7.
El aire lucha por entrar a mis pulmones, mis manos se aferran con fuerza a la manta cubriendo mi cama, y mis ojos amenazan con salirse de su órbita.
—Drea... —Un grito silencioso me hace arquear la espalda. La frente sudorosa de Tobías cae sobre mi pecho, haciéndome saber que ya no le quedaban energías para más, lo que me dejaba algo tranquila.
—Y-ya no puedo más. —musito, dejando que un quejido se filtre de mis labios cuando el sale de mi interior. El cansancio se apodera de mi cuerpo como si de un camión se tratará.
Sentía la mirada de Tobías sobre mí, pero ciertamente, las fuerzas para sentir vergüenza se encontraban bastante lejos de mi sentido común.
Justo en el interior del auto donde deje que el hiciera de las suyas.
Donde prácticamente le rogué que me follara.
—Necesitas una ducha caliente.
—Necesito dormir —Discrepo, tirando de la sabana con mis últimas fuerzas. Lanzo una rápida mirada hacia el lugar donde se encontraba Tobías, y no me sorprendo al encontrarlo colocándose su ropa. De alguna extraña manera, no me sentía mal. En realidad, estaba rezando para que se marchara con más prisa—. Cierras la puerta cuando te marches.
Sus movimientos se frenan un poco, pero los retoma nuevamente cuando se coloca aquel saco que hacía pecar a más de una. Por su expresión, no esperaba esa reacción de mi parte.
—Levántate —Su voz ronca demanda, a lo que sólo respondo con un leve quejido. La sabana es casi arrancada de mi pie, y él no pierde oportunidad en colocar una nalgada en mi trasero, haciendo que mi quejido se alargue un poco más—. No lo volveré a repetir, Drea.
—Los mandones no van conmigo. —Gruño, levantándome de la cama con lentitud. La incomodidad aparece en mi ingle cuando me pongo de pie. La sensación de estar completamente vacía se sentía extraño.... Como si necesitara a Tobías una vez más para no olvidar que él estuvo ahí durante la mayor parte de la noche.
Debo levantar la cabeza para poder observa el azul de sus ojos. La poca luz que entraba por la ventana de mi habitación, hacía que el brillo en ellos me animaran a observarlo.
Aun más de lo que lo hacía.
Su mano se aferra la parte posterior de mi cabello, sujetando de manera que no puedo tirar mucho de mi cabeza. Sus labios se encuentran con los míos, mordiendo con suavidad mientras sus manos libre se desliza a lo largo de mi espalda hasta detenerse en mi trasero.
—Quisiera quedarme, pero tengo cosas que hacer. —Mi ceño se frunce. ¿Qué darse?, ¿a que cuento?
—No quiero que te quedes. —Suelto, sin siquiera pensarlo. Tiro de mi cabeza, logrando soltarme de su agarre—. Él que haya tenido sexo contigo no significa nada más, Tobías. Sólo es sexo.
—Tú y esa lengua —Gruñe, dando un paso lejos de mi. Sus ojos me observan por una última vez, para luego marcharse de mi habitación. Me quedo de pie, completamente desnuda, en medio de la habitación hasta que escucho la puerta principal cerrarse con algo de fuerza.
No puedo evitar que una sonrisa llena de satisfacción se apodere de mis labios cuando me dejo caer sobre la cama. El reciente recuerdo del cuerpo de Tobías cubriendo el mío sigue fresco en mi mente, bromeando conmigo.
El cálido pelaje del Señor Midas termina casi sobre mi brazo, el gran felino parecía de mal humor, pero aun así, llega hasta mí para dormir plácidamente.
—Sabes que tu eres mi único, Señor Midas.
***
—¿Por qué tan feliz, Drea? —La voz de Lila me hace dejar de lado al pequeño gato en mi mano por una fracción de segundo. Sus labios cubiertos de rojo carmín llaman mi atención, a lo que ella sólo se encoge de hombros—. Es de mi mamá, no parece molestarle, pero eso no es importante, ¿Quién te tiene tan feliz? No has parado en todo el día.
—¿Alguien tiene que ser encargado de mi felicidad? —Suelto, volviendo a mí trabajo. Las garras del pequeño gato negro tratan de encajarse en mi piel, pero con rapidez lo envuelvo en una mullida toalla—. El que este feliz no debe depender de alguien más, Lila, deberías conocerme desde hace mucho.
