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4.

—Adiós, Drea. —Ariana se despide de mí, y para darle a conocer que aun sigo enojado, asiento en silencio. Cierro la puerta detrás de mí, y me percato de que la luz trasera esté encendida. Marcos debía seguir ahí, esperando a su hermano.

Ariana camina lejos de mí, abrazándose a sí misma mientras el viento azota contra su cuerpo.

Luego de que Tobías se haya marchado, dejándome con ganas de una buena ronda de sexo, había hecho mi trabajo totalmente malhumorada. El moreno se había enfocado en hablar con Marcos para facilitar el papeleo de la adopción. Luego de veinte minutos; su sobrina, tigre y él, ya se habían marchado.

Y estaba enojada porque él no se giro a verme luego de haber metido sus manos en mi ropa interior.

Era un idiota.

Suelto un gruñido. El taxi aun no daba señales de aparecer, y mi mal humor aumenta. ¿Que había hecho yo mal?, ¿Dios me estaría castigando por la vez que incendie las cortinas de mamá?, ¿O por la vez que lance a tía Elizabeth a la piscina?

¡Ya lo entendí, Dios!

Me suelto el cabello, negándome a congelarme bajo la fría noche de Santiago.

¿Por qué se tardaba tanto? ¡Lo había pedido hace más de media hora!

Cuando estoy a punto de soltar la sarta de insultos hacia la oscura noche, las luces brillantes de un auto me ciegan por un momento. Cubro mis ojos con una de mis manos, y espero a que el destello desaparezca de mis ojos.

Una vez que soy capaz de abrirlos, la pintura negra y completamente brillosa del auto de Tobías se detiene frente a mí. Lleva el capó cubierto con una leve capa de nieve, pero no parece importarle en lo más mínimo.

La ventanilla baja con rapidez, y veo su rostro frente a mí un segundo después.

—Te llevaré —Su tono no ofrece discusión alguna, pero aun estoy enojada, así que simplemente paso de él, fijando mi vista en el camino que él ha hecho para llegar al refugio. ¿A qué hora llegaría el taxi?—. Drea.

—¿Qué?—Escupo con sequedad. No miro a Tobías, sé que si lo hago, recordaré lo ocurrido en la mañana, y no estaba de humor.

¿Él simplemente se estrella contra mi auto y piensa que tiene derecho alguno para hacer lo que hizo? Aunque me haya gustado, no era así.

Tenía que ponerlo en su puesto.

—Sube al maldito auto, vas a congelarte.

Con pesadez, lo miro a los ojos. Los mismos que me observaron mientras me tocaba en la mañana. Los mismos que me habían gustado desde que lo vi.

Pero no podía seguir así.

A penas lo conocía. Él no podía mandarme. Esa parte de mi vida había quedado atrás cuando puse un pie en Santiago. La bocina del auto retumba con fuerza, sobresaltándome, pero lo ignoro, soltando un suspiro de alivio cuando las luces del taxi brillan unos cuantos metros lejos de mí.

El taxi se detiene detrás del auto de Tobías, y no pierdo el tiempo en apresurarme hacia él. Escucho al moreno lanzar una maldición, y la puerta de su lado se abre.

Subo al taxi con rapidez, y le doy al hombre la dirección, este parece confundido, pero asiente.

—¡Arranque!—Le apresuro, golpeando la parte trasera de su asiento. El motor ruge con visa, y lo último que logro ver y escuchar, es a Tobías gritando que conocía como llegar a mi casa.

—¿Su esposo? —Él taxista pregunta, una vez que dejamos atrás a Tobías y su humor de perros. Mi ceño se frunce. ¿Qué?

—No—Respondo, con la confusión reinando mi expresión. Sólo es él tipo con el cual choque, y él que metió sus dedos en mi vagina mientras me encontraba haciendo mi trabajo—. Un conocido. —Suelto, sabiendo que era lo único capaz de decir.

El taxista parece notar mi humor, y opta por guardar silencio el resto del camino.

Hacía frío.

Mucho frío.

Me abrazo a mí misma, y el alivio me invade cuando llegamos a mi calle. El taxista se detiene donde le indico, y me bajo del auto luego de pagar la tarifa.

Siento los dedos completamente entumidos cuando entro al edificio. La señora del piso de abajo se detiene justo cuando me giro sobre mis pies, y me da una extraña mirada para luego cruzar la misma puerta.

¿Qué mosco le picó?

Alejando los pensamientos acerca de la aquella señora, cruzo el camino que da a las escaleras. Odiando el hecho de no ganar más, y que el edificio no contara con un ascensor, subo al tercer piso, saludando a la mujer que vivía junto a mi departamento.

