Capítulo 10 1 / 5 Maratón .
La niña por fin tomó alimento después de todo un día de estar en ayunas, ambos cenaron en silencio, ella aun un poco nerviosa por su cirugía y pensativa tras ver un poco del lado oscuro de su tutor.
Al parecer él sabia mucho más de ella de lo que demostraba, pero no le decía nada y eso la intrigaba mucho.
Pasaban de las tres de la mañana cuando ambos se dieron las buenas noches y se dirigieron a sus dormitorios, Mina despertó ya pasado el medio día.
Se arregló contenta de dejar de usar las detestables gafas, por fin vería al mundo sin ellas y el mundo podría verla directamente a los ojos; se dio una ducha y estrenó uno de sus tantos vestidos pues estaba segura que era un día especial y que Severus a pesar de la pose indiferente la llevaría a estrenar sus ojitos a algún parque, se había convencido de nuevo que él no era malo, simplemente no le gustaba la gente y por eso los trataba así, pero estaba segura que a ella la quería.
El almuerzo ya estaba servido, un camarero la esperaba en la salita y tomó sus alimentos sola.
—¿Y papá?— pregunto al joven que limpiaba los restos del almuerzo y se disponía a salir de la habitación.
—Dio ordenes de traer el almuerzo a su habitación señorita, fue todo— sonriente cerró la puerta dejándola intrigada.
Pasó el resto de la mañana viendo televisión, aburrida y fastidiada de pasar encerrada el último día en Londres; apagó el aparato y se tiró en el sofá a leer una de las tantas revistas que había en la mesita de café.
Tras pasar unas horas de silencio total, unos ruidos en la habitación de Snape la asustaron un poco, ¿no estaba fuera? con cuidado se aproximo y abrió lentamente la puerta.
Severus se encontraba de pie, inclinado frente a un objeto similar al que Albus le mostrara en la dirección, ¿un pensadero en un hotel muggle?, la curiosidad pudo más que la precaución y Mina se aproximo para ver que tenía tan abstraído al adulto.
El profesor no dio muestras de percatarse de la presencia de la niña, lo que estuviese viendo era algo mucho más importante y la niña no pudo contener su curiosidad, acercó una silla al pensadero y trepo en ella, se inclinó hacia el brillante contenido y se tambaleo tocando sin querer el liquido.
De inmediato sintió como caía en un vacío lleno de luces y reflejos, asustada buscaba de que asirse pero casi de inmediato cayó suavemente de pie en un lugar totalmente distinto a donde se encontraba un segundo antes.
Definitivamente era una casa, tal vez había pasado un terremoto porque todas las cosas estaban en el suelo, un muro había caído y salía humo de varias habitaciones, llamó su atención que en medio de tanta destrucción y silencio solo destacaba el llanto de un bebé.
Buscó de donde provenía, olvidándose que antes se encontraba en un hotel en Londres y sin preguntarse donde estaba; encontró unas escaleras y subió rápidamente, tal vez el bebé necesitaba ayuda y por lo visto no llegaba nadie.
Se encontró de frente con una imagen que la impactó, la habitación totalmente destruida, un hombre delgado y de cabello alborotado tirado en el pasillo, el llanto del bebé se escuchaba perfectamente, asomó la cabeza por la puerta y se encontró con su tutor que lucía un poco más joven abrazando el cuerpo inerte de una mujer, Snape desesperado sollozaba y Mina dio un paso con la intención de saber que pasaba y en que podía ayudarlo cuando una poderosa mano la detuvo del brazo y al voltear su mirada chocó con el rostro furibundo de su tutor, de inmediato se reencontró en la habitación de la suite.
— ¿¡que demonios haces entrometida?!— gruño Severus arrojándola lejos del pensadero haciendo que chocara estrepitosamente con uno de los muebles.
—yo... crei que algo te pasaba, me preocupe— tartamudeo torpemente Mina, asustada por lo que había visto, asustada por la repentina furia de Severus y apretando con la mano el brazo golpeado.