La rubia rueda los ojos, haciéndome saber que no me cree.
—Suéltalo, Castille.
Una sonrisa aun más grande se adueña de mis labios, haciéndole saber que si, estaba mintiendo desde hace mucho.
—Mi madre me llamo hoy a primera hora para decirme que se abrió la rama de educación nuevamente. —Sé que estoy feliz, pero el ceño fruncido de Lila me hace saber que ella no lo está.
—¿Nos dejarás?
Y sí, como siempre, una de las gemelas debía arruinar mi felicidad momentánea.
—Yo... aun no lo sé —Contesto con completa sinceridad—. Estuve esperando la reapertura de la carrera hace mucho, y sólo dejarlo ir...
—No es correcto —Ella asiente. Un suspiro se libera de sus pulmones, haciéndome saber que no quiere seguir hablando—. Debo llevar a este amiguito a comer algo.
—No le digas nada a tu madre, ni a tus hermanos. —Comento, antes de que logre abandonar la habitación—, pero también tengo una oferta para estudiar en Estados Unidos. Debo pensármelo.
Lila asiente, sin siquiera darme una mirada, y luego se aleja, cerrando la puerta detrás de ella.
Ahora, con desgana, tomo una de las toallas pequeñas y termine de secar mis manos.
Saber que mi madre había madrugado expresamente para hacerme saber la buena noticia para nosotros, Lila había logrado desanimarme con rapidez.
Amaba el refugio, y tener en mente dejarlo, sólo no parecía ser parte de mis planes. Tenía que pensarlo con mente fría. El ir a estados unidos significaba una gran elección para mí, pero de igual manera, el quedarme en Barcelona con mis padres, parecía ser una opción aun mejor.
Niego con rapidez.
Aun tenía tres meses para pensármelo, y agobiarme con eso, más el trabajo, acabaría conmigo en cualquier momento.
—Drea, necesito más leche para los cachorros —Marcos me detiene justo antes de que vuelva a ocupar mi lugar de trabajo. Lo observo, algo agotada, pero regreso a apoyarme sobre mi escritorio—. ¿Qué ocurre? Parece que matarás a alguien en cualquier momento.
—Marcos, tu sabes donde se guarda la leche. —Suelto, realmente irritada. El que Marcos use cualquier escusa por mantenerme a su lado, empezaba a irritarme. ¿No era bastante clara al hacerle saber que no me interesaba en el ámbito romántico?
—La del almacén se acabo y mamá me envió a por ti.
—¿Qué? —Pregunto, totalmente desconcertada—. Se suponía que la carga llego hace tres días, ¿Cómo se puede acabar?
Cierro la boca en cuanto recuerdo el haber dejado a Ariana a cargo de eso (todo bajo la responsabilidad de Nora).
Tomo las llaves del almacén, y me adelanto al hacer mi camino.
Desde que Ariana había puesto un pie en el refugio, nada le salía bien, y cada que metía la pata, me tocaba dar la cara a mí.
Nora la iba a matar, y yo era la única que podía tratar de sacarla con vida.
—Ariana —Llamo su atención cuando la vislumbro hablando con otro de los trabajadores del refugio. Sus ojos cafés están sobre mí y palidece en cuanto nota mi enojo—. ¿Hiciste el pedido de la leche para los cachorros?
—¿L-a leche?... —Se atraganta con sus propias palabras, haciéndonos saber a Marcos y a mí que se había olvidado.
—Nora va a matarte. —Su rostro palidece ante las palabras de Marcos, y sé que debo hacer algo, pero simplemente no lo hago. Era hora de que ella se hiciera cargo de su trabajo, de las órdenes que le daban.
—Hablaré con Nora —Digo, tratando de romper la tensión—. No te salvaré de esta, Ariana, debes hacerte responsable de tu trabajo, nadie más puede hacerlo por ti, debes tener eso en claro.
—Drea...
—¡Drea nada, Ariana! —Suelto, completamente enojada—. ¡Desde que te ofreciste como voluntaria en el programa del refugio, has arruinado todo, desde que llegaste he tenido que salvarte el trasero una y otra vez, nunca has sido capaz de arreglártelas por ti sola!
Sé que me estoy pasando, pero era el momento de explotar.
Ariana no había hecho el mínimo esfuerzo para realizar bien su trabajo, siempre estaba yo para arreglar lo que arruinaba, pero eso se tenía que terminar.
—Cálmate, Drea.
—Estoy calmada —Fijo mis ojos en Ariana—. En serio espero que ames tanto este trabajo como para arreglar toda tu mierda, yo ya me canse.
Ariana intenta detenerme, pero paso de ella.
Sentía el enojo recorriendo mi cuerpo, pero este desaparece casi de inmediato cuando veo a Nora caminando hacia mí.
—¡Ya no quiero a esa niñita en mi refugio! —Escupe, completamente enojada—. Me tiene harta con todos sus errores.
—Depende de ti, Nora —Susurro, haciéndole saber que todo estaba en sus manos—. En serio lo lamento... pensé que sería de ayuda con el refugio, pero veo que me equivoque.
—Tú no tienes la culpa —Ella asegura, pasándose la mano por lo que quedaba de su peinado—. Encárgate de hacer el nuevo pedido de la leche, por favor, también de mantener a los demás haciendo su trabajo, tengo que hablar con esa mocosa.
Me quedo de pie en medio del camino, observando cómo Nora casi lleva a rastras a Ariana. Marcos tiene sus ojos sobre mí, pero me niego a sentir pena nuevamente. Ariana estaba lo suficientemente grande para enfrentarse a Nora.
Ya era hora.
***
—¿No quieres que te lleve? —Lila se ofrece cuando me ve de pie fuera del refugio. Sus ojos parecen algo preocupado, pero sonrió en su dirección—. Dicen que la nevada se pondrá peor.
—Vienen por mí. —Mis palabras quedan en el aire cuando el gran auto negro se detiene junto al jeep de Lila. Tobías no pierde el tiempo en bajar del enorme vehículo y caminar hacia mí.
—¿Nos vamos? —Pregunta en mi dirección, pero enseguida se gira hacia Lila, quien esta aun más boquiabierta que yo—. Buenas noches, señorita.
—Pensé que vendrías en mi auto —murmuro en su dirección. La sonrisa que me ofrece, sólo me afirma que bromeaba sobre aquel mensaje que había llegado a mi teléfono en la mañana—. Lila, nos vemos mañana. —Me apresuro a despedirme. Esta asiente, sacudiendo la mano en nuestra dirección mientras nos alejamos.
Tobías se encarga de abrirme la puerta del enorme auto, y lo rodea con rapidez.
En menos de un minuto está ocupando su lugar en el asiento del piloto, y enciende la calefacción. Su sonrisa juguetona me recuerda la noche anterior, y como si de una bombilla se tratará, la atracción en el auto se enciende enseguida.
—¿Dónde está mi auto? —Trato de concentrarme en algo más, pero se me es casi imposible cuando el desliza su mano a lo largo de su barbilla —. Tobías.
—Iremos a cenar, no lo necesitas.
El ignora mis palabras, manteniendo sus ojos en el camino. Tobías Vidal era el hombre más engreído con el cual me había topado. Aquella sonrisa ladeada, que aquel sutil movimiento de sus ojos, podrías dejar desnuda hasta la mujer más santa.
Y yo no era la excepción.
—La mayoría del tiempo eres un idiota. —musito, tratando de guardarme la diversión para mí.
—Me lo dicen a menudo —Él responde en tono serio—, pero no te vi quejándote de eso anoche, Drea.
—No tenía de que quejarme anoche, señor Vidal. —No soy capaz de controlar mi diversión.
—Buen punto, señorita Castille.
Me sorprende aun que sepa el apellido de mi padre, pero no demuestro mi sorpresa. Tenía suficiente con el simple hecho de tener un camión por auto.
—¿De quién es el auto? —Pregunto, sin lograr controlar mi curiosidad.
—Es mío, Drea. —La tonalidad helada en su voz que conocí la noche del choque, vuelve en fracciones de segundos, y me arrepiento casi de inmediato al haber soltado mi curiosidad. El tener dinero parecía ser un problema para él.
—Lo siento, no quería incomodarte.
No recibo respuesta a mis palabras, y sé de inmediato que debo guardarme mis preguntas para mí.
Tobías Vidal era un hombre demasiado extraño... y sexi con el cual me había metido a la cama.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro