8.
—Esto es demasiado —musito, agradeciendo en silencio cuando Tobías me ayuda a tomar asiento. La elección de Tobías se había inclinado por el O curro da parra1, el mismo restaurante que me costaría tres meses de salario, y al parecer, para él no era problema alguno—. Ya sé porque insistías en que usará un vestido.
—Quería que usarás vestido por mí, no por el restaurante —No puedo evitar sentir confusión por sus palabras. ¿Qué quería decir con eso? Yo me sentía incomoda. Mucho más de lo que podía dar a conocer—. Relájate.
—¿Cómo voy a relajarme con todos esos ojos sobre nosotros? —susurro, apoyando mis codos en la mesa mientras me inclino en su dirección. Tobías sonríe, pero su sonrisa no llega a sus ojos. En realidad, era la misma sonrisa que me mostró aquella noche en mi departamento, esa que decía: "Voy a follarte hasta que pierdas el conocimiento".
Trago saliva, tratando de mantener la calma.
—Eres hermosa, Drea —musita con voz ronca. Su cuerpo está completamente relajado mientras lo dice, pero cada terminación nerviosa en mi cuerpo cobra vida cuando sus ojos se pasean sin descaro alguno sobre mis pechos—. Es un verdadero deleite observarte...
Intento respirar como si nada, pero la intensa mirada de Tobías me lo impide, es como si sus ojos miraran más allá del vestido, cómo si en su mente estuviera completamente desnuda.
—Bienvenidos a O curro da parra, soy Oscar y seré su mesero por esta noche, ¿Qué puedo servirles? —Nuestra batalla de miradas no termina cuando el camarero interrumpe, en su lugar, Tobías (aun con sus ojos sobre los míos), responde.
—Una botella de Richebourg Gran Cru2, por favor. —Los menús son colocados sobre la mesa, y Oscar dice algo que no soy capaz de entender.
—¿Ese vino no es demasiado caro? —Pregunto, tratando de desviar el tema. Tobías se rasca la barbilla, y lo único que obtengo como respuesta es un encogimiento de hombros—. Si quisiera silencios eternos hubiera escogido al señor Midas.
—¿Quién?
—Alguien que si aprecia mi presencia, señor Vidal.
—Aprecio su presencia, señorita Castille —No ha tocado el menú, y por ende yo tampoco. Me sentía mucho más allá de nerviosa—. ¿Quién es Midas?
Me muerdo la lengua al darme cuenta de su ceño fruncido. ¿Qué diablos estaba pensando?, y ¿Por qué me daba tanta gracia el verlo así?
—Nada importante —Descarto con rapidez—. Mi auto ya está listo, según lo tengo entendido, ¿Por qué no lo tengo en mi poder?
—Porque no lo necesita.
—Lo necesito —Niego con rapidez, recordando el hecho de que tenía poco tiempo para tomar una decisión—. Tengo asuntos personales que arreglar y, ciertamente, no quiero tenerlo como chofer, señor Vidal.
—Yo no tengo problema alguno con eso, Drea.
—Necesito mi auto —Digo, tratando de sonar algo cansada—. Creo que tuviste suficiente paga por mi parte, quiero dejarlo así. —Sí, sé que puedo estarme humillando frente al hombre más sexi con el que había estado, pero era tiempo de dejar las cartas sobre la mesa. El no intentaría acostarse conmigo por el simple hecho de que le gustase, yo había chocado su auto y él había corrido con todos los gastos.
Era una ecuación bastante sencilla.
—¿Qué?
El siseo que lo abandona me hace levantar la mirada y encontrarme con la suya, completamente enojada.
—Que quiero mi auto de regreso, y no voy a discutir sobre eso.
Es como si el ambiente divertido haya desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, ahora sólo quería regresar a mi departamento y ver televisión chatarra mientras acaricio a mi gato.
Observo a Tobías por el rabillo del ojo mientras saca su teléfono y presiona la pantalla sin cuidado alguno, luego, lo coloca en su oído, esperando que respondan.
—El auto de la señorita Castille, lo quiero en su departamento antes de que lleguemos.
Termina con la llamada antes de que la persona del otro lado logre darle una respuesta. Podía sentir su mal humor llegar a mí, pero no iba a decir una sola palabra sobre eso.
No era mentira.
Aunque me gustó tener sexo con él, no dejaba de sentirme como una cosa. Como si estuviera pagando por el arreglo de mi auto, cuando ambos habíamos tenido la culpa.
