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Especial I

Capítulo dedicado a Ali0409

¡Espero que te guste! Sé cuanto amas a David, y lo loca que te pone Tobías, esto es para ti por ser una gran amiga<3

***

Bueno, no tengo mucho que decir. Espero que les guste<3

Pd: ¿Desde donde me leen? Yo soy de Ecuador<3 

¡Disfruten su lectura!

~*~

—¡Gloria! —Puedo sentir el enojo crepitando en mi cuerpo. Los papeles frente a mis ojos solo aumentaban las ganas de golpear algo. LA mata de cabello castaño de mi secretaria entra en la oficina. Esta nerviosa, puedo notarlo, pero no me detengo en el escote resaltando sus tetas—. ¡¿Por qué demonios nadie me había dicho sobre el caso de Brent?!

—El señor Coleman dijo que tenía todo bajo control —Se apresura a explicarse—. El señor Mateo me indico que el caso no necesitaba pasar a su oficina.

—¡Es mi maldito bufete! —Siseo. Gloria salta, y todo el coqueteo y menos de caderas queda atrás. Está asustada, y solo le indico con la mirada que debe abandonar la oficina.

Sin pensarlo demasiado, tomo mi teléfono y marco el número de mi hermano menor. Tres pitidos son suficientes para que él responda. Mi ceño se frunce cuando las risas se escuchan en el otro lado de la línea.

—¿Tobías?

—¿Cuándo pensabas decirme? —Mi voz es dura, y sé que después me sentiré mal por desquitarme con él—. ¿Cómo mierda crees que no necesito saber qué pasa con ese imbécil?

—Tobías...

—Acepte que fueras a estados unidos —Lo corto, sonando más enojado de lo que pretendo estar—, deje que Brenda y Peyton entraran en nuestras vidas y ¿así es como me pagas?

—¡Brent necesitaba más tiempo! —Se apresura a responder—. Él le está dando más problemas de los que pensamos, ser abogado y representante de una estrella de rock no es fácil, Tobías, tú mejor que nadie sabe eso.

—¡Por eso necesitaba saberlo! —Gruño. Paso la mano por mi cabello y la puerta de mi oficina se abre. Cabello rubio, ojos azules y una figura que antes captaba toda mi atención, están frente a mí.

Adriana estaba nuevamente a mí alrededor, y lo único que podía pensar era en cómo deshacerme de ella para que no vuelva a buscarme—. Está noche hablaremos —La sonrisa de la rubia crece—. Dile a Brent que nos vea ahí.

Cuando termino con la llamada, Adriana está ocupando la silla frente a mi escritorio. Sus tetas se empujan juntas en el escote de su vestido, y arqueo mis cejas en su dirección.

—¿Qué quieres?

—Hablar contigo.

—Dije todo de mi parte el día que dejé tu departamento, Adriana —Sus ojos se entrecierran en mi dirección, y me siento estúpido por haber dejado que esto se alargara—. No fue nada más que un polvo, lo sabías justo antes de que tus bragas tocaran el suelo.

—Eso es algo muy cruel. —Me encojo de hombros. Nunca había prometido más que una noche de sexo. No iba a comprometerme con ella y lanzar toda la mierda de novio meloso en ella.

No era mi novia y tampoco lo sería.

—Puedes irte —Señalo la puerta—. Como dije antes; no me acuesto dos veces con la misma persona.

—¡Eres un imbécil! —Chilla. Sus mejillas están rojas y sus ojos disparan dardos en mi dirección. Hago una mueca. ¿Cómo diablos había llegado a pensar que era sexy con esa personalidad?

—Lo sé —Sonrío—, me lo dicen muy seguido.

Ella echa chispas. Sus labios cubiertos de rojo hacen una delgada línea, y abandona mi oficina dando pisotones. No puedo evitar soltar un bufido.

Tener que lidiar con todos mis problemas a la vez terminaría matándome. Ahora debía solucionar el problema con Brent, Adriana, y el pequeño problema de Peyton y su nueva mascota.

No quería animales en mi casa.

Aflojo el nudo de mi garganta y me levanto de mi lugar. El pequeño mini bar frente a mi escritorio es mi meta. El whisky que siempre me servía en momento como estos se elimina del estante y termina sobre mi escritorio.

Lleno un vaso hasta la mitad.

Tenía una reunión en menos de media hora, pero necesitaba deshacerme del estrés que abordaba mi cuerpo. Ciertamente, enredarme con otra mujer, estaba fuera de mis planes. Aun no me deshacía de Adriana por completo.

Ella era persistente.

Cuando termino con mi vaso de whisky, tomo los papeles necesarios para dar por terminado la reunión que me esperaba. Lidiar con problemas de herencia era fácil. Los papeles no mentían.

Los ojos de Gloria caen sobre mí, pero ignoro el brillo que llena sus ojos.

—Tengo una reunión —Indico—, cancela todas las citas del día de hoy, repártelas para el resto de la semana.

—Entendido.

Sé que soy demasiado cortante, pero ella era una buena secretaria. No quería su mierda de "¡Hey! Mire mis tetas, están disponibles para usted", concentrarme en ella como mujer, solo arruinaría el trabajo que ella había hecho por los últimos seis meses.

Hasta el momento, era la mejor secretaria que Mateo había contratado.

Ingreso al ascensor, saludando con un inclinamiento de cabeza a las demás personas ocupando el mismo. Durante los últimos años que había estado delante del Bufete Vidal, el personal había aumentado.

Me había encargado de mantener a los mejores abogados junto a mí, todos hacían su trabajo al pie de la letra, lo cual realzaba el nombre de mi familia.

Tanto mi padre como mi abuelo habían sido excelentes abogados, y luego de haber terminado mi carrera universitaria, seguí sus pasos.

Amaba mi trabajo.

—Buenas tardes, señor Vidal —El encargado de mi auto me entrega las llaves una vez que abandono el edificio, y lo saludo con un simple murmuro.

—Tómate el resto del día libre —Golpeo su hombro con suavidad—. No regresaré hasta mañana.

—Que tenga un buen día, señor Tobías.

—Cuida de tus hermanos, Hernán. —Mi respuesta es corta, pero precisa.

Hernán era uno de mis casos especiales. Cuando llegó a mi oficina en ropas viejas y zapatos desgastados, no pude negarme a su petición. El había acabado de cumplir su mayoría de edad, y quería rescatar a sus hermanos menores de las garras de su padrastro.

Un imbécil adicto al alcohol que golpeaba a aquellos pequeños.

El juicio no llevó tanto tiempo. Él era inestable, por lo cual no era capaz de cuidar de dos niños. Hernán tenía la custodia desde aquel día, y no me negué a darle un trabajo.

El dinero que depositaba personalmente en su cuenta, servía de mucho para que ellos tuvieran un futuro, y me sentía orgulloso de ellos.

Eran fuertes.

La reunión termina más rápido de lo que pienso, varios de los involucrados tenían las pruebas suficientes como para ganar el caso. Tres hermanos, peleando codo contra codo para obtener el dinero de su padre.

Ninguno de los tres parecía preocupado, al menos el menor, al cual represento, estaba listo para dividir todo en partes iguales, exactamente lo que su padre quería desde un principio.

Mi teléfono suena cuando estoy listo para regresar a casa. No iba a volver al bufete, quería descansar un poco.

—¿Qué ocurre?

—¿No puedo llamar a mi hermano mayor? —No puedo evitar rodar los ojos. Mateo podía ser un dolor en el culo cuando quería—. No es cierto, quería saber si puedes pasar por pizzas antes de venir a casa.

—No.

—Está nevando y Brenda aun no llega del trabajo, ya sabes, día padre e hija. No conduciré con nieve y Peyton de copiloto.

—No llevaré pizza, Mateo —Ocupo el lugar detrás del volante—. Será mejor que pienses en algo porque estoy cansado y hambriento.

—Pizza.

—No comeré pizza —Es mi última palabra, pero sé que él esta sonriendo detrás de la línea—. Adiós.

La carcajada que suelta justo antes de que termine la llamada me enoja un poco. Él tenía treinta y dos años y seguía comportándose como un niño. Peyton, su hija, era mucho más madura que él.

Él no iba a preparar nada para la cena, de eso estaba seguro. Tendría que tomar el atajo de aquel refugio de animales para obtener las pizzas favoritas de Peyton.

Un largo camino.

La noche cae con rapidez, y mantengo mi atención en el camino. Era viernes por la noche y tenía que conducir sobre la nieve y bajo la lluvia para obtener dos pizzas.

Un abogado reconocido yendo por pizzas.

No hay autos frente a mí, pero noto las luces brillando detrás de mí. Mi ceño se frunce cuando noto la velocidad con la que viene. ¿Acaso no veía la nieve y la lluvia que caía del cielo?

Siento un golpe bajo el auto, y lanzo una maldición deteniéndome con rapidez.

El impacto llega desde atrás antes de que logre maniobrar con mis luces traseras. Mi frente se golpea contra el volante, obligándome a soltar una maldición. Soy consciente de que las bolsas pueden dispararse, pero no lo hacen, lo que agradezco en voz baja.

Estaba enojado.

Había sido un día de mierda; lleno de malos casos y una mujer detrás de mi polla.

Me bajo del auto echando humo. Una fuerte y clara maldición sale de mis labios cuando noto el desastre que era la parte trasera de mi auto, este, son seguidos de más insultos, hasta que mi atención es captada por el ruido de la puerta del otro auto.

Era una chatarra.

Acabaría con él en menos de un parpadeo frente a un juez.

Mi garganta se seca, y mis ojos recorren de pies a cabeza cuando la delgada figura de una mujer se dibuja frente a mí. Sus labios son gruesos, y no tiene nada de maquillaje encima.

Estaba empapada. Era capaz de ver su pecho subir y bajar con fuerza, y es cuando noto los pequeños puntos disparándose de su suéter. Sus pezones sobresalían maravillosamente a través de la gruesa tela.

Sé que cometo un error cuando aquella pregunta vuela de mis labios. La había llamado idiota, y parecía realmente enojada. Sus ojos se oscurecen y su delgada voz sobresale por sobre el ruido de la lluvia.

—¿Idiota yo? —Sisea con fuerza, y todo lo que siento es como mi sangre viaja al sur. La puedo imaginar en mi cama, abierta completamente a mí, dejándome adueñar de su cuerpo. Siendo mía—. ¿Ya te viste en un espejo?

Su cabello castaño se encontraba totalmente mojado, pegado a su rostro, haciendo que el enojo se adueñe de aquel hermoso rostro.

Siento mi polla palpitar, y elimino la imagen de ella contra el auto mientras me hundo en su interior.

Me encargo de llamar a la policía y a una ambulancia. Noto la mueca apoderando de sus labios cuando estira su brazo. Podría estar lastimada.

La espera se hace eterna, pero me mantengo alejado, aun cuando la veo temblar bajo la ropa empapada. Mi cardigán me protege del frio y de la lluvia, pero acercarme a ella y ofrecérselo parecía un error.

Era mucho menor que yo.

Al menos diez minutos pasan cuando noto las luces de la ambulancia. Niego cuando uno de los paramédicos se acerca a mí, y simplemente señalo a la castaña.

—Señor Vidal. —Sí, los miembros de la policía me conocían muy bien—. ¿Puede decirnos que ocurrió?

—No quiero levantar cargos. —Indico, observándolo a través de mis ojos, él parece dudar, pero lo interrumpo agregando: —Fue un accidente, algo golpeó mi auto por debajo y frené, no tuve tiempo para indicarle que se detuviera.

—Aun hay daños que pagar, señor Vidal.

—Me haré cargo de todo —Tenía que volver a verla—. Creo que lo merece después de todo.

Miro por sobre la cabeza del policía, y noto cuando ella hace su camino hacia nosotros, está enojada, tanto que hacía doler la erección que adornaba mis pantalones.

>>No le diga nada, yo hablaré personalmente con ella.

El asiente, parece no estar de acuerdo, pero me sigue el juego cuando continuo con la mentira sobre ella siendo una despistada.

Quería mantener el recuerdo de aquella castaña gruñendo y maldiciendo por lo bajo. Pronto la doblegaría y la escucharía soltar un "Sí, señor."

Mi polla salta con anticipación, el juego previo era la mejor parte.

La tendría, y ella no sabría de donde vendría el ataque.


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