—vete a tu habitación— murmuró furioso, las manos le temblaban, en ese momento la odiaba tremendamente, era hija de quien le había causado tal dolor, había invadido ese recuerdo que nadie más había visto, la niña sabia cual era su debilidad —¡que te largues!— gritó señalándola con su varita, Mina abrió la puerta y llorando cerró de golpe.
La pequeña no entendía nada de lo sucedido, sin embargo nunca en los pocos días que llevaba de convivir con su tutor la había tratado de esa manera, llorando más dolida que asustada entró a su habitación y se tiró en su cama.
¿Por qué la trató así? Ella no creía haber sido testigo de algo malo, definitivamente Severus sufría por esa mujer, tal vez ese niño era su hijo y el hombre en el piso había intentado dañar a su familia, entre más pensaba mas se clavaba en ella un dolor desconocido.
Un par de horas se guardó de salir de su habitación, salio asomando la cabeza y al no verlo en la salita se animó a ir por un vaso de agua, no se fijó que Snape estaba de pie en la ventana, mirando hacia el río.
— ¿papá estas bien?— susurró tímida, no entendía el por que estaba enojado con ella — ¿me perdonas por...?— no pudo decir más, Severus la miraba con rencor profundo.
—No vuelvas a llamarme así, ¿entendido?— gruño, era obvio que seguía furibundo –tu padre mató a esa mujer así que no quiero que me pongas al mismo nivel ¿puede tu inútil cerebro comprender esa simple orden?— escupió cada palabra hacia la inocente niña que en silencio dejó escapar algunas lagrimas.
—pero...pero— murmuro ella ya con el llanto en su voz.
—No quiero que digas nada de esto a nadie, ¿entiendes?— Snape se acercó lentamente, amenazándola con la varita –no quiero borrar tu memoria, sin embargo eres una chiquilla entrometida que merecería incluso un buen castigo—
—pero papá...— musitó asustada
— ¡te dije que dejaras de llamarme así!— grito furioso haciéndola saltar y de golpe un dolor tremendo invadió por un momento el cuerpo de la pequeña que cayó al suelo de rodillas, agitada y sin poder respirar –eso es un cruccio y te lo ganaste— susurró Snape de pie frente a ella, el dolor desapareció y un torrente de lagrimas bañaba las mejillas ahora pálidas de la niña – si sigues entrometiéndote en mi vida, vas a saber lo que es el dolor—
Mina se puso de pie temblando, llorando a mares con la vista en el piso.
—nunca quise entrometerme en tu vida... ¡tú fuiste quien se metió en la mía!— le grito llorando — ¡tú fuiste quien me salvo en el bosque! ¡Tú eres quien me adopto, yo nunca te lo pedí!— su voz era un grito desgarrado por la desilusión — ¡me torturas porque sabes que yo no se defenderme!— reclamo — ¡y no tengo la culpa de lo que mi padre te haya hecho!— gimió y corrió a su dormitorio azotando la puerta.
¿De que manera la castigó su tutor? El cuerpo le dolía como si miles de agujas se hubieran clavado en cada milímetro de su piel, los huesos y hasta el estomago, sin embargo lo que la hería en verdad eran sus palabras, le había exigido... no mas bien le había ordenado que dejara de llamarlo papá y de nuevo volvía esa helada emoción de abandono y terrible desamparo, ese sentimiento la hizo llorar de nuevo.
Snape temblaba de furia en la salita, cuando la niña se encerró en su habitación no tuvo esa sensación de desahogo que tenia después de hacer un crucio, la había herido en sus sentimientos y la había torturado físicamente, ¿entonces por que se sentía así? Se dejó caer en el sofá, ¡no tenia por que sentirse mal! Ella había invadido su espacio personal, él decidió visitar sus recuerdos dolorosos pues la chiquilla comenzaba a ganar terreno en sus mismas emociones, no podía permitirse sentir nada agradable... pero ella también tenia razón, no sabían por que estaba tirada en medio del bosque ¿no sería que ella debía estar muerta entonces? Sobre todo siendo la hija de él.
El apagado llanto de la niña lo sacó de sus pensamientos, sonaba desesperado, como un grito de dolor profundo, nunca en sus años de mortifago había escuchado ese dolor en una persona... solo en un bebé que había sido testigo del asesinato de sus padres.
Ahora la curiosidad lo aguijoneaba a él, se aproximo a la habitación y fue cuando se dio cuenta, los floreros que diariamente regalaban a su vista y olfato flores frescas ahora tenían flores no secas sino podridas, pedazos de moho crecían velozmente en los pétalos verduscos y los gusanos pululaban en la apestosa agua contenida.
Preocupado intentó abrir la puerta más ésta se resistía, el llanto de la niña aumentaba en desesperación y un frío helado comenzaba a invadir la habitación.
—Mina ábreme— ordeno en voz baja, tratando de sonar conciliador.
— ¡Lárgate!— grito ella —¡déjame en paz!— volvió a gritar, por primera vez alguien lo mandaba a freír espárragos sin temor a represalias.
— ¡Wilhemina te ordeno que me abras!— ahora había firmeza en su voz, los jarrones con flores podridas comenzaron a crujir como si se estuviesen congelando.
— ¡No!— contesto ella y los jarrones se reventaron
Snape no tuvo más remedio que usar de nuevo su varita, un ligero bombarda destrozo la chapa muggle permitiéndole entrar al cuarto de la niña que estaba tirada en la cama llorando.
—Tranquilízate— volvió a ordenarle pero ella evito su contacto revolviéndose como fiera — ¿no entiendes que debes calmarte?— ordeno ofuscado.
— ¿¡o que?! ¿Vuelves a torturarme?— lo miro con tristeza y los ojos rojos por el llanto —¡pues mátame entonces por preocuparme por ti!— chillo peleando contra los brazos que intentaban contenerla.
Por fin pudo detener el delgado cuerpecito que se revolvía como serpiente entre sus brazos, la niña había dejado de llorar pero el ambiente frío invadía más y más al dormitorio, un par de cristales estallaron y la luz comenzó a fallar.
— ¡Niña estupida contente ya!— de nuevo la furia brotaba en la voz de Severus, un ¡plaf! resonó y Mina se detuvo en su forcejeo con la mano sobre la roja mejilla, mirando con dolor a su tutor –necesito que te calmes— siseo furioso, la sostenía rodeándola con los brazos deteniendo los de la niña –no se que está pasando pero creo que estás sacando parte de tu magia, y si no quieres destruir el hotel debes detenerte—
—Púdrete— gruño ella –por mi que se caiga todo el edificio— su voz era triste, no retiraba la mano de la mejilla golpeada.
Snape no contestó nada, soltó a la niña lentamente y al sentirse libre ella saltó hasta el otro lado del dormitorio.
—Entiende... nadie mas había visto...— comenzó a explicarle, pero ¿Por qué quería darle una explicación?
—No me interesa nada— resoplo ella –por mi puedes ahogarte en tu pensadero, por mi puedes hacer lo que sea por mucho que te duela ¡ya no me voy a meter en tu vida!— gimió aguantando el llanto.
—Mina son solo palabras— insistió, la cabeza comenzaba a dolerle y de nuevo la paciencia desaparecia con velocidad –debes controlar tus reacciones—
— ¿Cómo? ¿Torturándote como lo hiciste conmigo?— enojada se replegó aún mas, casi entraba al vestidor.
Ella tenia razón, ¿Cómo pedirle control si él mismo había perdido todo cuando la descubrió en sus recuerdos?
Ignoraba que hacer o que decir, simplemente no tenia ningún tipo de experiencia consolando a una niña, a una niña que había torturado y mandado al demonio menos de 24 horas después de que le dijera que estaba ahí para cuidarla.
— ¿Qué hiciste con el bebé? ¿También te fastidio tu hijo y lo torturaste? ¿Te fastidio tanto que lo mataste?— gimió con dolor la niña, no era sufrimiento físico, era como si su pequeña alma se estuviera desgarrando.
—Ese niño no era mi hijo— murmuró Snape dejándose caer vencido en uno de los sillones del infantil dormitorio –era hijo de mi amiga, ella y su... esposo...— esto lo dijo con asco – fueron asesinados por tu padre—
—Cállate— musitó ella –papá no mató a nadie, él no los mato— gimió tapándose los oídos — ¡es mentira todo eso, papá no era malo!— ¿Qué mas podía decir? Estaba sola, se sentía más que abandonada y lo único que decían de su padre era que fue un asesino, un mago desalmado que destruía lo que tocaba.
— ¡Wilhemina entiéndelo!— gritó de nuevo Severus harto del nuevo arranque de la niña —¡solo te torturé unos segundos, tu padre lo habría hecho por horas, por días si eras capaz de soportarlo!—
—¡No es cierto, cállate!— volvió a vociferar Mina y comenzó a dar unos chillidos agudos tan fuertes que hacían vibrar los vidrios de las ventanas, Severus previniendo que algún muggle quisiera saber que pasaba puso un encantamiento de silencio en la habitación, no obligaría a la niña a guardar silencio pero solo él podría escucharla, no le negaría la necesidad de desahogarse y él soportaría todo el tiempo necesario pues se había comprometido a cuidarla y sobre todo a enseñarla a controlar ese poder oscuro que evidentemente comenzaba a salir.
Snape no la tocó, ni siquiera se acercó a consolarla y Mina gritó hasta quedarse afónica, sin dejar de sollozar se dejó caer en la alfombra resbalando lentamente por la puerta del vestidor, no se descubrió los oídos, no quería escucharlo.
—vete— murmuro con voz enronquecida por los alaridos y el llanto –vete a tu colegio— repitió en el mismo tono.
—Puedo obligarte a ir conmigo, eres mi entenada— respondió Severus mientras con rápidos movimientos de varita desaparecía los juguetes que había ganado para la niña en el parque, vacío los vestidores de un solo golpe –pero preferiría que fueras por tu propia voluntad—
— ¿y si no quiero?— rezongo rebelde –vete a cuidar a ese niño – claro, ese niño nunca había sido torturado por él, nunca le había gritado y nunca lo había regañado; si, solo conjeturas de una niña enojada.
—no he visto a ese crío después de que sus padres murieron— contesto Snape –tengo prohibido verlo, todos en el colegio lo tenemos prohibido— de nuevo controlando el fastidio por evitar una rabieta de la niña.
—Pues no te creo, y no me importa— fue la primera vez que la pequeña Mina destilaba acido puro en sus palabras –me engañaste, mentiste diciendo que me cuidarías, que serias mi papá pero solo eres un traidor mentiroso— gruño sentándose pesadamente en la cama.
—si eso piensas me tiene sin cuidado— respondió a su ves Severus, no enojado sino más bien sin comprender el porque la niña dulce ahora se comportaba como la loca de Bellatrix, finalmente la chiquilla si tenia sangre del Lord en sus venas, tal vez ella era una mortifaga natural.
Tomó a la chica por el brazo y desaparecieron del hotel, de inmediato reaparecieron en las afueras del colegio, con un jalón fuerte Mina se safo de la mano de Snape.
—¡espera!— le ordeno sin mucho interés, la tarde comenzaba a caer, le dolía la cabeza, tenia hambre y sobre todo deseaba convertir a la chica en un ratón, al menos podría meterla en una caja y ella dejaría de molestarlo.
—Púdrete— repitió enojada echando a correr no hacia el colegio sino hacia el bosque prohibido.
—Maldita mocosa— murmuró enojado, más decidió no correr tras ella, primero debía hablar con Albus, además una tarde rodeada de animales en el bosque le servirían de escarmiento.
Vio como la niña se ocultó tras unos frondosos arbustos y él siguió caminando hasta el colegio, ignoró olímpicamente a quien se encontraba a su paso dirigiéndose a su oficina, tenia que librarse del creciente dolor de cabeza.
Se sirvió una poción relajante, no le sirvió de nada, se sirvió vino y tampoco tuvo efecto alguno, estaba seguro que la pequeña bastarda deseo que le explotara la cabeza y pronto su masa encefálica resbalaría por los muros de su dormitorio.
Mina no era normal y lo supo desde el día que la encontró herida y débil en medio del bosque, en ese momento ella no sabia como explotar su magia, sin embargo minutos atrás en Londres estuvo a punto de destruir el inmueble completo.
La magia que la rodeaba no era corriente, considerando que la madre era una elfa y que ellos tenían sus propios poderes y tipos específicos, más ¿Cuáles eran los de la chiquilla estupida? Albus no lo había descifrado, el sombrero tampoco, pero él había sido testigo, la niña cuando quería destruir lo podía hacer tan solo al pensarlo.
¿Pero ella querría destruir algo? Simplemente la escuchó llorar como desesperada... ¿Qué le había reclamado? Con riesgo de incrementar su dolor de cabeza se concentro..."–me engañaste, mentiste diciendo que me cuidarías, que serias mi papá pero solo eres un traidor mentiroso—"si, esas fueron las palabras exactas... ella descubrió en un par de horas lo que el lord aun no sabia, o no supo al momento de morir... Severus Snape era un traidor mentiroso, ¡vaya novedad! Pensó irónicamente, Lilian lo consideraba el más asquerosos de los seres humanos cuando se enteró de que era un mortifago, ser sincero con ella le costó su amistad, ser mentiroso con la pequeña heredera de su amo le costó la confianza de la misma; ahora debía resarcir ese error, si como muchos lo creían Lord seguía vivo de alguna manera, él debía tener la mejor de las cartas de su lado.
Pensó poco en realidad que hacer ¿ir con Albus y contarle prolijamente que la niña tenia un poder distinto al de los mediocres mocosos del colegio? No, no era viable pues el anciano entonces se pondría a buscar la manera de controlarla aún más, tal vez obligarle a crear alguna poción experimental para apagar ese instinto destructor en el pequeño monstruo.
¿Callarse sería apropiado? Estaba seguro de ello, trabajar arduamente en volver a obtener la confianza de la pelirroja, como sea por ahora pasaba por un berrinche de campeonato ¿o no? De nuevo recapacito, primero en el consultorio de Axel había dicho que estaría con ella, pero lo dijo sin pensar, lo dijo... lo dijo para que ella no se muriera de miedo, dejara de lloriquear y temblar.
Severus dio un largo suspiro, admitió por fin que había metido la pata a fondo. La niña necesitaba una mano que la apoyara, que la sujetara, necesitaba alguien en quien confiarle su salud, su vida... era muy pequeña para entenderlo pero eso había hecho y él como un buen mortifago había destruido todas esas esperanzas.
Por su lado, Mina había dejado de correr ya desde hacia un buen trecho, el bosque comenzaba a oscurecerse, tenia frío y hambre, tal vez había sido una tonta al echar a correr así nada mas, pero había tenido una pequeña esperanza, que su tutor corriera detrás de ella, que la alcanzara y le diera un fuerte abrazo aceptando que había cometido un error, que la cuidaría tal como lo había prometido.
Pero no fue así, Severus siguió su camino indiferente a si la devoraba un hombre lobo, la atacaba un monstruo o se raspaba la rodilla al tropezar con una rama; la niña se preguntaba ya si debía retomar el camino al colegio y obediente ir a disculparse con su tutor, de todas maneras debían soportarse hasta que ella cumpliera la mayoría de edad o... él se deshiciera de ella.