En silencio, ambos esperamos al mesero, el cual llega minutos después con la botella en su mano, sirve el vino, y luego toma nuestros pedidos.
No me he dado el tiempo de ojear el menú, por lo que simplemente me inclino por un filete, tenía hambre, pero mis pensamientos llenos de culpa habían arruinado la noche.
Cuando sé que mi mal humor no iba a disiparse, el mesero llega con la comida. Tanto Tobías como yo, no habíamos soltado una sola palabra, dándole a entender al otro, que la noche parecía haber muerto.
—Que disfruten su cena.
Murmuro un "Gracias", y observo fijamente el filete. Mi apetito parecía disiparse al sólo ver el tamaño de la carne. No iba a terminar ni con la mitad, ¿Cómo esperaba comerme toda esa carne?
—Come antes de que yo te dé de comer, Drea. —Doy un respingo ante las duras palabras de Tobías, y es cuando me atrevo a levantar la mirada.
Sus ojos azules me observan con atención, como si no le importara lo que había dicho minutos antes. Como sí lo más importante era que terminará con el filete de tamaño descomunal (al menos para mí).
—Me lo voy a tomar con calma, ¿está bien? —Suelto, sin tratar de sonar grosera—. Nunca como demasiado.
—Come.
Es su única respuesta, y sé que no dirá nada más. Evito rodar los ojos y fijar toda mi atención en la comida.
Iba a ser una noche muy larga.
***
—Tu auto está ahí. —Tobías dice una vez que se estaciona frente a mi departamento. Mis ojos observan el auto frente a nosotros, y de inmediato lo reconozco. Era mi auto.
—Gracias. —Digo, sin saber que responder. La tensión había desaparecido durante la cena, pero había regresado. ¿Qué podría decirle a un hombre como Tobías?
¿"Gracias por haberme dado el mejor polvo que tendré en la vida"?
No era algo que sería capaz de decir.
—Mañana pasaré por ti para llevarte al trabajo. —Mi ceño se frunce ante sus palabras, y es cuando la confusión me golpea con fuerza.
—¿Qué?
—Hay demasiada nieve y no conducirás ese auto hasta el refugio.
—Pero...
—No hay peros que valgan —Me corta. Se baja del auto y lo observo rodear con rapidez hacía mi lado, abre la puerta que me mantiene en el interior del auto, y me tiende la mano para salir. La tomo sin dudar, y en menos de un segundo estoy siendo aprisionada por el duro cuerpo de Tobías Vidal—. Ahora mismo te follaría aquí, pero estas de mal humor.
—Eres...
—No estoy cobrando por sexo, Drea —Su mano termina en mi cabello, sujetándome para no escapar de él—. Tu yo queremos esto. Noto cada uno de tus movimientos, sé que te mueres porque te toque, pero no será hoy.
—Suéltame. —Gruño, intentando quitar su agarre de mi cabello, pero fracaso por mucho.
—Al diablo el trabajo.
Un chillido me abandona cuando soy tomada en vuelo por los brazos de Tobías, termino sobre su hombro, mientras este intenta recoger mi pequeño bolso del suelo, lo cual hace con la gracia de un felino.
—¡Tobías bájame! —Sé que no debo gritar, pero ya no me importaba nada—. ¡Tobías!
Mi grito queda a medio camino cuando la puerta del apartado se abre con rapidez. Sé que puede ser alguno de mis vecinos, y agradecía a Dios porque ninguno de ellos me reconociera.
—Buenas noches. —Tobías saluda con diversión, mientras yo hundo mi rostro en su saco, escondiéndome de mirada chismosas.
—Eres un imbécil —Suelto, cuando la puerta se cierra dejándonos únicamente a nosotros subiendo las escaleras —. No tienes que hacer esto, no soy una niña pequeña.
—Puede que tengas razón —Suelta, con una ronca carcajada. Mi cuerpo se desliza con rapidez hacia el suelo, y nuevamente estoy atrapada entre una pared y Tobías Vidal—. Ahora sólo quiero ir a tu cama y hundirme en ti hasta cansarme.
—Tobías... —Un gemido me abandona cuando su mano se escabulle por bajo mi vestido y termina en el interior de mis bragas. Sus dedos se mueven con lentitud sobre mi clítoris, logrando acelerar mi respiración.
