelirroja, podía escucharse el trinar de las aves fuera del colegio, todo el salón comedor incluyendo a los profesores y la Sra. Norris estaban pendientes de lo que pasaba, ni un solo ruido en el ambiente.
-mis...practicas de quidditch- gimió Anna
-yo...encerrada en Bavaria- susurró Ginna, Wilhemina no esperó ya nada más y dio media vuelta, no hacia el patio sino hacia su dormitorio, todos la miraban en silencio.
Snape dejó que pasara un tiempo razonable, la chiquilla debía estar devastada, destruyendo todo en su dormitorio y por salud propia decidió dejar que se desahogara, después de lo sucedido en Londres consideró que tanto el dormitorio de la niña como el castillo eran suficientemente fuertes para soportar su rabieta, además no deseaba pasar el resto del día extrayendo esquirlas de mampostería de su cuerpo. Era casi medio día cuando tocó a la puerta, no escuchaba nada de ruido en el interior del dormitorio.
La puerta se abrió con un chirrido, ni siquiera tenía puesto el seguro y entró sin más, sorprendido por ver todo en orden, nada fuera de su sitio, solo la niña sentada en el piso, dándole la espalda, abstraída en algún tipo de juego.
-¿te encuentras bien?- preguntó en voz muy baja, fue cuando vio un regadero de plumas alrededor de la pequeña.
-si- susurró ella –estoy bien- Severus avanzó hacia ella, sospechó que algo pasaba pero no esperaba la escena, ambas lechuzas que habían entregado horas antes las noticias devastadoras, yacían destrozadas y embarradas en el suelo del dormitorio, las manos de la niña separaban lentamente trocitos de carne.
-¿merecían eso?- no le asqueo siquiera la situación, él a su edad había hecho cosas peores.
-¿las lechuzas o... o...?- Mina no aguantó mas y comenzó a llorar amargamente -¡tenias razón, tenias razón!- repetía una y otra vez haciendo más jirones con los pedazos sanguinolentos de las lechuzas.
-Deja eso- con tono consolador la levantó del piso, la niña se dejó llevar hasta el baño y Snape le lavó las manos y los brazos con mucha paciencia y calma, una sensación entre tristeza y furia se revolvía en su interior –no valen la pena-
-¿Por qué?- pregunto con ojitos llorosos, mirándolo con dolor y un rictus en su pecosa carita –no les hice nunca nada malo- suspiró, Severus olvidándose de que la chiquilla estaba empapada de los brazos le dio un ligero abrazo que provoco en la niña una nueva descarga de llanto.
-porque sus padres son unos idiotas- respondió –porque ellas son unas idiotas- continuo mientras en su cerebro se recreaba su propia imagen, sucio, golpeado y despreciado por sus compañeros que celebraban con carcajadas la paliza que le diera Sirius Black, tendrían la misma edad de la niña.
Con suma paciencia guió a Mina hasta su cama, ella no podía dejar de llorar pero no pensó en darle una poción para tranquilizarla, finalmente años atrás el lo había hecho y tantas lagrimas contenidas lo convirtieron en un ser incapaz de demostrar a los demás cualquier sentimiento; no quería eso para la chiquilla.
Limpio con una toalla la sangre de las lechuzas que se secaba en las piernas de Mina que no dejaba de sollozar, la ayudó a recostarse y tocó una campanita, al instante apareció un pequeño elfo domestico.
-trae a la señorita un té caliente- ordenó, el elfito no dijo nada, desapareció y reapareció menos de un minuto después.
-bébelo- le ordenó y ella obedeció -¿quieres dormir?- sin dejar de beber su té Mina negó con suavidad.
-no- suspiro –ya estoy mejor, gracias-
-Limpia eso- ordenó Snape al elfo que comenzó a limpiar los restos de las lechuzas -¿Cómo hiciste para atraerlas?- pregunto a Mina, las lechuzas difícilmente bajaban a los calabozos y el dormitorio así como el salón de pociones solo tenían una ventana muy pequeña que no notarían los animales.
-solo lo desee- respondió ella –el profesor de encantamientos nos ha enseñado a traer cosas-
-hmm ya veo- si, un simple accio y los dos pobres animalejos volaron hacia su muerte –y ¿Cómo?- señaló el ya casi imperceptible charco de sangre
-con esto- Mina extendió sus manitas inocentemente, las uñas estaban algo rotas y sucias de carne y sangre que no habían salido con el lavado de manos.