Ella tenía dos hijos totalmente descarriados, con los cuales luchaba día a día. Una sonrisa cansada se dibuja en sus labios y es lo último que veo antes de cerrar la puerta de mi departamento.

El señor Midas esta frente a mí cuando dejo el bolso y las llaves en la mesita de entrada, su cola se mueve con lentitud y se acicala contra mi pierna.

Con cuidado, me deshago de las botas, y las dejo en el rincón junto a la puerta.

Sus ojos verdes brillan en mi dirección y me saco la chaqueta con cuidado de no sacudir nieve sobre mi gato.

—¿Cómo estás, cariño? —Lo cargo con cuidado, y un siseo es emitido en mi dirección, de inmediato sé que el frío es el culpable y hago una mueca. No me gustaba verlo sufriendo, pero era algo que estaba fuera de mis manos.

Cargando al animal en mis brazos, hago mi camino hacia la pequeña cocina, el señor Midas maúlla cuando lo acerco a la encimadera, y se recuesta una vez que lo dejo sobre esta.

Reviso las sobras del día anterior que había dejado en la nevera, y meto el bol al microondas luego de quitar el plástico que lo cubría. Tomo una de las latas de comida para gatos, y la abro para luego colocarla en la bandeja del señor Midas.

—Espero que tengas apetito. —musito, conociéndolo muy bien. El dolor solía quitarle el apetito, pero la preocupación desaparece de mi sistema cuando le veo devorar su comida.

Un fuerte golpe es acertado contra la puerta al tiempo que el pitido del microondas irrumpe en el silencio del departamento. El señor Midas y yo no nos movemos.

¿Quién podría ser?

La única visita que recibía era de mis padres, pero aun faltaban dos meses para Navidad.

Otro golpe más, pero con más fuerza me hace brincar en mi lugar.

Si no abría el dueño del lugar vendría a echarme la mala leche, y no tenía humor para aguantar a nadie.

Acaricio la cabeza de mi gato antes de abandonar la cocina, el frío de la madera se filtra por mis pies y sé que es momento de ir por una ducha caliente, pero descarto esa idea cuando la puerta retumba nuevamente.

—¡Ya voy! —Exclamo, negándome a perder el control. Abro la puerta y mis dedos se quedan estancados en la perilla cuando un par de ojos azules me observan completamente enojados—. ¿Q- Qué haces aquí?

—A terminar lo que empecé —Detiene la puerta cuando estoy a punto de cerrarla en sus narices y entra en mi departamento. Él mismo se encarga de cerrar la puerta a sus espaldas y se deshace de sus zapatos, dejándolos a un lado en el suelo. Su cardigán es retirado de sus hombros, y lo deja sobre la mesita de entrada—. Estoy muy enojado.

Trago duro.

La visión de Tobías en una camisa blanca -la cual se aferraba a cada uno de sus músculos-, me deja totalmente aturdida.

—N-No es mi problema. — Tobías da un paso en mi dirección y no soy capaz de moverme. Sus manos se aferran a mi cintura, y tira de mi cuerpo, presionándome con fuerza contra el suyo. Parpadeo con rapidez. ¿Qué diablos estaba ocurriendo?

Mis manos se aferran a sus brazos, y siento la imperiosa necesidad de clavar mis uñas en ellos, pero me freno, luchando contra su agarre.

—Noté muevas, Drea.

—¡No tienes ningún derecho a venir a mi departamento y entrar de esa manera!—Gruño, obteniendo distancia entre ambos. Tobías me da una sonrisa de medio lado, y siento como mis piernas tiemblan.

Parecía un león listo para cazar.

Listo para darle fin a su presa.

Un chillido me abandona cuando me veo nuevamente entre sus brazos. El moreno se encarga se sujetarme ambos brazos con una de sus manos, y su sonrisa se ensancha cuando se deshace de cada uno de los botones que mantiene mi blusa en mi lugar.

—¿Sabes?—Su voz abandona sus labios en un ronco jadeo. Podía sentir su respiración contra mi cuello, enviando corrientes eléctricas a través de mi cuerpo—. La primera vez que te vi, luego del choque, sólo quería lanzarte a mi auto y follarte hasta que no pudieras andar.

—¿Q-qué?—En gemido abandona mis labios cuando sus labios se presionan contra el vértice de mis senos.

—Aun quiero follarte hasta que no puedas andar, Drea.

Tobías me gira con rapidez y me apresa entre sus brazos. Una de sus manos se amolda perfectamente a uno de mis senos, y retira la copa del sujetador con lentitud, haciéndome retorcer entre sus brazos.

¡Por favor!

—Oh Dios. —Gimo, sintiendo el familiar dolor en mi ingle cuando Tobías tira de mi pezón.

—Voy a soltarte, Drea —Indica, aflojando el agarre en mis manos con lentitud—. Si intentas correr, te atraparé, y haré contigo lo que quiera.

Tengo ganas de discutir, de mandarlo al diablo, pero también necesitaba sentir sus dedos nuevamente en mí. Que haga lo que quiera por ahora, luego podría vengarme de él.

Las manos de Tobías guían las mías hacia el sofá, inclinándome contra este mientras él se mantiene a mis espaldas. Mi sujetador es retirado en un suave tirón y cae sobre el suelo, rompiendo el silencio de mi departamento por un segundo.

Mi pensamiento se frena por un segundo, y tengo la necesidad de parar todo, quiero detenerlo y echarlo de mi departamento.

¡No tenía ningún derecho!

Soy arrancada de mi mente cuando el frío de la noche se filtra en mi sexo. Tobías se había deshecho de mis pantalones, dejándome completamente desnuda frente a él.

—Hoy no voy a follarte, Drea —Asegura, inclinándose sobre mi mientras sus labios besan mi hombro—. Sé que estas de mal humor, y lista para correrte.

—Eres un...

—Losé —Me corta. Sus manos se deslizan por mis piernas y me golpea con suavidad para abrirlas un poco más, al notar mi negativa, el mismo tira de una de mis piernas y un largo gemido brota de mi cuando sus dedos entran en mi—. ¿Te gusta?

El suave movimiento de su muñeca me obliga a ponerme de puntillas, tratando de recibir cada una de las embestidas que da en mi interior.

—Oh Dios mío...

Un grito se escapa de mi garganta cuando la mano libre de Tobías se estrella contra mi trasero. Mi centro aprieta sus dedos en respuesta y lo escucho gruñir.

—Tengo una cena de negocios, Drea —Su gran palma se estanca en mi espalda, y sus movimientos aumentan su velocidad—. No quiero dejarte con las ganas de nuevo.

¡No!

Mi subconsciente se niega con fuerza, pero un nuevo grito me abandona y soy levemente consciente de la gran presión en mi vientre y el calor invadiendo mi centro.

Mi cuerpo se sacude con fuerza, y Tobías me sujeta entre sus brazos, murmurando algo que no soy capaz de escuchar. Mi respiración está totalmente alterada, pero me alejo de él, completamente enojada y lo fulmino con la mirada.

—Largo de mi departamento —Siseo, recibiendo una mirada completamente vacía—. ¡No tiene ningún derecho en venir a aquí y y y

—¿Hacerte correr? —Termina por mí, dejándome completamente avergonzada. Siento mis mejillas arder, y su mirada brilla, con algo que no logro describir. Se acerca a mí, y sujeta mi barbilla entre sus dedos—.Tanto tu como yo queríamos esto, Drea. Somos adultos que toman sus decisiones. Pudiste haberme echado antes de que fuera capaz de quitarme los zapatos.

Mi boca se cierra, y sé que tiene razón. Pude haberlo hecho, pero no lo hice. Abro la boca para decir algo, pero la cierro de inmediato, dando por sentado que me cogió con la guardia baja.

Literalmente.

—Largo.—Digo, tomando mi soledad como mi único escape.

Tobías suelta una risa, y deja ir mi barbilla, luego da un paso lejos de mi y pasea sus ojos por mi cuerpo.

—Aun no termino contigo, Drea —Su voz promete cosas mejores, cosas que quería saber, pero a lo que no quería enfrentarme. ¡Recién lo conozco!—. Pero por esta noche te dejaré sola.

En menos de un parpadeo lo tengo frente a mí, y al siguiente sus labios están sobre los míos, besándome con fuerza. Con rapidez, se separa de mí, dejándome completamente aturdida.

Esta vez, se aleja de mí y se dirige hacia la puerta. Se coloca sus zapatos y toma su cardigán para luego abandonar el apartamento en completo silencio, dejándome completamente desnuda en medio de la sala.

¿Que acaba de pasar?

El maullido del señor Midas me hace bajar la mirada al suelo, y no puedo evitar que una sonrisa se deslice por mis labios. Tobías había venido a mi departamento a terminar lo que empezó.

"Aun no termino contigo, Drea."

La promesa de su voz me hace temblar.

—Creo que estos días serán totalmente interesantes.

il^T%

N/a:

Sé que muchas están confundidas y quería aclarar que sí, publique un capítulo (este mismo), pero tuve que eliminarlo por los errores que me deja el apache de office (es un asco). Si alguien me puede ayudar con el link para descargar office (gratis y sin tiempo de evaluación), la amaré de por vida.

Perdón por si aun hay errores, pero hice lo que pude (ver tantas letras me marea xddd) si ven alguno, no duden en avisarme comentando en la palabra errónea<3



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