— ¡No!— se dijo a ella misma en voz alta y su gritito hizo salir a algunas aves de sus escondrijos, no daría su brazo a torcer, él la había torturado sin necesidad, él la había engañado diciéndole que siempre estaría a su lado y cuando ella se preocupo por él lo único que ganó fue que le destrozara el corazón; no volvería a ese colegio y mucho menos buscaría a Snape.
Caminó distraída y comenzó a trepar un robusto árbol, ahí pasaría la noche, ya en la mañana decidiría que hacer.
Agotada y hambrienta no pudo evitar caer en un profundo sueño, inquieta por las oníricas imágenes de ojos rodando, Severus furioso gritándole, niños llorando y ella en medio del caos totalmente sola le despertaron en medio de la helada noche.
Se acurrucó lo más que pudo en el tronco deforme, buscaba de donde mas asirse cuando unos ojos rojos la asustaron, la veían fijamente y no parpadeaban, la niña se trató de incorporar pero lo hizo tan torpemente que resbaló de la rama y cayo pesadamente al suelo.
La caída le dejo sin aire en los pulmones y con la vista borrosa buscaba su varita, ¡no la encontró! Recordó que su tutor le había ordenado llevarla siempre con ella y una imagen de su varita bien guardada en uno de sus abrigos muggles desapareciendo mientras hacia su rabieta la hizo estremecer.
Por lo poco que había revisado en su libro de criaturas mágicas existían dos seres que se encontraría en el bosque prohibido con los característicos ojos rojos. Por estar sobre las ramas del árbol era obvio que no se trataba más que de una acromantula.
En su mente comenzaron a surgir las terribles ilustraciones del libro, arañas de más de tres metros de largo sin contar las patas, comedoras de hombres o lo que se pusiera en su camino, ojos rojos y un veneno muy potente que podía utilizar en algunas pociones.
Sacudió la cabeza sacando la metralla de información, en ese momento necesitaba librarse del enorme animal que descendía lentamente descolgándose por la fuerte seda que excretaba, no dejaba de mirarla... decenas de pares rojos no dejaban de verla.
¿Dejarse matar? ¡Ni loca! Pensó y echo a correr hacia donde menos ojos rojos vio, corría en silencio, mirando de reojo hacia atrás cuando tropezó y cayó de bruces sobre un matorral.
De inmediato sintió la pegajosa trampa y decenas de arañitas comenzaron a trepar por sus brazos y piernas provocándole gritos de terror. El siseo de la enorme araña sobre su cabeza la devolvió por un segundo a su clase.
"—las acromantulas enseñan a sus crías a cazar, tienden una telaraña donde las arañas bebé esperan que caiga una presa, ponen en practica sus habilidades al descargar la fuerte seda, recorren a su presa buscando un punto vital donde inyectar su veneno y lentamente comienzan a envolver el cuerpo que invadido por la toxina inyectada convulsiona hasta quedar rígido, la presa no muere con esto, las arañas entonces clavan sus colmillos para inyectar los jugos gástricos que disolverán las entrañas de la presa hasta licuarlas, no dejando más que un saco de huesos y piel resecos—"
Mina se estremeció ¿morir y quedar como un costal de huesos? ¿Qué paso con todo ese poder que puso nervioso a su tutor? Comenzó a llorar asustada, no se le ocurría nada y las arañitas recorrían veloces por su piel, esperaba ya uno o dos piquetes de veneno cuando escucho el galope de un caballo.
Tal vez Snape preocupado por ella le pidió a Hagrid un threstal y la buscaba por el bosque, intentó gritar pero las patas de una araña recorrieron sus mejillas, quería entrar en su boca, en sus fosas nasales y la niña cerro lo más fuerte que pudo los labios.
Alguien la levantó en vilo cuando el trote se escuchó a su lado, la jalaron con tal fuerza que la telaraña pegada a ella se llevó algunas ramas del arbusto, sentía las manos sacudiéndole los brazos, las piernas y el cabello para retirar a las pequeñas arañitas y el siseo de la madre de estas se fue apagando con la distancia.
Su rescatador la puso con cuidado en el suelo, las piernas de Mina temblaban y telaraña en su rostro evitaba que pudiera abrir los parpados, ahora las manos le limpiaron de seda la cara y abriendo los ojos se encontró no con Snape.
—El bosque es peligroso pequeña elfa— sonriente la saludo el que le salvara la vida.
— ¿Quién eres?— curiosa lo miro de arriba abajo, en un segundo se dio cuenta de lo grosera que era — ¡lo siento! Gracias por salvarme, soy... ¿sabes quien soy?—
—Eres Wilhemina la hija adoptiva de Snape— afirmó el centauro –mi nombre es Firenze, te encontré al mismo tiempo que el profesor cuando apareciste en este mismo bosque, inconciente y herida— respondió un poco nervioso pero sin dejar de sonreírle cortésmente –pero dime pequeña Wilhemina ¿Qué haces en este lugar a estas horas de la noche? ¿No te advirtió el profesor Snape que es peligroso?—
—No le preocupo— gruño la pequeña –¡tal vez si esa araña me hubiera comido Snape sonreiría por primera vez en su vida!— resoplo dejándose caer sobre unas raíces.
—Se que le preocupas, tanto que te ha dejado entonces aprender una valiosa lección de la manera más difícil— respondió el centauro –pero creo que ya fue suficiente de lecciones ¿no es así?—
— ¿lección? ¡Mjm claro!— rezongo Mina – ¡Snape me odia, no le importa que aprenda o no una lección!—
— ¿Entonces que piensas hacer?— ofreciéndole la mano le ayudo a montarlo, la niña lo hizo ágil y con gracia como si supiera hacerlo desde mucho antes.
—Quiero irme de aquí, buscar a mi papá tal vez— susurró abrazándose al cuello de su protector.
—No creo que sea prudente pequeña elfa— respondió Firenze sin dejar de caminar –tu lugar por ahora es el colegio—
—lo dudo, ahí me odian todos— suspiro con un leve bostezo –solo quiero irme lejos—
—Wilhemina si Snape no se preocupara por ti, ¿Qué hace entonces en la entrada del bosque?— la niña reacciono sorprendida por lo que Firenze le decía, efectivamente en el claro detrás de la cabaña de Hagrid una lámpara brillaba y poco a poco se percató de que se trataba de su tutor.
—No le preocupo, solo tiene miedo que en el ministerio lo regañen por si me pasa algo— afirmo enojada desmontando –gracias por salvarme— suavizo su tono de voz y dio un tierno beso en la mejilla al centauro.
—La mejor manera de agradecérmelo es cuidándote mas, ¿entendido? Nada de escapadas— sonriente Firenze le revolvió el cabello –Profesor Snape, aquí está la niña, sana y salva aunque un poco sucia—
—Me imagino— contestó Severus con fastidio.
—Creo que la enfermera debe revisarla, cayó en un nido de acromantulas— avisó Firenze mientras se alejaba.
— ¿Acromantulas?— extrañado se inclinó un poco para revisarla, el cabello lleno de hojas y la ropa pegajosa de telaraña le provoco un gesto de asco — ¿llegaste al nido de Argog?—
—no lo se— respondió encogiéndose de hombros la niña –no importa— suspiro y comenzó a caminar hacia el colegio.
—Wilhemina por favor no comencemos de nuevo ¿ok?— resignado Snape bajó un poco el tono de su carácter –vamos a que Poppy te revise, te das un baño y a dormir—
Mina no contestó, entró al colegio y sin esperar a su tutor se dirigió a la enfermería.
La revisión no duró mucho, tras un nuevo sermón por parte de Poppy, Snape la llevó hasta su dormitorio, se aseguró de que la chiquilla no pudiera escapar encerrándola y entró a sus propias habitaciones con la esperanza de poder dormir tranquilo al menos un par de horas.
QUE OS PARECE ? EL PADRE DE MINA ES NADA MENOS QUE VOLDEMORT
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