La inocencia de la niña impulsó a Snape que de nuevo le dio un abrazo fuerte, la aferró a su pecho haciendo que ella comenzara de nuevo a gimotear.
-debes ser más fuerte- susurró a la orejita puntiaguda –la gente que se dice buena, hace más daño que aquellos a los que califican como malos-
-¿soy mala profesor?- pregunto ella entre hipidos.
-no, eres una niña muy buena, tan buena que no merecen siquiera que les dirijas la palabra, que no merezco siquiera como mi hija- respondió Snape soltándola suavemente –duerme ¿quieres?-
-pero eres muy bueno conmigo- una sonrisa triste curvo los delgados labios rojos –gracias profesor-
Mina se acurruco entre los almohadones, para Snape era una pequeñita tan frágil, tan sensible... increíble que él tuviera que cuidarla, o tal vez ese era el destino de la niña, que él la protegiera, que él siendo uno de los más allegados al padre fuera quien la preparara para entrar al mundo mágico, al mundo muggle, prepararla... ¿pero para que? Y pensando en ello salio en silencio de la habitación.
Cuando la puerta se cerró, la niña se quedó quieta en su cama, pensando en todas esas palabras feas que indirectamente recibió por parte de los padres de sus amigas, ¿amigas? Tal vez todo eso de la amistad era mentira, la "amiga" de su tutor lo había traicionado aunque él lloraba todavía su muerte, pero ella lo había abandonado por otra persona. A pesar de su inocencia, de ser todavía un alma joven Mina se dio cuenta que ella nunca abandonaría a su tutor, pero no sería su amiga, los amigos traicionan, los amigos lastiman... ella no.
-¿disculpe amita, puedo retirarme?- una voz cascada la asustó haciendo que se levantara de la cama, se encontró de frente con un elfo domestico que le hizo dar un grito -¡amita no se asuste!- nervioso el elfo se adelantó –soy Jumble amita, el amo profesor Snape me ordenó limpiar los restos de su lechuza-
-¿Jum...Jum...ble?- el elfito asintió -¡casi me muero del susto!- le riño ella y el elfito comenzó a darse de golpes en la cabeza con un libro.
-¡tonto Jumble tonto Jumble asustó a la amita!- chillaba a cada golpe, Mina se levantó y le arrebató el libro mientras el elfito se tambaleaba mareado.
-¡deja de hacer eso!- le riño de nuevo -¡te ordeno que no te lastimes!- trató de sonar como su tutor pero estaba muy preocupada por Jumble
-Jumble quiere darle esto amita- tímido el elfito sacó de entre sus harapos una bonita flor de pergamino, dorada con algún tipo de pintura –Jumble escuchó los groseros howlers- tragó saliva.
-gracias- con mucha tristeza en la voz respondió Mina aceptando la florecita y colocándola en su mesita de noche –debió escucharse por todo el colegio ¿verdad?-
-hasta la cabaña del amo Hagrid amita- contestó Jumble – uno de mis hermanos estaba trabajando con el amo Hagrid cuando escuchó los gritos, por ordenes del amo Hagrid volvió al colegio y me contó que hasta los cuervos del sauce boxeador salieron volando asustados-
-wow- musitó la niña, estaba muy triste, decepcionada de que sus amigas la dejaran solo porque sus padres les prohibieran que se relacionaran con ella –Jumble ¿ellos pueden?- preguntó como si el elfito supiera a que se refería, el pobre la miro interrogándola con los enormes ojos grises –digo... los padres ¿pueden prohibir cosas, decidir por los hijos?-
-¡hay amita!- suspiro el elfito sentándose en el piso –Jumble no recuerda a sus propios padres... pero...creo que si, que pueden ordenar cosas a sus hijos-
-pero, si ellos están mal ¿no se equivocan los padres?- Mina insistía, no recordaba a su madre y obviamente la situación padres/hijos le era totalmente desconocida.
-creo amita que eso debe preguntárselo al amo profesor Snape- contestó Jumble encogiéndose de hombros.
-supongo que si- suspiro la niña –gracias Jum por quedarte a platicar un ratito- sonriente levanto la florecita de la mesita –y gracias por regalarme mi primera flor-
-lo que haga feliz a la pequeña ama hace feliz a Jumble- al parecer era una frase muy gastada entre los elfos, pero había una chispa, un toque de sinceridad en sus palabras que hizo a Mina confiar en él, en creerle.
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