—Siéntelo, Drea —Dice, sus labios se pasean por mi cuello, empujándome con suavidad para que abra las piernas un poco más—. Estas lista para mí —Mi concentración se concentra en sus dedos, los cuales terminan en mi interior, moviéndose con lentitud—. Tan lista que estás adolorida...
Sus dedos se retiran casi con la misma rapidez, y mi gemido de frustración no se hace esperar. Observo a Tobías, quien esta respirando tranquilamente mientras yo estaba hecha un manojo de nervios.
Levanta una de sus manos, y puedo ver mi bolso en ella. Lo tomo con rapidez, demostrándole que aun me quedaba fuerza para controlarme.
—Abre la puerta.
No dudo en acatar su orden, por la única razón de que no quería que ninguno de mis vecinos se lleve una sorpresa de mi parte.
Soy la primera en entrar al departamento, y Tobías me sigue de cerca. Él cierra la puerta con llave, y se gira en mi dirección con rapidez.
—Debo darle de comer a mi gato antes de todo. —Me apresuro a detenerlo cuando lo observo cómo se quita el saco.
—Tienes 3 minutos, Drea.
Cuando su ceja se arquea, sé que habla en serio. Me deshago de los tacones tan rápido como puedo, y me abro camino hacia la cocina, el señor Midas se encuentra acostado junto a su comida, y sé que me he tardado más de lo normal en volver a casa.
El pobre animal maúlla en mi dirección cuando su bolsa con comida se sacude. Coloco algo de croquetas en su plato, y con rapidez regreso todo a su lugar.
Para cuando regreso a la sala, Tobías esta en el sillón sin camisa. Observándome directamente cuando camino con lentitud hacia él.
—Ven aquí. —dice, en voz baja. El nudo en mi vientre crece ante la expectativa, y sé que, si me toca donde debe, explotaré con fuerzas. Cuando me detengo frente a él, sus manos se deslizan por mis piernas hasta el borde del vestido. Tira del mismo hacia arriba, y sé lo que me quiere decir.
Sin esperar alguna orden de su parte, me deshago del vestido, quedando únicamente en bragas frente a él.
Mi ropa interior desaparece en un parpadeo, y Tobías tira de mi cuerpo para terminar sobre él, completamente desnuda, sentada sobre su regazo.
—Eres hermosa, Drea... —musita, paseando uno de sus dedos a los largo de mi cuello. Sus ojos están sobre los míos, observando cada una de mis reacciones, y es cuando dejo de controlarme. Mis respiraciones me abandonan en forma de jadeos, y muestro mi frustración cuando me retuerzo sobre su regazo—. Nunca repitas que tengo sexo contigo por una deuda —Gruñe, ahora enojada. Una de sus manos se envuelve en uno de mis pechos—. Tú no eres una puta, Drea. No debes tratarte como una.
—Deja de...
—Cierra la boca o no te follaré —Gruñe. Tira de mi pezón, arrancándome un largo gemido, y añade: —No vuelvas a tratarte así.
Estoy a punto de gritarle, pero me muerdo la lengua cuando se remueve bajo mi cuerpo, su pantalón se desliza hasta sus muslos, y su erección se muestra gloriosa ante mis ojos.
Me remojo los labios, intentando traer algo de cordura a mi mente, y gracias a Tobías, logro enfocar mi atención en él. Un paquete plateado es colocado en mi mano, y sé lo que quiere.
Con rapidez logro sacar el condón de su protección, y lo deslizo sobre su erección.
—Tengo trabajo que hacer —dice, levantándome por las caderas mientras acomoda su pene en mi entrada—. Tendrá que ser rápido, luego lo compensaré.
No me opongo a sus palabras, y todo pensamiento parece perder su razón cuando se hunde en mi interior. Mis gemidos no tardan en aparecer, y la sensación de estiramiento es la única ocupando mi mente.
Ahora irse, parecía ser una idea muy difícil.
1. O curro da parra: Costoso restaurante ubicado en la ciudad de Santiago de Compostela.
2. Richebourg Gran Cru: Richebourg Gran Cru alcanza precios cercanos a los 20.000 € por botella, según la añada. El precio medio es de 10.000 euros
N/a:
Quise subir el capítulo más temprano, pero no lo había terminado, pero justo ahora lo acabo de terminar (9 de la noche en Ecuador), lamento la tardanza, y en serio espero que les guste.
No se olviden de dejar un voto y comentario si les gusta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro